Un Playboy.

2320 Words
Luego del desayuno que apenas había probado, Emilia volvió a encerrarse en la espaciosa habitación, sin saber qué hacer con las interminables horas que se extendían ante ella como un desierto vacío. Las paredes elegantemente decoradas parecían cerrarse a su alrededor mientras contemplaba su nueva realidad. No es que no estuviera acostumbrada al encierro, pues toda su vida había transcurrido entre cuatro paredes, siguiendo estrictas reglas y rutinas establecidas por otros. No fue hasta que Kaan apareció en su monótona existencia, que comenzó a experimentar pequeños momentos de libertad y a descubrir el mundo más allá de su confinamiento. Pero le frustraba profundamente estar encerrada en ese sitio desconocido, rodeada de lujos que no pedía, sin entender su propósito ni saber cuáles serían sus obligaciones en esta nueva prisión dorada. Ese hombre enigmático, Iker Lanús, no se había molestado en explicarle absolutamente nada sobre su situación o futuro. Sus pensamientos giraban constantemente alrededor de inquietantes preguntas: ¿sería simplemente un trofeo más en su colección, uno que podía exhibir cuando le apeteciera en eventos sociales? ¿Estaba ahí únicamente para cumplir el papel de madre de sus futuros herederos? ¿O había otros motivos ocultos tras este matrimonio que ella desconocía completamente? Observó detenidamente la impresionante vista que se extendía ante sus ojos a través de los ventanales de piso a techo. Desde el segundo piso de la mansión se podía contemplar el extenso caserío que se desplegaba en la distancia, con sus tejados de terracota y calles serpenteantes. Era evidente que la propiedad estaba ubicada algo apartada del bullicio de la ciudad, rodeada de extensos jardines y muros altos que reforzaban su sensación de aislamiento. La puerta maciza de roble resonó con tres golpes firmes que rompieron el pesado silencio. Emilia salió abruptamente de sus cavilaciones melancólicas y se dirigió con pasos inseguros a abrir, alisando nerviosamente los pliegues de su vestido en el proceso. —El señor la espera en el despacho —anunció formalmente la empleada uniformada, manteniendo una expresión neutral. Emilia agradeció el mensaje con un gesto cortés y se dispuso a atender el llamado, aunque la inquietud crecía en su interior. —Disculpe, ¿podría indicarme dónde se encuentra el despacho? —preguntó con voz suave, sintiéndose completamente desorientada. Apenas y había memorizado el camino desde su habitación al comedor; el resto de la inmensa casa era un laberinto desconocido para ella. La empleada, notando su evidente confusión, se ofreció amablemente a guiarla a través de los largos pasillos decorados con antigüedades y obras de arte. Cuando llegaron a su destino, la mujer se retiró discretamente, dejando a Emilia frente a la imponente puerta del despacho. Emilia pasó repetidamente sus manos temblorosas y sudadas por la tela sedosa del vestido que llevaba puesto, intentando controlar su creciente nerviosismo. Se tomó varios momentos para reunir el valor necesario, respirando profundamente. Cuando al fin se sintió preparada, levantó el mentón con dignidad, posó la mano sobre el elaborado pomo de bronce y abrió la puerta. Dentro del elegante despacho revestido en madera oscura encontró a Iker, pero no estaba solo. Lo acompañaba alguien cuyo rostro le resultaba vagamente conocido, lo había visto un par de veces en los alrededores de la casa. —Señora, buenos días —saludó Josef con exquisita cortesía, inclinando levemente la cabeza. Emilia respondió al saludo con la misma formalidad, manteniendo la compostura a pesar de su incomodidad. —Ten preparado el helicóptero, saldremos en breve —ordenó Iker con tono autoritario que no admitía discusión. Josef asintió eficientemente y procedió a retirarse del despacho, realizando una respetuosa venía tanto a Emilia como a Iker antes de cerrar la puerta tras de sí. Al quedarse finalmente solos en el imponente despacho, Iker le indicó a Emilia con un gesto que tomara asiento en una de las lujosas sillas de cuero, pues había varios asuntos importantes que necesitaba discutir con ella. —Puedes salir, ir y venir donde desees —comenzó, mirándola fijamente con sus penetrantes ojos oscuros—, pero siempre bajo la estricta vigilancia de mis hombres de máxima confianza. Serán tres guardaespaldas altamente entrenados los que te acompañarán permanentemente a todas partes —hizo una pausa significativa, dejando que sus palabras se asentaran—, y te advierto que ni siquiera consideres intentar escapar, porque sería completamente inútil. No importa dónde intentes esconderte, te encontraré y te traeré de regreso sin excepción. Emilia permanecía absolutamente inmóvil en su asiento, como una estatua de mármol, escuchando cada una de las veladas amenazas que ese hombre pronunciaba con calculada frialdad. En su interior, sabía perfectamente que no tenía ninguna vía de escape, que estaba obligada a permanecer a su lado por motivos que aún desconocía y que la atormentaban. —Esta es una tarjeta de crédito ilimitada que puedes utilizar para cualquier necesidad que tengas —continuó, deslizando sobre el escritorio una tarjeta negra con elegantes letras doradas—. Compra lo que desees, no hay restricciones de gastos. Ella siguió sin realizar el menor movimiento, apenas pestañeando ocasionalmente, mientras procesaba todas las explicaciones y condiciones que su esposo establecía unilateralmente. Tres hombres de complexión imponente y trajes impecables ingresaron al despacho, saludando respetuosamente tanto a Iker como a Emilia. —Ellos son los tres hombres que velarán por tu seguridad dondequiera que vayas. Observa bien sus rostros, memorízalos, porque serán tus sombras constantes —señaló Iker mientras Emilia estudiaba las facciones de los guardaespaldas, quienes le aseguraron con gestos solemnes que su única misión sería protegerla en todo momento, antes de retirarse discretamente y dejar nuevamente a solas a la pareja de recién casados. —¿Eso es todo? —Cuestionó Emilia después de que Iker permaneciera en silencio varios minutos que parecieron eternos, pues intuía que había mucho más por decir entre ellos. —Es todo lo que necesitas saber por ahora, puedes retirarte —respondió secamente. Emilia permaneció inmóvil en su silla, observándolo con intensidad— ¿Qué más esperas escuchar? —preguntó Iker cruzando los brazos con impaciencia. —Nada más, supongo —respondió ella con voz apenas audible. Decidió que era preferible dejar las cosas así por el momento, pues no deseaba que ese hombre malinterpretara sus cuestionamientos o pensara que estaba necesitada de cercanía. Aunque no podía evitar encontrar extraño que no hubiera intentado aproximarse a ella íntimamente después de la boda, especialmente considerando que constantemente remarcaba que ella le pertenecía completamente. Emilia abandonó el despacho con la tarjeta de crédito entre sus dedos temblorosos. Ahora que al menos tenía permitido salir, aunque fuera bajo estricta vigilancia, lo primero que haría sería visitar a su madre. Subió apresuradamente a su habitación y se dirigió directamente al amplio vestidor. Abrió las puertas del enorme armario donde el día anterior había descubierto una cantidad abrumadora de prendas elegantes. Todas eran nuevas y de prestigiosos diseñadores, y aún conservaban sus etiquetas con precios exorbitantes que la hacían sentir incómoda. Emilia se vistió con delicada precisión, eligiendo un vestido celeste que se ajustaba perfectamente a su silueta hasta la cintura, para luego caer graciosamente hasta la rodilla en suaves pliegues que danzaban con cada movimiento. Para complementar el conjunto, se colocó una pequeña chaqueta estructurada que le daba un aire de sofisticada elegancia. Como toque final, adornó su abundante cabello castaño con un moño del mismo tono celestial, que enmarcaba perfectamente sus delicadas facciones y resaltaba el brillo natural de sus ojos. Estando completamente lista y satisfecha con su apariencia, agarró una cartera de diseñador que había encontrado entre sus nuevas pertenencias y descendió por la majestuosa escalera principal. Durante su descenso, se encontró inesperadamente con Iker, quien en ese preciso momento emergía de su despacho. Este la miró con evidente sorpresa y algo de incredulidad, pues claramente no esperaba que ella decidiera ejercer su recién otorgada libertad tan inmediatamente. Sus ojos escrutadores parecían preguntarse si acaso estaba tan desesperada por escapar de su presencia. —Iré a visitar a mis padres —anunció ella con voz suave pero firme, aunque en su interior temblaba ante la posibilidad de que él pudiera negarse o revocar el permiso que acababa de concederle. Iker la observó detenidamente, momentáneamente cautivado por su juvenil belleza natural. No pudo evitar notar cómo el simple cambio de atuendo y un peinado sencillo realzaban su innata hermosura, haciéndola lucir como una delicada flor de primavera. Con un gesto elegante, Iker le indicó que procediera delante de él hacia la salida. Emilia giró sobre sus talones con gracia contenida, y avanzó hacia la puerta principal, intensamente consciente de la penetrante mirada de Iker siguiendo cada uno de sus movimientos, clavada en su espalda como una presencia tangible. Cada uno se dirigió a su respectivo vehículo en el amplio frentero de la mansión. El lujoso coche asignado a Emilia, conducido por uno de sus guardaespaldas, fue el primero en partir, seguido por el imponente vehículo blindado de Iker. Al llegar a la avenida principal, tomaron direcciones opuestas: él hacia el helipuerto donde lo esperaban Josef, ella hacia el modesto hogar de sus padres donde esperaba encontrar algo de consuelo. La madre de Emilia, al verla cruzar el