Capítulo 4

3315 Words
Ivonne contempló unos segundos más los azules ojos de su padre y se tragó el sollozo. "Mierda", susurró en su mente. —Gracias, doctora — dijo suavemente el hombre, poniéndose de pie y observando el rincón en donde Dany se había sentado a jugar. —Buscaremos otras alternativas que funcionarán, lo puedo asegurar — dijo la mujer que lo contemplaba con confianza, con esa seguridad que a ellos les faltaba. Sí, seguro había otras alternativas, otros tratamientos, pero el problema era que la obra social los cubriera. Ivonne simplemente asintió con la cabeza y esperó a que Dany y su padre terminaran de levantar los juguetes desparramados por el piso del limpio consultorio. Los tres salieron al estacionamiento en completo silencio, asqueroso silencio, en cuanto estuvieron a unos pasos del vehículo la muchacha le indicó a su padre que ella debía ir a entrenar, que estaría en casa antes de que él se fuera a su trabajo, y encontrando, de aquella manera, la excusa perfecta para tomarse esos minutos a solas que necesitaba desesperadamente. —Yo me encargo de Dany, tranquila — dijo él dando una fugaz mirada al pequeño —. Mis saludos a los muchachos. Ah, decile a Riko que mañana paso para hablar un poco, sé que aún necesita de mis consejos — Ivonne asintió y forzó una sonrisa. —Me voy, sino Riko se va a calentar — explicó ella intentando que su voz no se quebrara a mitad de la oración. —Todo va a salir bien, pequeña — susurró su padre atrayéndola a su cuerpo. Ivy pudo notar cada una de las costillas de él haciendo contacto con sus brazos. Dios, el hombre ya estaba demasiado delgado y se negaba a dejar de trabajar. Se tragó el llanto que amenazaba con abandonar su garganta y alejó con cuidado a su padre, dedicándole una última sonrisa antes de hablar. —Lo sé. Vas a salir de esta — afirmó ella aunque por dentro las dudas la estaban devorando sin piedad. —Vamos, campeón— dijo el hombre una vez que se separó de su hija. Dany afirmó sin mirar más que las puntas de sus zapatos y siguió al mayor hasta el auto. Ivonne los vio alejarse hacia el viejo vehículo de su padre mientras se aferraba con fuerza a las tiras de su mochila. Con la mirada barrió el lugar hasta que encontró un espacio vacío, debajo de la escalera de incendios de aquel hospital, y se dirigió allí. Esa zona estaba libre y casi nadie pasaba por ahí, era ideal. ----------------------- Matías gruñó un nuevo insulto mientras salía de la oficina de su padre. Comprendía que él estuviera ocupado, pero no podía creer que aún no había llamado a Luz para felicitarla por su cumpleaños número cuatro. Con odio cerró la puerta de salida a la escalera de emergencia. Bajó recordando la carita de su hermanita al despertar y no encontrar a su padre, ni siquiera un regalo por parte de él, nada, siempre era nada y no estaba dispuesto a aceptar que Luz atravesara lo mismo que él. En cuanto puso un pie en el último escalón notó una sombra a su izquierda. Miró por simple curiosidad y la encontró. Ivonne parecía perdida en sus pensamientos mientras fumaba lentamente aquel cigarrillo, que no era a base de tabaco, y las lágrimas le resbalaban por sus mejillas. Apenas ella notó una presencia a su lado giró la cabeza. Se encontró con esos ojos oscuros observándola con curiosidad, no, no era curiosidad, era ¿pena? Jodida mierda, mejor que no fuese pena porque eso la iba a poner de mal humor. Sin decir nada se puso de pie, apagó el porro y caminó hacia Matías sin dejar de observarlo. Pasó a su lado sin decir nada, sin limpiar sus lágrimas ni intentar poner una estúpida excusa. Maty solamente pudo ver cómo se alejaba de él, habiendo dado sólo una mirada en su dirección. —Mateo — dijo respondiendo el celular que llevaba un buen rato sonando. — ¿Sabes si Ivonne tiene un hermano, o primo, o algo así? — Matías frunció el entrecejo unos instantes por aquella extraña pregunta. Luego comenzó a pensar si recordaba algún dato de la mujer, pero nada se le vino a la mente. —No sé. Podés preguntarle a Iván, tal vez él sepa, antes eran amigos — dijo. Escuchó el corto asentimiento de su amigo y luego que la llamada había finalizado. Bueno, eso había sido realmente extraño. ----------- —René, ¿qué pasa? — preguntó contemplando los ojos de su primo que le recordaban mucho a los de su padre. —Quería saber cómo van los preparativos para el torneo — dijo al otro lado de la pantalla. Ivonne entrecerró los ojos. —Decime— exigió. —Mamá me dijo lo que pasó con el tío. Él la llamó hoy para contarle. Lo siento mucho, Ivy. —La doctora dice que van a probar