Capítulo 2

2425 Words
—Cincuenta — dijo Mateo con una sonrisa en los labios. Sus dos amigos lo contemplaron con una ceja elevada —. Cincuenta participantes ¡Nos va a llover la guita! — gritó demasiado feliz. —Mierda, son una bocha — murmuró Matías revolviéndose el pelo. —Sí, pero la primera fecha es para eliminar a la mitad, de ahí queda un número decente para hacer cuatro peleas por noche— explicó Iván plantando sus ojos avellanas en su amigo de cabello rizado. —Bueno, vos sos el genio de la logística asique espero que sea así— respondió volviendo a concentrarse en aquel libro lleno de números. ¡Mierda, no entendía un carajo de nada! — ¿Van a la fiesta de hoy? — preguntó Mateo. —Tengo que cuidar a Luz, mis viejos salen y no sé cuánta mierda — respondió Matías sin levantar sus ojos negros de aquellas hojas. En realidad tampoco tenía muchas ganas de ir a una fiesta en donde se pudiera a encontrar a Pilar, su ex novia, y quien, sabía, aún estaba demasiado interesada en él. —Conseguite una niñera — bufó fastidiado Mateo —, tenés guita de sobra para pagarle. —No voy a dejar a mi hermanita con cualquiera — masculló intentando concentrarse en la jodida Matemática. Ah, no, cierto, ahora se llamaba Análisis. —Creo que la cerebrito hace de niñera a veces. Mi hermana la ha llamado algunos días para cuidar a los mellizos— explicó Iván mientras continuaba revisando su teléfono. — ¡Ahí está! — exclamó el rubio —. Llamá a la flaca y que ella se encargue — propuso Mateo con una enorme sonrisa. —Bueno, no tengo su número, ¿ustedes? — indagó pasando sus oscuros ojos por las figuras de sus amigos —No — Simplemente respondió Iván sin dejar de contemplar la pantalla de aquel aparato. —Creo que la tengo en alguna red social — dijo Mateo sacando el teléfono del bolsillo delantero de su pantalón, dejando a sus amigos completamente impactados —. ¿Qué? — preguntó con mal humor, notando su pequeño desliz. —Nada, no hemos dicho nada — se defendió Matías—. Decime su usuario. El rubio le mostró la pantalla de su teléfono y él la busco entre miles de Ivys que aparecían. Finalmente la encontró y pulsó el botón de mensajes. Escribió un texto corto y conciso, él necesitaba una niñera, ella se dedicaba a eso, o por los menos eso le habían dicho, asique no hacía falta demasiadas explicaciones. La respuesta llegó unos minutos después, tan corta como esperaba. Ivonne sólo había escrito un simple "Sí" y luego la confirmación del horario y dirección en la que debía presentarse. —Listo. Hoy nos ponemos hasta las manos — festejó Mateo alzando sus brazos en alto. Bueno, sus dos jodidos amigos no lo iban a dejar concentrarse asique desistió de la idea de continuar con aquello y cerró su libro, luego vería cómo demonios aprendía aquellas cosas. ------------------ A las once en punto de la noche, Ivonne se encontraba en la puerta de la casa de aquel morocho de cabellos rizados y ojos oscuros como la noche. Inhaló profundo y golpeó, intentando poner su mejor fachada de indiferencia. La mirada de Mateo, estudiándola con aquellos lagos azules que tenía por ojos y plantando esa estúpida sonrisa de lado, la hicieron bufar. —No trabajés si te fastidia — dijo él sin darle espacio para ingresar a aquella casa. —No es por el trabajo — murmuró bajito, sin mirarlo, porque si lo hacía estaba segura que le partiría la cara de una trompada. "No, Ivy, te llevarían a la comisaría y papá no está bien de salud", se repetía como un mantra una y otra vez. Los últimos cinco años de secundaria lo había podido hacer, había podido ignorar al infeliz, ahora, siendo casi una adulta, no veía el por qué actuar de otra manera. — ¿Qué dijiste? — indagó el rubio acercándose de manera amenazante a ella. Ivy levantó la mirada y plantó sus ojos verdes en el imbécil, quería transmitir un mensaje claro y fuerte, sin necesidad de recurrir a ninguna de sus entrenadas habilidades. —Que si puedo pasar, tengo que cuidar a un niño — respondió con la mandíbula apretada. El destello que atravesó la mirada de Mateo no le pasó desapercibido, pero tampoco la invitó a indagar un poco más allá. —Es una niña — La voz de Matías llegó desde la espalda de Mateo, haciéndolos a ambos desviar la mirada hacia el morocho. —Bien, ¿puedo pasar? — preguntó mirando hacia un costado. —Adelante. Luz está en su habitación, por las escaleras segunda puerta a la derecha — explicó rápidamente el dueño de casa —. Nosotros nos vamos ahora — agregó jalando de su amigo. Iván apareció en el momento que ella comenzaba a subir