Capítulo 3

1858 Words
Bueno, algo de aquellas derivadas lo había comprendido, ahora, los métodos de integración eran un total dolor en el culo. Suspiró profundo y dejó caer su cabeza sobre el libro que estaba abierto sobre el escritorio de su habitación. —Maty — susurró Luz desde la puerta. La pequeña sabía que no podía pasar sin una autorización explícita de su hermano mayor. —Pasá — dijo viendo como la puerta se abría lentamente. —Hola Maty, hola Iván, hola Mateo — saludó a los tres hombres que estaban allí dentro. El trío le sonrió con cariño y cada uno volvió a concentrarse en lo suyo —. Maty — dijo la pequeña intentando sentarse en las piernas de su hermano. El morocho le hizo espacio y dejó que se ubicara sobre él. —Decime — la invitó a hablar aunque sus oscuros ojos estaban sobre aquellas extrañas fórmulas que lo comenzaban a marear, ¿cómo sabía cuándo mierda aplicar cada cosa? — ¿Podés decirle a Ivonne que venga a jugar conmigo? — pidió meciendo sus piecitos hacia adelante y atrás. Maty no lo supo, pero Mateo levantó fugazmente la mirada hacia la pequeña y volvió a simular que leía aquel libro de Cálculo mientras tomaba un trago de mate. — ¿Por qué querés que haga eso? — indagó él dejando el lápiz posado sobre sus labios mientras llevaba sus ojos hasta el lindo rostro de su hermanita. —Ella es divertida — explicó la pequeña —. Dijo que la próxima vez comeremos helado aunque vos no quieras — reveló ocultando una suave risita. —Oh, pequeña, creo que es mala compañía entonces — respondió fingiendo seriedad. —No, para nada. Ella es muy buena, hizo unas ricas galletas — explicó con los ojitos brillantes de emoción. — ¿Eran ricas de verdad? — La voz de Mateo hizo que ambos hermanos giraran para verlo con expresiones completamente diferentes en sus rostros, mientras que Luz se iluminaba gracias al entusiasmo, Matías frunció el entrecejo y mordió un poquito aquel lápiz. — ¡Mejores que las de mamá! — exclamó la pequeña muy entusiasmada. —Eso es mucho que decir — dijo Iván desde su rincón. El castaño amaba las galletas de la madre de su amigo porque tenían ese sabor único, ese no sé qué que nadie jamás lograba. —Bueno — murmuró Maty haciendo que su hermana lo mirara —, le pregunto si puede venir algún día, pero no te aseguro nada — prometió bajándola de sus piernas —. Ahora preguntale a mamá si hay algo que podamos comer, antes que el mate pelado nos dé una úlcera — propuso. —Las galletas que quedaron de Ivonne son mías— afirmó la pequeña cruzando sus bracitos sobre su pecho. —Bien, no las comemos, solamente preguntale si hay algo que podamos traer a la habitación. —Bien — dijo la niña antes de salir corriendo de allí. Maty volvió a clavar sus ojos en el libro, pero una tonta sonrisa se le escapó al imaginar a esa silenciosa morocha cocinando en su hogar, seguramente ambas se debieron haber visto muy tiernas. ------------ Estaba agotada hasta la última fibra de su ser. Miró a su derecha y Dany estaba allí, jugando a ordenar sus autitos de juguetes por color. Sí, hay niños que juegan a eso y en el gimnasio nadie le preguntaba al pequeño por qué hacía aquello. El niño levantó su cabeza, buscando a la mujer y sonrió al verla observarlo. Rápidamente despegó sus ojos de los de ella y los desvió levemente hacia la izquierda. Ivonne lo sabía, él no toleraba el contacto visual, pero se esforzaba por hacerlo con ella y, a veces, con René. —Es todo por hoy — dijo Riko posando su enorme mano sobre el hombro transpirado de la muchacha. —Gracias. Casi me matás, ¿tan cabrón podés ser?— respondió entre risas, bebiendo el agua que contenía su botella y ya estaba demasiado caliente para considerarla refrescante. —Si querés ganar el torneo es lo que tenemos que hacer estas dos semanas que quedan. —Bien — dijo entrecerrados los ojos, sabiendo que Riko disfrutaba demasiado con su exigente entrenamiento —. Me voy a casa, Dany ya debe estar muerto de hambre — aseguró desviando un instante sus ojos al pequeño que ahora acomoda los autitos por tamaño. No pudo evitar sonreír. —Nos vemos mañana — saludó Riko quien se acercó despacio hasta Dany —. Chau, muchachote — El pequeño solo levantó su mano a modo de saludo, sin despegar su mirada de los vehículos que tenía delante de él. —Guardemos todo en la caja y volvamos a casa a comer algo. ¿Qué te gustaría? — preguntó Ivonne arrodillada frente al niño. —Pizza — respondió. —Bien, pizza será— asintió ayudándolo a guardar. En realidad ella solo le podía pasar el pequeño vehículo y Dany era quien se encargaba de ubicarlo en un lugar específico dentro de aquella caja. Terminado todo se pusieron de pie y salieron de allí. Ivonne no llevaba su moto ya que el ruido alteraba demasiado a Dany, por ello caminaban las diez cuadras hasta el gimnasio. Como el pequeño no toleraba tampoco el contacto físico ella simplemente le indicaba cuando frenar y cuando avanzar al momento de cruzar la calle, le hubiera encantado llevarlo agarrado de su pequeña manito, pero él aún no estaba preparado para eso, hacía pocos días le había permitido acariciarle el cabello, y eso, eso casi la hace llorar como niña pequeña. Su hermoso Dany jamás le dejó hacerle ningún mimo, por suerte, y gracias a su terapeuta, el pequeño comenzaba a permitir esos cortos contactos que a ella le llenaban el alma. Suspiró profundo cuando vio a lo lejos una cabellera rubia demasiado conocida. El cabrón de Mateo medía casi dos metros y siempre resaltaba del resto de los transeúntes. —Entremos a comprar un poco de queso — susurró Ivy a su hermano. Estaban justo en la puerta de un supermercado, resultando el escondite perfecto para no cruzarse con aquel imbécil. —Ivy, hay mucho ruido — dijo Dany tapando sus orejas con sus pequeñas manitos apenas se acercó un poco a la puerta de ingreso. —Dany, por favor — pidió ella observando cómo aquel hombre se acercaba a su posición. —Ivy, no me gusta— repitió sin mirarla ni apartar sus manos. Ella simplemente quería que el pequeño ingresara al lugar, pero no era tan sencillo como tomarlo de la mano y jalar de él, no, si hacía eso Dany comenzaría a gritar y no podría calmarlo por un buen rato. —Dany, solo una vez, solo por un ratito— rogó con el miedo escalando por su garganta. Si Mateo giraba su cabeza y miraba al frente, iba a estar bien jodida. La morocha volvió la mirada a su hermanito que intentaba controlar su sensibilidad a los ruidos, pero era imposible para él, los sonidos fuertes y las luces estridentes lo estresaban demasiado. Ivonne suspiró y se resignó, si la veía ella soportaría lo que fuera, pero no podía obligar a Dany a entrar allí. —Está bien, Dany, vamos a casa — dijo y giró para seguir caminando. En cuanto Dany se colocó a su lado le indicó que comenzara a andar. Inmediatamente el pequeño hizo caso y movió sus piecitos en dirección a su hogar. Mierda, no podía creer lo que estaba por pasar, seguro alguien allá arriba se divertía muchísimo con sus desgracias. Mateo giró su cuello y los vio, esos ojos verdes que le robaban el aliento estaban a sólo unos pasos de él. Frunció el ceño cuando vio a la muchacha inclinarse y decirle algo a un pequeño que caminaba a su lado. El niño tenía el mismo color de cabello que ella, la piel blanca, casi pálida, tal cual la tenía Ivonne, pero no miraba a la mujer, solo tenía su vista clavada en el piso debajo de sus pies. El rubio sintió algo asqueroso removerse dentro de él, mientras que en su mente hacía cuentas para adivinar la edad del pequeño. Bueno, suponía que casi era la misma que la de Luz, y ella, si mal no recordaba, tenía cuatro o cinco años. "Mierda", susurró en su mente. Sus ojos azules chocaron con los verdes de Ivonne en cuanto pasaban uno al lado del otro. Mateo sintió algo apretarle con fuerza la tráquea y dejó de escuchar por unos momentos interminables mientras se perdía en aquel paraíso esmeralda. Ivonne simplemente tragó el terror que casi la llevaba a vomitar allí mismo, en medio de la calle. No pasó nada, se alejaron como si fuesen simples desconocidos, cada uno siguiendo su camino a casa y con la cabeza funcionando a toda su capacidad. —Quiero una revista de motores — dijo Dany arrancándola de su terror. Ah, los beneficios de ciertas personas con autismo es que se empecinaban en aprender todo sobre un tema. El de esta temporada eran motores. Ivonne suponía que si seguía así en unos cuantos meses ya podría saber cómo armar y desarmar uno. Sonrió en dirección al pequeño y esbozó un suave: "Está bien". Sí, con Dany siempre todo estaba bien. -------------------- —Mateo, ¿me escuchás? — indagó la rubia a su lado. Él parpadeó unas cuantas veces y se concentró en aquella linda mujer que caminaba a su lado. —Sí, perdón, decime. —Que si estás libre podemos ir a mi casa — propuso ella dejándole apreciar sus hermosos senos que parecían a punto de escapar de aquella ajustada remera. Mateo tragó pesado y negó arrastrando sus ojos hasta los carnosos labios de la rubia. —Hoy no, linda. Tengo que ir a hacer unas cosas— intentó pobremente explicar el por qué de aquel extraño rechazo. Es que el rubio no se veía capaz de acostarse con nadie justo en ese momento, justo habiendo cruzado a Ivonne en medio de la calle, con ella y… "No, no te hagás ideas raras", susurró casi entrando en pánico. —Te llamo después — dijo él antes de besarla muy cerca de los labios. Ni bien caminó dos cuadras se sentó en la vidriera de un negocio y sacó su teléfono. Entró en su cuenta falsa de ** y la buscó. Revisó cada una de las fotos que había subido, buscando una, aunque sea una, donde saliera ese pequeño. "Tranquilo, Mateo, puede ser solo un niño que cuida". No encontraba nada hasta que alguien la mencionó en una foto subida a otra cuenta que él no seguía. Inhaló profundo, sentía que estaba por vomitar. Amplió la foto y revisó uno por uno los niños que aparecían allí, no eran muchos y la mayoría no miraba a la cámara. Reconoció ese oscuro cabello, tan n***o como el hueco que se lo comenzaba a devorar por dentro. Esos ojos, azules como el mar, le cortaron el aliento. "¿Es posible?". No lo sabía y debía enfrentarla si quería respuestas. ------------------------------------- Mate pelado: Se refiere a tomar mate sin nada para comer.
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