Emilia se mantuvo en silencio, sin saber que responder. Por una parte, sentía que tenía derecho a saber, a reclamar, pero por otro no. Eso significaría que, si estaba celosa, por ello no dijo nada.
—No —afirmó Iker—, son nada importante —quería dejar muy claro eso—. Soy un director de cinematográfica, las mujeres con las que me has visto son modelos, actriz, y colegas. Nada más —aclaró.
No tenía tiempo para aventuras. Había alguien en su corazón, sobre todo, alguien en su casa que era su esposa, aunque no la amaba (según sus pensamientos) merecía respeto.
Él no iba a ser como sus familiares. Jamás haría tal cosa. Era por esa razón que todos ellos lo despreciaban, por querer ser una persona diferente.
—¿Algo más que desees saber? —la miró intensamente que ella no pudo mantenerle la mirada, sin embargo, dijo algo que no debió decir.
—Este matrimonio es falso.
Iker sonrió y Emilia sintió su pecho acelerarse. Él tenía una sonrisa muy hermosa que la dejaba embobada cada vez que sonreía. Debió molestarse cuando se burló de su pregunta, incluso debía estar enojada por obligarla a casarse con él y apartarla de Kaan, pero dentro de ella no existía ni el más mínimo rechazo hacia esa persona.
—Una boda que se realizó con todas las de la ley, como se acostumbra de donde provenimos, porque sé que hasta tu familia proviene de ese lugar; ¿crees que puede ser falsa? —sus miradas seguían conectadas, como dos láseres de robots colocados en esa misma dirección.
—Entonces ¿por qué dormimos en camas separadas? —Aun con la mirada puesta en ella, Iker dijo.
—Desde esta noche, dormiremos juntos. Es más, tus cosas ya están en mi habitación —Emilia sintió que su pecho explotaba en latidos, incluso su cuerpo tembló ante la imaginación de compartir la cama con ese hombre.
Después de la cena, Emilia fue a su habitación y, verdaderamente, las cosas que habían comprado para ella ya no estaban en su lugar, incluso la cama había desaparecido. Emilia se rodeó el vientre con sus propias manos, sintiendo un escalofrío envolverla. Sus piernas temblaban solo al pensar en caminar a la habitación de Iker Lanús.
—Señora —una amable empleada se acercó—, la habitación que ocupará esta noche es la principal y… esta en el fondo —observó a Emilia confundida— ¿Desea que la guie?
Emilia negó.
La empleada se fue, y Emilia se tomó el tiempo necesario para poder seguir hacia esa dirección.
Aunque sabía que Iker permanecía en el despacho, tenía temor de ir hacia la habitación, pues sabía que en cualquier momento él aparecería.
Armándose de valor decidió ir, ingresar a la recamara que compartiría con su esposo. Estando dentro observó le lugar, tenía una amplia cama, donde una familia de diez cabía en ella. Las paredes estaban pintadas de n***o y blanco, y cada cosa estaba ubicada en su sitio.
Cuando su mirada se posó en aquel cuadro enorme, pero muy enorme que ocupaba la pared de la puerta, frunció el ceño. Era ella, en un lugar en el que no recordaba haber estado, pues ella casi nunca salió de su casa, estuvo más del tiempo prisionera en su propia casa desde su nacimiento hasta el día de su boda.
La ciudad la había conocido por noticias o programas de televisión, hasta que Kaan empezó a sacarla a pasear. Era ahora cuando tenía libertad de salir y conocer el mundo.
¿Por qué había un cuadro con su imagen? ¿Cuándo le habían tomado esa fotografía? ¿Qué era ese lugar? ¿Dónde quedaba?
Emilia se sobresaltó al escuchar la puerta abriéndose, se giró inmediatamente encontrando a Iker parado en la puerta.
—Esa mujer —apuntó el cuadro— ¿Soy yo? —Iker apartó la mirada de Emilia y la posó en la pared, observó el cuadro y suspiró profundo.
—Efectivamente, eres tú —volvió la mirada a ella— ¿no ves lo hermosa que está? —ese cumplido no pasó desapercibido para Emilia, pero no provocó ningún sonrojo, pues quería saber que mismo era lo que estaba sucediendo, ¿por qué había un cuadro de su rostro en un lugar donde nunca había estado?
—¿Cuándo lo envió a pintar? Ese sitio, ¿dónde queda?
—Haces muchas preguntas —pasó hacia la habitación, fue directamente al vestidor y ella lo siguió.
—Pero, me acaba de conocer hace… semanas, ¿Cómo es que algo tan grande como eso, se elabora en tan poco tiempo? Además, no recuerdo haber estado en ese sito donde me hayan tomado alguna fotografía…
Las palabras de Emilia se atascaron al momento que vio a Iker sacar su camisa blanca y dejarla caer en el suelo.
Joder que la boca se le secó, pues ese hombre tenía una grandiosa espalda que la dejó sin aliento, y cuando se giró, dejándole ver sus pectorales, las piernas de Emilia temblaron.
Iker caminó hacia ella, y Emilia no pudo ni recular. ¿Era ahí donde se consumaría el matrimonio?
—El cuadro —balbuceó mientras caminaba hacia ella y la miraba fijamente a la cara (porque los ojos de ellas estaban clavados en su cuerpo)—, lo envié a crear hace siete años—ante esa confesión, Emilia levantó la mirada.
—¿Siete años? —la voz le salió en un susurró—, pero… no —tragó—, me conocía —respiró pausadamente porque lo tenía tan cerca que podía respirar su mismo aire.
—En persona, pero ya te había visto en mis sueños —le levantó el mentó para que mirara directamente a sus ojos, ya que ella le miraba los labios—, cada noche, durante los últimos diez años —humedeció sus labios—, apareciste tanto, que me grabé tu rostro, y solo tuve que sentarme frente a un amigo y describirle tu rostro para que él, me trasformara ese cuadro —ahora fue él que bajó la mirada a los labios de Emilia—, tú dijiste haberme soñado —la miró de nuevo a los ojos—, ¿de qué forma me soñabas?
Las mejillas de Emilia se pusieron rojas como un tomate, apartó la mirada de Iker porque se sintió avergonzada, intentó alejarse, pero él le agarró el mentón con más firmeza y volvió a cuestionar—, ¿de qué manera me soñaste?
—De ninguna manera —se alejo apresuradamente. No iba a aceptar que había soñado con ese hombre en cosas indebidas cuando tenía novio.
Lo había soñado besándose, en momentos muy comprometedores. Incluso dejó de ver la televisión para no imaginarlo, pero eso fue imposible. Decidió casarse lo más pronto posible para así tener un esposo con el cual llevar a cabo esos inapropiados pensamientos que ese hombre que vio en la televisión, le provocaba con deseo.
—Yo no lo conocía, y no podría haberlo soñado.
—Estás mintiendo niña —caminó de nuevo hacia ella.
Al detenerse delante le acarició el rostro con sus dedos, provocando que la respiración se le detuviera y cerrara los ojos instintivamente.
—Yo —susurró Iker—, te he soñado de muchas formas —su boca casi rozaba a la de Emilia—, tantas que —soltó un grueso suspiró que hizo estremecer a Emilia—, hasta conozco cada parte de tu cuerpo —susurró rozándole los labios.
Tenía los ojos cerrados al igual que ella, estaba a punto de perder la cordura y besarla cuando el recuerdo de aquella mujer cruzó por su mente y, eso bastó para que se alejara apresuradamente hacia la ducha.
Emilia se quedó ahí, con los ojos cerrados, temblando ante su cercanía, su toque. De pronto se sintió helada, y fue cuando se alejó y la dejó ahí.
Ese hombre estaba loco, definitivamente loco, y parecía querer arrastrarla a su loquera.
¿Cómo podía soñar a alguien que no conocía? Eso era imposible, salvo que supiera de su existencia y la estuviera observando secretamente mientras paseaba por los jardines de su casa con Kaan.
En medio del agua fría que caía en su cuerpo, Iker estaba abatido por un tumulto de pensamientos y recuerdos de esos sueños. Sentía que su cabeza iba a explotar de tanta cosa. Esa joven estaba acaparando todos sus pensamientos.
