Capítulo 10

4052 Words
Allí estaba, tratando de encontrar la billetera dentro de su mochila, pero al parecer había desaparecido. El muchacho al otro lado de la barra la miraba un tanto impaciente, con la bandeja entre sus manos, esperando por un pago que, sospechaba, no iba a llegar. —Quiero este sándwich y cobrá la comida de ella. Ivonne levantó la mirada y se encontró con aquellos ojos azules que la hacían temblar de miedo. El chico de la barra tomó la tarjeta que el rubio le ofrecía y sonrió aliviado de que alguien lo sacara de la incómoda situación en la que estaba. —De nada — dijo Mateo observando a la morocha que se debatía entre agradecer o echarse a correr muy lejos de aquel hombre. Finalmente Ivonne se mantuvo en silencio y el rubio decidió no presionar más. Él quería que, por una sola vez, no le mostrara aquel temor que parecía gobernarla cada vez que estaba cerca. Ella simplemente quería que no se le volviera a acercar nunca más. Bueno, al parecer los deseos no se cumplen. ---‐‐--------------- Al caer la noche nuevamente estaba parada dentro de aquel enorme espacio, con su bolso colgando de su hombro mientras intentaba encontrar a Riko o René. "¿Dónde se metieron?". —Ivy — Reconocería la voz de Iván en cualquier lugar, demasiados años de amistad no se olvidaban tan fácilmente. Giró sobre su eje y lo vio caminando hacia ella, con una extraña sonrisa forzada que no supo descifrar. —Iván — dijo en cuanto lo tuvo cerca. —Te acompaño al lugar que preparamos para que se cambien — explicó señalando una salida lejana. Ivonne entrecerró los ojos pero decidió confiar, algo en aquel castaño siempre la hacía confiar. Caminaron en silencio hasta un espacio que contaba con varios casilleros, unas duchas y una camilla, supuso que para hacer curaciones o masajes. —Quiero hablar un segundo con vos— le dijo el castaño asegurándose que nadie viniese, cerrando la pesada puerta de metal a su espalda. —Decime — dijo depositando el bolso sobre una silla. —Yo fui una mierda toda la secundaria, no merezco ni que me escuches, pero quiero que sepas que lo lamento mucho, realmente lo hago — confesó clavando sus ojos en los de ella, transmitiendo todo su pesar con ese brillo que empujaba algo doloroso dentro de su alma —. No pido que me perdones porque yo no lo haría, simplemente quiero que sepas que lo siento. —Te alejaste porque te lo pedí— respondió sacando algunas prendas del bolso sin dedicarle ni una mirada al castaño, desestimando aquel asunto que, de verdad, le había dolido demasiado, la había lástima muy profundo. —Pero no debería haberte hecho caso, no debí… — No pudo continuar porque el odio hacia él mismo se le atravesó en la garganta, robándole las palabras y la calma, matándolo un poquito más. —Bien. No creo que pueda olvidar, pero si hay algo que extraño son nuestras charlas— dijo quitándose la remera, pareciendo casi ajena a aquella situación. Iván lo sabía, la conocía demasiado, ella montaba esa fachada de indiferencia solo como escudo protector. —Ivonne, todavía estoy acá— se sorprendió el castaño al verla quedar en corpiño —, no deberías quedarte en pelotas frente a un hombre de esta forma tan descuidada. —Vos no me vas a hacer nada, ni siquiera me mirás con lujuria — respondió ella y lo miró de frente unos segundos, luego agregó: —.¿Todavía no aceptás que sos gay?