El carro se detuvo en una residencia lejana de la ciudad, donde un exuberante paisaje verde rodeaba el lugar.
Larissa fue la primera en bajar con la ayuda de Igor.
- Sígueme. – le dijo a Camila.
Camila decidió obedecer e tras ella hasta entrar en la lujosa mansión. Aun no sabía lo que estaba haciendo ahí. Quizás la querían para el servicio, algo que si podía hacer, pero tan pronto Larissa dio una segunda orden a una muchacha su corazón se aceleró.
- Llévala a que la arreglen y preparen para la boda.
- Si señora. – la muchacha como el otro hombre llegó a inclinarse. Tomó a Camila del brazo y le dijo. – por favor acompáñeme, el vestido y todo lo que va a utilizar está en la habitación de arriba.
Camila asintió y caminó junto a ella. La iban a casar y ni siquiera conocía al novio.
Al regresar a ver atrás, observó a Larissa entrar en una oficina y sólo avanzó a ver el cerrar de las puertas sujetas por una mano de hombre y unos ojos que no pudo distinguir que llegaron a mirarla de forma oscura y extraña.
Llegó a la habitación donde esperaban dos muchachas más, la sentaron frente al espejo y deshicieron el peinado para hacer otro completamente diferente. Llevaron los cabellos amarillos en una rosca alta, donde colocaron una tiara plateada con perlas, maquillaron con sutileza, entregaron un collar, colocaron pendientes en los lóbulos de las orejas, después dejaron ver un hermoso vestido de novia hecho por la más exquisita tela y al final, entregaron unos zapatos de tacón.
Cuando la desvistieron, Camila dejó el cuaderno debajo del vestido amarillo, pero una de las muchachas se dio cuenta, era viejo y de hojas sucias. Creyendo que era basura lo botó al tacho. Camila sólo pudo ver y guardar silencio.
Colocaron el pesado vestido, el velo de novia y después entregaron un ramo de flores. Camila se miró al espejo, estaba tan vacía que ninguna expresión se visualizó.
- ¿Puedo saber quién es el novio? – preguntó ante ellas.
Las tres muchachas se miraron entre sí. Sólo tenían una orden y esa era no hablar con Camila al respecto.
- Vamos, la ceremonia está por dar inicio. – dijo la mujer que la trajo.
Todas las muchachas salieron y Camila aprovechó la ausencia para tomar el cuaderno y esconderlo en el vientre.
Al llegar a la sala para unirse a la ceremonia, terminó por caer frente al cura y los presentes debido al pesado vestido y los altos zapatos. Sintió un agudo golpe en las rodillas como en el tobillo que se quejó en silencio. Determinada a seguir, se levantó por sí sola soportando aquel dolor.
Observó una pequeña decoración y sólo pocos invitados que se reducían a una familia de cuatro. Larissa estaba sujetada del brazo de un niño no más de siete años. Tenía la mirada simpática y las mismas características que ella, sólo que era más sombrío y sus ojos eran de diferente color. También había otro muchacho con el mismo parentesco, de hombros anchos al igual que la espalda, alto y robusto que no pasaba de los 26 años. Seguido de él un joven de 28, unos centímetros más alto que el anterior y algo más musculoso. Ambos utilizaba gafas oscuras, mantenían las manos unidas, lo que les hacía ver con un aire enigmático.
Sus rostro era duro y hasta decepcionante. Como todos ellos que tenían los cabellos negros azabaches a excepción de la madre.
Camila suspiró y caminó con determinación hasta acercarse al cura, quien sorprendentemente no tenía delante a ningún novio esperando.
Sin ninguna explicación adicional, el hombre tomó unos documentos y procedió a casarla.
- Camila Lewil, hoy unes tu vida con Rupert Romanov y lo que Dios a unido no los separará hasta que uno de ustedes muera.
“Muerte” por qué tenían que hablar de la muerte cuando Camila ha escapado de sus garras.
- Firma aquí. – señaló.
Camila miró los documentos, sabía leer como escribir gracias a la mucama y a su diario. Observó las hojas donde ya permanecía una firma. El que iba hacer su esposo había firmado incluso antes de iniciar la ceremonia. Miró en dirección a la familia Romanov confundida y preguntándose si él estaba ahí y por qué no quiso estar frente al cura como ella. Ninguna de sus miradas le dijo nada. Todas eran vacías y la de los jóvenes cortantes y decepcionante.
Tomó la pluma y dejó su firma a lado de Rupert Romanov,.
A medida que las palabras del cura resonaban en la mansión, el enigma se profundizaba para Camila. ¿Quién era Rupert Romanov? ¿Qué relación tenía con ella? Y lo más inquietante, ¿Por qué la compraron para casarse con desconocidos?
Cuando el cura llegó al fin de la ceremonia la familia se disolvió a pasos cortos, pero antes Larissa dio una orden.
-
Llévala a su habitación y hazle saber las reglas.
- Si señora.
