Capítulo 15

2937 Words
Esa mañana caminaba con tranquilidad por el ingreso a la facultad, tranquila y disfrutando un poco de la soledad que rodea todo cuando el día recién ha comenzado, del aire que se siente más limpio y de esa energía que vibra en una sintonía distinta. Repentinamente sintió unos fuertes brazos tomarla por la cintura y lo próximo que supo es que estaba siendo llevada como una bolsa de papas. —Matías— dijo entre risas. —Te quedás quieta — ordenó golpeando con su mano abierta una de las nalgas de aquella bonita muchacha. Ella volvió a reír, aquello la estaba entusiasmando demasiado. En realidad con Matías todo la entusiasmaba demasiado. —Ey, no me pegues — regañó con una enorme sonrisa en el rostro. —Que te quedés quieta — repitió y volvió a golpearla en la nalga, produciéndole un suave picor en la piel. —Pero si solo estoy hablando — rebatió sintiendo cómo la sangre descendía hasta su cabeza. —Ahora vas a aprender que no podés negarme el tocarte — sentenció bajándola al lado de la camioneta solo para adueñarse de sus labios. Gimieron al mismo tiempo. Ella porque sus besos eran dulces y demandantes. Él porque anhelaba sentir sus deliciosos labios otra vez. —Vamos — ordenó con voz ronca —. Hora de tu castigo— le susurró al oído, arrancándole una carcajada nerviosa. —¿Se supone que debo obed… Y no pudo terminar la pregunta porque aquellos fuertes brazos la elevaron para sentarla en el asiento de la camioneta. Ivonne pudo ver a Maty cerrando la puerta y caminar rápido hacia el otro lado del vehículo. El morocho se subió y encendió el vehículo, poniendo rumbo a un destino desconocido para la muchacha. —¿Me secuestrás? — preguntó divertida. —Sí— respondió demasiado serio, demasiado concentrado en el camino. —Te puedo denunciar. —Ah-ha. Ivonne rió suavecito y se dejó llevar por la situación, por un ratito podía ser una joven normal, una que no sentía tanto peso sobre sus hombros. —¿Tu casa?— indagó bajándose del enorme vehículo. —Vamos — ordenó tomándola de la mano para llevarla hasta su habitación. Una vez que cerró la puerta se giró hacia ella y la besó con urgencia, saboreando hasta lo más profundo de la boca de aquella mujer. De a poco la guió a la cama, recostándola sobre ella, sin dejar de besarla, sin poder despegarse de sus deliciosos labios. Ivonne frunció el entrecejo cuando sintió aquella suave tela deslizarse por sus muñecas. Cuando lo notó sus manos estaban sujetas a la cabecera de la cama, mientras que Maty se levantaba para admirarla desde lo alto. —¿Qué es esto?— preguntó un tanto nerviosa. —¿Confías en mí?— susurró el morocho. —¿Si te digo que no, no me vas a enseñar lo que tenés pensado?— desafío ella. La sonrisa de lado de Matías la atontó bastante, es que el maldito parecía un jodido modelo. —No. Te demostraría que haces mal en no confiar— susurró tomando el borde del jean de la mujer, desprendiendo con lentitud aquel pequeño botón metálico. —Matías— jadeó ella cuando los dedos del morocho repasaron con lentitud el contorno de su cadera. —Shhh… hoy me toca a mí— decretó —. Me vuelve loco no poder tocarte, asique hoy voy a hacer cada maldita cosa que he imaginado — sentenció ronco mientras le quitaba el pantalón y besaba con suavidad las piernas de aquella preciosa mujer. —Matías— volvió a susurrar ella cuando sintió la enorme mano del hombre tocarla por encima de la ropa interior. —Mierda, Ivy, estás demasiado mojada — gruñó con deseo. —Por tu culpa — murmuró ella retorciéndose por la necesidad de ser acariciada hasta tocar el cielo. —Me encanta saberlo — dijo él bajando su cabeza entre las piernas de la morocha, listo para besar su húmeda intimidad por encima de aquella delgada capa de tela. —Matías, por favor — lloriqueó Ivonne al notar que él solo se disponía a torturarla con pequeños besos y lamidas por encima de la delgada tanga. —Pedí más, pedí que te toque más — exigió enviando suaves soplidos de aire caliente que se colaba entre la tela y acariciaba directo a su intimidad. —Más, tócame más— pidió apretando