las escaleras, se detuvo un instante enfrente de la mujer y le sonrió de esa manera que siempre lo hacía cuando nadie los miraba, con un silencioso pedido de disculpas en sus ojos avellanas y los labios ligeramente apretados. Ivonne simplemente asintió con un gesto corto de cabeza, como aceptando las disculpas, y subió rápidamente al segundo piso del hogar. Dentro de aquel cuarto, adornado completamente por cosas de unicornios, una pequeña niña de rizos castaños jugaba con dos de aquellos animales mitológicos, completamente abstraída en la historia que se desarrollaba dentro de su cabeza. La pequeña, al notar la presencia de Ivonne, giró sobre su eje y la contempló desde la alfombra mullida que reposaba a un costado de la cama. —Hola — susurró la pequeña. —Hola, soy Ivonne — dijo extendiendo su mano para saludar. —Luz — respondió depositando su pequeña manito sobre la suave y delgada mano de Ivonne. — ¿Unicornios? — preguntó la mayor sentándose a su lado. — ¿Te gustan? — indagó con un brillo especial atravesándole los ojos. —Soy más de los ponis, pero debo aceptar que estos dos están súper lindos — exclamó abriendo sus ojos verdes muy grandes mientras todas las facciones de la pequeña se ampliaban debido a esa tierna sonrisa que le atravesaba el rostro. — ¡Son mis mejores unicornios!— exclamó la niña poniéndose de pie —, pero tengo muchos más. Vení, mirá — la invitó acercándose a un baúl lleno hasta arriba de aquellas figuras. Matías, del otro lado de la puerta que apenas estaba entreabierta, suspiró aliviado. Bueno, por lo menos Luz pasaría una buena noche de juegos antes de ir a dormir. Suavemente el morocho golpeó la puerta y fue su hermanita quien atendió. —Me voy, pequeña. Acordate que sólo podés quedarte media hora más y a dormir. En la cocina hay pizza para comer por si tienen hambre. Nada de helados — agregó cuando notó que la niña quería hablar. Luz frunció el entrecejo y se cruzó de brazos, en una postura de lo más adorable. —Sos malo— masculló la pequeña. —Terriblemente malo — dijo él revolviéndole el pelo. Matías paseó sus ojos por toda la habitación hasta que encontró a Ivonne sentada al lado del baúl, analizando uno por uno los juguetes de su pequeña hermana. —Cualquier cosa me llamás — dijo con la voz demasiado fría. —No hay problema — respondió ella sin mirarlo. Matías la analizó unos momentos más y decidió salir de allí, la fiesta iba a comenzar y ellos tenían un buen camino por delante para llegar. Ni bien bajó encontró a sus dos amigos bebiendo cerveza en la cocina, indicó que ya estaba listo para partir y se dispuso a caminar hacia el garaje custodiado por sus dos compañeros. Apenas abrió la puerta la voz de Mateo lo hizo girarse. —Mientras sacan el auto voy al baño, ya vuelvo— dijo señalando el interior de la casa y girando para regresar por donde había venido. Matías e Iván se miraron confundidos pero decidieron no dar más vueltas en aquel asunto, después de todo Mateo siempre había sido un poco extravagante. El rubio subió las escaleras y allí pudo deleitarse con su aterciopelada voz. Al parecer Luz le había pedido que le relatara aquel extraño cuento de la niña que va a la casa de los osos. Caminó unos pasos más y se detuvo en la puerta entreabierta de la habitación de la pequeña. Tuvo que tragarse unas cuantas veces la risa que le produjo escuchar a Ivonne imitando diferentes voces, también soportar con magistral voluntad las ganas de entrar en aquel cuarto y sostener a esa preciosa morocha de bellos ojos verdes entre sus brazos. Mierda, era un imbécil a toda ley. Sabiendo que ya llevaba demasiado tiempo comportándose como un acosador extraño, giró sobre sus talones y bajó a paso rápido la escalera. Bueno, seguro en el transcurso de la noche podía encontrar a alguien que le ayudara a soportar la patética situación en la que él mismo se había colocado. ---------------- Revisó su celular por decimocuarta vez en la noche. Carajo, él sabía que no había sido buena idea dejar a Luz con una niñera durante la noche. La pequeña a veces tenía problemas para dormir y despertaba llorando, pidiendo por su hermano mayor o alguno de sus padres. Miró a los costados y no encontró al par con el que había llegado. "Seguro están cogiendo con alguien", murmuró en su mente y se dispuso a partir. Que ellos volvieran en taxi, total las inscripciones al evento les habían dado más ingresos de los que pensaban y con eso no tendrían problema en pagar algún transporte. Salió de la fiesta a paso lento, empujando cuerpos sudados y mujeres que se le regalaban de manera descarada. Por suerte Pilar no estaba en la fiesta, asique no tuvo que enfrentarla y volver a sentirse una mierda humana. Es que la mina realmente era muy buena, linda e inteligente, compartían muchas cosas en común y la pasaba bien con ella, pero para él fue solo eso y nada más, aunque para la minita él era más, mucho más, y se negaba a aceptar que no estaban ambos en la misma página, que si seguían juntos ella y solo ella iba a salir realmente lastimada. No, se negaba a ser el bosta, el mal tipo con alguien tan bonita como Pilar, por eso había terminado con la relación, había extirpado de raíz una posible catástrofe. Lamentablemente ella parecía no pensar igual, parecía siempre ilusionada de que volverían a tener algo, cualquier cosa, por eso encontrarse en fiestas no era sencillo, ella siempre aparecía despampanante, una tentación hecha mujer, y él era humano, era débil, no estaba seguro de tener la fuerza de voluntad de negarse a una noche de placer cuando sabía cuánto de eso podía dar la castaña. No, mejor no verla. En cuanto estuvo frente a su auto pudo respirar tranquilo y enviar un mensaje a sus amigos, se iba a casa, que ellos se arreglaran en cómo volver. La casa estaba en completa oscuridad, por lo que solo encendió unas pequeñas lámparas para que le iluminaran el camino. Encontró a Ivonne durmiendo al lado de su pequeña hermanita, quien se aferraba a ella con sus manitos sujetando el oscuro buzo de la mujer. Sonrió sin pensarlo, pasando la mirada por aquel hermoso cuadro frente a sus ojos. Con susurros despertó a la morocha que se sonrojó con fuerza al encontrarlo tan cerca de su rostro, casi a punto de tocarse sus narices. "Adorable", murmuró él en su mente. —Disculpá— susurró la mujer poniéndose de pie, lista para abandonar la habitación. —No hay problema, de todas formas ya es tarde — explicó cerrando la puerta del cuarto una vez que ambos estuvieron en el pasillo. —Bueno — Se aclaró la garganta antes de continuar —, tengo que irme — dijo la morocha clavando sus ojos en él. Matías tardó en comprender que lo que esperaba Ivonne era el pago por su servicio. Riendo dijo un "Oh" y sacó unos cuantos billetes de su bolsillo. — ¿Tenés en qué volver? — indagó acompañándola escalera abajo hasta la puerta. —Sí— respondió escuetamente y salió de allí sin mirarlo, sin siquiera dedicarle un adiós. -------------- Llegó a su pequeño departamento y se encontró con Riko durmiendo en el sofá, sonrió por la posición en la que estaba su amigo y entrenador personal, acercándose lentamente se dispuso a despertarlo. —Ey, ya llegué— susurró meciendo despacio el enorme cuerpo de aquel sujeto. Riko abrió sus ojos miel y la miró aún adormilado. —Ey, Ivy — saludó con voz rasposa. — ¿Cómo estuvo todo? — indagó mientras su amigo se ponía de pie. —Sabés que Dany me adora — respondió con una soberbia sonrisa. El muy cabrón era enorme, lleno de tatuajes hasta en su rapada cabeza, pero Dany simplemente lo admiraba. El pequeño decía que sería igual de grande e intimidante que Riko, a lo que el hombre siempre le respondía que para ello debía comer todos sus alimentos. Sí, la tierna edad en donde los niños no quieren comer nada de color verde, había llegado hacía unas cuantas semanas. —Gracias, en serio, la guita me venía muy bien — dijo ella contemplando a su amigo. —De nada, pequeña. Mañana nos vemos en el entrenamiento— saludó antes de depositarle un beso en lo alto de su cabeza y salir de allí. Ivonne se estiró, desperezando su cuerpo y miró hacia la cocina. Todo estaba limpio y en su lugar, nada olía raro y aquella ventana estaba abierta lo justo para que una leve brisa se colara dentro del espacio, refrescando constantemente el ambiente. Sí, esa era su rutina de cada noche, debía asegurarse que nada estuviera en donde no correspondía porque si Dany despertaba antes y encontraba alguna cosa fuera de lugar podía entrar en alguna especie de crisis de las que era muy difícil sacarlo por su tan corta edad. La terapia estaba funcionando con él, pero aún no avanzaban hasta el punto que él pudiese tolerar un mínimo de desorden. Última mirada a todo el espacio y ya. Era momento de descansar, mañana Riko la esperaba a las diez en el gimnasio, si no se ponía a punto nunca podría ganar aquel jodido torneo y el dinero realmente le vendría muy bien. ------------------------------- Guita: plata, dinero. Bocha: hace referencia a "un montón".
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