Camila sintió cómo su respiración se aceleraba mientras su corazón latía con fuerza en su pecho. Mordió sus labios nerviosamente, tratando de ocultar la receta que tenía en la mano, cuando Pavel se acercó a ella con la mirada fija como un gato acechando. - Lo que sea que esté comprando el caramelo, cárgalo a mi cuenta. - dijo él con voz autoritaria a la encargada de la farmacia. Luego mostro una receta arrugada y sucia, como si la hubiera estrujado varias veces. - Claro, señor. ¿Me das tu receta? - preguntó la encargada a Camila. Camila guardó silencio y respiró profundamente. Sabía que todos los cargos y datos aparecerían en la factura de Pavel. - Yo... - “Encárgate de eso. No quiero que nadie más participe" - interrumpió Pavel a través de una llamada telefónica. Miró a Camila y agr