otro tratamiento ya que éste dejó de funcionar — dijo dejándose caer sobre el sillón—. Lamentablemente es mucho más fuerte — agregó desviando su mirada hacia la ventana. Afuera el sol se estaba ocultando y podía comenzar a escuchar el sonido de los grillos que despertaban en la plaza ubicada debajo del edificio. —Todo va a salir bien, ya vas a ver — aseguró su primo. — ¿René? — La vocecita de Dany lo hizo sonreír. —Hola, campeón — dijo viendo al pequeño parado junto a Ivonne. — ¿Vas a venir a vernos? — preguntó contemplando la revista que sostenía entre sus manos. —Creo que el próximo mes — respondió él —. ¿Voy a poder dormir en tu cama? — indagó divertido porque ya conocía la respuesta. —No, ya tenés el sillón de la sala — respondió arrancando una carcajada en el hombre que le hablaba a través de la pantalla. —Algún día podré — aseguró terminando de reír. —Chau, René — saludó el niño y desapareció de su visión. Sí, así eran sus charlas con el pequeño. —En serio está entusiasmado de que vengas — afirmó la morocha. —El dos del próximo mes me tendrán allá, no falta mucho. Además voy a poder ir a verte en las peleas y sacar a los pelotudos que se te quieran acercar. —Para eso está Riko con su actitud de querer matar a todos. —Y es por eso que Riko me cae bien — aseguró. —Por eso y porque es gay — devolvió ella. —Así sé que estás a salvo — respondió guiñando el ojo. —Dejá de ser tan cuida — lo regañó —. Espero que por fin consigas una pareja y a mí me dejes en paz. —Sabés que eso no va a pasar, no soy hombre de relaciones serias. —Ya tenés más de veinticuatro, deberías haber tenido una, por lo menos. René rió fuerte, contagiando a su prima con aquella carcajada que le alivianó, por un ratito, el alma. Cuando la risa hubo descendido René se aclaró la garganta y volvió a hablar. —Nos vemos — dijo terminando de reír y dando por finalizada la conversación que ya habían tenido demasiadas veces —. Te quiero primita, cuidá a Dany y al tío. Ella sonrió y cortó la llamada. Bueno, cuando René llegara debería llenarse de valor y contarle quién resultó ser su compañero en la Universidad. Mierda, René no se lo tomaría muy bien. ------------- Matías suspiró y se dejó caer sobre su cómodo colchón. La vocecita de Luz al otro lado de la puerta lo hizo sonreír. —Pasá — le dijo. —Matías, ¿hablaste con Ivonne? — preguntó subiendo a su lado en la enorme cama. Arrodillada junto a Matías, lo miró desde arriba a la espera de una respuesta. —No, pero si querés le mandas un mensaje ahora — dijo sacando su teléfono del bolsillo. Luz esperó que su hermano buscara el contacto de aquella mujer y sonrió cuando le pasó el aparato. Ella había aprendido a enviar audios asique puso en práctica sus nuevas habilidades. Un mensaje simple y muy corto. La pequeña sólo preguntó si a ella le apetecía ir a jugar a su casa, que Matías le pagaría aunque él estuviera allí. La respuesta no tardó en llegar, también en mensaje de audio: —Hola, linda. Mañana estoy muy ocupada, pero prometo ir un rato el sábado por la tarde, ¿está bien? Matías cerró los ojos, disfrutando esa voz única de aquella mujer. Repentinamente los recuerdos lo invadieron, lo transportaron al pasado aunque no lo quisiera. Era un jueves por la tarde, las clases acababan de finalizar y Mateo caminaba unos pasos delante de él, con su brazo rodeando los pequeños hombros de Martina, una morocha despampanante perteneciente al equipo de hockey. Sí, más cliché que el capitán del equipo de rugby y la chica de hockey sexy, no podrías encontrar. A los lejos vieron aquel rodete mal hecho y ese pequeño cuerpo delgado que avanzaba a paso rápido tratando de alcanzar el bondi. Mateo giró sobre su eje y lo miró de reojo, plantando esa extraña sonrisa que solo presagiaba malas cosas. —Dejala de una vez en paz— susurró el morocho. —Vamos, te apuesto a que la hago llorar— le dijo el rubio y soltó a su compañera, apurando el paso hasta encontrarse lo suficientemente cerca de Ivonne. Tomando la correa de su bolso, Mateo tiró hacia atrás, haciéndola caer de espalda y arrancándole el aire de sus pulmones por culpa del golpe contra el duro suelo de cemento. —Pelotudo — masculló ella desde el piso, intentando recuperar el aire. —Ey, flaca, necesito que me hagás los deberes de Psicología. Realmente me dá paja leer los apuntes — ordenó él mirándola desde lo alto. —Bien — respondió la morocha apretando los dientes. Matías había llegado en el momento exacto que ella caía de espaldas. Su mente le gritó que corriera para detener la caída, pero sus pies se clavaron en el