umbral de la puerta, corrió instantáneamente a envolver a su hija en un abrazo protector y desesperado. Con manos temblorosas de emoción y preocupación, acarició su rostro y su cabello como si quisiera asegurarse de que era real, mientras sus ojos iluminados por lágrimas contenidas examinaban meticulosamente cada centímetro del cuerpo de su hija, buscando cualquier señal de maltrato o sufrimiento. —Ese hombre, ¿ha sido cruel contigo? —preguntó con voz quebrada por la angustia. Emilia negó suavemente con la cabeza, intentando tranquilizar a su madre. —Estoy bien, de verdad —respondió, omitiendo deliberadamente mencionar que su matrimonio aún no había sido consumado, pues estos temas íntimos la llenaban de vergüenza y pudor. —Todavía puedes escapar con Kaan, él está completamente dispuesto a arriesgarlo todo por ti —susurró su madre con urgencia—. Si lo llamo en este momento, vendrá sin dudarlo, podríamos planificar una huida… —No, madre, por favor —interrumpió Emilia con firmeza, plenamente consciente del peligro mortal que tal plan representaría. No solo arriesgaría la vida de Kaan y la suya propia, sino también el sustento y seguridad de sus padres—. No voy a escapar. Este es el destino que me ha tocado, y debo enfrentarlo con dignidad. —Es la decisión más sensata que has podido tomar —declaró Adem al ingresar a la habitación, su voz resonando con aprobación. Se notaba el alivio en su rostro al ver que su hermana se encontraba bien, pero más aún le complacía que no estuviera contemplando la idea de abandonar a Iker, pues esto permitiría que sus planes familiares siguieran su curso previsto. —Adem, como hermano mayor debes proteger a Emilia, preocuparte más por su bienestar —le recriminó su madre. —Me preocupo enormemente por ella —respondió mientras se acomodaba en un sillón cercano—, pero debemos ser realistas, no puedo liberarla de esta situación —dirigió una mirada significativa a Emilia—. Lo entiendes, ¿verdad? —ella asintió en silencio— Además, aunque Iker no sea santo de mi devoción, debo admitir que siempre ha sido diferente a los demás. Siempre lo fue. Emilia permaneció toda la tarde en la casa familiar, encontrando cierto consuelo en la familiaridad de su antiguo hogar. No se aventuró a ningún otro lugar, y al caer la noche regresó directamente a la mansión, refugiándose en la soledad de su habitación. Se recostó en la inmensa cama y comenzó a cambiar canales en el televisor, buscando algo que pudiera distraer su mente inquieta. Mientras navegaba por los diferentes canales, notó que varios estaban transmitiendo la misma noticia. Se detuvo a escuchar con atención, y sintió cómo su pecho se contraía dolorosamente ante las imágenes que aparecían en pantalla. Era Iker, pero no estaba solo. Lo acompañaba una despampanante mujer con quien los medios lo vinculaban románticamente. A pesar de las especulaciones, Emilia podía ver claramente que no había ni un ápice de verdadera felicidad en su expresión. Su rostro mantenía esa frialdad característica, ocasionalmente interrumpida por sonrisas que ella podía identificar como completamente artificiales. Con creciente desasosiego, Emilia leyó el titular de la noticia. Hablaban sobre cómo el magnate Iker, tras recuperarse completamente del misterioso accidente que había sufrido, volvía a su conocido estilo de vida de playboy codiciado. Las preguntas comenzaron a atormentar su mente sin cesar. ¿Por qué se había casado con ella si pretendía mantener su imagen de soltero deseable? ¿Cuál era el propósito de convertirla en su esposa si planeaba serle infiel apenas dos días después de la boda? ¿Qué ganaba con esta farsa? No es que le doliera personalmente, se repetía a sí misma, pues ese hombre no ocupaba lugar alguno en su corazón. Sin embargo, no lograba comprender las verdaderas intenciones de Iker al elegirla como esposa, cuando claramente no buscaba una relación tradicional. Iker regresó después de dos semanas de viaje de negocios, y durante todo ese tiempo, los medios no dejaron de mostrar imágenes suyas en compañía de diferentes mujeres deslumbrantes. Cada una de ellas parecía sacada de las páginas de una revista de alta costura, irradiando una elegancia y sofisticación que hacían sentir a Emilia completamente inadecuada. Durante la cena posterior al regreso de Iker, Emilia no pudo contener más sus inquietudes sobre los rumores que circulaban en televisión. —¿Es verdad? —se atrevió a preguntar. Iker levantó la mirada de su plato, enarcando una ceja mientras esperaba que ella completara su pregunta— Las mujeres con las que lo han visto, ¿son realmente parte de su vida? —pequeñas arrugas se formaron en las comisuras de los labios de Iker, insinuando una sonrisa que contuvo deliberadamente. —¿Qué pasaría si lo fueran? —la miró con intensidad penetrante— ¿Acaso estarías celosa?
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD