Capítulo 18

2777 Words
Entró agotada a su casa, vio a Dany en el suelo, jugando con aquellos autitos que René le regaló hace unos cuantos días. Dejó todo ordenado en aquel perchero y se arrodilló junto al pequeño. —Hola Dany — saludó —Hola. Mis autos están ordenados por el número que tienen debajo, no los saques de su lugar — explicó con los ojitos clavados en los juguetes. —Oh, eso está muy bien — respondió terminando de sentarse —. ¿En la escuela te enseñaron eso? — preguntó girando uno de los carritos. Ivonne no escuchó la respuesta ya que al voltear ese pequeño autito rojo, leyó un número de cuatro cifras, ¡cuatro cifras!. ¿Cómo carajos un niño de cuatro años podía leer un número tan grande? Para sacarse la duda tomó otro, el azul, y leyó nuevamente el número de cuatro cifras grabado en el plástico plateado. Efectivamente el número era más pequeño que el anterior. La muchacha volvió su vista al pequeño y luego la elevó un poco más, a la figura enorme que se erguía detrás del pequeño y la contemplaba confesando con su mirada que ya sabía lo que sucedía con el pequeño y aquel juego. —Mora descubrió que también los puede ordenar en orden alfabético de acuerdo al modelo del auto — confesó igual de sorprendido que su prima. —Eso… ¿Eso es posible? — preguntó en un susurro —. Digo, solo tiene… solo va al Jardín de niños… —Deberemos preguntarle a la terapeuta — calmó con una suave sonrisa. —También puedo leer las revistas solo, pero hay palabras que no entiendo — dijo con inocencia Dany, frunciendo levemente el ceño —. Además me gusta que me las lean ustedes — agregó haciendo una pequeña sonrisa de lado. Ivonne volvió a mirar a su pequeño hermano y sonrió nerviosa. Mierda, al parecer era un niño bastante inteligente. —Bueno — exclamó René —, es hora de almorzar. Ivonne — invitó a su prima a que lo acompañara a la cocina. —Estamos en la cocina — explicó la morocha guardándose las ganas de revolverle el cabello a su hermoso hermanito. Ingresó al pequeño espacio junto con su primo. René, con su enorme altura, parecía ocupar todo el lugar, haciéndola sentir aplastada contra los muros cubiertos de pintura blanca. —¿Hago unos fideos? — indagó el hombre. —Lo que quieras — respondió sentándose en una de las sillas altas ubicadas al costado de la cocina. —¿Dónde estabas? — preguntó su primo dándole la espalda mientras abría las pequeñas puertas de la alacena en busca de un paquete de fideos. —Si te digo, ¿prometés no volverte loco? —No, no prometo nada — afirmó llenando una olla de agua para colocarla al fuego. Luego se giró sobre sus talones, enfrentando a Ivonne y apoyando su trasero en la mesada de la cocina. —Bueno. Yo… Como que me encontré con Mateo, él estaba lastimado, lo llevé a su casa, esperé que llegaran sus amigos y acá me tenés — explicó de un tirón. René se separó de la mesada, con los brazos cruzados sobre el pecho y los ojos clavados en los de su prima. Ivonne sonrió con ese aire de inocencia que siempre la envolvía cuando sabía que alguien se enfadaría con ella. —¿Que vos qué? —Se lastimó, René. Se corta los brazos y piernas. Lo encontré en la cafetería y todavía sangraba. No podía hacer como que no vi nada — explicó con cierto aire de agotamiento, empujando en su interior todos los sentimientos que pujaban por salir. —No tenías que ayudarlo. Lo hubieras dejado desangrar, o lo que carajo sea. Ivonne, él no te tiene que importar una mierda. Ni él ni los imbéciles de sus amigos. Ivy tragó pesado, sabiendo, afirmando, que cuando su primo supiera lo que ella hacía con Matías, seguramente perdería la cabeza. Mierda, ahora se sentía doblemente mal. Primero, por lo que le había pedido a Maty y segundo, por lo defraudados que se sentirían René y Riko al saber de aquella relación. —Matías— dijo una vez que se despegaron de ese delicioso beso —, necesito pedirte algo — Y sus ojitos brillaban suplicantes. Bueno, Matías podía asegurar que ella le podría pedir que bailara desnudo en medio de la avenida Emilio Civit y él terminaría accediendo a esos ojitos hermosos. —Decime — respondió. —¿Podemos mantener esto entre nosotros? René y Riko se van a volver locos si se enteran sin que yo les explique antes. Por favor — pidió temiendo lastimarlo. El morocho analizó en su cabeza las circunstancias que los envolvían. Bueno, lo que ella pedía tenía bastante sentido, él, junto con sus amigos, habían hecho la vida de aquella preciosa mujer una verdadera mierda, por lo tanto era lógico que fuera algo... contradictorio, sus sentimientos. También era bastante consciente del desprecio que Riko sentía por él, el entrenador se lo había dejado bastante en claro. —Bueno — aceptó con desgano. Nadie lo culpe, por él le gritaría a toda la ciudad que la bonita Ivonne había aceptado estar a su lado, pero justamente, por ella, porque ella lo pedía, es que accedía a aquel pedido. —Perdón, realmente no me siento cómoda pidiendo esto, pero… —Entiendo, bonita. No estoy enojado, lo entiendo — dijo acariciándole suavemente la mejilla, contemplándola con los ojos cubiertos de ternura y entrega. —Gracias — susurró ella y lo volvió a besar, sintiendo aquel peso instalarse en su pecho. Carajo, le hubiera gustado hacer esto de otra forma. —Asique… Mora — dijo ella con burla, cambiando el tema de manera bastante evidente. René sonrió con timidez. —Dios, Ivy, esa mina puede hacer lo que quiera conmigo — explicó dando dos largos pasos para abrazar a su prima —. Pero no me deja ir más allá que como amigos. —Ya te va a conocer mejor, aunque con tu forma de proponerle las cosas jamás va a sospechar que vas en serio. Intenta ser más cliché, invitala al cine o algo así — propuso despegándose de su primo, mirándolo directamente a la cara y riendo por la nariz fruncida del hombre ante su idea. —Ya veré — respondió dejando un fuerte beso en la frente de la muchacha. ------------------ Si esperaba tener una tarde tranquila, estaba bastante equivocado. No entendía por qué aquel precioso castaño lo visitaba en su gimnasio, no tenía idea por qué lo miraba con esos bonitos ojos y mucho menos podía dar con la razón por la que se mostraba tan nervioso. —¿Pasó algo? — preguntó el entrenador al ver que Iván no despegaba sus labios para decir nada. Llevaban diez minutos parados ahí, sin decirse nada, pareciendo jodidas estatuas. —Yo… Mierda, nunca hice esto — declaró revolviendo sus cabello, provocando en Riko una enormes ganas de hundir sus manos en aquella cabeza para asegurarse si esas hebras castañas eran tan suaves como parecían. —¿Qué cosa nunca hiciste? — preguntó ignorando su cuerpo que empujaba por pegarse al bonito hombre frente a él. —Yo quería invitarte a, no sé, cenar o algo así — digo sin mirarlo. Riko respiró profundo. Mierda, él le había dicho a Ivy que se alejaría de aquel muchacho, ¿pero cómo hacerlo cuando se veía tan adorable? —¿En plan de qué? — indagó con precaución, no estaba dispuesto a malinterpretar nada. Los ojos de Iván se elevaron, clavándose en los de él, confesando en silencio sus intenciones, avergonzándose por no poder aceptarlas en voz alta. —¿Asique sos de los que todavía no sale del clóset? — preguntó con chulería. Bueno, él no iba a ser el experimento social de nadie, menos de aquel sujeto que jugó a ser amigo de Ivonne y luego la tiró a un lado como un trapo viejo. —Yo… No… Es difícil — murmuró Iván desviando su mirada. —Mirá — dijo Riko con firmeza —, yo no te voy a juzgar, pero tampoco estoy con ganas de jugar al “quiero saber si soy gay o no”. Cuando tengas las cosas en claro volvemos a hablar, hasta entonces mejor te tomás el palo. Y en cuanto el entrenador fue a girarse para salir de aquel gimnasio, sintió una fuerte mano sostenerlo por la muñeca. Instintivamente giró sobre su eje y, sin prevenirlo, sintió unos deliciosos labios estamparse contra los suyos. Bueno, adiós a la fuerza de voluntad, hola a la hipocresía. Sí, estaba seguro que quería más de aquel hombre, mucho más. Riko bajó sus manos que se engancharon en la cadera de aquel precioso castaño, atrayéndolo más contra su fuerte cuerpo, apretándolo contra él mientras se embriagaba con su exquisita fragancia. Mierda, quería morder ese cuello que olía tan bien. —Vamos a mi departamento — susurró bajo el entrenador. Iván asintió y se despegó de él, esperando las indicaciones de cómo llegar. Para alivio del castaño el departamento estaba ubicado sobre el mismísimo gimnasio, asique les llevó sólo unos segundos llegar luego de que Riko le indicara a una mujer que estaba allí que quedaba a cargo del lugar. Aquella rubia preciosa asintió, sabiendo exactamente por qué su jefe le pedía aquello. Ni bien la puerta del departamento estuvo cerrada, Riko se abalanzó contra los deliciosos labios de aquel exquisito castaño. Iván respondió con la misma urgencia, atrayendo al entrenador hacia su cuerpo, presionando su mano en la espalda baja de aquel hombre, haciendo que sus genitales comenzaran a rozarse de una manera encantadora. —¿Hiciste esto antes? — indagó Riko. —Claro que sí — respondió con una sonrisa de lado. Bueno, el entrenador tiró a la mierda su cordura y se abandonó a los brazos de su compañero. De a poco se desprendieron de las prendas mientras caminaban hacia la habitación, cayendo ambos sobre la cómoda cama que olía a Riko. —Esperá— susurró el entrenador despegándose unos segundos de Iván, contemplando los labios enrojecidos del castaño y aquellas pupilas dilatadas por el deseo —. Voy a buscar algunas cosas — explicó antes de separarse y dirigirse al ropero de donde extrajo un poco de lubricante junto a un preservativo —. Ahora sí — susurró dejando las cosas a un costado de la cama y volviendo a unir sus labios con los de aquel hombre que le comenzaba a encantar de una manera delirante. —Dale, Riko, preparame — gruñó el castaño mordiendo su labio. —Asique sos de los impacientes — devolvió divertido pero llevando sus dedos a los firmes glúteos del hombre —. Te prometo que vas a disfrutar mucho esto — afirmó bajito, hundiendo su primer dedo dentro de la carne de Iván. El castaño gimió por la deliciosa intromisión, apretando los párpados, entregándose a aquellos deliciosos dedos que trabajan en su interior. —Más — pidió empujando su culo contra la mano del entrenador. Riko obedeció e ingresó un segundo dedo, comenzando a abrirlos suavemente para lograr expandir a su compañero con mucha delicadeza. Iván ya comenzaba a sentir aquel revoltijo en lo bajo de su estómago, mientras se empujaba aún más contra Riko, sintiendo que podría acabar solo con los dedos de aquel hombre abriéndose paso en su interior. —No, no, no — regañó con suavidad Riko —, todavía no podés acabar — exigió pero con sus dedos tocó aquel punto exacto que hizo al castaño gemir con fuerza —. Oh, mira lo que encontramos acá — dijo volviendo a tocar el mismo lugar. Iván respondió apretando los hombros de aquel sujeto que parecía haberse tatuado hasta el último centímetro de piel. —Ya, te quiero a vos, pelotudo, no a tus dedos de mierda — gruñó Iván. —Pero mira quién sacó las garras — rebatió el entrenador y volvió a tocar aquel punto. Iván lo miró con furia contenida, si hubiera podido lo habría insultado, pero los gemidos abandonaban su garganta sin poder contenerlo. —No juegues — lo regaño con el ceño fruncido. —Bien — aceptó sacando sus dedos —, mejor te preparás, porque esa mirada tuya me calentó zarpado — explicó antes de abrir el preservativo. Ya listo se posicionó sobre el castaño, alineando su erección con el trasero de aquel castaño, comenzando a empujar lentamente, sabiendo que Iván odiaría que se