El camino de Dover se encontraba en buenas condiciones, ya que era recorrido a menudo por el Príncipe Regente, así que viajaron a mayor velocidad de lo que Alicia preveía. En cuanto a la señora Belton, dejó de preocuparse por llegar a tiempo para alcanzar el barco. Alicia no tardó en descubrir que su acompañante era una incansable e indiscreta parlanchina. Habló acerca del tiempo que había estado en Londres, de lo mucho que deseaba volver a ver a su esposo y de lo aburrido que a él y a los demás oficiales les parecía estar en el Ejército de Ocupación, pues en realidad no hacían nada. −La Guerra es una cosa y la paz otra muy diferente, Lady Charis− comentó la señora Belton−, si queremos ser justas, no podemos culpar a los hombres por preferir las emociones de la Guerra. −Yo creo que la