Capítulo 5

3505 Words
Luz entró como ese torrente de energía pura y brillante que siempre era. Matías sonrió al verla intentar subirse a la alta silla de la cocina, mientras que su padre lo saludaba como si fuese un chiquillo, revolviendo sus rizos al tiempo que le regalaba una sonrisa cansada. —Hoy vimos a Ivonne — dijo la pequeña una vez que se pudo ubicar en su lugar. — ¿Ah, sí? — respondió realmente interesado. —Estaba con un niño pequeño, así como yo, ¿verdad papá? — explicó girando su cuerpito para ver a su padre que asintió mientras bebía un vaso con agua. — ¿Y conociste al pequeño? —Sí, no habla mucho pero me cae bien. Espero que venga con él cuando nos visite el sábado. Aunque espero que Ivonne ya no esté triste. Hoy la encontramos llorando — susurró acercándose a su hermano. Matías frunció el entrecejo y desvió su oscura mirada hacia su padre que afirmó en silencio. Volviendo sus ojos a su hermanita esperó que ella continuara el relato. —No sabemos qué pasó, pero papá dijo que podía llevar al niño a mi escuela. Tal vez seamos amigos en la escuela también — dijo entusiasmada. —Autismo — escupió su padre haciéndolo perderse aún más en aquella enredada historia. —Esperá, Luchi — pidió elevando sus manos a la altura del rostro de su hermanita —. ¿Quién era el niño? —No sé, él no habló y ella no nos presentó. —¿Pero se quedaron en la misma casa? —Sí. Papá los llevó hasta ahí — explicó. Matías volvió a mirar a su padre que no hizo ningún gesto, solo lo contempló en silencio mientras a él lo devoraban las preguntas. ¿Un niño?¿De la edad de Luz?. "Mierda, por eso Mateo preguntó aquello". Sintió la sangre abandonar su rostro y debió sentarse lentamente en la silla al lado de su hermana. —¿Viene el sábado? — preguntó en un susurro sin mirar a su hermanita. —Espero. ¿Le podemos decir que venga con él? — pidió entusiasmada. —Sí, le podemos decir — aseguró con una suave sonrisa. —Pensé que la conocías de antes. ¿No dijiste eso cuando la contrataste para cuidar a Luz? — preguntó seriamente su padre, sin sacar sus agudos ojos de él. —De la secundaria, pero apenas cruzábamos palabras — respondió sin mirarlo. —Dios, hijo, espero que hayas sido bueno con esa niña. Realmente tiene serios problemas en casa — dijo saliendo de la cocina y dejándolo aún más confundido. ¿Qué tanto sabía su padre de Ivonne? ------------------------------- Llegaron juntos a aquella casa, Dany parecía entusiasmado de poder mostrar sus nuevos vehículos a alguien, además le había hecho leer a su hermana cinco revistas de motores solo para poder explicarle con claridad a Luz cómo funcionaban. Ivonne sonrió y le indicó al pequeño que se acomodara su ropita. Dany asintió y estiró su pequeña remera hacia abajo. Ni bien tocaron el timbre pudieron escuchar la voz de Luz al otro lado de la puerta. Bueno, al parecer alguien sabía que no debía abrir la puerta. Matías suspiró y abrió preparándose para contemplar esos enormes ojos verdes que resaltaban en aquel pequeño rostro. Bajó la mirada y se encontró con un pequeño niño sosteniendo fuertemente una cajita de madera. —Hola — saludó tratando de poner su voz más suave. “Mierda, tal vez ella me cague a piñas cuando descubra la verdad”. —Dany — susurró Ivonne al niño. —Hola, soy Dany — dijo el niño sin mirarlo. Matías sonrió. —Hola Matías— dijo Ivonne y en el momento que él iba a contestar una pequeña niña se asomó por detrás de su hermano. —¡Llegaron!