La criada tomó a Camila del brazo y antes de subir las escaleras, Camila miró una última vez a cada uno de la familia Romanov que estaba por desaparecer. Sólo sabía el nombre de su supuesto esposo como única pista y no sabía cuál de ellos era peor.
. . . . . . . . . . . .
Al llegar a la habitación, Camila notó que era lujosa, calidad y confortable. Tenía muebles, una TV, espejos y lo mejor de todo una cama. También había un balcón que daba al jardín.
- Esta va a hacer su habitación desde ahora en adelante. – dijo la joven que acompañaba a Camila. – el amo Rupert vendrá está noche. Está prohibido que prenda la luz en su ausencia o que alce la mirada. Podrá hacerlo cuando él no esté. Si quiere salir tiene todo un día, al igual si necesita algo, pero tiene le obligación de informarme primero. Yo estaré a su servicio.
Camila tenía muchas preguntas, desde saber quién era su esposo hasta entender por qué la habían comprado los Romanov, pero prefirió preguntar.
- ¿Él vendrá todas las noches?
- Sólo por hoy, a menos que desee verla otra vez. Las reglas siguen siendo las mismas.
Camila aún estaba confundida, pensando en si era bueno o malo estar ahí. Su tobillo llegó a dolerle y el estómago crujió.
- Puedes traerme agua y sal, también algo de comida, por favor.
El agua y la sal era para curar el tobillo, era la única medicina que conocía y la que se aplica cuando lastimaba los pies al ir por leña o por estar descalza.
La muchacha asintió ante la orden y caminó hasta salir por la puerta, y después cerrarla.
Camila decidió tomar asiento a orilla de la cama y esconder el diario debajo de la almohada. El colchón era suave que se sentía tan bien. Retiró los zapatos, sus pies estaban cansados que al masajearlos un leve dolor apareció en el tobillo.
- Ya voy a curarte. – dijo.
Miró para la ventana y caminó a pasos cortos hasta llegar. Observó la noche y uniendo sus manos dejó un gracias por tener un lugar donde dormir.
A los pocos minutos la puerta sonó, tenía que ser él. Camila se recompuso, apagó la luz y esperó a orillas de la cama con la mirada en el suelo. Bajó la completa oscuridad, escuchó unos pasos acercarse y luego detenerse frente a ella.
Unas manos frías recayeron en sus hombros que la hicieron brincar. Fueron guiadas a los cabellos donde desató el peinado y la larga cabellera con risos recayó a la cintura. Camila cerró los ojos cuando escuchó el cierre de su vestido ser desplazado. “¿Por qué otra razón vendría el novio sino era por la primera noche de casados?”
Cuando el vestido cayó al suelo, Rupert quedó a observarla. Parecía ver en la noche tal cual un gato.
Camila trató de cubrirse al sentir algo de vergüenza, pero él llegó a detenerla al tocar de su mano.
Llena de nervios por lo que estaba por suceder, Camila le preguntó tímidamente.
- ¿Se acostará conmigo está noche, amo Rupert?
Ruper guardó sueño envió limitándose a responder. Retrocedió hasta estar en la puerta y antes de marcharse habló.
- Yo no te tocaré.
Camila llegó a quedar de una pieza por su voz. Con un acento ruso, culta, neutra y hasta fría.
Escuchó el cerrar de la puerta y ella fue aprender la luz de inmediato. Tenía el corazón acelerado y la respiración igual. Al mirar a un mueble se dio cuenta de que ahí había una nota escrita. La tomó y empezó a leerla.
“Tu estadía en esta casa será como la de un fantasma, pocos sabrán que existes. No te atrevas a siquiera a pensar en verme a los ojos o a tratar de verme al rostro, está prohibido, no te quiero ver ni la sombra. Tampoco se te ocurra tocarme.
Recuerda que sólo eres una esposa de papel que fue comprada y que será ignorada por mí desde el día de hoy.
Madelin te atenderá hasta donde se lo permita. No rompas las reglas o el primero en morir serás tú, Camila.
Con el pasar del tiempo, se te dirá cuál es el objetivo de estar en esta casa”
Era una advertencia, la más dura de todas. Sus palabras escritas removieron el corazón hasta el punto de preguntarse cómo una persona que no conoce, se ha enojado en el día uno o quizás hasta odiado sin razón.
La habitación estaba en silencio, solo rotaba por el sonido de su respiración y los latidos acelerados de su corazón. Respiró guardando cierta nostalgia. No era merecedora de verlo, tocarlo y tampoco de saber quién era.
El hambre pronto empezó a apretarla y al no tener comida, caminó hasta el baño donde llenó de agua el estómago. Era lo que hacía cuando no le daban de comer y por lo visto, seguirá haciéndolo, ya que Madelin nunca fue a dejar lo solicitado y peor el agua con sal para curar su tobillo.
Decidió tomar asiento en la cama y con el corazón apesadumbrado tomó el diario decidida a escribir, pero antes dijo.
- La felicidad, tampoco está aquí.