Capítulo 13

1494 Words
Bueno, si ella quería jugar a desconcertar, si iba a aparecer, degustarlo como solo ella podía hacerlo, y luego desaparecer dejándolo con ganas de más, él bien podía hacer lo mismo. La vio, tan bonita como siempre, tan preciosa como la primera vez, hacía poco más de seis años, cuando todos los sentimientos no se aferraban en su interior, haciéndolo sentir ese cosquilleo hermoso en el estómago. El profesor ingresó, con su cara de enfado y aquel maletín marrón, al parecer el examen había salido realmente mal. —Bueno — dijo el hombre con aquella voz rasposa tan característica de un buen bebedor de whisky y fumador de habanos —, fue realmente una pérdida de tiempo corregir aquel examen, por lo tanto haré un trabajo de recuperación para quienes no hayan aprobado — explicó —. Pero como los pocos que aprobaron lo hicieron con excelentes resultados, y no se quedarán sin hacer nada, los nombraré como tutores de algún grupo. Si el grupo aprueba subiré sus calificaciones en las siguientes pruebas, si no lo hace, deberé bajar la que obtuvieron. Por supuesto las quejas por parte del reducido grupo de aprobados se hicieron escuchar, pero el profesor los mandó a callar, aquellas serían las reglas y no había discusión que valiera. Matías aguardó paciente a ser integrado en alguno de los grupos. Él, con una de las notas más bajas del curso, seguramente no podría aportar demasiado, pero intentaría dar lo mejor, no quería ser una decepción para sus padres. “Tal vez si mejoro en la escuela por lo menos se den cuenta de que existo”. Así terminó dentro del grupo en el que la preciosa morocha de ojos verdes haría de tutora, quien los guiaría durante las próximas dos semanas por aquellos laberintos de la Biología. Sorprendentemente le resultó estimulante las explicaciones de su compañera, a la vez que comenzó a notar pequeños detalles, como el brillo que se encendía en sus bonitos ojos cada vez que ellos entendían un concepto nuevo, o lo adorable que resultaba el hecho que se sonrojara si alguien la alababa. No se dio cuenta cuando, luego de haber aprobado aquel proyecto, sus ojos se seguían desviando hacia la hermosa morocha que conversaba animadamente con su grupo de amigas. Sonreía sin proponérselo cuando ella cruzaba su preciosa mirada con la de él, cuando sus mejillas se teñían de un tierno rojo sin que pudiera controlarlo. Maldecía el día que se le ocurrió pedirle aquel favor, aquella primera ayuda con esa tarea de Inglés, ayuda que la colocó bajo la mirada de Mateo, que la convirtió en una víctima de sus constantes exigencias, las cuales comenzaron con inocentes pedidos de tareas y rápidamente comenzaron a tomar un matiz mucho más retorcido. Aquella noche salió de la fiesta acompañado de la hermosa Mariana, cuando el insistente sonido de su celular, anunciando la llegada de múltiples mensajes, lo hizo detener. Un tanto fastidiado, un tanto intrigado, sacó el aparato de su bolsillo delantero y revisó aquellas imágenes. Su corazón se detuvo un instante y volvió a latir con un ritmo frenético, rompiéndose un poco más con cada movimiento. Ella, tan hermosa y perfecta, estaba tendida boca abajo sobre aquella enorme cama que él reconocía. Su delicada espalda, completamente desprovista de cualquier prenda, indicaba el por qué se encontraba allí recostada. ¿Lo peor de todo? Luego de esa, otras fotos más, con ella mucho más expuesta. Finalmente un mensaje: “Te dije que estaba loquita por mí”. Volvió a la realidad, a su dulce Ivonne riendo con aquellas dos compañeras de carrera. Se detuvo a su lado, atrayendo la atención del trío, y con voz plana dijo: —Ivonne, ¿podemos hablar un segundo? Ella frunció el entrecejo y aceptó con un corto gesto de cabeza. Se despidieron de las otras y caminaron por unos cuantos pasillos, hasta que el morocho vio aquel pequeño cuartito de conserje. No le dijo nada, solo la tomó por el brazo y la ingresó en el cuartucho que olía a líquido para el piso y humedad. No le dio tiempo a nada cuando sus labios ya estaban devorando los de ella, cuando sus manos ya sujetaban sus caderas y esa erección comenzaba a marcarse en sus pantalones, cuando su lengua ya estaba