Capítulo 2. Vete entonces. No necesito que nadie se quede.
Maximiliano intenta comprender lo que escucha, trata de asimilar cada palabra que le dice su amigo y doctor, pero le es imposible hacerlo, acaba de enterarse que todo su personal en el vuelo falleció y que él, el único sobreviviente no podrá caminar jamás, y no solo eso, sino que ahora todos lo consideran un milagro, un maldito milagro por no haber muerto junto con los demás.
-- ¿Qué significa eso?, ¿Qué debo agradecer por haberme salvado? – lo mira incrédulo,
-- ¡Vamos hombre! – lo imita, mirándolo con sarcasmo,
-- Ve a traerme a todos los familiares de mi personal fallecido y diles que estoy feliz por ser el único sobreviviente – le gritó al doctor en la cara,
-- Hubiera preferido morir con todos ellos – le dijo, jalándole la bata de doctor, su madre se llevó las manos al rostro, no podía ver a su hijo así. De pronto Maximiliano perdió el equilibrio y terminó cayendo al piso, el doctor y la enfermera no pudieron detenerlo, Max se arrastró, intento ponerse de pie, pero fue en vano,
--¿Estoy paralizado? – gruño golpeando sus piernas con los puños, ni siquiera podía levantarse y caminar para pedir perdón por haber sobrevivido…
Joel presiono un botón y dos enfermeros llegaron de pronto, los tres levantaron al CEO y lo subieron nuevamente a la cama, el médico miraba al paciente con lástima y pesar, Maximiliano esperaba una respuesta,
-- Por ahora, así es Max. La verdad ni yo tengo una explicación para lo que pasa. Necesitarás mucha rehabilitación y terapia. Creemos que tu parálisis puede ser de origen psicológico. A veces, el trauma extremo puede causar este tipo de reacciones – le responde el doctor Fernández intentando darle una explicación razonable a lo que le estaba pasando.
Las palabras del doctor cayeron como un balde de agua fría para él, quien se quedó en silencio, incapaz de procesar lo que acababa de oír, sintiendo como todas las miradas estaban llenas de lástima hacía él.
Las semanas siguientes fueron un tormento para Maximiliano. A medida que su cuerpo sanaba de los golpes y contusiones, su espíritu se iba quebrantando, eso sin mencionar la innumerable cantidad de reporteros que intentaban una primicia con él, a los cuales había que botar de la clínica cada vez que lograban pasar la seguridad.
La rehabilitación era lenta y dolorosa, y cada día que pasaba sin señales de mejoría solo aumentaba su frustración. Nadie llegaba a comprender porque podía sentir dolor y todavía no podía caminar. La encantadora sonrisa que solía iluminar su rostro había desaparecido por completo, y esta fue reemplazada por una mirada fría y llena de ira, el seguro determinó que la tragedia fue un accidente, las familias de sus empleados fallecidos recibieron una bonificación millonaria por sus familiares perdidos, y la empresa también recibió una buena suma de dinero. Sin embargo, Maximiliano solo veía deficiencias en cada documento que su pobre secretaria le hacia llegar a la clínica.
Un día, durante una de las sesiones de rehabilitación, Max perdió por completo el control.
-- ¡Esto es inútil! – gritó iracundo, empujando a un lado los equipos de ejercicio consiguiendo que todos los enfermeros lo dejen solo,
-- ¡Nunca voy a volver a caminar!, es una maldición no haber muerto en ese accidente – gimió de dolor, El fisioterapeuta, acostumbrado a este tipo de reacciones en sus pacientes, fue el único que no lo dejó solo y fue quien se acercó a él para tratar de calmarlo.
-- Señor Rossell por favor, tiene que seguir intentándolo. Toda rehabilitación lleva tiempo y esfuerzo y usted no es una persona que se dé por vencida – le dice, luego de haber investigado en las redes el éxito empresarial de su paciente,
-- ¡Déjame en paz! – espetó Max, alejándose en su silla de ruedas. Había perdido mucho tiempo con ese accidente tres meses encerrado en la clínica mientras según él su empresa se estaba alejando de lo que era, él debía volver si no quería que Rossel Enterprise deje de figurar en el mundo empresarial.
Maximiliano abandonó la clínica, su terapia y sus rehabilitación, la frustración y la ira se convirtieron en la nueva normalidad para él. En los negocios, su comportamiento se volvió aún más despiadado, sus empleados que antes lo admiraban ahora le temían, se había convertido en un demonio y la empresa se convirtió en un reflejo de su dolor y su rabia.
Melisa se desentendió de él, con el pretexto de su trabajo como modelo y aduciendo que estaba cansada de soportar su amargura, finalmente lo dejó, incapaz de reconocer al hombre del que una vez decía haberse enamorado, ella se apareció un día en la empresa con una expresión determinada, Maximiliano estaba sentado en su silla de ruedas observando un nuevo contrato que debía firmar, una nueva expansión para su empresa algo que lo ayudaría a recuperar los tres meses que había perdido tendido en esa cama según él.
Melisa llegó e ingresó a la oficina de él, Max ni siquiera levantó la mirada al sentirla, le guardaba rencor por no haberla visto durante todo el tiempo que estuvo hospitalizado luego del accidente, pero según le había dicho ella, no pudo visitarlo por su trabajo, además de vivir un cuadro de depresión por su culpa y tuvo que permanecer medicada mientras él intentaba recuperarse solo.
-- Max, tenemos que hablar – le dice ella,
-- ¿Qué ocurre? – le responde Maximiliano levantando la mirada mientras le señalaba la silla que esta frente a él, ella prefiere quedarse de pie. No quería estar mucho tiempo en el mismo lugar observándolo en si silla de ruedas,
-- No puedo seguir así. Ya no eres el hombre del que me enamoré. Esto... esto es demasiado para mí – le dice ella, tratando de mantener la compostura, mientras él la observa con detenimiento. A un lado Maximiliano tiene el registro de la tarjeta de crédito sin límite que él le había entregado para que ella comprara lo que quisiera, Melisa no fue a verlo por trabajo y depresión, sin embrago, los consumos en restaurantes y las compras de diseñadores habían aumentado desde que él tuvo su accidente, Max cerró la carpeta que tenía a su lado, para mirar fijamente a la mujer frente a él, podía ver la ropa que llevaba puesta, todo parecía nuevo, incluso el bolso que llevaba en ese momento parecía recién comprado, él solo asintió antes de volver a hablar,
-- ¿Estás diciendo que me vas a dejar? – le pregunta serio,
-- Sí. Lo siento Max, pero no puedo seguir con alguien que ha cambiado tanto y que no muestra signos de querer mejorar, me llamaron de la terapia y me dijeron que dejaste de asistir a tus ejercicios incluso no has querido ir a ninguno de tus consultas con psiquiatría – le respondió Melisa decidida, se podían apreciar algunas lágrimas asomarse en sus ojos, mientras pestañaba.
-- Hace más de dos semanas que deje las terapias Melisa, ¿Por qué recién vienes a ver cómo estoy? – le pregunta él dejándola completamente asombrada, ella recibió un mensaje en su correo, pero lo había abierto recién hoy,
-- Sabía que nunca me amaste de verdad. Solo estabas conmigo por mi éxito y mi dinero. Ahora que ya no soy el mismo, te vas – le dijo Max con amargura,
-- No es solo eso, Max. Ya no puedo soportar tu ira, tu resentimiento. Necesito seguir adelante con mi vida – le dijo Melisa, dando un paso hacia la puerta.
-- Vete entonces. No necesito que nadie se quede a mi lado – le espetó él, girando su silla de ruedas para darle la espalda mientras presionaba sus puños sobre sus piernas. Melisa salió de la habitación sin mirar atrás, dejando a Max solo con su dolor y su amargura.
-- ¿Por qué no puedo simplemente desaparecer? – murmuró Max para sí, mirando el techo de su oficina, sintiendo el peso de su existencia, su vida se había convertido en una rutina de sufrimiento y odio, y parecía que no había ninguna luz al final de ese maldito túnel oscuro…