— exclamó la pequeña y notó como su nuevo amigo se encogía en su lugar —. Lo siento — susurró bajito —. Llegaron — repitió en un tono más bajo. A Ivonne el corazón se le encogió cuando vio a una niña tan pequeña empatizar de esa forma con Dany. Ningún adulto, jamás, lo había hecho a ese nivel, se había acostumbrado, de mala manera, a las miradas de reproches que de las personas cuando Dany tenía un episodio en medio de un lugar público, podía escuchar cómo decían que debía golpearlo para acabar con el berrinche, que un niño así de caprichoso nunca triunfaría. ¡Qué sabían esos idiotas sobre lo que le pasaba al pequeño! ¡Ellos eran los imbéciles que debían pensar cinco segundos que no todos los niños que hacían berrinches eran caprichosos, que había miles de cosas ocultas detrás de un grito que los incomodaba! Dios, estaba agotada, pero ver a Luz, a una pequeña de apenas cuatro años, ya comprender que hay niños distintos, que viven distinto, le llenó de calorcito el alma. —Pasen — invitó el mayor de los hermanos y ellos ingresaron detrás de ambos. —En la sala me podés mostrar lo que traes en la caja — invitó Luz y Dany simplemente asintió con la vista clavada en sus zapatillas. Ambos pequeños caminaron hacia la sala, con Ivonne intentando seguirlos de cerca. Al parecer alguien estaba demasiado nerviosa. Matías sonrió al notarlo, pero de todas formas se desvió del camino para ir a la cocina, enviar aquel mensaje y volver con una bandeja repleta de galletas y jugo de naranja. Vio a Ivonne sentada en el piso, con Luz sobre sus piernas y Dany a su lado. Analizó los autitos prolijamente ordenados, volviendo su mirada al pequeño que hablaba en tono bajito. —Y este tiene un motor V8. Ivonne me leyó que era uno de los más potentes que existen y vimos unos cuantos dibujos que mostraban las partes — explicó el niño. —¿Te gustan los autos? — preguntó Maty acercándose al grupo. —Sí. Ivonne me compra revistas o buscamos cosas en Internet, como yo no sé leer ella lo hace por mí. Esteban dice que él también los puede leer para mí pero no quiero molestarlo porque trabaja toda la noche, mientras yo duermo — explicó mientras acomodaba sus juguetes. —A mí también me gustan mucho los autos y los motores. Tengo uno desarmado en el garaje, si querés después te lo muestro — propuso el hombre y Dany levantó un instante la mirada. No lo observó a él directamente, pero igual Matías pudo ver esos ojos azules que eran muy similares a los de cierto muchacho que conocía. "Mierda", susurró en su cabeza. —Podría si Ivonne me deja — respondió el pequeño. —Sí, si vos querés— respondió ella conteniendo las ganas de acariciarle la cabecita. En cuanto Maty iba a preguntar quién era ese tal Esteban, el timbre sonó interrumpiendo la formulación de aquella frase. "Bien, hora del show". A paso lento abrió y se encontró con la mirada aterrada de Mateo. Matías simplemente asintió con la cabeza y lo dejó pasar. —Están en la sala — dijo sintiéndose la peor mierda de la ciudad. El rubio asintió y caminó lentamente hasta el lugar. Si sus sospechas eran ciertas… No, no pensaría en nada hasta no saber la verdad. Llevaba tres noches sin poder pegar un ojo, recordando una y otra vez aquel encuentro que lo marcó para siempre y, al parecer, de maneras que él desconocía completamente. Estaba en esa enorme fiesta y la música sonaba con fuerza. Él recién cursaba en segundo año, pero ya tenía una buena fama entre los mayores. Era sencillo para alguien como él, que contaba con buen físico, simpatía y estupendas habilidades deportivas. Sí, las chicas caían rendidas a sus pies. Vio entre la multitud a cierta muchacha de cabellos n***o y ojos verdes que lo ponía de mal humor. Ella, creyéndose demasiado importante por ser en extremo inteligente, lo había humillado en un debate organizado por el profesor de Historia. Apretó la mandíbula y sonrió con malicia cuando un plan atravesó su mente. Buscó a Cande con la mirada y la encontró sentada sobre la barra, dejando que todos vieran sus espectaculares piernas. Despacio se acercó a ella, le susurró algo al oído, algo que ella aprobó con maliciosa sonrisa, y luego volvió a su antigua posición, analizando cada movimiento de aquella morocha odiosa. Ivonne se acercó a la