Cada nuevo día representaba una oportunidad para mejorar y darme cuenta de lo que tenía que hacer, me miraba al espejo y solo veía una mujer dependente emocional y económicamente de un monstruo que fingía ser un príncipe. Todavía era joven, sentía que tenía muchas oportunidades, desgraciadamente, yo misma me estaba cerrando el mundo, pensando que no podía sola. Alguien tocó la puerta a las diez de la mañana, fueron tres golpes suaves, la mayoría de personas prefieren el timbro, motivo por el que se me hizo extraño. Disimuladamente me asomé por la ventana, era un hombre alto, vestía zapatos deportivos, pantalón jean claro y una camiseta negra. Estaba de espalda, no podía identificar quién era.
—Hola, ¿quién eres? No te reconozco —dije mientras trataba de enfocar mi mirada.
—Miguel, no sé si aún me recuerdas, perdóname por molestarte a esta hora, solo quería saber cómo estabas —contestó mientras trataba de identificar donde me encontraba.
—No te preocupes, solo me sorprende que hayas decidido venir —mencioné mientras abría la puerta y le hacía señas de que podía sentarse en el sofá.
—Tienes una hermosa casa, te felicito. No quiero abrumarte con mi inesperada visita, es solo que sé que acabas de pasar por un difícil episodio, quiero que sepas que estoy aquí para ayudarte en lo que necesites.
—¿Qué te hace pensar que necesito ayuda, Miguel?
—Es sólo mi intuición, no te ofendas, pero sé muy bien la clase de mujer que eres y podrías necesitar a alguien que te escuche y te ayude a descubrir nuevos misterios.
—¿Qué clase de mujer soy? No necesito a nadie para resolver los problemas con mi esposo, fue un gran error aceptar tu ayuda.
—Eres el tipo de mujer que, por lo general, no es feliz, de esas que se casan con un hombre porque es atractivo, tiene un buen estatus social, adquiere amigas del mismo nivel para tomar el té una vez por semana y presumir cuál de todas vive mejor. Solamente te preocupas por lucir bien físicamente, pero, ¿dónde queda lo que realmente sientes? ¿Eres feliz con Luciano? A pesar de que acabas de descubrir que es un monstruo sigues con él, pues vi que llegó a la empresa muy sonriente como siempre, lo que significa que en casa no tuvo problemas.
—¡Ya basta! Ni siquiera sé porque te sigo escuchando, no tienes razón en absoluto.
—Te enoja aceptar la realidad y salir de tu burbuja de perfección, pero estoy aquí para ayudarte. No será suficiente tener a tu amiga de infiltrada, necesitas una persona leal que te sea fiel y te de la información correcta que necesitas.
—¿Qué te hace creer que mi amiga no es leal? Ya sabes muchas cosas, ¿acaso has estado investigando?
—No es necesario investigar, eres de pensamiento básico, es fácil descifrarte.
—¡Vete de mi casa! No sé por qué tengo que soportar que me trates así, solo guarda silencio con respecto a todo lo que sabes y no vuelvas.
—Alguien tenía que decírtelo, si cambias de opinión solo llámame.
Se retiró con una sonrisa en el rostro, no sin antes dejar una tarjeta sobre la mesa que estaba frente al sofá. Antes de cerrar la puerta me observó, realmente durante toda la visita no dejaba de ver mi rostro. Para mi era muy extraño todo lo que había pasado, aunque hice que se fuera inmediatamente no me molestó lo que me dijo, en el fondo sabía que era verdad pero no quise aceptarlo frente a Miguel. Debido a que decidí no aceptar su ayuda me puse en marcha, mi estrategia era diferente, quería optar por imitar el papel de esposa arrepentida para acercarme a mi esposo.
Aproveche que era viernes y me puse un poco elegante, un pantalon n***o de tela, una blusa blanca escotada y corta, unas sandalias altas, accesorios sutiles y un bolso n***o. En cuanto llegué a la empresa todos empezaron a mirarme de los pies a la cabeza, muy pocos sabían quién era, pues casi nunca frecuentaba la empresa de Luciano, siempre decía que prefería que no me involucrara. María se sorprendió al verme, de inmediato se levantó de su escritorio y corrió a saludarme con un beso en la mejilla. Miró atenta a todos lados y me advirtió que Luciano estaba ocupado, al parecer en una reunión privada en su oficina. De inmediato le di a entender que nada de eso me importaba, pues yo era la esposa y podía entrar en cualquier momento, debo reconocer que me dio mal genio la actitud de María, a mi parecer estaba tomando atribuciones que no le corresponden.
