Capítulo 16

4229 Words
—Iván, ¿pasó algo?— preguntó la morocha. —¿Podemos hablar? — susurró señalando el interior del vestuario. Ivonne le dio paso y ambos caminaron hasta el lugar donde se encontraba el bolso de la muchacha, quien aún lucía su jean desgastado y aquella bonita remera ancha. —Decime— invitó ella contemplando de frente al castaño. —¿Estás segura que Riko es gay?— escupió sin mirarla. La estridente risa de Ivonne lo confundió un poco, pero luego sonrió suavecito al sentir de nuevo aquel calor en el pecho, aquel que hace años no recordaba. —Segura — afirmó aun riendo —. ¿Por qué? Iván se removió incómodo en el asiento, hasta que decidió respirar profundo y posar sus ojos avellanas en ella. Era momento de aceptar su realidad, de aceptarse. —Creo que — se aclaró la garganta —, creo que me interesa — dijo sintiendo las mejillas calientes. —Oh. Bueno, eso es bueno. Riko es un buen flaco, ¿sabés? — Él asintió y se limitó a no dar ningún comentario al ver a su amiga cambiar sus prendas delante de él. —¿Te habla de mí? — preguntó con timidez. —No te voy a decir, es mi amigo y no ando por ahí soltando lo que me dice a solas, eso es confidencial. Sí, esa era la Ivonne que él conocía, fiel hasta los huesos, desinteresada como ninguna y amable con todos. —Bien, bien, no me digas — susurró riendo mientras Ivonne se despojaba de su pantalón y quedaba con una pequeña tanguita justo enfrente de su nariz —. ¿Cómo podés ser tan amable conmigo cuando yo fui parte de toda esa mierda? — indagó observando a Ivonne quitarse su amplia remera para mostrar aquel corpiño deportivo. —Creo en el karma. Todo vuelve, mi querido Iván, y yo quiero que vuelvan cosas buenas — explicó sin mirarlo, demasiado concentrada en colocarse aquella pequeña calza. De pronto sintieron unos pasos demasiado cerca, tan cerca que se quedaron inmóviles en sus lugares, él sentado con los antebrazos apoyados en la rodilla, y ella con su ropa a medio cambiar. —Iván — murmuró Maty bastante sorprendido. El morocho observó a su amigo y luego a Ivonne, quien le daba una espectacular vista de su trasero firme. Volvió sus oscuros ojos a Iván y se aclaró la garganta antes de hablar. —Iván, Lorenzo te busca — dijo con la voz más firme que encontró. —Oh, bien. Me voy Ivy — saludó a la morocha, quién aún no se decidía a terminar de vestirse, con un fuerte beso en la mejilla antes de salir de allí—. Vamos — le indicó a su amigo. Por nada del mundo el castaño lo dejaría a solas con Ivonne, medio desnuda, frente a sus ojos, ya había confiado demasiado en uno y todo se fue a la mierda, no volvería a cometer el mismo error. —Vamos — finalmente secundó Maty siguiendo los pasos de su amigo. Ni bien ambos atravesaron aquellas oscuras puertas metálicas, pudieron sentir la música golpearle los oídos con fuerza y el humo de cientos de cigarrillos ingresar por sus fosas nasales. —Andá vos— dijo el morocho asentando su mano en la espalda firme de su amigo —, yo tengo que ir a mear— agregó girando su cuerpo en dirección a los sanitarios. Iván asintió y partió de allí a toda velocidad. Bueno, ya se daría cuenta que Lorenzo no lo necesitaba, pero antes tardaría unos buenos minutos en encontrarlo. Matías volvió rápidamente a los vestuarios y se coló entre las sombras hasta volver a dar con la bonita figura de Ivonne. Sonrió embobado al escucharla tararear una canción de Los Piojos mientras envolvía aquellas vendas en sus manos. —Creo, señorita — susurró muy cerca del oído de ella, haciéndola asustar por su repentina presencia—, que no debería andar desnuda frente a mi amigo — dijo pasando con suavidad sus manos por la cintura de la muchacha, apretándola de manera deliciosa contra su pecho. —Creo, señor, que no estaba desnuda, solo en ropa interior— susurró ella girando en los brazos del morocho —. Además me puedo desnudar con quien quiera — agregó con