Capítulo VII. Una batalla perdida

2050 Words
Rosaleen despertó admirando a su esposo, acarició su rostro, besó su mejilla. Viktor abrió los ojos al sentir las caricias —Buenos días —dijo sonriente—. Deja de mirarme así, por favor. —No puedo, te amo demasiado. Viktor sonrió y la besó. Por la tarde fueron a comprar al mercado del centro, a su regreso, encontraron a una mujer esperándolos, Rosaleen hizo una mueca de fastidio —No puede ser… —refunfuñó, bajando de la camioneta, mientras Viktor la seguía, sin descargar las bolsas del mercado —¡Querida, Rosaleen! —exclamó Fabiana, una vieja amiga del colegio—. Me enteré de que te casaste, ¡No puedo creerlo!, vine a conocer a tu marido —dijo sin apartar su mirada del caballero —Amor, te presento a Fabiana Watts —dijo—. Fabiana, él es mi marido Viktor Henisens. —Muchas felicidades, ¡Al fin alguien te atrapó! Déjame decirte, Viktor, que está mujer es reconocida como la belleza del pueblo, muchos hombres la han deseado, pero a todos ha rechazado, hasta que llegaste tú. Viktor alzó las cejas, sorprendido y divertido —Entonces, he sido el afortunado. —Sí. Lo triste es que ha llegado el hijo del Barón de Dacre, y es soltero. Te hubieras esperado, querida —luego rio histérica—. Es una broma, Viktor, me alegro tanto de verlos juntos. —Gracias —dijo Viktor con ironía —Espero verlos en la fiesta del señor Erskins. Presumirán su amor eterno. Todos se sorprenderán de que «La cabra loca» al fin recuperó la cordura —dijo Fabiana —¿Cabra loca? —preguntó Viktor y Rosaleen se puso roja —Sí, así la llamábamos en el colegio, porque siempre estaba en su mundo loco. Rosaleen sonrió —Nos vemos en la fiesta, Fabiana, ¿Cómo está tu marido? —Pensando si se unirá a la guardia de Erskins. —¿Qué es eso? —preguntó Viktor —El señor Erskins está reclutando guardias, dicen que tiene casi siete mil hombres, pero busca más personal. ¿Quién sabe para qué querrá a tanta gente? ¡Multiplicará nuestra población! Ofrece un buen salario, mi marido está pensando cambiarse de empleo. —Bueno, es raro que, un m*****o de la realeza británica busque tanta seguridad. —Cierto, espero verlos en la fiesta para poder hablar con calma, ahora debo irme —la horrible mujer se despidió, subió al auto marchándose —¡La odio! —dijo Rosaleen con desprecio —Qué crueldad. ¿Así que eres la belleza de la región? —ella dio un leve codazo, con falsa molestia —No le hagas caso. —Iremos a la fiesta. —¿Por qué cambiaste de opinión? —Quiero ver cómo actúa ese sujeto, me parece demasiado extraño que esté reclutando guardias, casi tiene un ejército. —¡Ay, amor! ¿Un ejército? Para pelear ¿Contra quién? —No lo sé, pero es muy raro —dijo Viktor receloso, tomó las bolsas de mandado para llevarlas dentro de casa. Esa misma noche, Osiris volvió a casa. Rosaleen y Viktor se encargaron de arreglarle una recámara, tuvieron cuidado de no dejarla salir y la llenaron de mimos. Los siguientes días fueron tranquilos, los esposos se mantuvieron cercanos, trabajaron en la destilería. Viktor cada mañana estuvo al lado de Dan, quien le explicaba el proceso del whisky escocés, poco a poco fue aprendiendo y ayudando. Rosaleen estaba feliz, deseaba que la paz que compartían siguiera por siempre, anhelaba que en algún momento pudiera volver a hacer el amor con Viktor, añoraba tener un hijo. Estaba en su recámara limpiando, cuando Viktor la encontró ella sostenía una muñeca entre sus manos —¿Y ese juguete? —Esta muñeca me la regaló mi madre, cuando tenía cinco años. Se llama Hannie, tenemos una tradición en la familia de mi madre. —¿Cuál es? —Siempre les han puesto a las mujeres el nombre de las muñecas —dijo Rosaleen abrazando a la muñeca —¿Quieres decir que el nombre de nuestra futura hija será Hannie? —Rosaleen sonrió asintiendo —No me parece un nombre feo. —Qué bien, pero, ¿Cuándo llamaremos a la cigüeña? —preguntó astuta, Viktor sonrió desconcertado —Rosaleen… —Lo siento —dijo avergonzada—. Perdona, no debí forzarte. —No, yo… sé que estoy siendo injusto. —Dejemos el tema, faltan unas horas para la fiesta, debemos ir a arreglarnos —aseguró Rosaleen. Viktor estaba sentado en la sala, vestía un esmoquin n***o, moño y mocasines clásicos. Estaba bien peinado, lucía atractivo, tenía una altura que le garantizaba un gran porte. Cuando descubrió a Rosaleen bajando la escalera, Viktor engrandeció los ojos sorprendidos, la admiró de pies a cabeza; llevaba un vestido con drapeados, n***o y largo, con hombros descubiertos, escote V, fundido a su figura, y cola de sirena. Se veía espectacular, llevaba un sofisticado collar de perlas, adornado con un zafiro. Se acercó a ella sin dejar de mirarla —¿Me veo bien? —preguntó tímida —Demasiado hermosa, ahora no quiero que nadie te vea —ella sonrió divertida, mientras Viktor se acercó a besar sus labios rojos. Acarició el cabello de Rosaleen. La miraba con tal deseo, que ella creyó que la llevaría a la cama, al final se tomaron la mano, salieron de la casa, antes de cerrar la puerta Viktor miró a Osiris recostada en uno de los escalones, le advirtió que se portara bien, y cerró la puerta con llave. Luego subieron a la camioneta, él manejó rumbo al castillo de Gleen. Estacionó la camioneta, Viktor se apuró a ayudar a Rosaleen. Ya había muchos invitados dentro del lugar. Los pobladores habían acudido con sus mejores ropas, si no fuera una simple isla en medio del océano, seguro de que creerían que era la corte de la Reina. Para los invitados aquello era un espectáculo, una bocanada de aire, que refrescaba su tradicional y monótona vida. Rosaleen y Viktor ingresaron al castillo, se detuvieron en el lobby, donde entregaron la invitación, luego siguieron al guía cruzando otra puerta con marco dorado, se adentraron a un lujoso salón, ahí estaba todo el personal, en el centro bailaban las parejas. Otros platicaban en rincones y al fondo estaban las mesas. La decoración era exquisita, Rosaleen miró al techo, un candelabro de cristal de la época victoriana colgaba de ahí, espejos de oro decoraban las paredes y en cada esquina encontró estatuas y floreros medievales. La opulencia y el buen gusto se mezclaban con la antigüedad. —¡Vaya, es un lugar lindo! —exclamó la chica, se detuvieron a saludar a Tynes y a su esposa. Arthur Erskins estaba al fondo, rodeado de varias personas, quienes sonreían ante los comentarios. Cargaba una copa de coñac, alzó su vista y los vio. Su sonrisa se esfumó, solo un segundo, se deleitó con la belleza de la mujer, aquellos labios rojos eran parecidos a su imaginación y su cabello enrizado le parecía sexy, su instinto le gritaba que la llevara hasta su cama. Arthur resistió, sonrió de nuevo, apresuró su paso dejando atrás a los otros, para acercarse a ellos. Viktor bebió un trago de whisky, luego dejó la copa a un mesero, encontró a Arthur que venía hacia ellos, no le fue placentero —Viene el idiota hacia nosotros —reveló, Rosaleen intentó lucir natural, entonces Erskins se presentó ante ellos —Señor Viktor Henisens, es un placer volver a verlo —dijo tendiéndole la mano, Viktor correspondió, acto seguido Arthur miró a la mujer, no podía quitarle la mirada de encima, sonrió furtivo —Señora Rosaleen, permítame elogiar su belleza, disculpe mi atrevimiento, señor Henisens, pero no hay alguien que se compare con su mujer. Creo que es el hombre envidiado de la noche —dijo sonriente —Debe ser, no me preocupa, soy un hombre con buena suerte —dijo Viktor tomando la mano de su mujer —¿Qué les ha parecido el lugar? —preguntó Erskins tratando de olvidar el desagrado que le generaba Viktor —Es muy bello, parece un castillo de cuento de hadas —dijo Rosaleen —Sí, lo sé —dijo Arthur amable—. Es un lugar digno para una reina —dijo con alevosía —Por cierto, ¿Dónde esta la afortunada? Arthur miró a Viktor —Es triste, pero no encontrado aún a la elegida —Arthur lanzó una suave mirada a Rosaleen, que hizo rabiar a Viktor en silencio —Hay demasiadas mujeres bellas y solteras, seguro de que encontrará a la perfecta para usted —señaló Viktor astuto Erskins clavó su mirada verde sobre él —Claro, aunque no todos tengamos tanta suerte como usted, encontró en una sola mujer belleza, amor y obediencia. —Ya se lo dije, soy un hombre bendecido —aquellas palabras lograban irritar a Erskins en su gran dignidad, sonreía torciendo los labios con fuerza —¿Iban a bailar? —Así es, justo estábamos apunto de hacerlo —dijo Viktor —No los interrumpo —Arthur les dio señal para que caminaran a la pista, Viktor tomó la mano de su esposa, dirigiéndola, pero enseguida los detuvo—. Antes de que lo olvide, señora Rosaleen, permítame preguntarle algo, ¿Sabe cuál es el significado de su nombre? La mujer titubeó, por la mirada castaña enfurecida de Henisens —En realidad, la familia de mi mujer tiene una tradición —dijo Viktor—. Les otorgan el nombre de las muñecas con las que jugaban en la infancia a las mujercitas. —Ah, ¿Sí? —inquirió Erskins curioso—. Yo investigué sobre su nombre, porque me parece adorable. —Ah, ¿Investigó? —Viktor no se creía aquello, los celos hicieron mella en su interior —Sí, leí algunos libros antiguos sobre el significado de los nombres, y descubrí que el suyo significa «La rosa mas hermosa» Creo que le queda perfecto, ¿No lo cree Viktor? —preguntó sin retirar sus ojos verdes de Rosaleen, que solo tenía una sonrisa fingida —Claro, es adorable, como mi mujer —hizo énfasis en las palabras y siguió el camino a la pista de baile, llevando a Rosaleen —Señor Henisens, ojalá que me conceda la dicha de compartir una pieza de baile con su mujer —Arthur se encargó de hacer el mismo énfasis en las últimas palabras, provocando que Viktor se descontrolara, al notarlo Rosaleen apretó su mano con fuerza, Viktor la miró con el fuego ardiendo en su mirada, luego se volteó a mirar al hijo del Barón de Dacre —Lamento decepcionarlo, señor Erskins, no creo que sea posible, primero porque mi esposa no le gusta bailar con otro hombre que no sea yo, y segundo, porque en realidad no me gusta compartir lo que es mío —los caballeros se brindaron un par de sonrisas hipócritas. Rosaleen y Viktor comenzaron a bailar en la pista de baile, él estaba de espaldas y ella de frente, Arthur estaba mirándolos al otro extremo del salón. —Cálmate, Viktor, ¿Qué te sucede? Ese hombre no puede sacarte de tus cabales —dijo Rosaleen con el gesto preocupado, sin saber que Arthur lo notaba y se alegraba de dañarles la noche —Detesto a ese tipo, has visto su descaro. ¿Por qué investigo sobre tu nombre? y esa cantidad descomunal de elogios, no es normal, quiere volverme loco de rabia —dijo Viktor, su agarre se volvía intenso sin que lo sintiera, hasta que ella se quejó—. Lo siento. —Tienes el rostro enrojecido de rabia, no me gusta verte así, si deseas nos vamos. —No le daré el gusto —dijo Viktor determinado —Nos está mirando. —¿De verdad? —preguntó incrédulo y ella asintió—. ¿A si que le gusta mirar?, bueno, que disfrute la vista —dijo Viktor rencoroso, luego tomó con una mano el rostro de Rosaleen y con la otra acercó su cintura, besándola con pasión. Arthur Erskins se sintió desfallecer, por un segundo deseó acercarse y separarlos, contuvo el impulso. Pero, el odio se apoderó de él. Su rostro se volvió como una piedra congelada, dio media vuelta al no resistir la batalla perdida.
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