barra buscando algo de beber, una cerveza estaría bien. Candela, con su sonrisa falsa y una falda muy corta, le pasó un vaso que tenía un leve sabor extraño. No le prestó atención e igual siguió bebiendo, confiando, creyendo, que ninguno de sus compañeros haría nada extraño con su cerveza. Malas decisiones si las había. De a poco su cuerpo empezó a flotar en una bruma donde todo parecía ir a una velocidad más lenta, más interesante, más extraña. No le prestó atención y siguió bebiendo, siguió bailando, continuó metida en ese evento que sólo estaba sucediendo en su cabeza, sin notar que sus pupilas se habían dilatado, que su cuerpo transpiraba frío y que sus ideas ya no se hilaban de manera coherente. No pasaron más de veinte minutos cuando notó que se sentía completamente mareada y desinhibida. No prestó atención. Las fuertes manos de Mateo, el chico lindo de la clase, la distrajeron de la fiesta que ocurría en su cabeza. Girándola él la atrajo a su fuerte pecho y la pegó a su cuerpo, haciendo que ella se moviera sensualmente a la velocidad que él marcaba, haciéndola sentir, por primera vez, una diosa que tenía a cada muchacho rendido a sus pies. "Se mueve bien, sexy", pensó él dejando sus manos desplazarse suavemente por las tonificadas piernas de aquella chica. Sonrió cuando Ivonne clavó sus verdes ojos en él, mordiéndose el labio de manera sugestiva y comenzando a menear sus caderas más lentamente. —Vamos a un lugar más… privado — le había dicho él en el oído. Ella, sin pensarlo demasiado, había aceptado, después de todo el chico lindo y popular de la clase estaba con toda su atención fija en ella. Además su cuerpo se sentía liviano, sus ideas no se conectaban correctamente, alertando un posible peligro, y todos sus problemas habían desaparecido, por primera vez, en muchos meses, habían desaparecido. Aquella parecía ser la mejor noche de su corta vida y no iba a negarse a nada, se sentía valiente y con ganas de experimentar, sentía que podía con todo, que nada la iba a dañar. Despertó a la mañana siguiente, completamente desnuda y con un fuerte dolor de cabeza. Miró a su alrededor y sintió el terror escalar por su garganta. ¿Dónde carajos estaba? Intentó ponerse de pie, pero el dolor en su entrepierna la hizo caer nuevamente en la cama. Inhaló profundamente, no era momento de llorar, era momento de salir de allí y luego, en la privacidad de su hogar, se desahogaría. Lloraría porque aquella mancha de sangre seca entre sus piernas le daba una buena idea de lo que había sucedido. Lloraría porque su cuerpo no había sido tocado jamás por nadie y ahora no tenía ni un solo recuerdo de qué había sucedido en aquella enorme cama, ni a quién pertenecía el colchón en el que se encontraba sentada. Lloraría porque se sentía asqueada de sí misma, de su piel, de su boca que sabía a cerveza y cigarro. Lloraría. Con la mirada encontró su vestido, la ropa interior no estaba en ningún lugar, pero eso poco le importaba. Se levantó con cuidado y se colocó el vestido. Sin esperar nada más salió de allí rápidamente. No miró atrás, no valía la pena. Él observó todo desde el baño de la habitación, sonriendo victorioso mientras veía cómo aquellas fotos se esparcían por los diferentes grupos de la escuela. Bueno, la estúpida ahora debería preocuparse por su reputación. En aquel momento no lo iba a sospechar, pero los labios, suaves y sedoso, de Ivonne se habían marcado a fuego en su alma. Mateo no iba a tener sexo con ella, pero lo había excitado tanto que no se contuvo, los labios de la morocha habían resultado demasiado adictivos para él y no se detuvo ni dos segundos a pensar que no debía llevar aquello hasta el final. Cuando notó que la muchacha jamás había estado con nadie ya era demasiado tarde, él no era tan maduro, tan grande, tan inteligente, para controlar su deseo