La tristeza me tenía envuelta, ya no sabía qué creer, mi esposo era un perverso desconocido y mi mejor amiga no era leal. Es verdad que a veces las situaciones difíciles te abren los ojos, pero estaba en una paradoja, pues tenía que escoger entre enfrentar la verdad o quedarme en silencio para seguir viviendo como millonaria. Decidí no contestar, le dije a María que me encontraba ocupada, prefería verla de frente para escuchar sus mentiras y percibirlas en su rostro. No le deseo a nadie lo que estaba sintiendo, solo quería dormir y olvidarme por un momento de todo lo que estaba pasando, volver a mi vida de antes, a aquel momento en el que confiaba en Luciano como en mi propia sombra. Sin embargo, esa paz se vio interrumpida por Fernando, quien intensamente tocaba mi puerta, ni siquiera fue decente al entrar, en su rostro se notaba el desespero que tenía.
—¿Qué te ocurre primo? —pregunté inquieta.
—Dime de una vez por todas, qué pasa con Fernando. Se ha estado ocultando de mi y realmente necesito hablar con él, no está en la empresa y tampoco aquí. ¿Sabes algo acerca de eso? Sé que no debo molestarte prima, pero no me da buena espina su desaparición —dijo mientras miraba disimuladamente toda la casa.
—No tengo idea, prefiero no saberlo.
—¿Qué dices? ¿A qué te refieres con eso? ¿Acaso está mal la relación? Sabes que puedes decirme lo que sea.
—La relación va muy bien, no te preocupes, solo quiero estar sola un rato, me disculpas si no puedo ayudarte.
Aquel mensaje fue suficiente para que Fernando infiriera que no quería hablar más. Su actitud me generaba desconfianza, sabía que tenían negocios, pero no entendía por qué se veía tan desesperado. Algo me estaban ocultando, pero eso era lo que menos me importaba en ese momento, pues Luciano tenía toda mi atención. En ese preciso momento debía estar probablemente acostándose con esas mujeres y dándoles una buena cantidad de dinero, como si en casa no tuviera una esposa dispuesta a complacerlo. Me sentía olvidada, ahora era un cero a la izquierda, un adorno sin importancia que le permitía gozar de buen prestigio frente a los demás…
Ya eran las cinco de la tarde, ansiosa esperaba a María, quería ver su cara de cínica, diciendo mentiras después de haber besado a mi esposo, estaba luchando por no hacerle reclamos para que no se diera cuenta que la tenía espiada. Llegó con su rostro alegre como de costumbre, ella se sentía como si estuviera en su casa, se quitó los tacones y los tiró en un rincón de la sala, se acostó y me pidió un poco de vino.
—Cuéntame, María, ¿qué pudiste descubrir hoy? Muero de intriga —dije mientras le entregaba la copa de vino.
—Creo que tus sospechas son ciertas, Luciano está metido en negocios raros, hoy desapareció todo el día, tiene una socia muy hermosa, pero la verdad no sé qué papel cumple en la empresa —contestó sin mirarme a la cara.
—¿Solo eso, María?
—¿Acaso te parece poco? Lo que te estoy contando es grave, hoy conocí a esa mujer y te juro que no me da buena impresión. Tienen mucha confianza, sospecho que son amantes.
—Sigue investigando entonces y vete antes de que llegue Luciano.
—Tienes mucho mal genio y eso es normal con todo lo que está pasando, pero no te preocupes, yo te voy a ayudar. Adiós.
Ya no podía confiar en nadie, lo único positivo es que la situación me permitió darme cuenta quién era mi mejor amiga. Afortunadamente aún podía descubrir muchas cosas y por suerte hice que se fuera, por primera vez en varios días mi esposo había llegado temprano. Su rostro se veía alegre, llegó como de costumbre, dejando su saco en el perchero, con todo lo que había pasado olvidé preparar la cena, por suerte no se molestó. Le expliqué que me sentía indispuesta, lo que entendió perfectamente, incluso pidió una pizza para los dos. Estaba muy cariñoso, la hora de dormir se estaba tornando en un ambiente seductor. No entendía por qué quería acostarse conmigo, para mí era evidente que hace pocas horas había estado con algunas de esas dos mujeres o, en su defecto, con las dos.
Me molestaba mucho pensar cuántas veces estuvimos juntos el mismo día que, posiblemente, se había metido con otras. A pesar de que eran pocas las veces que teníamos intimidad, tiempo antes sentía que todo era perfecto porque pensaba que mi marido esperaba por mí, pero ahora la sensación de asco se apoderaba de mí, solo pensaba en lo mucho que deseaba volver al tiempo en que no sabía nada. Tal vez están en lo correcto los que dicen que es mejor vivir engañado pero feliz. En ocasiones la verdad puede ser tan dolorosa que precisamente por eso los antiguos filósofos hablaban de los hombres que vivían escondidos en la caverna de Platón, los cuales no querían salir afuera para no ver lo dolorosa y triste que era la verdad. De hecho, cuando estos hombres salen de la caverna La luz ciega sus ojos, impidiéndoles ver con exactitud el mundo verdadero. Eso mismo sentía yo ahora que podía descubrir realmente cómo eran las cosas con mi marido. Me sentía mal, estaba más tranquila antes, cuando nada me importaba. Sin embargo, el dolor que aparece cuando se presencia lo verdadero es totalmente necesario para salir del mundo de sombras en que se vive y encontrar un nuevo propósito. Por ese instante pensé que tal vez la vida que me imaginaba a su lado no era el futuro que me esperaba, siempre imaginé que íbamos a envejecer juntos, que tendríamos hijos algunos años después, que los sacaríamos al parque y comeríamos un helado mientras ellos se divertían. Después serían adolescentes y tendríamos que ser muy responsables para que ellos tomaran el camino correcto, me imaginaba a ambos sentados en la sala advirtiéndole sobre los problemas de las drogas, de la sexualidad, de lo correcto y lo incorrecto,. Incluso gracias a las aplicaciones que te permiten ver cómo será tu rostro cuando seas una persona vieja, me proyecté y pensaba que aunque estuviéramos así, aún querría estar a su lado porque lo realmente valioso era su alma y lo que me había entregado durante todo el recorrido que habíamos compartido juntos. Me daba mucho miedo pensar que afuera había otro amor esperándome, que todas mis expectativas eran falsas y simplemente había vivido en un espejismo todo este tiempo. Luciano sabía que estaba muy distraída, tocaba suavemente mi brazo mientras besaba mi hombro, pero mi mirada estaba totalmente perdida hacia el infinito, miraba el techo y pensaba muchas cosas, lo que le hizo darse cuenta que algo no estaba bien.
—¿Pasa algo cariño? Siento como si fueras otra persona. ¿Dónde está mi esposa? —dijo como si tratara de hacerme reir.
—No lo sé, el que se comporta extraño eres tú. ¿No tienes nada para decir? —pregunté sin siquiera mirarlo a los ojos.
—No sé de qué hablas cariño, pero te aseguro que no me pasa nada, a veces llego muy cansado del trabajo, es todo. Sabes que todo lo hago para que tengamos una vida cómoda, me esfuerzo para que seas feliz y vivas bien, discúlpame por eso.
No le conteste nada, él se volteó hacia el rincón como si estuviera indignado, me daba rabia lo sínico que podía llegar a ser, ahora yo tenía que estar agradecida porque vivía como reina gracias a él.
Siempre me caractericé por tener un sueño muy pesado, de hecho mi familia hacía burlas referentes a eso, decían que podía pasar un terremoto y yo no me daría cuenta, probablemente todos alcanzarían a salir de la casa y yo moriría bajo los escombros por literalmente morir mientras duermo. Ahora todo era diferente, mi cabeza no dejaba de dar vueltas, pensaba en cómo podía ser posible todo lo que estaba pasando. La forma en que las personas se comportan y lo que nosotros creemos de ellas es totalmente diferente a la realidad, Luciano me había dado una lección de vida, no podía volver a confiar en nadie. Al tiempo me sentía muy indignada por el hecho de querer defenderse refiriendo la forma en que vivimos. Si tan solo yo tuviera una carrera universitaria podría valerme por mí misma en lo económico, pero la verdad se me dificultaría ser independiente y continuar con el nivel de vida que llevo, pues me acostumbré demasiado a comer bien y vestir ropa cara, se me haría muy difícil laborar en un lugar donde me pagaran poco, escasamente me alcanzaría para pagar la renta, comida y servicios, esa es una vida que estaba segura no querer. Sin embargo, lo que estaba viviendo al lado de Luciano tampoco era algo muy agradable, tenía que decidir entre mis comodidades económicas y el valor que tenía que darme como mujer. De lo que sí estaba segura era de que tenía que descubrir muchas más cosas, la mejor forma de olvidarse de una persona y sacarla por completo del corazón es desilusionarse hasta tal punto que ya sea imposible que los sentimientos bonitos salgan a flote por encima del dolor.