Comprada

1840 Words
Camila se encontró en una habitación desolada, donde la oscuridad se adueñaba de cada rincón. El aire gélido y húmedo atravesaba sus ropas raídas y delgadas, haciendo que su cuerpo temblara sin cesar. El único mueble presente era un colchón sucio y desgastado, que yacía en el suelo como única cama. Las lágrimas congeladas dibujaban un mapa de su sufrimiento en su rostro cansado mientras trataba de calentar las manos en aquel abandono. Al escuchar unos pasos fuertes que amortiguaron los oídos, se puso de pie de inmediato al mismo tiempo que tomaba una vieja cuchara del suelo. De repente la puerta chirriante se abrió, un hombre jovial de cabellos negros con pocas canas y alto acompañado de dos hombres interrumpieron en la habitación. Era una figura siniestrade de mirada fría y despiada. - ¿Cómo estas hija? – preguntó Cansino dejando ver una sonrisa bufona, modesta y escalofriante. Camila sintió un escalofrío recorrer por todo el cuerpo que obligó a quedarse inmóvil. Guardó silencio ante su padre, el mismo hombre que la envió a un internado a encerrarla a la edad de trece años. Cansino movió la mano en el aire con un movimiento leve, los hombres entendieron y dejaron solos. Él terminó por entrar en la húmeda y fría habitación, sus pasos eran profundos como el mirar de sus ojos. - Feliz cumpleaños. – el hombre dejó ver una bolsa raída y desgastada que después la tiró a los pies descalzos de Camila. – te pondrás eso. Hoy sales de aquí. – demandó y salió de la habitación. Sus palabras, aunque sonaban a la libertad que Camila tanto deseaba, también sonaban a maldad pura. Tiene tres años encerrada y hoy cumplía 16, ¿Cuál podía ser su regalo de cumpleaños? Confundida y asustada, Camila obedeció a su padre y se puso las prendas que encontró en la bolsa, un atuendo tan desgastado como su propio colchón. Con el corazón latiendo acelerado en su pecho se quedó a esperar. En ese momento sus hermanas mayores, dos gemelas idénticas entraron, quienes la miraban con miradas llenas de malicia. Sin previo aviso, la sujetaron con fuerza y comenzaron a bañarla con agua helada procedente de una manguera a presión. El líquido frío golpeó su cuerpo maltratado y vulnerable, haciéndola estremecer de dolor. Las lágrimas se mezclaban con el agua, pero ella se aferraba a la esperanza de un futuro mejor. Con algo de fuerza en una voz temblorosa les dijo. - Deténganse por favor. - ¿No lo entiendes? – cuestionó una de ellas sin dejar de burlase. – debemos de bañarte, que el agua entre hasta por las orejas. Camila empuñó sus manos indefensa, era inútil suplicar que pararan. Cerró los ojos en espera que ellas terminaran pronto y mientras lo hizo pidió a Dios que las perdonara. El baño demoró casi media hora, Camila tuvo que soportarlo siendo cada minuto una verdadera agonía. Sus hueso dolían como si hubieran incrustado dagas afiladas una a una y en las piernas la hubieran penetrado alambres de púa. Pronto empezaron ha fallarles entumidas por el frío y el dolor. Su cuerpo estaba congelado que terminó por colapsar en el suelo perdiendo por completo la batalla. Después de ese acto inhumano, Camila fue arrastrada a otra habitación. Recuperando la conciencia y sentada en una silla frente al espejo, observó como una de sus hermanas sacaban de otra bolsa un vestido amarillo con bordes blancos y caídas de campanas, zapatillas del mismo color y accesorios para el cabello. La vistieron, trenzaron los cabellos colocando los accesorios y luego la maquillaron en su rostro. Al mirarse por primera vez en el espejo, se dio cuenta lo mucho que había cambiado todo su cuerpo. A pesar de haber padecido por años, se convirtió en una señorita de cuerpo tonificado y belleza natural. Sus cabellos a diferencia de sus hermanas y padre que eran negros azabaches, los de ella fueron de color amarillo como los rayos de sol que mantenían risos perfectos, ojos dorados como la miel, labios por naturaleza de color cereza, la piel mucho más pálida que las de sus hermanas y era algo más pequeña. - ¿Por qué me han arreglado y vestido de esta forma? – preguntó Camila con cierto temor a Aurora. - No hay tiempo de explicar. Padre nos está esperando. – dijo de inmediato ella. Tomaron por segunda vez a Camila del brazo y obligaron a caminar. Al salir del internado donde parte de su vida fue consumida, observó un carro que las esperaba en las afueras. Al subir, Camila observó las calles y se dio cuenta que el invierno llegaba a su fin y la primavera daba inicios de aparecer. Estiró los labios débilmente al sentir un rayo de sol recaer en su rostro como en su mano, era cálido tal cual lo recordaba. Camila fue llevada a una siniestra residencia, la morada de su padre. Era un lugar oscuro, donde la esperanza parecía haberse extinguido hacía mucho tiempo. Por su mente pasaron malos recuerdos. Camila sólo tenía cinco años, un día después del fallecimiento de su madre recuerda a su progenitor ir a la que era su habitación, regarle agua helada en el cuerpo y luego decirle. “Tienes dos opciones, servir o morir” Ella eligió servirles porque no deseaba morir. A esa corta edad iba por leña y mantenía limpia a toda una casa, pero al cumplir los trece enfermó. Su cuerpo no daba para más y le pedía descanso a gritos, sobre todo los pies que estaban heridos y ensangrentados al andar descalza. Fue esclavizada por su propia familia. Cansino al verla completamente inútil e inservible la envió a un internado con el objetivo de que muera ahí, pero resultó que Camila continuó viviendo por tres años más. Sus hermanas la llevaron escoltadas hasta entrar en la morada. Por la mente paseaba la pregunta, ¿Qué hacía ella ahí y por qué la sacaron del internado? Al entrar en la oficina, Camila notó que su padre estaba acompañado por un hombre. Era regordete y calvo que triplicaba su edad, muy bien vestido y de calzado resplandeciente. Él al verla dejó ver una sonrisa de satisfacción y dijo emocionado. - Comprada. A continuación dejó sobre la madera tres filas de billetes de cien. Una sonrisa implacable y siniestra apareció en el rostro de Cansino. Él estaba endeudado que las deudas estaban por ahorcarlo y como opción decidió vender a Camila. Sin remordimiento alguno la miró y le dijo. - Ve con él, ahora le perteneces. Pórtate bien y Camila, no nos hagas quedar mal. Camila guardó silencio al mismo tiempo que cerraba los ojos. Esperaba tener algún tipo de sentimiento, sin embargo fue nulo. Su padre era una persona horrible que no fue una sorpresa para ella. Aceptó la decisión y caminó juntó al hombre sin mover un músculo del rostro y sin saber lo que le esperaba. Mientras lo hacía observó miradas y risas bufonas por parte de sus hermanas. Fue vendida el día de su cumpleaños para ellos tener una vida más estables y apaciguar las deudas. De alguna u otra forma se deshicieron de Camila. - Yo los perdono. – dijo Camila en alto antes de alejarse dejando a la familia con caras alargadas y hasta ofendidos. Su noble corazón no guardó ningún tipo de rencor. Ignoró lo que padeció por años y prefirió perdonar. Al salir por la puerta grande observó un carro estacionado fuera. Era una camioneta de color azul con vidrios blindados. Antes de dar un paso más, la vieja mucama con lágrimas en los ojos la detuvo al reconocerla. Se acercó y la abrazó, brindándole un fugaz consuelo en medio de la adversidad. - Camila. – llamó con voz quebrada mientras tocaba el dulce rostro de la muchacha, algo pálido y cansado. Del bolso la mujer entregó un cuaderno que ella había guardado en ausencia de Camila, era su diario. También le entregó una piedra simple en las manos. – toma y ponte al día. No dejes de escribir que en algún momento vas a tener que llegar a la página donde escribas tu felicidad. – agregó con sus emociones a flote. Camila limpió las lágrimas de la mujer, quería hacer algo más por ella y lo único que avanzó fue a darle un beso en la frente. No obstante, aquel gesto de cariño fue interrumpido rápidamente, ya que el comprador tenía prisa y no podía demorarse. Continuó con los pasos junto al hombre hasta lograr subir y tomar el asiento del copiloto, él se sentó junto a ella y le dijo. - Ahora te llevaré donde tus dueños, muchacha. Por sus palabras Camila dedujo que se trataba de una compra por terceros, sólo pudo asentir y desear que quienes la compraron no la traten peor que su propia familia o en el internado. Observó aquella casa por última vez donde pasó en esclavitud y desolación largos años de su vida, deseaba no volver ahí y deseaba de corazón que a donde fuera, sea un lugar mejor aferrándose a una chispa de esperanza. Al mirar al frente notó que un gato de pelaje n***o la observaba con detenimiento, sus ojos eran profundamente verdes e impactantes que llegó a sorprenderla. El felino sostuvo la mirada con ella un tiempo más y luego se alejó. Camila respiró hondo al mismo tiempo que sostenía sus manos y cerraba los ojos. “Dios, ayúdame” El auto arrancó, y no paró hasta llegar a un restaurante. - Ven conmigo. – volvió a decir el hombrecillo y ayudó a que ella bajara del carro. Camila fue tras él y se encontró con otro vehículo en el que los esperaba la persona que había comprado a la joven.. La puerta de atrás del auto se abrió, él inclinó el cuerpo y le dijo a la persona de adentro. - Es ella, señora Romanov. Larissa Romanov, una mujer elegante y de semblante duro abrió un poco más la puerta y permitió que Camila entrara. - Eso es todo, Rachel, puedes retírate. – le dijo al hombre con acento ruso. Él llegó hacer una tipo reverencia ante ella y se alejó hasta subir a la camioneta y luego desaparecer. Camila se mantuvo en silencio mientras que su corazón latía desesperado y le gritaba miles de cosas.. Se aferró a su cuaderno como si este pudiera salvarla. Sin perder tiempo, la compradora se dirigió directamente a Camila y le preguntó con voz fría. - ¿Padeces de alguna enfermedad? La joven temerosa, pero determinada lo negó al mover su mirada. La mujer asintió complacida. Sobre las manos tenía un certificado médico general de la muchacha que se le fue entregado antes de la compra. Levantó su voz y los automóviles arrancaron, dejando tras de sí la incógnita de qué depararía el destino para la vida de Camila. Con cada kilómetro que avanzaban en aquel camino incierto, el viento soplaba en su rostro, llevándose consigo las lágrimas de su pasado y dejando en su lugar una resolución inquebrantable.
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