piso. Sabía que si movía uno de sus músculos Mateo lo molestaría por el resto de su vida en el secundario, y no, faltaban aún dos años para terminar y a él le gusta su vida como estaba. De todas formas miró a su alrededor, a ese grupo hipócrita que los seguía a todos lados y festejaba cada estupidez que se le ocurría al rubio. A ver, muchas eran realmente hilarantes, pero esto… esto era una mierda completamente diferente. —Dice que viene el sábado — festejó la pequeña mientras saltaba sobre la cama y sus rizos rebotaban por el movimiento de su pequeño cuerpecito, arrancando a su hermano de la espiral de autodestrucción en la que terminaba envuelto cada vez que recordaba la mierda de pasado. —Bueno, tenés que hacerme acordar que compre algo para recibirla — propuso con una suave sonrisa, forzando a su mente a abandonar aquellos recuerdos, a volver a enterrarlos en lo más profundo y oscuro de su cerebro. —Lo haré, aunque no sé cuándo es sábado— recordó desanimándose por un instante. —Anotemos acá un recordatorio— propuso desbloqueando el aparato. Bien, había sido una verdadera mierda con Ivonne durante toda la secundaria, pero, tal vez, ahora podía arreglar un poco la porquería que dejó en el pasado, tal vez podría lograr que ella, algún día, lo perdonase. ------------ Los teléfonos en clase debían estar en silencio, pero ella no podía hacerlo, asique lo dejaba en vibración. Suerte que había hecho aquello ya que la llamada que ingresó necesitaba ser urgentemente atendida. Tratando de no llamar la atención se puso de pie y salió al pasillo a responder. Rápidamente volvió, tomó sus cosas y corrió fuera del enorme salón donde cursaba junto a cien compañeros más. Nadie preguntaría nada, después de todo, a los docentes poco les importaba si los estudiantes querían cursar o no, ellos eran adultos y sabían qué les convenía. Mateo y sus amigos sí notaron la repentina partida de aquella mujer. El rubio debió apretar los labios para no formular aquella pregunta que sus amigos no podrían responder y a él le comenzaba a comer la cabeza. Ya encontraría la forma de saber qué había sucedido, se dijo varias veces hasta que logró calmarse. Algún día lograría acercarse tanto a esa bonita mujer que ella misma le daría los detalles que hoy no podía tener, que hoy debía averiguar con discreción. Ivonne corrió hacia su moto con toda la rapidez que sus piernas le permitía. Se montó en el vehículo y salió del estacionamiento a mayor velocidad de la que estaba permitida. Vio la escuela y comenzó a bajar la velocidad. Dejó la moto mal estacionada y se abalanzó al interior del edificio. Desde el ingreso podía escuchar los gritos de Dany, haciéndola desesperar a niveles impensados. Corrió hasta la oficina de la directora y allí lo encontró, sentado sobre el piso, con sus rodillas pegadas al pecho, la cabecita entre sus piernas y las manos en sus oídos. Dany gritaba desesperado y ella no sabía qué demonios hacer. —Dany — dijo ella intentando acercarse. El niño no respondió—. ¿Qué pasó? — indagó mirando a las docentes. —La profesora de música es nueva y no sabía que no podía tocar a Dany — explicó la directora. Ella vio todo rojo. Había explicado una y otra vez que nadie debía tocarlo sin que él lo permitiera. ¡Mierda! —Dany — volvió a intentar. El niño seguía gritando revolviéndole de una manera espantosa el estómago. —Creo que debe sacarlo de aquí. Llame a su terapeuta — dijo la directora completamente desinteresada por la situación del pequeño. — ¿Es que no pueden hacer nada? — preguntó desesperada. —Dany debe aprender a manejar esto — respondió. Ivonne la fulminó con la mirada. ¡Era un niño de cuatro años! ¡No lo podía hacer! Inhaló profundo, tomó a Dany sabiendo que gritaría aún más, y salió con él al estacionamiento. —Dany — dijo plantándolo en el piso—. ¡Daniel! — gritó al ver que él no reaccionaba. Dany continuó gritando, perdido en su mente y abrumado por la perturbación que le provocaba el que alguien lo tocara. Ivonne ya no supo qué hacer y se dejó llevar por el llanto. Arrodillada frente al pequeño se inclinó hacia adelante, pegando casi su frente al sucio piso, mientras el llanto la sacudía con fuerza. Estaba aterrada, desesperada, se sentía impotente, completamente inútil. ¡Carajo! ¡No podía hacer nada por Dany! Era una jodida inútil de mierda, claro que lo era, y saber eso dolía como el infierno. — ¿Ivonne?— la suave vocecita de aquella niña la despertó de su pesadilla, arrancándola de su mente donde todo pasaba a una velocidad asquerosa, en donde siempre se odiaba un poquito más. Rápidamente se irguió y miró a Dany quien había dejado de gritar, manteniendo su atención en la niña frente a él para, finalmente, posarse en ella. Contempló a los pequeños unos segundos, el cómo ambos la observaban con curiosidad, como si ella fuese un engendro muy extraño. Secando sus lágrimas trató de sonreír, aunque más bien le salió como una extraña mueca que asustó un poco a la niña. —Hola, pequeña — dijo tratando de entender por qué Luz estaba allí. Con la mirada buscó a Matías pero no lo vio por ningún lado, aunque aquella camioneta estacionada y ese hombre junto a ella, le dio una pista de dónde había salido la niña. —Papá detuvo el auto porque nos asustamos por ustedes — explicó la pequeña señalando al hombre detrás de ella. —Oh. Yo… lo siento, estamos bien — intentó parecer convincente, pero sus ojos rojos y la nariz chorreando rompieron su fachada. — ¿Todo está bien? — preguntó el hombre detrás de la niña. El señor, muy parecido a su hijo mayor, abrió sus ojos al reconocerla. Ella era la hija de aquel paciente que luchaba contra el cáncer. La muchacha había pasado varias veces por su oficina para pedir ayuda financiera o extender el pago de las cuotas del tratamiento. Lamentablemente el seguro médico de la familia era muy básico y la mayoría de los medicamentos no los cubría. Ahora, mirando al pequeño a su lado y las claras señales de su condición, supo que aquella jovencita cargaba con demasiado. —Doctor — susurró ella. Ivonne sospechó que era el padre de Matías, pero siempre supuso que ellos jamás se encontrarían fuera del hospital y que el hombre tendría mejores cosas de las que hablar con su familia que de una muchacha que volvía todos los meses a su oficina pidiendo las migajas que el hospital le pudiera ofrecer para poder continuar con el tratamiento de su padre. — ¿Querés que los llevemos a casa? — preguntó. Ivonne miró su vehículo y suspiró. Jamás podría llevar a Dany allí, pero era lo único que podía pagar. Volvió sus ojos verdes al hombre que aguardaba por su respuesta y afirmó con la cabeza. Lentamente se puso de pie y le indicó a Dany que se montarían en aquella enorme camioneta. El pequeño afirmó y caminó al lado de la niña que no dejaba de hablar de todo y nada a la vez. — ¿Autismo? — susurró el hombre a la muchacha a su lado. —Sí. Tuvo una crisis en el jardín — explicó mentalmente agotada. —Esta escuela no es una de las mejores para esto. Él debe tener contacto con niños de su edad, aunque parezca que no les presta atención, eso lo ayudará. Hay escuelas que trabajan de otra forma, pero ahí siguen usando métodos demasiados anticuados, ni siquiera tienen maestras integradoras para saber qué hacer. Si me permite el consejo — dijo amablemente y comprobando que los niños estuvieran perdidos en su mundo —, la escuela a la que asiste mi pequeña le vendría muy bien. — ¿Ella… —No, no es autista, pero en su escuela convive con niños con esa condición, ella aprende a ser tolerante con aquellos que son distintos mientras que los pequeños, como su hermano, sociabilizan con niños de su edad. Crea o no es un buen método. —Pero debe ser una escuela paga y yo… —Sí, pero los niños con ciertos diagnósticos obtienen una beca completa en la cuota, solo debería pagar por los materiales y demás cosas. —Oh… ¿Puede decirme con quién hablar ahí? —Sí, la directora es mi amiga asique le diré que irá. —Gracias — susurró ella y contempló como Dany parecía ausente mientras Luz hablaba sin descanso. Aquello podía parecer muy poco para otros, pero para ella era algo nuevo. Luz no intentó tocarlo ni lo obligó a mirarla en ningún momento, ella simplemente socializaba por los dos y Dany, él parecía feliz, o por lo menos cómodo. Al bajar en su casa volvió a agradecer por todo y llevó a Dany adentro. El día terminó siendo una verdadera mierda, pero por lo menos encontró una posible institución en donde su hermano fuese respetado. Ya había intentado con varias escuelas, mixtas y solo para niños con ciertas condiciones, pero nada había funcionado jamás, es que la maldita obra social no le otorgaba una maestra integradora para que acompañara a Dany en la escuela y ellos no tenían el dinero suficiente para costearla por su cuenta. Por eso esperaba que esta nueva oportunidad sí lo hiciera, no por ella, sino por Dany, él se merecía todo. -------------------------- Calentar: en este contexto hace referencia a enojarse, pero también puede ser usado como sinónimo de excitarse. Dar paja: es cuando se refiere a que da fiaca hacerlo.
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