y detenerse, no, no lo hizo y ahora, tal vez, debía enfrentar la consecuencia de su idiotez. —Hola — saludó con pánico, casi inmóvil en la puerta de la sala. Luz levantó sus ojitos y sonrió al verlo. Él trató de devolverle el gesto, pero su mirada se desvió hacia la pequeña cabellera negra que se encontraba al lado de ella e Ivonne. Supo que había sido una terrible idea hacer aquello desde el momento en que puso un pie dentro de la casa y todo su cerebro gritaba que corriera de allí, pero no pudo, los enormes ojos verdes de Ivonne lo habían clavado al piso. —Hola Ivonne — saludó en un susurró que nadie escuchó y ella apretó sus deliciosos labios en un gesto de total desaprobación. —Ellos son mis amigos — dijo Luz ignorante de la tensión que se había generado —. Ella es Ivonne y él es Dany — los presentó—. Mateo es amigo de mi hermano — dijo la niña mirando a Dany e inclinándose un poco hacia adelante para verlo mejor ya que ella estaba unos centímetros más alta por encontrarse sobre las piernas de Ivy. —¿También te gustan los autos? — preguntó el pequeño y levantó su carita, mostrando esos preciosos ojos azules que le cortaron el aliento. Mateo no pudo responder y simplemente se giró para salir de allí, sintiendo la bilis subir por su garganta. —Ya vuelvo — dijo suavemente la morocha —, coman un poco de galletas — indicó y salió en busca de aquellos imbéciles. Ahora sí la escucharían. Los encontró susurrando en la cocina, tan cobardes como siempre. Se detuvo bajo el arco de la puerta, con los brazos cruzados sobre su pecho y los dientes apretados. El par de idiotas la miró con evidente pánico, logrando que ella se riera sin humor. —Son realmente unos imbéciles, los dos— escupió enojada —.¿Qué mierda creen?¿Que Dany es tu hijo?¿Eso piensan? — desafío. Ninguno le contestó —. Para que respiren, par de mierdas, Dany es mi hermano — afirmó confundiendo a los hombres —. Pero me alegra saber que hubieras sido muy maduro para reaccionar en caso de que hubiese pasado lo que tu retorcida mente imaginó. —Ivonne, yo… —Vos te callas — ordenó interrumpiendo al rubio, dando un pequeño pasito al frente, destilando odio por sus preciosos ojos —. Después de esa mierda de noche salí directo y compré la pastilla, también me hice todos los estudios correspondientes y… Y, ¿sabés qué? No debería explicarte nada — dijo con las lágrimas empujando por salir —. No te preocupes, no es tu hijo. —Pero sus ojos — susurró él. —Mi papá tiene ojos azules ¡No sos el único maldito hombre con ese color de ojos! —¡Ivonne! — el grito de Luz la hizo volver a la realidad, una en la que su pequeño hermanito fue dejado solo en una sala desconocida. Sin decir más nada se giró sobre sus talones y salió de la cocina. —¿Nos habrá mentido? — susurró Mateo apoyando su espalda en la puerta de salida al patio. —No sé. No parecía, pero… —Dios — susurró el rubio dejándose caer al piso. Otra vez la había cagado con esa chica que lo traía loco desde hacía tanto tiempo. ¡Mierda! Sería bueno que algún día dejara de ser un imbécil. ---------------------------------------- —Hola, René — saludó el pequeño levantando levemente su mirada hacia ese enorme hombre. —Campeón, ¿me extrañaste? — preguntó sonriendo. El niño negó con la cabeza, arrancando una carcajada al mayor y una suave risita a él. Dany se sentía cómodo con Riko, pero con René estaba completamente a gusto. —¿Vamos a buscar a tu hermana a la Universidad? — preguntó obteniendo una enérgica afirmación del pequeño que sacudía su cabeza hacia arriba y abajo —. Bien, vamos — dijo y lo guió hasta su auto. Dany lo entretuvo mientras le comentaba todo lo que había aprendido de motores, algo que le llamó la atención desde siempre al pequeño ya que era el trabajo de su gigante primo. René lo escuchó entretenido, explicando nuevos datos que el niño desconocía y riendo por ciertas palabras que no podía decir correctamente. Estacionó en la salida de aquel enorme edificio y se bajó, quedando al lado de la ventana de su pequeño primo, la cual estaba abierta para que él pudiese seguir escuchando el relato del niño. En cuanto lo vio su mandíbula se tensó. Ese infeliz de mierda estaba allí, ¿haciendo qué? ¡Mierda! Ivonne no le dijo nada de aquello y ya llevaba tres meses cursando en la Universidad. —¿Y ese qué onda?— preguntó uno de sus compañeros a Matías al notar aquel gigante hombre de aspecto intimidante. El morocho levantó la vista y vio a lo lejos aquel auto estacionado. A la distancia, y gracias a su excelente visión, pudo reconocer a Dany en el asiento trasero del vehículo, moviendo sus labiecitos sin parar, hablando con ese sujeto que no miraba al pequeño, sino que tenía sus ojos clavados en ellos, en su grupo. —¿Ese no es el hermanito de Ivonne?— susurró Mateo. Matías simplemente asintió con la cabeza, muy lentamente. —Iván… ¿Dónde se metió el idiota? — preguntó Matías intentando encontrarlo con la mirada. Bueno, al parecer al castaño se lo había tragado misteriosamente la tierra. Ivonne salió del edificio, guardando sus cosas en aquel bolso oscuro, sin prestar atención al camino, ajena a todo lo que sucedía alrededor, con esa canción de Gauchito Club que hablaba de una pibita que consumía drogas, bien clavada en la cabeza. —¡Ivy! — escuchó a lo lejos y reconoció esa voz rasposa al momento. Levantó la mirada y sonrió al ver a su primo con Dany aguardando por ella. Solo pudo dar dos pasos antes de notar el enorme grupo de personas a su izquierda. Mierda, el dúo de idiotas estaba allí y ella todavía no le explicaba aquello a René. ¡Con razón le había gritado tan fuerte! Caminó rápidamente hasta su primo que la tomó de la cintura elevándola en el aire y girando con ella mientras le susurraba en su oído: —Mejor me explicás por qué esas mierdas van a la misma Universidad que vos — Y sí, el tono de enfado no le pasó desapercibido. —Te lo iba a decir — respondió ella una vez que la dejó volver a pisar el suelo. —Vamos Ivonne a casa, allá me explicás todo — ordenó sin perder esa falsa sonrisa. —Bien — dijo ella, saludó a Dany y se montó en el vehículo de su primo. Bueno, René sí que sabía intimidarla. --------------------------- Mateo debió respirar unas cuantas veces antes de poder volver a prestar atención a lo que pasaba a su alrededor. Ese… ¡ese idiota llegó y se la llevó, así, como si nada! Mierda, ahora le dolía horriblemente la cabeza. —Voy a buscar a Iván, no sé dónde se metió— explicó Maty a su lado antes de salir de allí y perderse dentro del edificio. Resulta que Matías también necesitaba un momento para procesar la escena que acababa de ver. Un tipejo, uno cualquiera, le arrancó una de las sonrisas más hermosas que jamás había visto a esa muchacha la cual siempre parecía ajena a todo. Él sólo conocía dos expresiones en Ivonne, una era de odio irracional y otra de total desprecio. Mierda, se merecía ambas, lo sabía, pero esa sonrisa, la misma que le había visto hace tantos años atrás, ahora la había vuelto a contemplar más amplia y hermosa que antes y ¡Carajos!¡Fue para un tipo cualquiera que en su puta vida había visto! —Iván, ¿dónde mierda estabas? — preguntó cuándo vio la cabellera castaña de su amigo. —Ah, perdón— dijo él —. Vine al baño y me sentí mal, por eso decidí sentarme un rato— explicó sin mirarlo. —Bien — respondió sin tragarse aquella mentira—, me estoy yendo a casa, por si querés que te lleve — propuso. Iván le devolvió una sonrisa afectada y afirmó. —Vamos — dijo bajito mientras se ponía de pie. ----------------------- Cague a piñas: Se refiere a golpear a alguien. Piña, en Argentina, no es una fruta, ya que a la piña se le dice ananá.
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