Con voz ronca y una respiración agitada que expulsaba aliento a licor, susurró.
—Así te soñaba. De esta forma sonaban tus jadeos, así te entregabas a mí —su cálido aliento a alcohol hizo que todos los vellos de la piel de Emilia se levantarán como en un momento de euforia.
El dedo de Iker hizo círculos en el pezón endurecido, y ella se removía ante los dos contactos en sus partes más sensibles, abajo y en su seno.
Emilia giró el rostro buscando el de Iker, quien afirmó la nariz con la de ella y procedió a besarla.
Mierda, cuya boca sabía a gloria. Caramba que se había prendido olvidando sus propósitos.
«Solo sería su esposa por contener el corazón de Lina», no debía tocarla, ni desearla, simplemente cuidar que viviera hasta que sus ojos se cerrarán. Sin embargo, ahí estaba, comiéndole la boca como un demente, reaccionando al calor de su cuerpo y dejándose llevar por un deseo incontrolable.
La giró con rapidez, la hizo retroceder hasta el mostrador don la elevó con una fuerza y rapidez.
¡Oh, mierda! Estaba perdido en sus besos, en su piel delicia, en su aroma y en todo lo que ella emanaba.
Carajo, ¿Cómo iba a escapar de esa sensación? Tenía que huir, debía huir. Se repetía a sí mismo, pero mientras más la besaba, mientras más la tocaba, más se encendía, más se envolvía en ella.
Le soltó los labios y bajó besando su cuello. Sus dientes blancos y perfectos bajaron raspando y dejando marca en la piel.
Ella se arqueó colgando su cabeza hacia atrás y sosteniéndose de su cabeza.
Estaba ardiendo de deseo como en sus sueños. Era mucho mejor sentirlo que soñarlo, era excitante su lengua en su pezón, succionando y mordisqueando.
Los brazos de Iker se envolvieron en sus caderas, la arrastraron desde las nalgas hacia su pelvis con una fuerza arrolladora, haciendo que su sexo expuesto chocará con su cinturón.
En horcadas la llevó hasta la cama, la lanzó en esta y se apresuró a quitarse el cinturón. Mientras lo hacía ella lo observaba directamente a los ojos, como si estuvieran conectados por hilo irrompible.
Los pantalones de Iker cayeron, dejando expuestas sus atléticas piernas y su prospecto impresionante, el cual Emilia se rehusaba a observar porque jamás había visto un hombre denudo.
Iker soltó los botones de su camisa y mientras caminaba la sacaba de sus brazos.
El cuerpo perfectamente trabajado se recostó al lado de ella. Esas manos la recorrieron nuevamente y esos labios se estrellaron con los suyos para besarla con una voracidad arrolladora.
El pecho de Emilia latía acelerado cada vez que él, con su experimentado dedo le acariciaba el clítoris. Cuando él se posesionó sobre ella, tembló, presionó las piernas y posó sus manos en el pecho de Iker.
—Por favor —solicitó temblando—, despacio…o —Iker se empujó produciendo dolor en la entrepierna de Emilia.
La miró a los ojos, esos ojos que brillaban de lágrimas. Una delgada línea cristalina se descendió desde la punta del ojo, la cual Iker limpió, seguido le cubrió los labios irritados, invadiendo le la boca con ansiedad y deseo. Volvió a empujarse cuando ella se serenó. Está última vez lo hizo con una fuerza arrolladora que rompió la tela virginal invadiéndola por completo.
¡Oh, que bien se sentía estar dentro de ella! ¡Qué bien se compactaban sus sexos! ¡Mierda, que era exquisita! ¡Caramba que sus labios eran como una droga, adictiva e incapaz de rechazar un adicto!
—Emilia —susurró contra sus labios—, eres mía, me perteneces, en esta vida y en cualquier otra, tú siempre serás Mía —se empujó arrancándole un grito de placer.
—Mía —volvió a empujarse—, no lo olvides. Soy tu dueño, soy tuyo y tú eres mía —fue más al fondo y ella se aferró clavándole las uñas en la espalda—, dilo, no lo tengas, solo dilo —le susurró a la oreja.
Indujo su lengua en el oído produciendo que todo el cuerpo de ella se despelucara y temblara, seguido metió las manos debajo de las caderas, la ajustó más a él hundiéndose más al fondo, saliendo y entrando con más intensidad, con más rapidez.
Emilia jadeó al sentir la explosión de su sexo, Iker no se sería, seguía embistiendo la con toda la fuerza que lo caracterizaba, como si quisiera destrozarla con su magnífico m*****o.
—Sí, sí… —gritó Emilia—, soy tuya.
Acaba de consumar el matrimonio. Había disfrutado ese momento como nunca imaginó disfrutarlo. Ya le pertenecía, era de Iker Lanús, se había entregado a él sin restricción, sin remordimientos ni nada.
En tan poco tiempo había olvidado a Kaan. ¿Cómo había podido disfrutar del placer que ese hombre le dio y olvidar a quien la había hecho feliz los últimos meses?
Cuando Iker se tiró a un lado, ella se levantó envolviendo su cuerpo en una sábana y se fue corriendo al baño. Se encerró en este pensando en lo que acababa de pasar y lo que se había prometido a no sentir.
¿Por qué lo deseo tanto? ¡No debió disfrutar! Pero lo había hecho. Tanto que hasta terminó gritando que le pertenecía, que él era su dueño.
Emilia se dio un baño. Mientras el agua caía por su cuerpo, sangre corría por sus piernas. Era su primera vez, aunque fu delicado con ella al principio, después de entrar no fue lo suficientemente delicado, y terminó haciéndola sentirse toda la fuerza que poseía.
Cuando salió. Ya vestida y perfectamente arreglada para emprender su día, encontró a Iker profundamente dormido en la amplia cama con sábanas de seda, lo cual le proporcionó un momento de alivio y tranquilidad.
Abandonó la elegante habitación y, posteriormente, la casa. Con voz suave solicitó a los guardaespaldas que la escoltaran hasta un parque. Una vez allí, se acomodó en una banca de madera gastada por el tiempo, permitiendo que su mirada vagara distraídamente por el paisaje urbano, observando sin realmente ver a las personas que pasaban presurosas, los árboles meciéndose con la brisa matutina y las palomas que picoteaban migajas en el suelo, mientras su mente permanecía completamente en blanco, como una hoja de papel sin escribir.
Las vividas imágenes de sus cuerpos entrelazados en un baile íntimo, la sensación electrizante de sus pieles encontrándose en cada movimiento, y especialmente ese pulso acelerado que parecía querer escapar de su pecho la mantenían en un estado de inquietante animación. Con delicadeza, rozó sus labios usando la yema de sus dedos temblorosos al rememorar aquellos apasionados besos que compartieron. Debía admitir que ese hombre besaba de una manera extraordinaria, con una maestría que jamás había experimentado en su corta vida, provocando que su mente se nublara por completo.
Después de permanecer varias horas sumergida en pensamientos sobre los acontecimientos recientes, decidió emprender una caminata por las calles adoquinadas de la ciudad, siempre seguida discretamente por los tres hombres de traje oscuro que Iker había designado como sus protectores de ella.
Sus pasos la llevaron hasta detenerse frente a una majestuosa universidad de arquitectura neoclásica, donde observaba con anhelo cómo numerosos jóvenes de su misma edad entraban y salían alegremente por sus amplios portones, cargando libros y conversando animadamente sobre sus clases. En su interior, sentía que ella también debería estar estudiando, formándose académicamente. Se preguntaba con genuina curiosidad si una mujer en su nueva condición de casada podría aspirar a educarse profesionalmente.
Durante su vida en la residencia familiar, recibió instrucción de diversos maestros particulares contratados por sus padres, quienes le impartieron conocimientos básicos. Sin embargo, esta educación estaba específicamente diseñada para convertirla en una dama de sociedad cultivada que no avergonzara a su futuro esposo, más no para desarrollarse como una mujer independiente y profesional.
Emilia observó discretamente a sus guardaespaldas mientras reflexionaba sobre su situación actual, consciente de que cada uno de sus movimientos y decisiones eran puntualmente informados a Iker Lanús. Se cuestionaba si ese hombre, procedente de una familia tradicionalista y machista, le permitiría alguna vez perseguir sus sueños académicos y desarrollar una carrera profesional propia.
Exhalando un profundo suspiro de resignación, optó por regresar al elegante automóvil n***o que la esperaba pacientemente, para posteriormente dirigirse de vuelta a la mansión. Calculaba que el elaborado almuerzo ya debería estar siendo preparado para cuando ella arribara.
Al cruzar el umbral de la imponente puerta principal de roble tallado, Emilia se encontró inesperadamente con Joon, provocando en este un impacto visible y momentáneo. El artista no podía dar crédito a lo que contemplaban sus ojos: ante él se encontraba la mujer exacta que había plasmado en un lienzo, aquella que su amigo le había descrito sin conocerla previamente.
Iker descendía majestuosamente por la escalera de mármol cuando encontró a Emilia inmóvil en el recibidor y a su amigo observándola con evidente fascinación. En el momento en que Emilia dirigió su mirada hacia él, Iker respondió mostrando una máscara de absoluta frialdad e indiferencia, como si los acontecimientos íntimos de la mañana hubieran sido completamente borrados de su memoria.