una sonrisa socarrona. —Dios — murmuró él absorto en acariciarle la mejilla con cariño, en absorber hasta la última gota de su esencia, en perderse en aquella piel que lo volvía loco —. ¿Mañana a la noche tenés planes? — preguntó sin cambiar ese ambiente íntimo que había creado. —Depende — La ceja levantada de Matías le indicó la pregunta que quería hacer —. Si hoy todo sale bien, mañana descanso, papá no trabaja asique se queda con Dany. Si hoy las cosas se complican, mañana estaré con Riko, recuperándome mientras me escondo de mi viejo. La ceja fruncida del hombre la hizo reír, no entendía por qué, pero aquel pequeño gesto la hacía sentir querida. —No voy a decir nada sobre lo último, justo antes de que pelees, pero, si tenés libre, ¿querés ir al cine? — indagó con vergüenza. Ivonne abrió grande sus bonitos ojos verdes, sorprendida por dicha propuesta. —¿Cómo en una cita?— preguntó con precaución, mirándolo un poco de lado y bajando el tono de su voz. —Como en una cita — confirmó con esa linda sonrisa de lado. —Tendré una cita con el impresionante Matías Tempton. Increíble— dijo medio en serio, medio en burla. Aquel evento era uno de los más deseados por varias del cuerpo femenino perteneciente a la secundaria a la que ambos asistían, y ahora, ahora ella sería la beneficiada de tan extraño suceso, es que Matías jamás iba a citas ni nada similar, ni siquiera con su ex, a ella siempre la veía en la casa de alguno de ellos o en fiestas, pero jamás Pilar pudo lograr que fueran solos a un cine, a comer en un lindo restaurante y, mucho menos, a cenar en un espacio que contará con buenas vistas, no, Matías siempre proponía bares llenos de gente y con comida bastante normal. —Mirá todo lo que has logrado que haga — susurró atrayéndola aún más, deseoso por probar sus delicados labios y hundir su lengua en ella hasta saciar su necesidad. —Bien. Termina la pelea y sabremos. ¿Puedo elegir el cine y la película?— preguntó rápido. —¿Me vas a hacer ver la más aburrida de todas?— la sonrisa de Ivonne le confirmó sus sospechas —. Bueno, pero si me duermo va a ser solo tu culpa — agregó antes de besarla con suavidad. —Después te mando a qué cine vamos— explicó ella apartándose un poco, solo un poco de él, rebuscando en sus recuerdos cuál sería el más adecuado, en el que corriera menos riesgo de ser vista por terceros. Matías asintió ajeno a todos aquellos pensamientos que la enredaban al mismo nivel que le clavaban una daga de culpa. —Suerte en la pelea — susurró volviendo a besarla, volviendo a fundirse con ella, dejando que su amor creciera un poquito más. —Nos vemos — dijo ella y lo vio partir hasta perderse en la oscuridad. Sí, estaba completamente mal de la cabeza. Haberse enamorado, nuevamente, de aquel que tanto daño le hizo debía ser efecto de que una pieza no funcionaba adecuadamente dentro de su cerebro. --------------------------- La pelea fue excepcionalmente buena por dos razones. Primero, Riko dijo que ya no era necesario simular debilidad, que era momento de sacar las garras y luchar, algo que Ivonne obedeció encantada, harta de sentirse humillada por sus oponentes a las que le podía ganar sin mayor esfuerzo. Segundo, la morocha no estaba dispuesta a perder una noche a solas, casi como si fuesen pareja, con aquel espectacular morocho que le quitaba el aliento desde hacía tantos años. Ella había anhelado, soñado, deseado, aquello mil veces. Jamás sucedió. Ahora, ante una nueva realidad que la sacudía de una forma extraña, se encontró con su fantasía hecha realidad, al alcance de sus adoloridas manos, las cuales despojaba de aquellas vendas sudorosas. —¡Bien, pequeña!