tomara su tiempo para hundirse en él. Bueno, no era su culpa, a él le gustaba molestar e Iván era bastante transparente, demasiado sencillo de leer. —Juro que si no te apurás me voy — gruñó el castaño con fastidio. —No podrías porque sabes que te está encantando — susurró en el oído de Iván. —Te creés demasiado — devolvió sintiendo cómo Riko se hundía en él, cerrando nuevamente los ojos al notar que su frase terminó en el momento exacto que aquel hombre terminaba de enterrarse en su interior. —Ya, bonito, ahora dejo de jugar — susurró peinándolo con cariño, esperando que su compañero se habitúe a su tamaño. Una vez que Iván volvió a clavar sus ojos avellana en él, lo supo, ya podía moverse. De a poco comenzó a empujarse contra el delicioso cuerpo del castaño, perdiéndose en la exquisita sensación que lo embargaba al saberse hundido hasta los testículos en aquel hombre que lo traía loquito desde la primera vez que lo vio en ese lugar al que concurría cada dos semanas con Ivonne. —Dios, sos delicioso — gruñó el entrenador empujándose con vicio. —Vamos, sé que podés darme más — retó Iván, haciéndolo sonreír por su cambio de actitud. Ese castaño, generalmente suave y amigable, ahora se mostraba exigente y, se podría decir, hasta malhumorado. —Oh, lindo, no tenés idea — dijo y salió del castaño para darlo vuelta, dejando su respingando culo al aire, listo para volver a hundirse en él. Riko siguió entrando cada vez con más fuerza. De a poco se inclinó sobre el castaño y tomó entre sus fuertes manos aquella erección que goteaba ese delicioso líquido que él se moría por probar. “En otro momento”, se juró. —¡Dios! — gimió Iván al sentir aquellas ásperas manos atender su erección mientras que Riko seguía invadiéndolo, tocando una tras otra vez aquel punto que lo llevaba a la locura. —Vamos, bonito, acabá para mí — gruñó con la mandíbula apretada, sintiendo que él estaba por llegar al mismo punto. Aquella voz, áspera y grave, llevó a Iván al cielo, dejando toda su semilla en las sábanas limpias, liberando su cuerpo tembloroso a la deliciosa sensación de flotar en el aire, de abandonar este mundo por unos segundos para luego volver, volver en el momento exacto en el que el hombre entre sus piernas se apretaba a él y gruñía algún insulto bajo mientras se vaciaba en su interior. Bueno, ese sonido lo estaba poniendo caliente de nuevo, ¿acaso era posible? Sí, claro que sí, su erección intentando volver a formarse se lo confirmaba. —¿Era esto lo que querías? — susurró Riko muy cerca de su oído. Mierda, ya estaba a medio levantar. —He tenido mejores — devolvió con burla. —¿Ah, sí? — indagó saliendo del precioso cuerpo de Iván —. Me gustaría ver qué es lo que tanto buscás — invitó poniéndose de pie para sacar aquel preservativo. Iván se giró sobre la cama, apoyando su cuerpo en alguna zona de la misma que no estuviera sucia por su semen, contemplando el cuerpo del entrenador que brillaba por el sudor y resaltaba cada uno de los tatuajes que se desparramaban por su exquisita piel. Bien, alguien ya estaba listo para la segunda ronda. —Te muestro todo lo que quieras — respondió con una sonrisa de lado. Riko tragó pesado y no pudo evitar bajar sus ojos a aquella erección que estaba pidiendo ser atendida por su boca. Carajo, se había quedado sin aliento ante tal espectacular imagen. Iván, desnudo y con una erección sobre su cama, era una de las mejores vistas que había podido tener en su miserable vida. —No creo que todos logren eso — respondió recobrando el control y señalando la entrepierna del castaño. —Puede ser porque no quedé satisfecho — rebatió Iván. —Sos bastante mal educadito. Creo que tendré que darte un par de lecciones — murmuró Riko arrojando su fuerte cuerpo sobre el de aquel hombre que ya lo tenía comiendo de la palma de su mano.
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