Capítulo 12

2389 Words
Sintió que golpearon la puerta y caminó despacio hasta allí. Al abrir, unos hermosos ojos verdes lo contemplaban con furia contenida y algo más. Sonrió un tanto afectado, un poco divertido. —¿Estás solo?— preguntó Ivonne. Él asintió —.¿Tenés botiquín? —En la cocina. —Bien — dijo e ingresó sin ser invitada. Caminó dos pasos, entrando aún más en la sala, y luego giró a contemplarlo. Ella no tenía idea en donde estaba la cocina, en realidad no lo recordaba. “¡Maldita mente pequeña!”, se maldijo la morocha en su mente. Maty rió y le señaló la puerta delante de ellos. —Vamos — ordenó ella y le tomó su lastimada mano para tirar de él hasta aquella amplia cocina que contaba con esa bella isla en el medio, rodeada de sillas altas, y una enorme puerta/ventana que permitía apreciar el amplio patio trasero. —Acá— dijo Maty depositando la cajita blanca delante de ella y tomando asiento a su lado. —A ver — murmuró enfurruñada, tomando su mano para analizar las heridas que se presentaban en los nudillos. Se tomó el tiempo necesario para limpiar y curar ambas manos, terminando por envolverlas con cuidado en gasas blancas, todo mientras murmuraba cosas inentendibles por debajo. Maty rió suavecito y logró que ella, por primera vez desde que estaban en aquel espacio, clavara sus hermosos ojos esmeraldas en su rostro. —Lo siento, pero estás muy enojada, ¿por qué? — preguntó con una tierna sonrisa en su rostro. —Riko no debería haber abierto la boca — escupió volviendo a concentrarse en las últimas vueltas de aquella venda. —Ivy, no tenía idea de eso — susurró con la voz afectada —. Si hubiese sabido… si… — No pudo terminar la frase por vergüenza, bajando la mirada hacia sus pies se dispuso a respirar hondo. —Ya pasó, hace demasiado tiempo, y no se puede hacer nada. No te atrevás a mirarme con lástima— gruñó antes de que él levantara su mirada para contemplarla de frente. No, en sus ojos no había una pizca de lástima y eso le quitó el aliento a la morocha. En sus ojos había profundo y horrible dolor, tan intenso, tan absorbente, que ella se contuvo para no envolverlo en sus brazos y calmarlo. —No, Ivy bonita— Y se estremeció al escuchar aquella forma de llamarla —, jamás sentiría lástima, solo me duele demasiado acá— dijo señalando su pecho —. Era mi amigo, yo no puedo creer que lo hizo. —Bueno, yo tampoco, pero no me quedó más opción que aceptarlo. Yo ya lo hice hace mucho tiempo. —Podés denunciarlo, ¿lo sabés? — preguntó bajito, escondiendo un mechón de pelo de ella detrás de su pequeñita oreja. —Lo intenté hacer — declaró congelándolo, Mateo podría ir a la cárcel por aquello—. Era menor de edad cuando pasó, no se puede hacer nada. La ira comenzó a bullir dentro de su pecho. Que la misma justicia, para la que su madre trabajaba horas y horas por día, no hiciera nada con respecto a esto le parecía un completo insulto. Apretó su mandíbula con demasiada fuerza, completamente enfadado con el sistema de mierda y sus normas que siempre terminaban mirando hacia otro lado. —Yo voy a hablar con mi vieja— afirmó sin poder mirarla. —No, ya está. Cerré esto hace tiempo, no necesito… no quiero… — Y el temblor en su voz lo hizo actuar. Maty, rápidamente, se puso de pie y la pegó al huequito, cómodo y caliente, de su fuerte pecho. Ella no lloró, simplemente inhaló profundo y exhaló despacio, ya había llorado demasiado por aquello, ya se había hecho demasiado daño. —Estoy acá para vos— susurró contra su cabecita. —Bien — Simplemente respondió. No sabía cómo sentirse respecto a la protección de Matías, si agradecer por la misma o enfadarse por los sentimientos que volvían a despertarse en su interior. —Gracias por la curación — dijo él intentando aliviar el ambiente. Ivonne levantó la mirada y la clavó en esos profundos pozos que la contemplaban ¿con qué?¿Admiración?¿Anhelo? No tenía idea, pero estaba atrapada en ellos. —Podés besarme para agradecer — invitó haciendo que él ampliara su preciosa sonrisa y en un segundo estuviese devorando sus abultados labios que siempre sabían a dulzura y entrega. Maty la pegó aún más a su cuerpo, queriendo cubrirla por completo, intentado protegerla como antes no lo hizo. De a poco la ayudó a que envolviera sus firmes piernas alrededor de su cintura y así, pegados como siempre soñó, la llevó hacia la habitación. La suave risa de Ivonne cuando golpearon, otra vez, sin querer la puerta de ingreso a su cuarto, lo encantó aún más, era suave y tierna, como todo ella. Ivonne bajó sus piernas y le comenzó a quitar sus prendas, mientras hacía lo mismo con las de ella, sin dejar jamás que sus labios se separaran por más de tres segundos. De a poco ella lo empujó a la cama, haciéndolo caer de espaldas, completamente entregado a sus manos, y sus ganas de saborearlo hasta perder la cordura la dominó por completo. Con la mirada oscurecida por el deseo, Ivonne le quitó los pantalones y la ropa interior, dejándolo completamente expuesto a ella que aún conservaba toda su ropa interior. La morocha se mordió el labio inferior al contemplar aquel cuerpo fibroso y marcado en los lugares exactos, ese era un manjar que estaba dispuesta a disfrutar. —¿Los preservativos? — preguntó ella en un ronroneo. —El cajón— señaló con la voz ronca y sin poder apartar la mirada de aquella mujer que había tomado el mando de la situación por completo. Ivonne rebuscó en el cajón y tomó uno de los tantos preservativos que allí reposaban. Abrió el paquetito y se arrodilló entre las fuertes piernas de Maty. Él tragó pesado, anticipando, deseando, que lo que sucediera en la mente de la morocha finalmente se concretara. Ivy colocó el preservativo en su lugar e, inmediatamente, metió aquella hermosa erección en su cálida boca, arrancando un fuerte gemido de lo profundo de la garganta del morocho, quien se aferró a las sábanas al sentir aquellos tiernos labios envolverlo por completo. Con dedicación Ivonne lamió y succionó, llevándolo un poco más cerca del cielo, sin darle descanso ni dejar que la tocara. —Ivy bonita, necesito tocarte — gimió con los ojos cerrados. Ivonne detuvo sus movimientos, haciendo que él mirara hacia abajo, encontrándola entre sus piernas, con una sonrisa felina clavada en los labios. Las pupilas de Matías se dilataron aún más, quedando al borde del orgasmo solo con mirar esos ojos verdes que lo contemplaban con lujuria. —Me encanta que me digas así— susurró y pasó su lengua a lo largo de todo su pene, como si fuese el más delicioso de los helados. —Te voy a decir como quieras — aseguró sintiéndose apenas atado a aquella cama. —Qué bueno saberlo — susurró antes de volver a comerlo. —Por favor, Ivy bonita, dejame acabar — sollozó apretando las cobijas debajo de su espalda. Ella pareció aceptar su pedido y aumentó la fuerza de succión, dejando que por fin se liberara con un fuerte gemido que lo elevó como nunca antes. Repuesto de su orgasmo contempló a la mujer que lo admiraba manteniéndose de pie entre sus piernas. —¿Te gusta lo que ves?— preguntó el morocho elevando una ceja. —Puede ser — respondió arrancando una fuerte carcajada en él, que se puso de pie y la pegó a su cuerpo. —Me saco esto y te atiendo — aseguró plantando un fuerte beso en lo alto de su cabeza. Ivonne asintió y se dejó caer en aquella cómoda cama que olía a Maty. Intentó, realmente intentó, no sentirse una idiota por aquellas emociones que se revolvían en su pecho. ¿Cómo era tan estúpida de dejarse encantar por aquel que tanto daño le hizo durante años?¿Acaso algo estaba mal con ella que se dejaba enamorar por quien la pisoteó como si fuese una basura? De a poco fue cayendo en aquel asqueroso sentimiento que le revolvía el estómago y le hacía picar los ojos. "Él va a jugar con vos", susurró su consciencia con maldad, "ya sabe lo dañada que estás, no va a querer nada más cuando le hayas entregado todo". Maty apareció por la puerta del baño y sonrió al verla en su cama, completamente dispuesta para él, luego de haberle hecho el mejor sexo oral que jamás había experimentado. —Ahora — comenzó a decir y cuando Ivy giró su rostro para observarlo, él lo supo, algo no iba bien. Con rapidez se sentó a su lado y le acunó la carita entre sus grandes manos —.¿Todo bien? — Ella asintió con los ojitos brillosos y forzando una sonrisa que le rompía el corazón—. Ivy — invitó a que hablara. —Solo estoy abrumada, es todo — aseguró ella y se apretujó contra su cuerpo. Maty la abrazó con suavidad y dejó salir un sonoro suspiro. —No hay problema, si querés hablar acá estoy — afirmó y la volvió a besar con fuerza en su cabecita. —Bien. Se mantuvieron en silencio hasta que el teléfono de ella comenzó a sonar. Ivonne se puso de pie y rebuscó en los bolsillos de su pantalón hasta dar con el aparato. —Diga — Escuchó la respuesta al otro lado, volviendo su cara un tono más pálido y abriendo demasiado sus ojitos. Matías se puso en alerta, comenzando a buscar su ropa interior para colocársela —. Voy para allá— indicó caminando por el cuarto y recogiendo su ropa. —¿Qué pasa? — preguntó el morocho una vez que ella cortó la llamada. —Tengo que irme, después hablamos — Simplemente respondió y se fue de allí sin dejar ni siquiera un último beso en sus labios. Maty se revolvió el pelo y suspiró resignado. Sucede que con Ivonne siempre era así, en un momento estaba allí y de repente había desaparecido, pareciendo más el producto de su imaginación que una mujer de carne y hueso, mujer que cada día lo volvía un poquito más loco de amor. ------------------- Cuando Iván llegó a la sala de entrenamiento, unas horas atrás, Ivonne se alteró al ver sus manos completamente destrozadas. Con velocidad Riko buscó las vendas y atendió al castaño que explicaba, completamente despegado de la realidad, la situación que lo había llevado a tener las manos en aquel estado. La mirada de furia de Ivonne hacia su entrenador y amigo, no le pasó desapercibida a ninguno. Sin decir una palabra, y con Iván ya curado, se puso de pie y salió de allí sin decir una palabra. —Perdón, no debía… —No te preocupés — interrumpió Riko sin poder mirarlo —, yo no debería haber contado nada, es demasiado doloroso para ella. Iván suspiró y volvió a pasar sus manos por el cabello, desordenándolo de una manera realmente encantadora. Riko debió aclarar su garganta para evitar quedar como un idiota frente a aquel hermoso hombre. —¿Cómo puede hablarme después … cómo es tan amable conmigo? — susurró Iván con la mirada clavada en sus manos atendidas con amor. —Quiero creer que es porque no sabías nada — intentó bromear, pero los sollozos del castaño le rompieron el alma. Con suavidad se sentó a su lado, apoyando suavemente su mano en la cálida espalda del hombre que lloraba en silencio. No supo por qué, ni si era correcto, pero hizo que Iván se inclinara hacia su cuerpo, enterrándose en su pecho y liberando el llanto que lo inundaba todo de una manera asquerosa. —No sabía eso — dijo entre sollozos—, pero sí lo otro y no hice nada. No paré las fotos ni nada de lo que vino después — murmuró mientras se rompía una y otra vez entre los brazos tatuados y fuertes de aquel hombre. —Creo que deberás aprender a perdonarte, y trabajar por el perdón de Ivy — sentenció con aplomo Riko, que se estaba dejando encantar por aquel aroma delicioso que desprendía el castaño y por lo bien que se sentía tenerlo entre sus brazos, cómo lo completaba de una manera deliciosa, cómo se sentía perfecto en aquel espacio que estaba ocupando. —No sé si pueda perdonarme — susurró Iván dejando de llorar un poco y levantando su mirada avellana para perderse en aquellos ojos miel que lo contemplaban con ternura. —No puedo asegurarte nada, solo debés trabajar por ello — aseguró con una cálida sonrisa de lado que casi lo hace besarlo. —Tengo que irme — dijo el castaño repentinamente nervioso —. Muchas gracias por todo — agregó mirando el piso. Riko sonrió a modo de respuesta y dejó que aquel hermoso muchacho saliera de allí. Había demasiado que arreglar antes de intentar nada. ----------------------- En el hospital su padre aguardaba por ella. Ivonne lo observó a los lejos. "Cada día está más delgado y pálido", sentenció en su mente. Aguantando las lágrimas llegó hasta él y se sentó a su lado. —Ivy, no era necesario. Solo me sentí un poco mal — aseguró con la mirada apagándose. —Sí es necesario, no te preocupes. ¿Qué dijo el doctor?. En ese preciso momento la doctora que llevaba la situación de su padre se acercó y explicó la nueva situación. Era momento de encarar, de forma urgente, el nuevo tratamiento de radioterapia. Ivonne tragó pesado y asintió ausente, apretando la mano de su padre con fuerza, intentando transmitir el valor que ella no tenía. —Mañana comenzaremos — aseguró la doctora con una suave sonrisa —. No hay nada que temer — agregó. —Muchas gracias, doctora — dijo su padre —. Nos vemos mañana. Ambos se pusieron de pie y salieron de aquel consultorio con ese aire espeso que los envolvía y asfixiaba. "No voy a llorar, no voy a llorar", se repetía como un mantra patético, mientras salía acompañada de su padre.
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