Desvió abruptamente su mirada penetrante de Emilia y continuó su camino sin pronunciar palabra ni mostrar alguna emoción, deteniéndose únicamente frente a Joon, quien intentaba articular alguna frase coherente o explicación sin éxito, visiblemente impactado y desconcertado por el inesperado encuentro.
—En efecto, es precisamente ella, la misteriosa mujer que dibujaste para mí hace tiempo —declaró, mientras guiaba suavemente a su confundido amigo por el brazo hacia el comedor principal, abandonando deliberada y cruelmente a Emilia en el amplio vestíbulo con un agudo e insoportable dolor atravesando su pecho como una daga invisible y ardiente.
Ese enigmático hombre, con quien apasionadamente había compartido íntimos momentos apenas unas pocas horas antes, sorprendentemente acababa de tratarla con una gélida indiferencia que helaba hasta su alma.
—¿Cómo es posible? No me comentaste absolutamente nada anoche —le recriminó con evidente confusión y desconcierto.
—Te lo explicaré después —manifestó cuando observó a Emilia ingresar sigilosamente al recinto.
Joon la observó, completamente fascinado, hasta que ella delicadamente se acomodó en el mullido asiento. Continuaba impactado porque su retrato artístico sorprendentemente había recobrado vida ante sus ojos incrédulos.
Era exactamente igual, extraordinariamente idéntica a la misteriosa mujer del elaborado retrato, y sorprendentemente estaba ahí, sentada frente a él, observando discretamente a su amigo, quien había bajado la mirada hacia su celular y astutamente disimulaba revisarlo con fingido interés.
—Formalmente no nos han presentado —Emilia apartó su mirada de Iker y la posó en el desconcertado Joon—, soy Emilia Casper, la legítima esposa del distinguido señor aquí presente.
Joon, más impactado y atónito por esa nueva noticia, inmediatamente dirigió su mirada hacia Iker, pues no podía creer que su mejor amigo se hubiera casado sin avisarle, sobre todo, después de tener poco tiempo desde que se había levantado del prolongado coma.
Al percatarse que Iker no lo miraba, mientras persistentemente continuaba concentrado en su moderno celular, Joon dirigió su atención hacia Emilia y educadamente se presentó.
—Soy Joon Park —miró a Iker con evidente decepción—, se suponía que era su más cercano y leal mejor amigo desde hace años, pero ya veo que no ha sido así.
Iker levantó la mirada y la poso en la empelada que estaba parada a un costado esperando su orden para servir el almuerzo, le dio la indicación, seguido miró a Emilia hasta que ella le apartó la mirada. Otra empleada se acercó a entregarle un sobre, este le pidió que lo dejara en el despacho, pues en el comedor no leía invitaciones ni recados.
el almuerzo transcurrió en silencio. Emilia comió de prisa y, se disculpó para ir a su habitación, no quería seguir ningún segundo a ese hombre.
—No me habías dicho que te habías casado, menos que habías encontrado a la mujer de tus sueños.
—Todo ocurrió muy rápido.
—¿Cómo la encontraste?
Iker se mantuvo un momento en silencio hasta que decidió hablar.
—Lo hablaremos en el despacho —pasó la servilleta por sus labios y se levantó. Joon lo siguió, cerró la puerta detrás de él y siguió a Iker hasta la botella de whisky de la que se empezaba a servir un trago—. Cuando desperté del coma me enteré de que su corazón se había donado. Mientras me recuperaba buscaba el responsable y la receptora, cuando la encontré fui en busca de ella porque estaba a nada de casarse, la rapté y la convertí en mi esposa…
—¿Solo te casaste por el corazón de Lina?
Iker levantó la copa y vertió todo el whisky dentro de su boca para tragarlo hecho una bola—. Ya antes me habían mostrado su fotografía y me parecía una burla de mis hombres, porque me estaban mostrando la mujer del retrato, pero ellos juraron que era real —volvió a llenar la copa—, y cuando fui a la iglesia descubrí que existía —se giró para mirar a su amigo—, ella existe, es real, está ahí arriba —los ojos pequeños de Joon se achicaron más—, ¿entiendes? ¡Es real! Soñé una mujer que existía, ¿por qué?
—No respondiste mi pregunta… ¿te casaste con ella por el corazón de Lina, o porque se parece a la mujer de tus sueños, la del retrato?
—Quiero tener el corazón de Lina cerca, quiero… escuchar sus latidos y que solo latan por mí.
—¿Y que hay de los tuyos? ¿Laten con la misma fuerza que latían por los de Lina? —la mandibula de Iker se tensó.