— gritó su entrenador ingresando al vestuario, importándole tres kilos de mierda que otras mujeres estuvieran allí, impulsándose hacia adelante con aquella hermosa sonrisa pintada en el rostro. —Habríamos hecho esto mucho antes si me escucharas — rió mientras él la giraba, apretada contra su fuerte cuerpo, contagiándose de aquella bonita risa. —Ahora revisemos esa ceja — dijo depositándola suavemente en el piso. Ivonne se quedó paradita, muy quietita, esperando que su amigo le curara aquella pequeña herida. A lo lejos pudo divisar a la pelirroja que acababa de vencer, quien le dedicó una sonrisa amable y un puño en alto, señal de reconocimiento de su superioridad deportiva. Ivonne devolvió la sonrisa, acompañada por un guiño de ojo, y se volvió a concentrar en Riko. —Asique — dijo mirándolo a los ojos —, Iván — escupió. La sonrisa de su entrenador se amplió, aunque su mirada seguía concentrada en aquella pequeña herida. —¿Qué te dijo? — preguntó terminando de pasar aquella gasa con desinfectante. —Me preguntó si estaba segura que eras gay. Sí, ambos rieron como dos personas con serios problemas psicológicos. Resulta que Riko jamás había dudado ni un segundo de su sexualidad, por lo tanto aquella pregunta les parecía hasta inocente. —Decile que me encantan las tetas grandes y los buenos culos — bromeó colocando aquel pequeño apósito en la ceja. —Le voy a decir que nos hemos acostado más veces de las que pueda recordar — devolvió ella con una sonrisa y al desviar, levemente, la mirada por sobre el hombro de su amigo lo vio. Matías la contemplaba con una expresión seria que ella no supo descifrar. Ante el cambio de semblante en el rostro de su amiga, Riko giró sobre su eje para enfrentar a quien sea que estuviera provocando aquello. Apretó la mandíbula, enfadado por aquel idiota que se empeñaba en molestar a su linda morocha. —¿Pasa algo? — preguntó Riko cuadrando los hombros mientras giraba del todo para enfrentar al imbécil. —Venía a felicitarlos, nada más — respondió el morocho sin mucho mejor humor que el entrenador. —Bueno, ya lo hiciste — escupió y Maty se rindió. No era necesario montar una escena allí. —Nos vemos en tres noches — dijo el morocho y se giró para salir de allí. —Ese pelotudo — masculló con mal humor Riko —, ya va a aprender a no acercarse — dijo volviendo a ver a su amiga que le sonreía con suavidad. Ivonne no lo tenía claro, pero estaba segura que si Riko se enteraba de sus aventuras con aquel muchacho, se desataría el infierno en la Tierra. Es que su amigo la había visto llegar a su departamento completamente empapada de agua sucia, golpeada y humillada a niveles inimaginables, todo gracias a ese morocho y su lindo grupito de amigos. No, estaba segura que Riko la retaría como a una niña pequeña sí sabía sobre aquello. —¿E Iván? ¿No creés que también sea un idiota? Te recuerdo que ambos fueron parte de aquello — indagó un poco ofendida por su reciente descubrimiento, ya que él estaba en la misma situación que ella, entregándose a un sentimiento que deberían evitar. —No va a pasar nada con él, lo sabés bien — dijo demasiado serio, no había sido una buena pregunta justo en ese momento —. Por eso le vas a decir que nos acostamos y ya, así se aleja solito — ordenó con aquel semblante que no daba lugar a réplicas. Ivonne asintió y se dedicó a cambiar sus prendas para, por fin, dejar aquel lugar. —Mierda, mierda, mierda — susurró el morocho saliendo de aquel vestuario. Sí, en ese preciso momento podía golpear a cualquier infeliz que se le atravesara. -------------------- Sonrió como un idiota al leer aquel mensaje, bueno, podía afirmar que era un idiota bastante feliz. —Dale, nos vemos ahí — respondió con un audio y dejó su celular sobre la mesita, caminando luego hacia el baño para asearse y salir al encuentro de aquella morocha que lo volvía loco. Se encontraron en la puerta del cine a las ocho de la tarde, para ver una película ridículamente romántica que a ella le arrancó más de una carcajada al ver la cara de fastidio de su compañero. —Sabía que me harías esto — le susurró al oído mientras veía la escena más cliché del romance. Ella, bajo la lluvia, era perseguida por él, quien la toma por el brazo y la gira para besarla de una manera extraña. —Claramente. Ni siquiera a mí me gusta — devolvió haciendo que Maty abriera amplio sus ojos por aquella declaración. —¿Y qué hacemos acá?— preguntó divertido. —No sé, mejor vamos — susurró y ambos se pusieron de pie para abandonar aquella sala entre suaves risita de complicidad. —La próxima vez no te dejo elegir — la regañó sosteniendo una tierna sonrisa mientras tomaba suavemente su manito y entrelazaba sus ásperos dedos con los finos de Ivonne. —¿Comemos algo? — preguntó ella empujando bien lejos aquel calorcito que luchaba por seguir expandiéndose en su interior. —Bien — respondió con una radiante sonrisa —. Andá al restaurante, yo voy hasta el baño — explicó antes de dejarle un casto beso en los labios, produciendo esas lindas maripositas en el estómago y ese estremecimiento en la piel, para luego alejarse hacia los sanitarios. Ivonne llegó al bonito lugar y se ubicó en una pequeña mesa al costado del salón. La iluminación, baja y cálida, junto con aquellos tonos marrones en todas las paredes, confería un aire de intimidad que la reconfortaba. “Espero que nadie nos vea”, suplicó con fuerzas, aunque segura de que no encontraría miradas indiscretas ya que estaban muy lejos de la zona que siempre frecuentaban. —Hola — Una voz masculina, grave y baja, la sacó de sus pensamientos. Ivonne giró su mirada hacia arriba, encontrando unos preciosos ojos grises que la miraban con calma. Por inercia sonrió, suponiendo que aquel mozo sólo quería ser amable. —Te dejo la carta — explicó el rubio pasando una pequeña carpeta forrada con cuero marrón. —Gracias — respondió con suavidad, tomando el objeto. —Me llamás cuando vayas a pedir — dijo y se alejó de la mesita. Diez minutos después ella seguía sentada allí, aburrida hasta la médula, intentando no acabarse esos deliciosos panes, algo que no le estaba siendo nada sencillo cuando no había podido almorzar correctamente. —Esta va por mi cuenta — le susurró el mozo depositando otra cestita llena frente a ella. —Gracias — dijo en igual tono, regalándole una bella sonrisa de complicidad. —Si no te molesta — murmuró el hombre, repentina y adorablemente nervioso —, te dejo mi número, por si algún día te interesa salir. —Oh… Yo… Y no terminó la frase porque vio a Maty parado al otro lado de la mesa, desplegando toda su aura masculina. ¿En qué momento había llegado? Bueno, no tenía idea, pero su cara no parecía perturbada por aquella escena que había interrumpido. —Perdón. Lo estaban limpiando — explicó tomando asiento en la sillita frente a Ivonne —. Hola, hermano — saludó con simpatía al camarero. —Hola — devolvió el rubio y, al ver que el recién llegado se sumergía detrás de la carta, decidió continuar en lo que estaba —. Bueno, acá tenés — le dijo a Ivy tendiéndole un pequeño papel. Ella miró a Maty, quien parecía ajeno a la situación que se desarrollaba frente a su nariz, y tomó el papel segura de que poca importancia le daría al número escrito allí una vez que abandonaran aquel lugar. El camarero asintió satisfecho y se alejó de la mesa, dejándolos a solas, con aquella sensación extraña entre ambos. Ivonne volvió su verde mirada al morocho que aún leía aquel menú, bien, al parecer a alguien le daba igual lo que ella hiciera con otros hombres. Lo supo en cuanto no dijo nada sobre la escena con Iván, luego al oír (algo que seguramente había hecho) la frase escupida por Riko y ahora, ahora con un descarado coqueteo frente a sus ojos. Lo entendía, si ella no significaba demasiado para él, entonces aprendería a hacer lo mismo. —¿Pastas? ¿Te gustan? — preguntó Maty sin levantar la vista, es que si lo hacía ella notaría los asquerosos celos que lo devoraban por dentro. —Sí, la lasaña me encanta — respondió plantando esa falsa sonrisa que él nunca había visto, que desconocía por completo y por lo tanto no pudo identificar. La cena fue aliviando el ambiente entre ellos, despejando esa bruma que los había envuelto en el primer plato y que ahora, con el postre cargado de chocolate, parecía ser solo una pequeña neblina, molesta, sí, pero no demasiado para evitar el disfrute de la compañía. Terminada la comida y pagado lo consumido, Maty fijó los ojos en aquel papelito abandonado sobre la mesa, rogando, suplicando, que ella no lo tomara para guardarlo dentro de su bolsillo. Ivonne se colocó esa livianita campera y lo miró de frente, con aquella sonrisa que cada día le gustaba un poquito más. Maty le devolvió el gesto y, con un movimiento de cabeza, le indicó que era momento de salir. Caminaron solo dos pasos e Ivonne se detuvo: —Esperá — dijo y se giró para volver hasta la mesita. Maty debió aguantar el aliento, sintiendo su corazón comenzar a agrietarse, preparándose para que ella tomara ese papel rasgado. “Nunca dijiste nada de que te molestaba, ella no lo sabe y piensa que está bien”, se regañó. Ivonne metió su mano en la mochila y sacó la billetera. Maty frunció el ceño. De aquel objeto la morocha sacó unos cuantos billetes y los dejó sobre la mesa, acto seguido volvió, a paso rápido, junto al hombre que respiraba con alivio. —Listo — avisó ella sonriente. Maty no lo contuvo más, no quería contenerlo más, por lo que se agachó para besarle sus deliciosos labios, carnosos y dulces, que lo transportaban con facilidad hasta el cielo. —Vamos — respondió él entrelazando sus dedos y caminando al exterior del restaurante. Llegaron a la salida de aquel bonito centro comercial, deteniéndose sin poder, sin atreverse, a proponer algún plan que los mantuviera juntos solo unos instantes más. Matías juntó todo su valor soltando un largo suspiro y se dignó a hablar: —Hay un hotel cerca — susurró sintiendo que era una mierda lo que estaba diciéndole. “Así parece que solo querés coger con ella”. Ivonne sonrió antes de responder. —Vos dirás el camino — Y el morocho tiró de ella, sintiendo cada paso como un clavo en su alma. " Tenés que decirle que no es solo eso lo que te interesa”. ¿Pero cómo? Ella no parecía querer mucho más de él, si hasta lo había citado en un cine extrañamente lejos de su hogar. “No importa, ella merece saberlo”, insistió su conciencia. Llegaron rápidamente a uno de esos lugares donde pagas solo unos mangos por unas cuantas horas en alguna habitación vacía. Abonaron la tarifa e ingresaron en un silencio extraño. —Es mejor de lo que esperé — dijo Ivonne evaluando el entorno mientras dejaba su mochila y aquella camperita sobre el sillón. —Es… lindo — respondió no muy convencido, siguiendo con la mirada cada movimiento de la morocha. “Es realmente preciosa”. —Y bueno… ¿vas a quedarte tan lejos? — preguntó con cierta chispa de sexualidad. —Para nada — respondió acercándose rápido para unir sus labios con los de Ivonne, para comerla como había deseado desde que la vio en la entrada de aquel cine, como soñaba cada noche mientras dormía. Se dejaron llevar por sus deseos, por el anhelo de tener un poquitito más del otro, pero con el cuidado necesario para no terminar lastimados. Se entregaron a aquellos deseos carnales que los consumían hasta las entrañas, degustando cada centímetro de piel, bebiendo los gemidos que abandonaban los labios, absorbiendo la suavidad en el roce de sus cuerpos. —Sos increíble — dijo él volviendo del baño —. Vení — indicó tirando de ella para apretarla contra su pecho una vez que se dejó caer sobre la amplia cama. —Juguemos algo — propuso Ivonne rompiendo el silencio que los envolvía desde hacía cinco minutos, silencio que la estaba adormeciendo, arrullada por ese corazón que latía contra su oído. —Bien. ¿Te parece las diez preguntas?. —Dale, empiezo — dijo entusiasmada mientras se ubicaba mejor en la cama, a una distancia suficiente para poder apreciarlo por completo —. Color favorito. —Emmm. Azul — respondió —. Estación del año. —Primavera, sin duda. —Da alergia — rebatió arrugando tiernamente la nariz. —Pero huele rico — devolvió sonriente. De a poco las preguntas se fueron tornando más privadas, ya no las contabilizaban siquiera, solo preguntaban con completa confianza y respondían con igual actitud, desnudando un poquito más sus almas. —¿Es verdad que estuviste enamorada de Mateo? — preguntó Matías con temor, sabiendo que aquel era un tema complicado, pero rogando que el rumor solo fuese una terrible mentira de adolescentes aburridos. —No. Ni una sola vez lo miré así — respondió completamente seria. —¿Te gustaba alguien de nuestra escuela? —No vale — se quejó Ivy —, ya preguntaste. Me toca. ¿A qué se dedica tu mamá? — preguntó desviando astutamente el tema. —Es juez, por eso no está mucho en casa — explicó acercándola un poco más a él, ya la sentía demasiado lejos aunque estuviese solo a unos centímetros de su cuerpo. —Ah. Además eso los salvará si las autoridades llegan a descubrir sus negocios turbios — bromeó dejándose manejar. —Eso y que el padre de Mateo es el Comisario — explicó serio —. ¿Tu vieja? — agregó cambiando nuevamente de tema. —Nos dejó hace muchos años y nunca volví a saber de ella — explicó rápidamente —. ¿Por qué me molestabas en la escuela? — indagó antes de que él quisiera saber algo más sobre aquella mujer de la que pocos deseos tenía de hablar. Maty hizo una anotación mental sobre lo delicado que parecía ser el tema para su bonita Ivonne, pero realmente estaba intrigado con aquel asunto. Cuando escuchó la pregunta que ella formuló, cuando estuvo a punto de responder, el teléfono sonó. Con mala gana lo tomó. Desde la recepción les avisaban que el tiempo se había agotado, que debían dejar la habitación. —Ivy — dijo poniéndose el pantalón mientras la morocha hacía lo mismo al otro lado de la cama. Los ojos verdes de ella se clavaron en él. “Vamos, solo decilo, cagón” —. Me gustaría que esto, lo que sea que tengamos, sea exclusivo — dijo con un tono de voz bajo —. ¿Puede ser? Ivonne parpadeó unas cuantas veces, intentando asimilar aquellas palabras. —Bueno, no sé por qué lo decís pero me parece bien — respondió con cautela. —Es que — comenzó a decir con nerviosismo —, siempre tenés a alguien alrededor. Riko, Iván, René, el idiota del restaurante... La carcajada de Ivy lo interrumpió en su patético discurso cargado de celos. —Perdón — dijo Ivonne aun riendo —. Riko es gay — explicó —, Iván es algo similar a un buen amigo y ¡René! — exclamó aún más divertida —. ¿Qué creés que hay entre nosotros? —Están siempre juntos — explicó un tanto confundido —, él te defiende como… —¡Es mi primo! — dijo en medio de una fuerte risa —. Dios, se va a morir cuando sepa esto — agregó riendo escandalosamente. —Ey, no lo sabía — rebatió ofendido. —Perdón, perdón — respondió calmando su risa y acercándose a él —. Seremos exclusivos — aseguró apoyando sus manos en el fuerte pecho de Maty, sintiendo aquel suave golpeteo en las palmas de sus manos —. No me interesa nadie más, ni siquiera el chico del restaurante. —Ese pelotudo — masculló posando sus manos en las caderas de Ivonne, atrayéndola contra él de manera demandante. —Asique sí tuviste celos — afirmó. —¡Claro que sí! — exclamó mirándola a los ojos —. El imbécil te dio su jodido número de teléfono en mi cara. —¿Y por qué no dijiste nada? — preguntó sonriendo. Bueno, no la culpen, le gustaba sentirse apreciada. —Porque no establecimos nada entre nosotros, no quería quedar como un denso — explicó. —Bien, entiendo — susurró ella y finalmente acercó sus apetitosos labios a los de Maty, fundiéndose en un exquisito beso que selló aquel trato.
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