recorriendo cada parte de su boca, cuando los gemidos abandonaban su garganta uno tras otro, cuando aquellas enormes manos la sujetaban con fuerza, clavando los dedos en su delicada cintura. —Ma… No la dejó replicar y volvió a atacar con necesidad su cálida cavidad, deseando fundirse con ella hasta perder la razón. —Bien — dijo separándose y tratando de controlar su agitada respiración —, ahora puedo continuar mi día — Y le dejó un casto beso antes de salir de allí. —Hijo de… — susurró excitada. Lo último que él quería era declararle una guerra de provocación. Sonrió de lado, se acomodó la ropa y salió de allí. “Ahora va a saber cómo se hace esto”. -------------------- —Hola, bonita — dijo con su mejor voz seductora. Mora se giró hacia la derecha y lo vio, con aquellos jeans gastados, una remera negra y su cabello desordenado. Bueno, el condenado era jodidamente sexy. —Hola — respondió con una sonrisa. —¿Puedo acompañarte en esta bella tarde? — preguntó caminando a su lado, entrelazando sus manos detrás de la espalda, poniendo su mejor cara de niño bueno. —Podés si no me tirás todo el tiempo palos para que te dé bola— dijo entre una suave risa al ver la mueca de desaprobación de René. —Lo dejaré de hacer cuando aceptés pasar una hermosa, y placentera — aclaró en un susurro —, noche conmigo. —Vamos a comer un helado — respondió cambiando de tema. —Vamos, pero algún día me tendrás que dejar probar todo lo que hay debajo de tu ropa. —¿Cómo si fuese una obligación? — preguntó divertida. —Es tu obligación por ser tan jodidamente sexy — dijo un poco en broma, un poco en serio. —Ya veremos, ahora helado — sentenció y en cuanto fue a dar el siguiente paso se detuvo abruptamente —. Tenemos que irnos — susurró con pánico en los ojos. René miró a la preciosa morena con el entrecejo fruncido, ¿qué rayos estaba pasando? —Mora — Una voz cercana lo sacó de su inmovilidad. René arrastró lentamente los ojos hasta encontrarse con aquel pelirrojo que caminaba hacia ellos, esbozando una extraña sonrisa. —No te vayas — susurró la mujer apretándole fuerte el brazo. Por una reacción involuntaria terminó pasando su fuerte brazo por la cintura de la muchacha, pegándola más a su cuerpo en una clara muestra de protección, logrando que el pelirrojo apretara la mandíbula y entrecerrara los ojos. —Mora, bella — volvió a decir el hombre que acababa de llegar. —Michael, andate — pidió ella con terror. —Solo… —Nada — interrumpió René —, solo nada. Nosotros nos vamos — sentenció, pero en cuanto dio un paso la gruesa voz del otro hombre lo detuvo. —Ella me pertenece, ¿o no, Mora? —Escuchá — dijo René volviendo a girarse para encararlo, controlando a cada fibra de su ser que vibraba exigiendo la sangre de aquel idiota —, no le pertenece a nadie y mejor no me jodas porque no soy un hombre de mucha paciencia. —¿Y vos quién sos? — preguntó el otro cuadrando los hombros. —No te importa — respondió acercándose peligrosamente, dejando sus pechos a solo unos centímetros de distancia. —Vamos, René, no lo vale — susurró Mora llamando la atención de ambos. Ella solo quería salir de allí, solo necesitaba alejarse de aquel sujeto que la había vuelto a encontrar, solo necesitaba protección... —¿No lo valgo? — Gruñó el pelirrojo —.¿Que no lo valgo? No decías eso cuando te hacía gemir — escupió con soberbia. —Mejor te tomás el palo — amenazó René tensando su cuerpo. Estaba bastante confundido el imbécil si pensaba que él iba a dejarle hablar así a la linda de Mora. No, claro que no, él no le permitiría ni tocarle uno solo de sus preciosos rizos. —Te voy a encontrar, Mora, y podremos arreglar lo nuestro — señaló el pelirrojo antes de girarse y salir de allí, huyendo, como el cobarde que era, al encontrarse con ese morocho que se le plantó sin temor en la cara. “No importa, ya va a estar sola”, pensó con malicia mientras torcía aquella extraña sonrisa. René volvió su mirada a la morena que temblaba a su lado, la tomó con suavidad de la cintura y la guió hasta su auto. Aquello había sido demasiado extraño y el sentimiento desagradable que se abría paso en su pecho no le gustaba para nada.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD