El lugar de la reunión era bastante retirado, más precisamente en las afueras de la ciudad, solo habían condominios y casas de gente que evidentemente era millonaria. Yo estaba abrazando a Miguel, un desconocido que me estaba ayudando a cumplir mi misión. ¿Hasta dónde había llegado? Si le contara todo eso a mis padres estarían muy decepcionados, y no solo de mí por las cosas que estaba haciendo, sino también de Luciano, a quien consideraban una persona intachable. La idea de mi nuevo amigo era perfecta, llegar antes que ellos para poder guardar la moto y escondernos dentro. Él sabía de una entrada secreta, siempre reparaba mucho el lugar pero temía entrar, ya que no estaba seguro si adentro tenían cámaras. Realmente necesitaba su empleo, así que no se arriesgaba. Por eso me parecía un acto muy lindo, que sin conocerme estuviera dispuesto a hacer tantas cosas por mí, o tal vez simplemente estaba pasando por ingenua.
—Este es el lugar, voy a dejar mi motocicleta justo detrás de esos árboles y subiremos por la parte de atrás. Hay una escalera que conecta a una ventana, podemos espiar desde allí, la verdad me da miedo entrar —dijo Miguel mientras reparaba el lugar.
—No te preocupes puedo hacer esto sola —contesté— solo necesitaba estar en el lugar indicado y ya me has ayudado, de verdad te agradezco y discúlpame si en un principio te traté mal, es solo que estaba a la defensiva.
—No te voy a dejar aquí sola, ¿cómo piensas regresar?
—No lo sé, pero no quiero entrometerte mucho, debes cuidar tu empleo y seguir tu camino
A pesar de lo que le dije Miguel no me abandonó, ambos subimos por las escaleras que mencionó y nos quedamos en la parte de arriba de una ventana. Todo estaba oscuro, adentro se escuchaban unos murmullos, incluso juro haber oído a una mujer que estaba llorando. Ambos estábamos muy inquietos, según Miguel eso era solo un sitio en el que se guardaba alguna mercancía, por eso había tantos refrigeradores. Realmente era extraño todo lo que estaba pasando pero ya no podíamos irnos, yo tenía una misión y Miguel ya tenía curiosidad. Pronto escuchamos que se acercaron unos vehículos, era Miguel con aquella mujer del restaurante, Linda. Se comportó muy atento con ella, incluso se bajó primero del vehículo y corrió a abrirle la puerta, le dio la mano y entraron de gancho. Atrás venía otro carro, pero eran solamente escoltas, quienes se quedaron afuera vigilando todo el perímetro. Mi esposo entró con aquella chica, encendieron la luz, de inmediato pudimos notar que había dos chicas atadas detrás de unos refrigeradores, tenían una mordaza, por eso solo se escuchaban algunos susurros lejanos, parecía ser un secuestro.
— ¿Qué te parece esto? —preguntó Linda mientras tocaba la mejilla de una de las chicas.
—Ambas son realmente hermosas, ¿de dónde las ha sacado? parecen ángeles caídos del cielo —dijo Luciano mientras las reparaba fijamente.
—Sabes que tengo mis trucos y no se los revelo a nadie. Ninguna de las dos tiene nombre y es algo que tampoco nos importa, solo dime cuál te gusta y dame la parte que me corresponde.
Miguel estaba tan aterrado como yo. ¿Acaso mi esposo estaba secuestrando mujeres para forzarlas sexualmente a estar con él? Al menos ese parecía ser el caso. Necesitaba escuchar claramente todo lo que estaban diciendo, pero mi mente no podía concentrarse. ¿Me había casado con un psicópata? ¿Con quién estoy durmiendo todas las noches? ¿Cuántas veces se habrá acostado con diferentes mujeres? Tal vez por esa razón ya no quería estar conmigo, decía estar cansado, pues era evidente que tenía una vida muy atareada. Linda le quitó la mordaza a una de las mujeres, quien inmediatamente empezó a gritar. Pedía auxilio, suplicaba que la soltaran y que la regresaran a donde su madre, ella no sabía por qué le estaban haciendo eso.
—Escucha querida, si estás aquí es porque cumples con el perfil que nos gusta en esta empresa: eres de piel suave, buena contextura y además de eso, hermosa, así que queremos ofrecerte mucho dinero a cambio de unos pequeños favores —mencionó Linda.
— ¿Qué favores? ¿De qué están hablando? Solo me quiero ir, dijo la chica mientras miraba asustada.
—Este hombre que está aquí es muy apuesto, ¿verdad? Su nombre es Luciano y es mi socio en esta empresa que tenemos. Él quiere que hagas todo lo que te pida, si logras complacerlo y dejarlo feliz tendrás muchísimo dinero. La cantidad es exorbitante así que solo piénsalo, ambas pueden hacerse millonarias en tan solo una semana si cumplen con todo lo que les pediremos.
En ese momento la chica se tranquilizó, parece ser que al hablarle de dinero su perspectiva había cambiado. Se notaba que era de clase social baja, a pesar de ser muy hermosa la ropa que traía y su forma de comportarse dejaba entrever que el dinero la deslumbraba fácilmente. Con su cabeza asintió, dejando claro que iba a cooperar con todo lo que le dijeran, al igual que la otra chica, a quien no le habían quitado la mordaza pero ya estaba más tranquila.
—Ambas aceptamos lo que dices —dijo la chica mientras miraba a su compañera.
— ¡Perfecto! En la parte de atrás hay una habitación que tiene el número 106. Entren allí y dense un baño, en el clóset hay mucha ropa, pueden escoger la que quieran, la que mejor les parezca, todo es de marca y con cualquier cosa se verán hermosas. Quiero que se organicen muy bien, en dos horas las esperamos en este mismo punto.
En efecto, Luciano era un monstruo. Ambos se retiraron del lugar, al igual que los escoltas. Bajé lentamente las escaleras, cuando llegue al piso me senté en un rincón y empecé a llorar. Tenía mucha rabia, me había dolido mucho enterarme de todo ese tipo de situaciones. Por mi mente pasaban muchas cosas, solo pensaba que debía vengarme, no era justo que le hiciera eso a una mujer como yo. ¿Acaso no era suficiente? ¿Por qué tenía que buscar chicas de esa forma? Yo no podía complacerlo o simplemente ya no le gustaba, no lo sabía, pero estaba totalmente destrozada. Miguel se sentó a mi lado, no me dijo nada, simplemente me abrazó. Él sabía por lo que estaba pasando y realmente le agradecí que no me cuestionara nada. Este hombre solamente quería saber cómo íbamos a proceder, si estaba dispuesta a quedarme para ver qué iba a pasar cuando las chicas estuvieran listas o si me dejaba en mi casa para que pudiera tranquilizarme, él tenía que cumplir con su turno de trabajo y no podía quedarse todo ese tiempo. Decidí que lo mejor era irme para mi casa, tal vez ya sabía lo que iba a pasar: las chicas saldrían muy hermosas y Luciano estaría con ambas, no lo sabía muy bien, pero sentía que mis sospechas eran totalmente certeras. No quería presenciar eso, solo me haría sentir más humillada conmigo misma, además de la vergüenza que ya sentía con Miguel.
Me dejó en mi casa, no sin antes mencionar que podía contar con él para lo que quisiera. Guardé su número en mi celular y quedamos de vernos en algún momento, me dio un beso en la mejilla antes de irse, siento que su aroma quedó impregnado en mí. Era una persona humilde y realmente buena, confiaba en él aunque apenas lo había conocido. Me senté a llorar en el sofá, justo en ese momento mi celular empezó a sonar, no quería hablar con nadie, solo observaba como sonaba. Era María, quien timbraba constantemente y al mismo tiempo dejaba mensajes diciéndome que le contestara, que era urgente.