Capítulo XIX. El lenguaje de los cuerpos

1392 Words
Viktor manejaba de prisa, las llantas chirriaban, y Rosaleen tuvo que sujetarse del asiento con fuerza cuando descendieron la colina Donn, a toda velocidad. Un miedo se apoderó de su mente, la radio sonaba alto con el éxito del momento: «Who Can It Be Now? de Men at work. Aquella melodía enloquecía a Rosaleen, recordó de nuevo el accidente de sus padres, cambió de estación y «Phsycal» de Olivia Newton resonó. Viktor encontró divertida la canción, la mantuvo hasta el final, estaban por llegar a casa, nada hizo que los ojos del castaño dejaran de resplandecer por la furia. Cuando al fin llegaron, Viktor bajó azotando la puerta, Rosaleen estaba sorprendida —¿Por qué estás tan furioso? —preguntó aturdida, el hombre caminó hacia ella, poseído, sacó de su bolsillo el collar, mostrándolo —¡¿Cómo demonios se te cayó este collar y terminó en manos del perro Erskins?! Rosaleen se puso nerviosa, pensó en aquel manotazo que dirigió hacia Arthur, cuando intentó sobrepasarse. No era necesario que la mujer dijera nada, Viktor estaba seguro de que había ocurrido algo —No lo sé… no recuerdo —dijo dudosa, pero Viktor fue por ella sujetándola de los brazos con fuerza —¡No me mientas! —¡No! —exclamó con angustia —¡No soy imbécil, no te atrevas a intentar mentirme! Dime que pasó, hizo algo, y lo sé —Henisens tenía el gesto duro, era implacable, no cedía y Rosaleen no podía contenerse —No me hizo nada, solo se acercó demasiado… Viktor parpadeó incrédulo, lanzó un golpe seco contra el cofre de la camioneta, provocando un ruido grotesco, que hizo que Rosaleen pegara un brinco. Viktor era una fiera salvaje, no podía contener el frenesí que consumía su energía —¡Voy a matarlo! —exclamó gruñendo, intentó subir a la camioneta, pero Rosaleen corrió a interponerse—. ¡Quítate! —¡No, por favor, no hagas una locura! —suplicó llorosa —¿Por qué? —preguntó irresoluto, su mirada café era un mar de frustraciones—. ¿Por qué no debo reclamar que ha acosado sexualmente a mi mujer? —Es poderoso, tiene muchos guardias, pueden lastimarte —Viktor lanzó una carcajada irónica —¡Qué se atreva! ¡No soy ningún manco, me defenderé! —¡No! ¡Cálmate! —No voy a permitir que ese maldito te acose y salga victorioso, al menos que… —Viktor pensó un segundo, desconcertando a Rosaleen, la mirada del hombre se oscureció, el odio podía reflejarse en el brillo de sus pupilas, tomó a la mujer de la barbilla con fuerza, acercándola a su rostro, podía oler su perfume y su aliento—. ¿Acaso te gusta? Por eso no quieres que lo lastime, ¿Verdad? La mirada de Rosaleen se volvió confusa, se liberó del agarre —¡Claro que no! —gritó indignada—. ¿Quién crees que soy? ¿Una maldita prostituta? Viktor no abandonó su semblante rencoroso —¡No me mientas! ¡Te gusta Erskins! ¿Por qué aceptaste ir al salón del trono con él? —¡No!, me llevó casi a la fuerza —Rosaleen tenía los ojos desbordantes por lágrimas de nervios, Viktor se acercó a ella con una naturaleza felina, Rosaleen tragó saliva, sentía temor, no podía reconocer al hombre que amaba, ante esa máscara de celos y violencia —¿Es por su dinero? ¿Por su castillo de cuento de hadas? Te deslumbró, ¿Verdad? ¿Qué pasa, Rosaleen, te gustaría ser su reina? —la voz sádica de Viktor fue callada por una fuerte bofetada, por un segundo su cara se quedó paralizada, el rostro de Rosaleen estaba empapado por el llanto —¡Te odio! —exclamó molesta, corrió a la casa, cerrando la puerta detrás. Observó a Osiris sentada sobre un sofá, dormida. Cuando sintió que Viktor la perseguía, subió la escalera a la habitación de prisa. Escuchó como el hombre azotó la puerta principal, se apuró a entrar en la habitación, no quería verlo, escuchó que gritó su nombre, lo ignoró. Intentó cerrar la puerta de la recámara, Viktor lo impidió, empujó con fuerza descomunal, venciendo a la joven, que caminó alejándose, mientras sentía que las manos de Viktor intentaban girarla hacia él. —¡Suéltame! —gritó —. ¡Te odio! —¿Ahora me odias? ¿Ahora lo amas a él? —Rosaleen intentó volver a abofetearlo, pero el hombre sujetó su mano antes de conectar—. No vuelvas a pegarme en tu vida —dijo severo. Estaban tan cerca, podía sentir la respiración acelerada de la joven, oler su perfume de rosas, su rímel se había corrido dejando un rastro oscuro por su blanco rostro —Tanto te impresionó ese hombre que ahora me odias —aseveró con voz triste—. ¡Estás loca! No hay forma de que te libres de mí —dijo enfurecido, luego besó los labios de la mujer con vigor y rapidez. Rosaleen lo rechazó, manoteaba, intentó mover su rostro, Viktor aprovechó para besar su rostro y saborear su cuello, sintió su m*****o palpitar y endurecerse, mientras se aferraba a su cintura. Ella seguía firme, no quería, estaba molesta por los insultos recibidos, siguió moviéndose y por un instante él se desesperó, la soltó, se miraron un momento, de pronto Viktor la empujó a la cama con fuerza, haciéndola caer, estaba incrédula, intentó levantarse, pero pronto fue presa del cuerpo de Viktor que se abalanzó encima de ella. Esa habitación estaba a oscuras, solo la luz de la luna se colaba por las cortinas. Viktor se apoderó de sus labios, la besaba con fiereza, poco a poco Rosaleen fue cediendo ante las caricias, el calor se apoderaba de sus cuerpos. Sus miradas conectaron, la enderezó para quitarle el vestido sin cuidado y lanzarlo lejos de ahí. Descubrió sus hermosos senos libres, pues no llevaba sostén, como un niño hambriento comenzó a chuparlos, luego los acarició, haciendo que la mujer gimiera satisfecha. Siguió besándola por todo el cuerpo, ella intentaba responder, pero Viktor era demasiado apasionado, ella lo sabía desde aquella vez, no había cambiado, así lo recordaría siempre. La piel pilo erecta de Rosaleen enrojecía, ante las manos de ese hombre, que la tocaba queriendo fundirse en ella. Pronto, también su ropa estorbo, Rosaleen le ayudó a quitarse la camisa, pero Viktor era desesperado, arrancó los botones, liberándose, se deshizo después de los pantalones y la ropa interior. Desnudos al fin, siguieron en una guerra de caricias, volvieron a besarse con pasión, estaban muy excitados. Viktor descendió su mano para acariciar el sexo de su mujer, la encontró húmeda y caliente. Sus labios siguieron ese camino, necesitaba probarla, la deseaba demasiado, nada en ese momento venía a su mente, solo la necesidad de poseerla. Comenzó a lamer su clítoris, ella gemía, sus manos se sujetaban con fuerza de las sábanas blancas, no podía controlarse, poco le importaba si toda la isla la escuchaba, necesitaba expresar el placer que la envolvía. Estaba tan mojada, que Viktor supo que estaba lista, se posicionó sobre ella, su pene estaba duro y erecto, entró en ella tan rápido, estaba caliente y húmeda, se fundieron como si fueran un solo cuerpo y comenzaron un vaivén simbiótico, entraba y salía, Viktor suspiraba deseoso, estaba seguro de que había tenido sexo muchas veces antes, pero estaba convencido de que nunca lo había sentido de esa forma deliciosa. La embestía cada vez más fuerte, puso su frente contra la de ella, disfrutaba escuchar los gemidos y suspiros que escapaban de su boca, le recordaban cuanto estaba gozándolo, quizás más que él —Te amo, Víctor —susurró con voz débil —Eres mía, Rosaleen, toda mía —dijo posesivo. Los ojos de Rosaleen se abrieron grandes, hizo una expresión exquisita, el placer era palpable en su cara, sus manos se aferraron a la espalda del hombre —¡Qué rico! —exclamó sin pensar, cuando el orgasmo la invadió, Viktor la miró sonriendo, y de pronto fue atrapado por esa misma energía, el orgasmo hizo que ondas de calor y frío recorrieran su cuerpo, ¡Era la gloria para él! Su cuerpo tenso, se liberó, luego eyaculó, Rosaleen besó sus labios al sentirlo —Te amo —dijo ella —Te amo, mi amor.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD