Capítulo 6

2370 Words
Ser amigo de Maty y Mateo era simplemente… Bueno, tenía todas las chicas que quisiera y lo invitaban a cada maldita fiesta de cada estudiante de la escuela o cualquier otro instituto, por más que él no tenía idea de quién ponía su hogar para tales salvajes eventos. Esta vez estaban camino hacia una fiesta organizada por unos muchachos que arreglaban unas cuantas peleas clandestinas. Primero tendrían unos buenos enfrentamientos y luego se desataría el descontrol. En cuanto vio ese enorme morocho de imponentes ojos azules, caminar al centro del ring su corazón se detuvo un instante. Su torso, cubierto por una fina capa de vaselina para evitar que su oponente lo sujetará, mostraba unos definidos abdominales, sus brazos, finos y fibrosos, brillaban con la poca luz del lugar. Mierda, nadie lo había calentado tanto, jamás. Se removió incómodo por sus propios pensamientos, en su propio cuerpo que reaccionaba por aquel hombre, y decidió ir en busca de una cerveza. Casi se ahoga con su propio café cuando lo volvió a encontrar en aquel local del centro a la mañana siguiente. Estaba solo y con una remera que marcaba su espectacular físico. Trató, realmente lo intentó, pero no llegó a apartar sus ojos antes de que aquellos globos azules lo divisaran. —Mierda— murmuró acomodándose la remera en cuanto vio al morocho caminar hacia él. Tres horas después estaba siendo aprisionado contra el sillón de su sala, con la respiración faltándole y una erección presionando contra la suya. René lo llevó al cielo más rápido que nadie, solo dejándole entrar en su respingado culo sintió que todo se acomodaba en su lugar. Ese morocho había sido muy cuidadoso con él, intuyendo que jamás había estado con otro hombre le recomendó ser él quien fuese el activo en aquel encuentro, asegurando que no estaría listo para recibirlo. "No aún", le había susurrado como una promesa que jamás regresó a cumplir. Cuando acabó dentro de aquel majestuoso hombre y su respiración se tranquilizó, un nuevo e inquietante pensamiento se abrió paso en su mente. "Mierda", volvió a decir en su cabeza, saliendo de aquel morocho. A paso rápido se escondió dentro del pequeño baño de la planta baja, sentándose en el inodoro, intentando comprender lo que acababa de suceder, sintiendo el mundo girar demasiado rápido, marearlo demasiado fuerte. Nunca se había cuestionado nada, solo supuso que le gustaban las mujeres porque, bueno, él era un hombre, ¿no? Pero ahora, ahora que de verdad había disfrutado el sexo, que de verdad había sentido aquello que difícilmente se podía poner en palabras, ahora que aquel susurro se convirtió en un grito a todo pulmón, ahora no sabía qué hacer. ¿De repente era gay?¿Así como si nada tenía que ir y decirles a todos que les había mentido durante años, que se había mentido durante años? No, sospechaba que no funcionaba así el mundo. Oh, Dios, su abuelo se iba a enojar con él, no lo iba a entender. Mierda, ¿cómo seguía ahora?¿Cómo se enfrentaba con todos de golpe? Un suave golpe lo sacó de su espiral de desesperación y lo devolvió a ese pequeño espacio que siempre olía a limón —Lindo — dijo René con su voz rasposa —, no te quemés la cabeza con esto, simplemente disfrutá del momento, luego las respuestas llegan. —¿Cómo supiste que eras gay?— cuestionó él sin poder moverse dentro de ese pequeño y frío espacio. La risa áspera del morocho lo confundió. —No soy gay, bonito. Me gusta alguien y simplemente voy hacia esa persona, no me fijo en su género. —Vaya — murmuró él sosteniendo su cabeza con ambas manos. —Precioso, si tenés dudas de tu sexualidad solo puedo darte un consejo: experimentá con cuidado hasta que podás encontrar lo que te llena, lo que te hace feliz. No tratés de encasillarlo porque va a ser más difícil, simplemente dejá que todo fluya. Lo digo por experiencia. —Gra-gracias — susurró. —Un placer, bonito. Ahora me voy o mi prima me va a matar, tenía que llevarla a comprar algo para su hermanito hace dos horas. Que tengas mucha suerte — dijo y se marchó. Jamás lo había vuelto a ver, nunca más hasta hoy. Mierda, conocía a Ivy y parecían ser realmente cercanos. —Iván — llamó su madre luego de golpear suavemente la puerta de su habitación. —Sí, mamá, pasá — dijo sentándose en su cama. —Cariño, voy a casa de tu abuelo, parece que está peleando de nuevo con el jardinero — explicó su madre con una dulce sonrisa en su rostro. Ella trabajaba todo el