los ojos. —Tus deseos son órdenes— dijo y volvió a subir para poder quitar las prendas de la bonita mujer, comenzando con las inferiores para luego elevar las superiores, dejándolas enredadas en sus preciosos brazos, pero permitiéndole verla completamente desnuda para él. —Vamos, Matías— sollozó ella encendida de placer. —Tranquila — susurró—, tenés que ser buena y dejarme tocarte por todas las veces que me lo negaste. Fuiste mala — dijo bajando sus labios hasta su cuello, para luego comenzar un recorrido descendente hasta sus pechos. —Vos empezaste con ese beso en la facultad— respondió entre gemidos. —Eso es porque la tarde anterior no pude tocarte nada — murmuró bajando sus labios por su bonito abdomen. —¿Tenés algún fetiche con tocarme? — susurró absorbiendo las caricias sobre su vientre. —Todos — afirmó y continuó su lento camino. Besó la cara interna de cada muslo y sonrió al sentir la piel erizada de su bella Ivonne —. Sos hermosa — susurró justo antes de pasar, lento, muy lento, la punta de su lengua por la deliciosa intimidad de la morocha. El gemido suave de ella lo hizo sonreír, justo antes de que su boca se cerrará alrededor del clítoris, justo antes que Ivonne se retorciera de placer, justo antes que ella pidiera por más, por mucho más. —Por favor, más— pidió y sintió dos dedos invadirla, llevándola casi al borde del abismo. Matías no podía más, necesitaba descargar un poco, por lo que bajó su mano libre y comenzó a tocarse, liberando un poco aquel dolor que ya comenzaba a incomodar. —¡Matías!— exclamó Ivonne cuando lo vio tan arrebatadoramente caliente al estar atendiéndola al mismo tiempo que se complacía a él mismo. —Un poco más— gruñó él y volvió a comerla con ganas, al mismo tiempo que empujaba su mano contra su erección. —Oh, Dios… — gimió Ivonne y se dejó llevar. Otra vez ese hombre la elevaba hasta el cielo. Matías se detuvo y siguió un suave masaje sobre su pene, manteniéndolo estimulado pero lejos del punto final. Esperó a que su linda muchachita volviera y le sonrió con deseo antes de buscar un preservativo en el cajoncito. —Ahora seguimos con la segunda parte — susurró soltando las muñecas de la morocha, enterrándose en ella mientras su cuerpo terminaba de acomodarse sobre el de la mujer. —Matías— susurró Ivonne en su oído al mismo tiempo que sus manos le comenzaron a recorrer la espalda. —Decime, Ivy bonita. —¿En serio te gusto tanto?— indagó entre suaves gemidos. Es que no lo podía creer, que él, ese delicioso hombre, solo la mirara a ella y nadie más que ella, le parecía un sueño, uno que aún no quería analizar. —Me volvés loco, preciosa — afirmó y comenzó a mecerse con mayor ímpetu, comenzando a sentir cómo su cordura lo abandonaba de a poco —. Sos perfecta — gruñó enterrándose profundo, hundiéndose hasta el fondo, tomando todo lo que podía de ella —. Nunca voy a tener suficiente de vos— juró volviendo sus movimientos erráticos, necesitados, intentando fundirse con la bonita Ivonne de una manera desquiciante. Lo necesitaba, necesitaba ser uno con ella en ese mundo donde solo existían los dos, donde nadie los podría alcanzar. —No te canses — pidió ella y se volvió a liberar, volvió a romper esas cadenas que la ataban a la realidad. —Jamás— aseguró dejándose llevar por ese exquisito sentimiento de amor y placer que solo Ivonne le regalaba. Con cuidado Matías se acostó a su lado, sonriendo como un pequeño, feliz de haber liberado sus deseos. —Si este era mi castigo me portaré mal más seguido — dijo sonriente. —No me hagas calentar— bromeó y la envolvió en sus brazos —, aunque no me molesta darte lo que te mereces por ser desobediente— agregó sonriendo contra su pelito, absorbiendo ese aroma que desprendía, cerrando sus ojos cuando plantó un beso en el oscuro cabello de la muchacha, rogando porque jamás le quiten eso que estaba teniendo en aquel preciso momento. El teléfono de Ivonne sonó dentro de aquel silencioso cuarto. Mierda, esto parecía un deja-vu. Con un gruñido la dejó ir en busca del estúpido aparato y esperó