Con aire de grandeza me dirigía la puerta de la oficina, intenté abrir sin antes tocar pero tenía seguro, así que mientras saba varios golpes guardaba silencio para tratar de escuchar lo que pasaba adentro.
—María, te dije que estoy ocupado y no puedo recibir a nadie ahora —dijo Luciano en voz alta.
—Soy tu esposa, ábreme la puerta en seguida —dije como si estuviera segura de que tenía el control.
Todos sus empleados estaban observando lo que pasaba, algunos parecían asustados, eso me hizo pensar que estaba adentro con una mujer. María miraba fijamente su computadora, quería tratar de disimular que no era responsable de lo que estaba pasando.
—¿Qué haces aquí cariño? No me avisaste que venías —dijo Luciano mientras abría la puerta al tiempo que me saludaba con un beso en la frente.
—Vine a hablar contigo, María me dijo que estabas ocupado pero insistí, no la culpes —mencioné mientras entraba a la oficina.
No cerré la puerta porque había una mujer allí, era linda, la misma que le consiguió las mujeres en aquel lugar. Por un momento sentí rabia, probablemente mantenían juntos y ella para mi era una simple proxeneta, hermosa, por supuesto.
—¿No me vas a presentar a tu amiga? —pregunté mientras la miraba de arriba abajo con la intención de hacerla sentir incómoda.
—Yo puedo presentarme sola, puedes decirme Linda, soy socia de tu esposo y estábamos en una reunión muy importante —contestó con tono retador.
—Lo siento, pero ahora necesito hablar con Luciano, puedes retirarte.
Ella parecía estar esperando que Luciano la defendiera, no quería irse y perder la batalla momentánea conmigo, pero al ver que no ocurrió nada se alejó rápidamente y cerró la puerta de un solo golpe.
—¿Qué acaba de pasar? —preguntó Luciano extrañado.
—Tu deberías contestar esa pregunta, esa mujer se enfadó porque llegó tu esposa, ¿ocurre algo que deba saber? ¿Qué negocios tienes con ella? Es evidente que le gustas —dije mientras me sentaba en la silla frente al escritorio.
—No tengo nada con esa mujer, solo importantes negocios que acabas de arruinar con tu irreverencia. ¿De qué necesitas hablar?
—No me gustó lo que pasó anoche y quería arreglar todo con un almuerzo, ¿vamos?
—¿Tengo otra opción?
—La verdad, no.
Nos dirigimos a un fino restaurante que quedaba cerca de la empresa, allí van muchas personas importantes, desde empresarios hasta funcionarios del gobierno. Cuando entré fui el centro de atención, algunos amigos de Luciano hicieron referencia a lo bien que me veía, eso fue muy satisfactorio. Él ni siquiera había notado lo bien que me arreglé, se veía un poco estresado pero no quería levantar sospechas. Linda llegó al mismo restaurante acompañada de las dos mujeres con las que probablemente había estado aquel día. Luciano se puso muy nervioso volteaba la mirada para tratar de disimular que no las conocía, pero era evidente que estaba muy nervioso.
A mi parecer Linda lo hizo con la intención de hacerlo sentir incómodo y cobrar venganza por lo que había pasado. Yo solo quería saber hasta dónde podía llegar todo, así que me levanté de la mesa y me dirigí hacia donde estaba Linda con las otras dos mujeres. Luciano se puso muy pálido, entre murmullos trataba de insinuar que tenía que regresar a mi silla, pero no le presté atención. Le dije a Linda que me disculpara por el mal rato en la oficina y que mi forma de tratar de enmendar los errores era invitándolas a almorzar a nuestra mesa. Estaba muy sorprendida, pero no se negó, inmediatamente se levantaron de las sillas y se sentaron al lado de Luciano, quien evidentemente se encontraba muy asustado.
Supongo que en ese momento tenía el papel de esposa inocente, Linda sabía lo incómodo que se sentía Luciano con la situación y se imaginaba que todo lo hice con buena intención. En ningún momento las dos mujeres que acompañaban a Linda se presentaron, simplemente guardaron silencio mientras esperaban su comida.
—¿A qué se dedican ambas? Les pregunté a las chicas para romper el hielo.
—Somos empleadas de servicio —contestó una de ellas.
—Eso no importa, Amanda. Más que eso son mis amigas y por eso las he invitado a cenar interrumpió Linda.
Era muy notorio que Luciano no se sentía bien, no pronunciaba ni una sola palabra y cada vez que intentaba decir algo Linda desviaba mis palabras. Mi estrategia no había servido para sacar información, pero al menos cada vez estaba más cerca del círculo social de mi esposo. Quería que él viera que tenía control sobre lo que estaba pasando, que no estaba tan alejada de su entorno laboral y que cada vez estaría más cerca.