En el viaje no dejó de pensarla. Anhelaba soñarla como antes, pero no pudo. Fueron dos semanas interminables en los que solo deseaba regresar para verla.
Ahora ya no podía conformarse con verla en ese cuadro, ahora ya podía verla en cuerpo y alma, incluso podía tocarla, sentirla. Y vaya que, si deseaba tocarla, tenía unas intensas ganas que, amenazaba con volverlo loco, pero no podía perder la cordura.
Estaba seguro de que solo era porque contenía el corazón de Lina, y era por ese corazón que se había casado con ella, sobre todo, había pedido a sus empleados pasaran las cosas de ella a la suya, porque quería escuchar latir el corazón de Lina cada noche. Solo por eso Emilia Casper dormiría en su cama, por nada más.
Salió de la ducha y vio a Emilia en el balcón, se detuvo un segundo a contemplarla, pero cuando sus miradas se encontraron se marchó de nuevo al despacho, tenía mucho trabajo que hacer.
Emilia aprovechó para meterse a la ducha. Aunque había visto a Iker salir nada le aseguraba que regresara, a pensar de que eran esposos, ella no se sentía preparada para que él la viera de esa forma.
Ya acostada en la cama dio vuelvas y vueltas esperando el regreso de Iker, pero este se encontraba en el despacho, con la mirada puesta en la oscuridad y un cigarrillo entre sus manos.
Sus negros ojos estaban puestos en un punto blanco y su mente en nada, simplemente estaba ido, tratando de comprender que era lo que había pasado. Sentía que él no era normal, que alguien normal no soñaría con una mujer que ni conocía.
Había llegado a la conclusión de que ya estaba predestinado a conocer a la donante del corazón de Lina, y la soñaba desde antes de que sucediera aquella desgracia.
Era de madrugada mientras Iker continuaba contemplando la oscuridad, y sus ojos no parecían tener intenciones de cerrarse. Su celular vibró en el escritorio, ni siquiera se dignó en mirar quien le llamaba, simplemente lo agarró y colocó en su oreja.
Una sonrisa se le dibujó en los labios mientras escuchaba esa voz.
—¿Pasó por ti al aeropuerto?
—No es necesario, estoy fuera de tu villa.
—¿Ahora?
—¿No me crees?
Iker se levantó y fue hacia la entrada principal. Retiro el celular de su oreja y se quedó esperando que su amigo descendiera.
Joon salió del taxi y a pasó firme se acercó a Iker.
—¿Por qué no dijiste que hoy regresaba? —inquirió este empujándole del hombro.
—Porque quería darte una sorpresa —Ingresaron a la mansión y fueron directamente a él bar—. Me alegra mucho que estés bien.
Después de que Iker despertara del coma, le costó mucho volver a caminar, pero con esfuerzo y dedicación lo había conseguido.
Iker le extendió una copa la cual Joon agarró y bebió lentamente.
Hablaron de trivialidades hasta que el sol salió. Cuando Joon se sintió cansado, Iker lo envió a una habitación, luego fue a la suya y encontró a Emilia envuelta en una
toalla.
Ella se congeló al momento que él ingresó, más cuando lo vio acercándose sigilosamente.
Iker debía preguntarse qué hacía Emilia despierta tan temprano, pero el brillo de esa espalda, el aroma que emanaba, su postura rígida lo atrajeron como un imán.
El cuerpo de Emilia tembló cuando esos dedos tocaron su espalda, inconscientemente cerró los ojos y se estremeció al sentir el cálido aliento de Iker por su cuello. Era cálida, grueso y levantaba todos los vellos de su piel.
La puntiaguda nariz rozó su piel enviando una corriente a su entrepierna que la hizo humedecer.
La toalla que cubría su cuerpo se escurrió de las manos de Emilia. Las manos de Iker se posaron en sus caderas y fue rodando hacia adelante. Acariciaron el plano abdomen, una subió hacia los senos y otra bajó hacia la pelvis. Emilia jadeó cuando el dedo de Iker rozó su clítoris, sobre todo, cuando lo movió y rodó mas hacia el centro que goteaba sin control.