— preguntó sin dejar de cambiar sus prendas, elevando levemente el mentón para que la fuerza de su pregunta llegara bien claro. —Yo… yo no… —Bien, no lo aceptás, pero es bueno que sepas que Riko está disponible ahora, y eso generalmente no dura mucho — dijo mirándolo de reojo, su buen amigo le había comentado bastante sobre el muchacho que la ayudó a llegar a llegar a su casa, y eso era raro en Riko, él jamás hablaba demasiado sobre ningún hombre. Iván tragó con fuerza y necesitó pensar bien sus palabras antes de hablar. —Él es… interesante— dijo sonrojado, desviando la mirada hacia el costado. —Interesante… — repitió en un susurro socarrón mientras se colocaba aquella pequeña calza —. Es una buena forma de definirlo. —Creo — se aclaró la garganta—, creo que voy a ver si ya falta poco para que empieces — explicó señalando al exterior. —Che, Iván — lo detuvo con una suave voz —, ¿podrías solo hablarme vos? No tengo ganas de soportar a los otros dos — preguntó sabiendo lo cobarde de su pedido. Iván apretó la mandíbula al recordar la confesión de la noche anterior, ese asunto aún no lo había "hablado" con Mateo, ese temita todavía no se lo escupía en la cara al infeliz de su amigo. —Por supuesto— aseguró con los dientes apretados por la rabia, por la bronca, antes de salir de allí y dejar que terminara de prepararse. Ivonne continuó su preparación, cubriendo sus manos con vendas para luego colocarse los guantes verdes que había dejado al lado de su bolso. Sintió unos pasos acercarse a su ubicación y sospechó que podía ser alguna de las otras muchachas. Se sorprendió cuando, al levantar su vista, sus ojos verdes se encontraron con aquellos oscuros que tanto la cautivaban. "Basta, Ivonne, no debés seguir con esto", se regañó. La enorme mano de Maty tomó la suya y luego la ayudó a terminar de ponerse aquella venda, con cuidado dejó la cinta con el sobrante dentro del bolso y tomó los guantes, colocándolos con extrema suavidad en su lugar, ajustando con delicadeza las correas que los dejaban sujetos a la muñeca. —Ya estás— susurró elevando su mirada de las manos a los preciosos ojos de aquella hermosa mujer. —Gracias — respondió con nerviosismo. Un ruido, más precisamente la puerta siendo abierta, se escuchó a lo lejos. Maty tomó la mano de la morocha y tiró de ella hasta que llegaron a las duchas. El morocho los introdujo en uno de los compartimientos y cerró la cortina, apartándolos del mundo, de todo lo que fuese que los rodeaba cuando alguien más estaba cerca. Ivonne, con su espalda pegada en la fría pared de azulejos grises, contemplaba en silencio a aquel sujeto que se acercaba cada vez más a su posición, que parecía acecharla regalándole una promesa de algo precioso, completamente delicioso. Maty pegó su pecho al de la muchacha y, como era bastante más alto que ella, facilitó el que Ivonne pudiese apoyar sin demasiado problema la frente en su fuerte hombro, buscando ese apoyo que necesitaba, aquello que no encontraba dentro de ella misma y él le estaba dando sin mover uno solo de sus músculos. Ivy suspiró con pesar y desistió de seguir luchando con aquello que quería, decidió que, tal vez, por un ratito podía jugar a que esto no la iba a lastimar, no la iba a dañar en nada. —Tenés que cuidarte, ¿sí?— susurró él comenzando a elevar su mano lentamente hasta el hombro de la muchacha. —Sé pelear — respondió ella sin levantar la mirada, demasiado abrumada por la pelea que se desataba en su interior, en donde ella no tenía refugio, no tenía dónde ocultarse hasta que todo terminara y se supiera quién había sido el justo ganador. —Yo sé que sí, o eso imagino — trató de bromear pero los ojos verdes de Ivonne lo contemplaron con furia —. Bien, sí lo sé — aseguró entre suaves risas —, solo no quiero que te lastimes. —No lo haré. Peleo hace mucho, sé cómo hacerlo — se defendió. —Bien— susurró el morocho acercándose lentamente a su rostro, inclinándose de a poco, solo absorbiendo, solo grabando aquella preciosa carita que lo contemplaba con curiosidad —. Solo que me mataría si algo te llega a pasar — dijo casi rozando sus labios con los de ella. —Llegaste tarde — respondió y su mirada se tornó más dura —. Llegaste cinco años tarde — agregó sin dejar de clavarle la mirada. —Y lo lamento demasiado. No sabes cuánto— dijo con los ojitos brillando de tristeza. "¿Acaso me dice la verdad?", se preguntó la morocha dejándose hundir, dejándose llevar por la suavidad de su gruesa voz. —No-no lo sé— murmuró perdida en aquellos globos oscuros que la contemplaban casi como si fuese una diosa bajada del mismísimo cielo, a la vez que algunas notas de profundo dolor atravesaba la dilatada pupila del hombre y la hundían a ella aún más en ese mar de sentimientos que se negaba a aceptar. " No podés ser tan estúpida, se burló durante años y ¿ahora está enamorado? ¡Qué estupidez!". —Dame una oportunidad para demostrarlo — susurró Matías sintiendo los abultados labios de Ivonne tocar suavemente los suyos, comenzando a perder de a poco el escaso control que aún conservaba sobre su cuerpo —. Me estoy volviendo loco — dijo sujetando con suavidad la nuca de la morocha para luego aplastar de manera deliciosa sus labios contra los de ella. Y de nuevo esa sensación de completa paz que lo hacía volar lejos. De nuevo esos labios que se ajustaban perfectamente a los suyos y le resultaban exquisitamente maravillosos. De nuevo esa sensación en el estómago de delicioso revoltijo. De nuevo todo y mucho más. Algo muy dentro de él se liberó, algo que Maty había intentado contener durante años y que hoy reclamaba su libertad. —Esperá — la suave voz de ella lo hizo detenerse. Cuando abrió los ojos notó que estaba demasiado pegado a ella, con una enorme erección presionando contra el delicado vientre de la morocha, con la respiración demasiado agitada y los ojos aún más oscuros. —Yo… Perdón, no quería perder el control de esta manera — dijo con la voz temblorosa y ronca. —Creo que tengo que irme, ya casi es mi turno — susurró ella con timidez, sin poder mirarlo a sus lindos ojitos, sintiendo su cuerpo sacudirse con violencia por aquella deliciosa sensación que aún la recorría por completo. —Bien — se aclaró la garganta —, que tengas una buena pelea — dijo sintiéndose estúpido por aquellas palabras. "¡¿Una buena pelea?! Pelotudo, pareces un salame" La suave risa de Ivonne lo arrancó de sus pensamientos. Fijó sus ojos en la morocha que lucía preciosa con sus mejillas sonrojadas y la respiración aún alterada. —Buena pelea— repitió riendo bajito. —Bue, no es para que te burles — rebatió divertido—. Ahora andá a hacer tu trabajo — indicó sin dejar esa espectacular sonrisa. Ivonne lo contempló unos segundos más, y finalmente salió de allí, dejando a Matías solo y completamente feliz. "Soy un cabrón con suerte", susurró pasando sus manos por aquellos bonitos rizos, despeinándolos con sus dedos. A lo lejos Ivonne pudo ver a Riko, conversando con Iván de manera bastante íntima, decidió no molestar y girar su cuerpo para ir hasta la barra donde René hablaba con Mora, haciéndola reír con alguna de sus estupideces. —Buenas noches — dijo apoyándose en la barra y sonriendo para el par que le devolvía el gesto. —¿Querés algo de tomar?— preguntó la morena. —No puede — respondió René plantando su fuerte mano sobre el hombro de su prima —, tiene que pelear — agregó—. Pero yo sí quiero algo — Y Mora se preparó para otras de sus frases. —Decime — exigió la morena. —Quiero a la mujer preciosa que está en la barra, ¿puede ser? —Eso suena mal por dos cosas. Primero, parece que esa muchacha fuera un objeto. Segundo, no podés elegir a una mujer como si fuese un trago — respondió Mora sin dejar de sonreír, sosteniendo ese tono dulce que siempre utilizaba con todos y cada uno de los que se acercaba a la barra. —Preciosa, jamás pensaría en vos como un objeto — susurró con coquetería el enorme sujeto. —¿Vas a tomar algo o no?— preguntó nuevamente la morena. —Che, Ivonne, decile que soy un buen tipo — rogó con su mejor carita de perro adorable, observando a su prima que reía ante sus ocurrencias. —Es un buen hombre — aseguró la morocha —, aunque a veces parece medio imbécil. La estruendosa carcajada de Mora llamó la atención de más de una persona, entre ellos la de cierto morocho de ojos oscuros que sonreía mientras volvía a beber de su cerveza, aquella que el bueno de Manuel le había acercado. Finalmente el turno de Ivonne llegó y ella se dispuso a subir al ring. Riko le dio las últimas indicaciones, ella afirmó con un corto gesto de cabeza, y subió para enfrentarse a aquella rubia que la miraba como si fuese a arrancarle la cabeza. "Bueno, será interesante", se dijo pintando esa sonrisa torcida que encendía la ira en su contrincante. Los primeros dos rounds estuvieron casi parejas, con la morocha recibiendo la misma cantidad de golpes que pudo dar. En la barra Matías masticaba el odio, contemplando a aquella dulce muchachita que no terminaba de descifrar. ¿Por qué le parecía que no estaba usando todo su potencial?¿Qué estaba esperando? El golpe que recibió en la mejilla izquierda abrió un corte superficial en el pómulo de la morocha haciendo que Matías se tragara el insulto con un buen trago de cerveza, apretando con demasiada fuerza la botella que comenzaba a tomar calor debido a la temperatura del hombre. Al tercer round algo cambió. Ivonne subió más decidida y con la mirada encendida por la determinación. Allí fue que captó por completo su atención. La morocha parecía resaltar en aquel ring, brillando con una enorme fuerza que la elevaba sobre el escenario, envolviendo a todos con su energía aplastante. Maty tragó pesado y observó detalladamente cada movimiento de esa espectacular mujer, no perdió ni un segundo en parpadear, solo la contempló con absoluta entrega, con total concentración. A Ivonne sólo le llevó tres certeros golpes para consagrarse ganadora, logrando que el público se alocara por aquellos espectaculares dos minutos que le había llevado lograr la victoria. Matías solo sonrió de lado, ahora entendía un poco la estrategia de aquel hombre tatuado, los números en la pantalla le indicaban que Ivonne ganó en el momento exacto en el que las apuestas estaban en su contra, haciendo que aquellos que apostaron por ella se llevaran increíbles ganancias. —Buena pelea — dijo Iván sentándose a su lado. —Buena pelea — respondió él—.¿Y Mateo? — cuestionó y pudo notar cómo su pregunta accionó un evidente cambio en el semblante del castaño, cambio que él no supo descifrar. —No pudo venir, dijo que tenía esa fiesta de su viejo, ¿te acordás? — respondió demasiado seco. —Cierto — confirmó terminando la cerveza —. ¿Está era la última pelea? — Iván negó, faltaban dos más y, recién allí, la noche habría terminado. --------------------- —Buen día— escuchó muy cerca de su oído, haciéndola estremecer de una manera deliciosa. —Tempton — respondió ella sin mirarlo, con sus ojitos verdes clavados en la espalda de Dany que caminaba hacia su salón. Al lado del pequeño, Luz avanzaba sin dejar de hablar con su amigo, siendo tan tierna que compraba cualquier voluntad. —¿Tenés tiempo?— preguntó sintiendo los nervios apretarle el estómago. —Algo — dijo ella —. ¿Por qué? —Yo… — susurró rascándose la nuca —. ¿Querés ir a casa? Juro que no es nada malo — aclaró ante la mirada aguda de Ivonne —. Por favor, solo es tomar unos mates, juro que nada más — explicó con aquellos ojitos tan profundos, tan dulces. —Está bien — respondió lentamente —. Unos mates y ya — aclaró haciendo que la hermosa sonrisa de Maty se ampliará de manera exquisita, dejándola embobada durante varios minutos. —Bien, te espero allá. Veinte minutos después, Ivonne se encontraba parada en la puerta de aquel lugar, con los nervios apretando su garganta y la mente haciéndole miles de preguntas que no deseaba responder. Golpeó con suavidad y el sonido de la puerta casi la hizo flaquear, tal vez podía huir de allí y dejar esos estúpidos sentimientos guardados en lo más profundo de su ser. No pudo hacer nada de lo que su mente planeaba debido a que dos hermosos ojos casi negros la contemplaban con evidente felicidad. —Pasá — susurró él intentando contener los sentimientos que escapaban de su alma. —Gracias — dijo. Ni bien la puerta se cerró Ivonne respiró profundo, era momento de dejar de ser estúpida y, por una maldita vez en la vida, hacer lo que tanto deseaba. Sin esperar que nada se formara en su mente, tomó la remera del morocho y lo jaló hacia ella, juntando sus labios en un nuevo beso desesperado, necesitado, cargado de años de deseo y sentimientos revueltos, complicados. Matías la pegó contra la puerta de entrada y profundizó el beso, ingresando su cálida lengua dentro de la deliciosa cavidad de la morocha logrando que Ivonne gimiera entre sus brazos llevándolo a un nuevo nivel de deseo. —Ivy bonita, necesito que me pares si no querés hacer nada — pidió con la voz ronca, besando la piel detrás de su oreja. —No quiero que pares — respondió con la voz rasposa. —Ay, preciosa — susurró antes de volver a devorar sus labios, antes de sujetarla por las piernas, haciendo que ella las enrede en su cintura para, de esta forma, poder caminar hasta su habitación. —Con cuidado— rió ella cuando su espalda chocó contra la puerta mal abierta de la habitación de Matías. El rió sobre su boca y masculló un "perdón" sin despegar sus labios de los de ella. De a poco llegó a la cama y la depositó con cuidado, dejando su enorme cuerpo sobre el de ella mientras seguía probando sus labios una y otra vez, completamente adicto a la hermosa sensación que sus besos le causaban. La desnudó sin prisa, quitando también sus propias prendas, y en cuanto la tuvo completamente expuesta para él, solo para él, necesitó unos instantes. Sucede que Maty llevaba años soñando, anhelando, imaginando, esa escena donde Ivonne estaría completamente entregada a él, con sus bonitos ojos verdes aguardando por su próximo movimiento. Matías se tomó unos minutos y finalmente agarró un preservativo de su mesa de luz para colocárselo, sintiendo su piel arder de deseo, de necesidad. —Sos simplemente preciosa — susurró antes de hundirse en ella, antes de entregarse a la deliciosa sensación de su carne arropándolo por completo. Matías suspiró al encontrase enterrado hasta lo más profundo en ella, mientras que Ivonne gimió por la hermosa sensación de él abriéndose paso en su interior. Con maestría el morocho comenzó a mecerse sobre el delicado cuerpo de Ivonne. Mientras él devoraba uno de sus pezones con hambre, con total y completa necesidad, ella comenzaba a viajar lejos en su mente, a un paraíso de placer y sexo. —No pares — pidió la mujer. —No podría — dijo entre gemidos —, sos deliciosa — halagó antes de volver a besar su cuello. Ivonne gimió un poco más, pero no dudó ni un segundo cuando el cuello de Maty estuvo tentadoramente cerca. Ella, lentamente, se acercó a la piel del morocho para besar, lamer y morder cada centímetro expuesto. Matías no pudo aguantar aquello y se dejó llevar al paraíso, esa última mordida le había cortado el hilo de cordura y lo había expulsado a una nube de placer. Con fuerza se hundió un poco más, haciendo que Ivonne llegara a su propio orgasmo, apretándolo de una manera completamente irreal y exquisita. Eso era todo, ya no podría vivir sin aquella dulce muchacha gimiendo bajo su cuerpo. Con cuidado salió de ella y se acostó a su lado, atrayéndola a su pecho, jugando con los pequeños dedos de su mano, pegándola a él con su cuerpo aún clamando por la morocha, por su piel, por su aroma, por su todo. Por primera vez Matías pudo ver aquel tatuaje que descansaba en el antebrazo de la mujer, aquel que solo consistía en unas letras negras que él jamás pudo leer. "Amarse". Con suavidad llevó su áspero dedo hasta la zona cubierta de tinta negra, pasando el mismo sobre cada letra, pero sobre todo por encima de aquella extraña textura que se ocultaba debajo. Con el ceño fruncido la miró, haciendo una pregunta silenciosa, formando una teoría en su mente, comenzando a odiarse un poquito más. —Ivy, ¿qué pasó acá? — indagó sintiendo el miedo escalar por su garganta. Los ojitos verdes de Ivonne lo contemplaron y esa fue toda la respuesta que necesitó. Con fuerza la atrajo hacia su pecho y la apretó suavemente, intentando contener las lágrimas que empujaban por salir. —Ivy, lo siento, lo siento tanto — murmuró apretándola, como temiendo que ella escapara de allí en cuanto notara lo imbécil que siempre había sido. —Nunca más lo hice — susurró la morocha desde el cómodo huequito donde estaba, lugar en el que se sentía completamente feliz. ¿Estúpido, no? Él había sido parte del grupo que se encargó de llevar su vida a la miseria, pero allí estaba, agradeciendo que la cuidara como si se fuese a romper en cualquier momento. —Lo siento tanto, no deberías haberlo hecho ni una sola vez. Dios, bonita — susurró besándola en la cabecita. —Ya sé, sé que fui muy tonta, pero no sabía cómo lidiar con todo — explicó sin dejar que él la apartara. No quería mirarlo a la cara, aquello aún le daba demasiada vergüenza, había sido un acto estúpido e infantil de una niña demasiado rota y pisoteada. Por suerte Dany había abierto la puerta del baño y gateado hasta ella, tratando de llamar su atención mientras que Ivonne aguantaba las lágrimas que podían asustar a su pequeño hermanito. Es que sentía que ya no podía más, que su vida era una mierda, que no valía mucho más que un zapato tirado a un apestoso basurero. Ella no valía nada, se lo recordaban a diario en la escuela, se lo recordaba la ausencia de su madre, se lo recordaba su estupidez que le impedía defenderse. Pero allí, en el frío piso del baño, lo vio. Dany la necesitaba, su padre la necesitaba, René la adoraba con su alma. Por ellos, y sólo por ellos, no se haría daño nunca más. Tragando el llanto se puso de pie, envolvió su lastimado brazo en una toalla que apretó con fuerza y ayudó a Dany a salir hacia la sala. Luego, cuando él se durmiera, limpiaría el desastre que había dejado, luego enterraría de una buena vez a la patética Ivonne. A partir de ese día su vida escolar siguió siendo una mierda, pero de a poco, muy lentamente, fuera de la escuela encontró un enorme grupo de amigos que la apoyaron a cada paso. Eso la mantuvo en pie, el saber que en la escuela todo podía ser una mierda, pero que fuera de ella la vida era otra. Mateo y su grupo de porquería, podían hacer lo que quisieran, no respondería, no por miedo, sino por no meterse en problemas que preocuparan a su padre. Y así, solo así, pudo seguir adelante. —Debería haber hecho más para frenar aquello— masculló Maty con mal humor. —Deberías haber hecho algo — respondió hundiéndose más en su pecho. —Lo sé— susurró y concentró su atención en la leve herida del pómulo de la morocha. ¿Cómo había terminado metida allí y para qué lo hacía? Tenía demasiadas preguntas, demasiadas cosas que decir, que arreglar, pero no sabía cómo, no sabía qué paso dar para poder remediar sus errores, errores que jamás se perdonaría.
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