a ver qué situación volvía a apartar a la preciosa muchacha de su lado. Es que cada vez que Ivonne se marchaba no volvía a obtener noticias de ella. Jamás le escribió un mensaje y, fuera de la video llamada, nunca se comunicaba con él. Sólo aquellas fugaces visitas los unía, ¿luego?: Simple y asqueroso silencio. —René — dijo la morocha y escuchó lo que el otro sujeto le decía—. Bien, no te preocupés, yo lo busco — Volvió a escuchar al otro lado y Matías se tensó al verla recoger su ropa del piso. Sí, ahí iba otra vez la Ivonne que se escurría entre sus manos —. Nos vemos en casa — saludó y finalizó la llamada. —¿Todo bien?— indagó aguantando la rabia. —René no puede ir a buscar a Dany, asique voy a recogerlo a la escuela. ¿Me podés acercar a la Universidad? Tengo que buscar mi moto para ir a cambiarla por el auto. —Si querés lo traigo cuando vaya por Luz. —Igual tengo que ir a buscar el auto para llevarlo de acá a mi casa. A Dany le aterra la moto. Eso sumado a que no me toca. —Lo puedo llevar a tu casa — ofreció dejando ver lo patético que era, pero él sólo deseaba un poco más de tiempo con Ivy, un poco más antes de que ella desapareciera hasta vaya a saber Dios cuándo. Ivonne analizó las posibilidades. Si él la dejaba de camino a la escuela le daba tiempo suficiente para llegar antes que ellos a su departamento. Además, ni René ni su padre estarían asique no lo verían. Bueno, después de todo tal vez no era tan mal plan. —Bueno, hagamos eso — aceptó haciendo que la sonrisa de Maty se ampliara. —Entonces dejá de juntar tu ropa — la regañó con diversión, acercándose a ella para quitarle las prendas de las manos y asegurarse que siguiera así, desnuda solo para él. ------------------- Esteban no se sintió muy bien aquel día, le estaba costando respirar y se agotaba solo de caminar de su habitación a la cocina. Odiaba sentirse inútil, odiaba hacer que Ivy cargara con todo el peso de llevar adelante una casa, pero él no encontraba de dónde sacar más fuerzas. Estaba aterrado y enfadado, no se podía dar por vencido aún, debía aguantar un poco más. "¿Cuánto más?", susurró su mente. "Lo que sea necesario, por los niños", aseguró afirmándose en su pequeña mesita que se ubicaba al lado de la cama. Vaya que aquel pequeño paseo a la cocina lo agotó demasiado. Exhausto hasta los huesos, se dejó caer en la cama, para luego hundirse en un profundo sueño del que salía solo para ponerse de pie e ir a trabajar. Su vida se había reducido miserablemente a eso, trabajar y dormir, ya no pasaba casi nada de tiempo con Dany, y mucho menos con Ivy. Los extrañaba a ambos, pero más le dolía ver aquella mirada de profunda preocupación que su hija mayor tenía cada vez que él se plantaba frente a sus bonitos ojos verdes. "Estás haciendo todo mal", regañó su conciencia. Sí, lo sabía, pero ya no tenía energías para seguir, estaba demasiado agotado y el dolor en sus pulmones hacía sus días insoportables. "Sólo un poco más", susurró antes de caer profundamente dormido. ----------------‐- —No, Erika, perdón, no lo hemos visto — respondió Iván a la persona al otro lado del teléfono—. Trato de ubicarlo o buscarlo — dijo con suavidad tragándose el odio —. No se preocupe. Saludos — finalizó la llamada. Bueno, al parecer Mateo no estaba pasando su mejor momento, pero ¿la verdad?, a él le importaba una mierda. Con sus ojos avellanas escaneó el lugar hasta dar con aquel hombre de cabeza rapada y tatuajes excitantes. ¡Dios, Riko lo descontrolaba sin siquiera hablarle! Para su desgracia, o no, el entrenador lo distinguió entre la multitud de aquel depósito convertido en centro de peleas. Iván tragó pesado al verlo caminar lentamente hacia él, sin quitarle los ojos de encima, haciéndolo sentir una presa lista para ser deliciosamente devorada. —Iván — saludó con esa voz baja y grave que lo estremecía de una forma única. —Riko, ¿cómo va? — dijo y se felicitó por su voz tranquila. — Buscándote— afirmó con ese brillo en la mirada que a él lo paralizaba. —¿Si?— dijo con un patético temblor en la voz. —Sí. Quiero saber qué turno tiene Ivy — aclaró. "Por supuesto, boludo, ¿para qué te va a querer sino?". —Tercera — afirmó con la voz un poco más dura de lo que pretendía. —Algún día vamos a lograr ser la pelea que cierre — susurró acercándose demasiado a su oído, demasiado cerca de su piel, demasiado cerca. —Veremos — respondió en un murmullo. —Te dejo seguir trabajando — Volvió a susurrar y le dejó un suave beso en la mejilla. Al separarse, Riko pudo apreciar las pupilas dilatadas y oscurecidas de aquel bonito muchacho. Sonrió satisfecho, aunque con esa culpa que crecía en su pecho. "Él dañó a Ivy, demasiadas veces". Se volvió a repetir, pero al parecer su cuerpo no entendía aquello y lo pegaba al castaño como si fuese la mejor de las drogas, hundiéndolo en ese precioso sentimiento de completa entrega y deseo. "Necesito sacarlo de mi sistema", propuso sin estar demasiado convencido que funcionara, en realidad suponía que una vez que lo probara no lo dejaría ir nunca más. El pensamiento lo estremeció y la culpa creció en su interior. Definitivamente era una mierda de amigo. —Voy a avisarle a Ivy — agregó Riko antes de salir de allí. —Voy yo — Lo detuvo el castaño agarrando su fuerte brazo, enviándoles miles de descargas eléctricas por toda la columna vertebral hasta lo alto de sus cabezas. —Okey — murmuró confundido. Mierda, solo era un toque inocente y él ya se sentía en el cielo. "Estoy perdido". Iván sonrió y salió a paso rápido hacia los vestidores. Necesitaba hablar de esto con alguien, pero nadie, salvo Ivonne, conocía su realidad, lo había ocultado tan bien, durante tanto tiempo, que ahora debía afrontar esos sentimientos sin un solo confidente. ¿Y cómo Ivy supo de su verdad?. Resulta que la morocha era sumamente intuitiva a la vez que empática, por lo que notó, sin demasiados problemas, cómo su amigo observaba a Mateo como si fuese el mejor chocolate del mundo. No, no eran miradas largas, eran apenas fugaces y cuando demasiada gente lo rodeaba, pero ella lo supo desde el principio: su amigo había caído bajo el hechizo de aquel muchacho de trece años que tenía a varias personas babeando a sus pies. En aquel entonces Ivonne lo alentó a acercarse y hablar con él, así fue como Iván terminó dentro de aquel exclusivo grupo. Mateo no dudó en incluirlo cuando notó la cantidad de chicas que estaban encantadas por el castaño, eso le gustaba a él y a Matías, quienes siempre disfrutaban ser el centro de atención. Un año después de hablarle al rubio por primera vez, éste le exigió cortar su relación con Ivonne, ya que eso "dañaba su imagen" al rodearse por la “nerd” de la escuela, por aquella extraña muchacha de pelo muy oscuro y piel demasiado blanca. Rió al recordar aquellas palabras. ¿Él que había hecho? Habló con Ivonne quien conocía el eterno enamoramiento de su amigo y, con una suave sonrisa, le dijo que no había problema, que ella no se ofendería, agregando que agradecía los años de amistad previos, nacidos cuando eran apenas unos niños de diez años. Con frustración se despeinó el cabello. Él, luego de sentirse estúpidamente aliviado por librarse de su relación con Ivonne, se unió a aquel grupo que lo hacía sentir importante, poderoso. No pudo marcar un día en particular cuando comenzaron las agresiones contra su ex amiga, pero sí podía notar la escalada en violencia, física y psicológica, de las mismas. Trató de detener varias, pero aquel rubio lo tenía atontado y él cumplía con cada una de sus exigencias, incluidas las de no meterse en las "bromas" que planeaba para la morocha. Y ahora todo el peso de la culpa, de haber sido parte de aquella realidad retorcida y asquerosa, lo comenzaba a aplastar, sumado a que se dirigía a hablar con ella porque era la única con la que no se sentía temeroso de aceptarse tal como era. —Soy una mierda — suspiró con pesadez y golpeó la puerta del vestuario. Esos ojitos verdes brillantes lo recibieron acompañados de una suave sonrisa. "Soy una mierda".
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