Capítulo V Somos lo que amamos

2449 Words
—Eres un gran conferencista, te dedicaste muchos años a ser un coach motivacional, fue en una de tus conferencias donde nos conocimos. Luego coincidimos en un bar, me acerqué a ti y comenzamos a platicar, yo te gustaba, pero yo ya te amaba. —¿Cómo sabes que me gustabas, yo te lo dije? —preguntó con duda —Lo supe por la forma en que me mirabas, como aquel día en la ducha —dijo Rosaleen, sonrojada —Ah, ¿Sí? —alzó las cejas, seductor, esbozó una ligera sonrisa que Rosaleen adoró —Sí, pero en ese momento estabas con Leslie, fue hasta que terminaste con ella que nos reencontramos y comenzamos a salir. Pero, Leslie no nos dejaba en paz, así que decidimos poner un límite, nos casamos en el Mediterráneo y fuimos de luna de miel a Lorf, pero pasó el accidente y ahora estamos aquí —dijo Rosaleen seria —¿Y yo te amaba tanto? —aquella pregunta puso pálida a Rosaleen, pestañeó incrédula —¿Lo dudas? —preguntó ofendida —No es eso, Rosaleen —luego Viktor la invitó a sentarse, ambos lo hicieron—. Yo no recuerdo nada, esto es difícil para mí, tenme paciencia, por favor. Rosaleen asintió y tomó la mano del hombre, entrelazándola con sus dedos delgados. Asintió. —Prometo ser paciente. —Lo que dijiste hace un momento, fue importante para mí —dijo Viktor, ella se quedó pensativa tratando de averiguar—. Sobre que somos lo que amamos, esa frase no ha salido de mi mente. Tienes razón, creo que no hay nadie que nos conoce mejor que la persona que nos ama. —Sí —dijo Rosaleen reforzando el agarre de su mano —Respóndeme algo, dime ¿Qué es lo que amas de mí? Rosaleen sonrió, furtiva, su rostro se volvió dulce. —Yo amo todo de ti, te amo demasiado —dijo acariciando el rostro de Viktor quien se estremecía con la sensación —Tienes que ser explícita, por favor, debes decirme lo que más amas de mí. —Bien, lo haré —dijo al notar lo importante que era—. Lo que me hace amarte profundamente es tu capacidad para ser feliz a pesar de las adversidades. Eres capaz de sacar algo brillante de la oscuridad, das esperanza donde no la hay, y de verdad cuando quiero morir veo tus ojos contagiándome las ganas de vivir, aunque hay mil razones para amarte, siempre te amaré primero por esa. Viktor la escuchaba conmovido, con ojos enormes, aquellas palabras lo trastocaban, enmudeciéndolo. —Gracias —ella susurró «un de nada» apenas perceptible—. Ahora necesito que me digas lo que odias de mi —insistió cuando la joven negó con rapidez, Rosaleen se rindió, tuvo que responder —Quizás lo que odio de ti es, que, tiendes a ocultar el dolor, pero, permanece en tu interior, te atormenta. Quisiera que tomaras ese dolor y aprendieras algo maravilloso, en lugar de negarlo y concentrarte solo en las cosas buenas —Rosaleen cuya mirada se había perdido al hablar, volvió sus ojos a Viktor quien la observaba irresoluto, no entendía sus palabras, pero tocaban cada fibra de su alma. Ella besó su mano, Viktor tomó su rostro, besó sus labios con ternura, unas gotas frescas de agua cayeron sobre sus cabellos, rompieron el beso, el cielo estaba oscurecido, un relámpago seguido de un trueno iluminó el lugar. Los amantes se levantaron y fueron a la camioneta para llegar a casa. Al llegar se resguardaron de la lluvia, anocheció. Cenaron, antes de que la energía eléctrica se fuera de toda la isla. Luego subieron a la recámara. Rosaleen tuvo miedo de que Viktor le pidiera que se fuera, pero el hombre no lo hizo. Dejó que ella se recostara a su lado en la cama. —Descansa, amor, mañana será un día mejor —afirmó la mujer, mientras se giraba al lado izquierdo tomando una posición fetal. Viktor estaba boca arriba, permaneció mirando el techo blanco. Al cabo de un tiempo, el sueño comenzó a vencerlo, levantó la mirada hacia el cuerpo de Rosaleen, notó que dormía por la forma de su respiración, al verla así, tranquila y frágil, bajo la guardia, se quedó dormido. Al amanecer la tormenta había acabado. Viktor abrió los ojos, se encontró con la visión del cabello oscuro sobre su rostro, tenía envuelta a Rosaleen entre sus brazos. Aquel perfume de rosas lo impregnó, la mañana era fresca, pero su cuerpecito tibio lo calentaba. La acercó más, sintiendo como despertaba su erección, retiró los mechones de cabello admirando su rostro, dormida lucía más joven, que los veintitrés años que tenía. Viktor suspiró, se levantó a bañarse. Se vistió de prisa, salió del baño, observó a Rosaleen, estaba inquieta, moviéndose sobre la cama, parecía tener una pesadilla, balbuceaba y se quejaba —¿Rosaleen…? —preguntó Viktor, ella no despertó, sus angustiados sueños la mantenían presa: «Soñaba a su padre, manejando sobre la carretera, se veía a sí misma siendo una niña de ocho años, jugaba con una muñeca. Su madre iba de copiloto. Sus papás peleaban, escuchaba sus gritos, pero no reconocía las palabras. De pronto, el auto se estampó contra un tráiler. Miró a sus progenitores, heridos, su madre estaba muerta, su padre agonizaba frente a ella, su rostro estaba empapado de sangre, le hablaba, pero no podía entender lo que decía» La voz de Viktor comenzó a mezclarse con el sonido de sus pesadillas, abrió los ojos y se enderezó en un grito que ahogó entre lágrimas —¡¿Qué sucede?! —exclamó Viktor abrazándola con fuerza, al verla temblando de miedo —Nada, lo siento, amor, he tenido una pesadilla —dijo levantándose—. Casi no me pasan, lamento que te haya asustado. —No te disculpes, sabes que estoy aquí y cuentas conmigo —las palabras hicieron que sonriera, Rosaleen fue a bañarse y Viktor bajó a la cocina. Rosaleen lo alcanzó, el hombre cortaba naranjas y las exprimía en una jarra. Ella comenzó a cocinar; huevos con tocino, pudding, tomates asados y champiñones. Se sentaron a la mesa, desayunaron. Rosaleen también había preparado el almuerzo de los trabajadores, esperaba que dieran las nueve de la mañana para servirlo. Pronto llegó Dan, entró por la puerta del patio que estaba abierta —Buenos días —dijo el hombre y dio un beso a la mejilla de Rosaleen, luego tocó el hombro del joven —Buenos días, Dan, ¿Te sirvo el desayuno? —preguntó Rosaleen —Gracias, pero ya desayuné, quería decirles que hoy revisaremos la bebida, quisiera que estuvieran ahí, por la tradición. Rosaleen asintió y Viktor estaba curioso. Luego del desayuno fueron a la destilería. El olor a cebada, alcohol y madera impregnó en sus narices. Antes recorrieron todo el lugar, Dan enseñó el proceso de fabricación de whisky a Viktor, y respondió paciente a cada pregunta que hacía. El hombre estaba impresionado, quería saber todo, sentía que debía hacerlo, recordó que, al llegar a la isla, Rosaleen le dijo que trabajaban para crear la nueva marca de whisky escocés. Luego subieron unas escaleras de metal, se encontraron con Ronnie, el destilador, quien ya esperaba a Dan. Extrajo la bebida por sifón y utilizó un hidrómetro flotante para medir el contenido de alcohol, la colada ingresó a la destilería con un ocho por ciento de alcohol, luego lo entregó a Dan, para que usara su olfato entrenado. Dan lo vertió en una copa de cristal. —No voy a probarlo, porque tiene un setenta por ciento de alcohol, solo busco los aromas claves; una nota de malta, césped recién cortado, una pizca frutal y dulce. Si los siento, podremos continuar y se convertirá en el whisky que deseamos —dijo Dan, y movió en círculos pequeños la copa, luego olfateó ante la mirada intrigada de Viktor, ansioso —¿Y qué te parece? —Es muy bueno… perfecto —dijo Dan sonriendo, extendió la copa para que pudiera olerlo. Viktor olfateó, reconoció el olor suave a malta, y de pronto un recuerdo vagó por su mente: «Sentado sobre una silla, observando a Rosaleen frente a él, quien le extendía una copa de licor, llevaba un seductor vestido y los labios rojos como la sangre» Un segundo después el recuerdo se borró de su mente —¿Qué le parece? —preguntó Dan —No soy tan bueno como tu olfato, pero será bueno. —En unos doce años aproximadamente, se convertirá en el whisky escoces «Henisens-Kerr» —No sabía que tendría ese nombre —dijo Viktor sorprendido —No. Pero como aún no tienen un nombre para el whisky, he decidido darle un nombre provisional —dijo Dan Rosaleen sonrió —Es perfecto. —No, creo que encontraremos uno mejor —dijo Viktor, Rosaleen asintió, escucharon que alguien llamaba bajando las escaleras, de momento no había nadie más que ellos por el lugar, Rosaleen fue primero y bajó las escaleras con cuidado. En la planta baja estaba Arthur Erskins, observando el lugar con ánimo. Llevaba el cabello largo y suelto, vistiendo su gabardina de cuero. Cuando escuchó pasos de la escalera dirigió su atención, se quedó turbado, observando a aquella mujer. Su mirada la recorrió de los pies a la cabeza, imaginó como sería ese encantador cuerpo detrás de esas ropas, dedicó atención a su rostro terso y hermoso —Buenos días, caballero, ¿En qué puedo ayudarle? —Rosaleen sonrió amable, creía que el desconocido podría ser un cliente —Buenos días, señorita, ¿Sabe algo curioso? —preguntó Arthur con la voz más seductora que tenía, la joven ladeó la cabeza, confundida—. En un cielo tan nublado, al fin, encontré un rayito de sol. Rosaleen frunció el ceño, aturdida, parpadeó, evitando sonrojarse. Giró su mirada, encontrando a Dan y Viktor bajando las escaleras hacia su dirección, se puso seria. —Buenos días, señor Henisens —agregó Arthur Viktor se apuró a bajar y dio la mano al hombre —Bienvenido de nuevo, señor Erskins, ¿Qué nueva lo trae por aquí? Arthur intentaba no mirar a Rosaleen, pero era imposible, cuando Viktor lo descubrió los presentó —Disculpe, no los he presentado, señor Erskins, le presento a mi esposa Rosaleen Kerr. Aquellas palabras hicieron que la mujer sonriera y extendiera la mano hacia Arthur, era la primera vez que Viktor la reconocía como su esposa frente a alguien más. Pero, Erskins no parecía satisfecho, su gesto se había vuelto congelado, aunque fingió una mueca de agrado. Tomó la mano de Rosaleen como caballero antiguo, y besó su dorso —Es un placer conocerla —dijo mientras sus ojos verdes esmeralda se oscurecían —Es un gusto conocerlo. —Querida, es el nuevo vecino, vive en el castillo de Glenn. —¡Oh! ¡qué bien! Ese lugar es hermoso —dijo Rosaleen —Lo es, por eso he decidido hacer una fiesta, he venido a invitarlos, será el próximo sábado —dijo extendiendo las invitaciones a Viktor, quien las tomó —Muchas gracias, señor Erskins, también le presento a nuestro administrador y amigo Dan Hellerman. —Un gusto —dijo Erskins—. Estoy seguro de que su whisky «Kerr» es de lo mejor que hay en esta aldea. Viktor y Dan se miraron alzando las cejas, de forma sutil, intentaron no decir nada, había llamado al pueblo «una aldea», aquello había sido un ligero insulto, denotando el narcisismo del hombre —Dan puedes traer uno de los whiskies que tenemos en la cava. Permítame señor Erskins ofrecerle un regalo —dijo Rosaleen, Arthur esbozó una sonrisa encantadora ante el gesto, pero Dan no movió un músculo y observó a Viktor. No le pareció correcto que Rosaleen hubiese hecho aquello, al notar que Dan no obedeció, la mujer se sintió incómoda —Señor ¿Buscó de la cava trasera? —cuestionó Dan a Viktor quien le miró perplejo, reaccionó enseguida —Sí. Dan se apuró a obedecer. —Los espero en la fiesta, me encantará verlos, señor Henisens, esperó que me conceda la dicha de bailar una pieza musical con su bella esposa. Viktor sintió que sus orejas enrojecían, fingió amabilidad, pero notaba el interés del hombre en Rosaleen por la forma en que la miraba. —Ya veremos, depende, no soy un hombre acostumbrado a prestar lo que es mío —dijo severo, provocando que Arthur le mirara entre resentido y divertido. El también escondía sus emociones bien. Rosaleen se había quedado incrédula ante ese comentario. Dan volvió y le entregó a Arthur la caja con la botella del whisky —Muchas gracias. —Ojalá que lo disfruté. —Lo haré, y espero verlos en la fiesta —dijo Arthur despidiéndose—. Beberé el whisky está noche, y pensaré en ustedes —Arthur dio media vuelta, yéndose, pero la sonrisa había escapado de los labios de Viktor, esa última frase se le antojó descarada, estaba enojado. Dan se alejó un momento de ellos, volvió a la planta alta. —¿Por qué le ofreciste el whisky? —reprochó Viktor —¿Qué? —¿Te pareció muy guapo? —¡No! —exclamó Rosaleen entre risas nerviosas —¿Qué te parece tan gracioso? ¡Casi te comía con la mirada! —Pero, yo no hice nada —dijo Rosaleen defensiva—. ¿Estás celoso? —estaba impactada, nunca antes había imaginado a Viktor celoso —¿Y qué? ¿No tengo derecho a estarlo? ¡Tú eres mi mujer y ese tipo estaba coqueteando! ¡No tiene respeto por nada! —exclamó con tal furia que la mujer se asustó —Cálmate, lo siento, no volveré a actuar de un modo amable. —No estoy culpándote de nada, ¡Es ese imbécil que no me agrada! ¡No iremos a la estúpida fiesta! —inquirió con rabia, luego salió del edificio dejando a Rosaleen perturbada. Rosaleen se recargó en la puerta del edificio, observó la llovizna caer. Consternada, buscaba sentido, una mano en su hombro la regresó al ahora —¿Estás bien, hija? —Sí, Dan. —¿Cómo está? —dijo refiriéndose a Viktor —Mejor, supongo —Rosaleen quería mucho a Dan, casi como a un padre, el cariño era recíproco, la conocía desde niña, y había sido buen amigo de su padre. La apoyaba en todo, incluso en sus peores locuras —¿Ya recuerda algo? —Rosaleen negó perturbada—. ¿Y qué vas a hacer si eso ocurre? ¿Le dirás la verdad? —No lo sé, por lo pronto disfrutaré del tiempo que me quede a su lado —dijo Rosaleen endeble
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