día en aquel consultorio y al llegar a casa debía ocuparse de asuntos como éstos. ¿Su padre? Gracias a Dios el cabrón estaba bien encerrado en una cárcel al otro lado del país. —Dale mis saludos al abuelo — respondió devolviendo la sonrisa. —Ah, si salís por favor no te olvides cerrar bien la ventana del patio. —Mañana la arreglo sin falta — dijo con aquella seriedad que usaba cada vez que hacía una promesa. —Bueno. Te quiero. Llamá a tu hermana que dice que hace mucho no conversan — dijo antes de salir. Iván se dejó caer nuevamente en la cama, clavando sus ojos en el blanco techo. Su teléfono sonó y no contuvo la mueca al ver el mensaje de Jesica, en serio lo estaba fastidiando demasiado. No contestó y se decidió a navegar en sus r************* . Otra vez ese Marco estaba escribiendo tiernos mensajes que le aceleraban el corazón. Lo de René había pasado hacía mucho, no se enamoró de él ni nada similar, simplemente le impactó que aquel quien le abrió los ojos sobre su propia sexualidad, de repente estuviese parado enfrente de la Universidad, recibiendo, con una sonrisa, a una ex amiga. Que patético, ni siquiera pudo conservar la amistad de Ivonne por dejarse llevar por las apariencias. Ahora, tres años después, se seguía ocultando de todos, bajo miles de capas de hipocresía y estupidez. Mierda, realmente era patético. -------------------------------- —Hablá — ordenó René tomando asiento al lado de Riko. Ambos le daban demasiado miedo, seguro la iban a regañar como a una niña pequeña. —Resulta que el trío de idiotas van a la misma Universidad que yo — explicó rápidamente, casi sin respirar —. Al parecer cursan Ingeniería y compartimos algunas materias. No han hecho nada estúpido, por lo menos no en la Universidad— murmuró muy bajito al final. —¿Qué hicieron fuera de ella?— indagó Riko entrecerrando los ojos. —Pensaron que Dany era mi hijo… Y justo él tiene la misma edad que el tiempo que pasó aquello — dijo sin mirarlos. Bien, ahora el infierno caería sobre la ciudad. —¡¿Qué?! ¿Qué estupidez te dijeron?— gritó René poniéndose de pie. —Juro que si te dijeron algo me van a ver enojado en serio — aseguró Riko señalándola. —Sí, hicieron una estupidez. Y sí, gracias a Dios no tengo un hijo con aquel infeliz porque habría sido una situación de mierda, pero ya todo está aclarado. —¿Qué hicieron?— insistió René entrecerrando los ojos. Ivonne suspiró pesado y se dedicó a explicar todo lo sucedido desde el encuentro con el doctor Tempton hasta el enfrentamiento en la cocina. —Mierda, Ivy, debería partirles la cara — murmuró enfadado Riko. —Nada. Ya está solucionado— dijo ella —. Dany se lleva bien con esa nena y mañana empieza en la misma escuela que ella, no quiero problemas con su hermano por esta estupidez. —Juro, Ivonne Mayer, que si miran en tu dirección los cago a trompadas— afirmó René. —Podés cagarlos a piñas si querés, pero que no vayan al hospital— bromeó ella intentando aliviar la tensión. —Bueno, cambiando de tema, el sábado es la primera pelea, ¿estás lista? — indagó el morocho tratando de sacar la tensión de su cuerpo. —Hemos preparado varias opciones ya que no sabemos a qué se enfrentará, pero, dentro de lo que podemos hacer con la poca información que contamos, ya está lista — aseguró Riko. —Bien, princesa — dijo René con repentino buen humor mientras se acercaba a ella—, vamos a descansar que mañana hay que levantarse con tiempo para llevar a Dany a la escuela. Ivonne asintió, se despidió de Riko y salió junto a su primo para ir directo a casa. Solo esperaba que Dany se sintiera cómodo en ese nuevo lugar. ------------------- Esto era una verdadera mierda. El pequeño ni se giró para despedirse, simplemente siguió a Luz hacia el salón y no le dedicó ni un breve gesto. —Vamos, princesa, tenés que dejarlo ir — bromeó su primo apoyando su enorme mano sobre el hombro de ella. —Idiota — murmuró ella arrancando una carcajada al morocho. Ni bien ambos se giraron la tensión fue completamente palpable, perfectamente visible. Matías los contemplaba con la mandíbula apretada y los puños cerrados. Bueno, si el imbécil necesitaba decir algo seguro que los nudillos de René estaban dispuestos a escuchar. —Tranquilo— susurró Ivonne, trayéndolo a la realidad. —Que ni se acerque — murmuró él pegando su enorme cuerpo al de su prima. Mejor que al idiota le llegara el mensaje que ella no estaba sola, si decidía seguir adelante entonces le harían una linda visita junto con Riko. —Ivonne — saludó Matías. Ella simplemente lo miró y siguió su camino. "Eso ganás por ser un cabrón imbécil", se regañó antes de girar y seguir a la pareja hasta el estacionamiento. Debió contener el insulto cuando vio a Ivonne reír de aquella forma junto al enorme sujeto que parecía ser su jodida sombra. "Jamás reiría con vos después de la mierda que fuiste", susurró su mente con marcada maldad. El sonido de su teléfono lo distrajo de sus patéticos pensamientos. Sacó el aparato de su bolsillo delantero y se lo llevó al oído, no sin antes respirar un par de veces intentando bajar su furia. —Mateo — saludó atendiendo la llamada. —Ya está listo. ¿La barra quién la maneja? —Mora — respondió aún con mal humor. —Bien, me gusta esa mina. —Genial. —¿Todo bien?— preguntó al escuchar sus cortantes respuestas. —Solo vi algo que me puso de mal humor. Después te cuento — dijo y cortó. Subiendo a su auto le llegó un mensaje de Karen. Bueno, ella tal vez le ayudaría a sacarse esa mierda de sensación del pecho. Dos horas después estaba sentado en aquel banco en medio del salón de clase. Sus amigos aún no llegaban, pero mejor, esperaba una pequeña oportunidad para… Rápidamente se paró y caminó al fondo del espacio. —Necesito pedirte un favor — dijo susurrante y aquellos ojos verdes lo quemaron por completo. Su mente rápidamente volvió cuatro años atrás, a ese salón de clase, mucho más pequeño que este pero mil veces más asfixiante. —Necesito pedirte un favor — dijo poniendo su mejor cara de inocente. Ivonne levantó su mirada de aquellos libros y lo observó en silencio. —No llegué a terminar mi trabajo de Inglés, ¿podrías decir que lo hicimos juntos? Prometo compensarte con lo que quieras. Por favor — dijo plantando esa preciosa sonrisa de niño bueno. Si Ivonne hubiese sabido que solo era una sonrisa falsa, jamás habría accedido. Luego de entregar aquel trabajo, que le había llevado tres noches completas en las que apenas había dormido porque Dany no paraba de despertarse cada dos horas, se encontró con la bella tarea de seguir completando la tarea de aquel estúpido trío de idiotas que solo la agobiaban día tras día si no terminaba la de todos. ¿Qué pasaría si no lo hacía? Bueno, el que su mochila desapareciera misteriosamente luego de la clase de gimnasia le daba una buena idea. Al parecer la compensación de Matías Tempton era darle más tarea de la que podía resolver. "Que buen niño", bromeó en su mente sintiéndose patética luego de entregarles sus informes de Literatura, levemente diferentes el uno del otro para que no se notara que habían sido redactados por la misma persona. Ivonne esperó en silencio que aquel morocho continuara su discurso mientras preparaba el mate que la acompañaría en las largas horas de cursado. Sí, triste, pero le gustaba sentir la mirada de Matías sobre su cuerpo. "Dejá de ser patética", se regañó. —Juro que no será como esa vez — aclaró desesperado. La ceja levantada de Ivonne lo invitó a seguir hablando —. No entiendo nada de Integrales, ¿podés ayudarme? Prometo que te pago. —Trescientos la hora — respondió cruzando sus brazos sobre su pecho y apretando sus deliciosos senos de una manera demasiado exquisita. —Bien — respondió luego de aclarar su garganta. Debía dejar de mirarle las tetas o terminaría con una vergonzosa media erección. —El sábado no puedo, cualquier otro día está bien, no muy tarde porque tengo que volver temprano a casa — explicó sin mirarlo, tomando el lápiz entre sus delicados dedos y esperando para apuntar los días que el idiota le indicara. —¿Mañana después de cursar? — preguntó con la voz temblorosa. —Bien — respondió ella y lo anotó en aquella linda agenda. Matías no pudo evitar leer los horarios en donde varios decían "entrenar" en clara letra roja. Antes de poder seguir chusmeando el horario de aquella morocha ella cerró rápidamente la agenda. —¿Algo más?— preguntó con ese gesto de chulería que él desconocía completamente ya que toda la secundaria se había mantenido con la vista baja y apenas si respondía a lo que ellos le decían. —Nada. Te espero mañana en casa — aseguró—. Si necesitás llevar a Dany… —Él tiene quien lo cuide — interrumpió sin siquiera mirarlo. Bueno, Matías se podía imaginar quién. —Bien, si algún día necesitás que lo traiga de la escuela...— propuso. —Gracias, Tempton, lo tendré en cuenta — respondió fríamente.
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