Capítulo 2 Testigos de la pasión.

1645 Words
Capítulo 2 Testigos de la pasión. En la calurosa noche, cuando Ana y Raúl estaban durmiendo tranquilamente en sus habitaciones desde hace por lo menos unas dos horas, escucharon de pronto unos ruidos muy extraños que provenían desde la planta baja. Había ruido que se parecían a golpes, aunque un poco raros, por lo cual al despertar por ese alboroto tan extraño, decidieron salir de sus camas y sin ponerse calzado ninguno de los dos, se acercaron hasta sus puertas y las abrieron completamente extrañados. Prácticamente, abrieron las puertas a la vez, por lo cual las dos cabezas de ellos salieron cada una de las habitaciones correspondientes, sorprendidos por unos segundos al ver al otro aparecer. Luego, al comprobar que ellos no eran los causantes de dicho sonido extraño, sus miradas volvieron hacia el pasillo, que daba hacia la escalera, para después volver a mirarse. Al centrar sus miradas, Ana pudo notar rápidamente que Raúl estaba sin camisa, mostrando un exquisito cuerpo bastante trabajado, eso era debido al fútbol americano, juego que ha jugado desde que era un niño prácticamente. Su padre lo anotó a dicho deporte a los siete años y desde ese momento no ha dejado de jugarlo nunca; lo ama profundamente. Raúl, por su lado, también observó a Ana. Ella estaba vestida con un pequeño camisón de dos piezas, la maldita cosa era bastante transparente, por lo cual aún en la oscuridad puedo notar los tensos pezones de ella debajo de la tela, lo que lo hizo olvidarse por un instante del ruido que los despertó y concentrarse solo en ella como sucedía con normalidad. Era más que un simple admirador, parecía un completo acosador en algunas ocasiones. Miraba su cuerpo de forma perversa, tratando de imaginar como sería ella sin nada de eso que traía puesto. Su hermoso y abultado trasero estaba apenas tapado con un pequeño short a juego con la parte de arriba, al verla con eso Raúl no pudo evitar sentir una pequeña descarga de excitación en su m*****o como si él le estuviera diciendo: Pero se decía que eso era imposible, que ellos eran hermanos, hermanos de sangre que se han criado juntos. No hay nada que les permita estar juntos de esa manera, aunque las ganas han estado allí por un tiempo. Era increíble lo que rogaba a dios cada día, cuando la miraba, para que lo que sentía por ella no fuera prohibido; era tanto que ya pasaba más tiempo hablando con él, que con las personas en general. —Raúl, ¿qué demonios es ese ruido? Le preguntó Ana a su hermano en lo que parecía un grito susurrado. —No tengo idea, primero pensé que eran golpes, pero hay hasta gemidos. Esto está raro. Dijo Raúl en voz baja, susurrando, al igual que su hermana, mientras se acercaba a ella. Pero los gemidos eran algo que no podían simplemente tomar a la ligera, por lo que se le ocurrió que tal vez eran sus padres adoptivos los que estaban allí abajo, teniendo sexo. —¿Tal vez son Fernanda y León teniendo sexo? —Bajemos en silencio a ver y comprobemos que sean ellos, para quedarnos tranquilos. No vaya a ser que unos ladrones se metieron a coger en la casa. Ana estuvo de acuerdo con la idea de él, por lo que con mucho cuidado empezaron a bajar las escaleras. Al llegar a la parte de abajo de las mismas, siguieron los ruidos de golpes y gemidos hasta llegar a la sala de estar. Desde la oscuridad de puerta ambos pudieron observar a los causantes de tanto ruido en plena madrugada. Efectivamente, eran León y Fernanda, los padres adoptivos de ellos. Fernanda estaba acostada sobre la pequeña mesa del café en medio de la sala, mientras León arremetía contra ella una y otra vez, dándole estocada tras estocada, hundiéndose profundamente dentro de ella, haciéndola sacar largos y ruidosos gemidos. Presenciar semejante escena, hizo que los dos jóvenes quedaran sumamente impresionados, tanto así que no se podían ni mover de sus lugares y solo podían observar lo que pasaba, sin ser vistos desde donde estaban ubicados al lado de la puerta. La sala estaba iluminada solo por las luces de los veladores junto a las paredes, dejando las luces del techo apagadas, por lo que crearon una escena espectacularmente apasionada haciendo que las tenues luces amarillas brillaran sobre sus pieles desnudas. De pronto, León interrumpió sus fuertes estocadas y se levantó el suelo, donde estaba arrodillado, elevándose en su altura de un metro ochenta de alto, y le dijo a Fernanda con la voz cargada sexo: —Ven a chupármela… Fernanda no lo dudo ni un segundo, se sentó sobre la mesa, dejando sus nalgas sobre el vidrio, en la cual antes había estado acostada y abrió la boca gustosa para meterse el gran pene de León dentro de su boca. Empezó a saborearlo y a darle muchas lamidas, antes de hacer que este duro m*****o tocara el fondo de su garganta, dándole arcadas que enviaron sacudidas de placer en él. Desde su lugar en la puerta, Ana y Raúl veían a su madre adoptiva metiéndose en la boca ese gran m*****o y luego sacándolo, metiéndolo y sacándolo, una y otra vez con mucha rapidez. Ella estaba trabajando muy gustosa. Se notaba que le gustaba y disfrutaba mucho de hacerlo, además que soltaba muchos gemidos de placer al hacerlo. Ana de pronto se vio frotando sus rodillas sutilmente, pues lo que estaba viendo la estaba excitando. Nunca había visto una película porno, pero podía imaginarse esta escena como una que abría en una de ellas. El morbo estaba cavando hondo dentro de ella y ya no podía más. Podía sentir la incomodidad en medio de sus piernas, además que notaba saliendo de ella el suave y delicioso néctar de su excitación. Sus bragas estaban completamente mojadas para su completa consternación, mucho más al ver como Fernanda se apartaba un poco de la enorme v***a de León, para después de sacarla de su boca, empezar a lamerle la cabeza como si fuera una deliciosa piruleta, mientras lo masturbaba en la base. Raúl no se quedaba atrás, estaba completamente endurecido al ver esa cena entre sus padres adoptivos. Jamás se los había imaginado tan sexuales y carnales, ellos lo sorprendieron enormemente. Sutilmente, para que Ana no lo notara, bajó la mano, tocando el frente de sus pantalones piyamas para acomodarse el bulto de su m*****o, pues es que este ya le estaba molestando por lo hinchado y duro que estaba. Y aunque solo trataba de acomodarse un poco, sin que él mismo se diera cuenta, se empezó a frotar con la mano, de arriba para abajo delicadamente. En un momento, mientras seguía observando la escena frente a él, pudo apretar la cabeza de su m*****o sobre la ropa, haciendo que contrajera su trabajado abdomen. Estaba tan deseoso que en cualquier momento sacaría su m*****o afuera de sus pantalones y se lo jalaría sin importarle nada, ni siquiera su hermana a su lado. De pronto, vieron como León, sujetó con fuerza el cabello de Fernanda y la apartó de su pene bruscamente. La hizo levantarse del suelo, para luego hacerla inclinarse sobre la pequeña mesa, colocando solo sus manos sobre ella. Estaba con todo el trasero apuntando al aire, lo que dejaba una gran vista para quién estaba detrás de ella. La golpeo con unas dos cachetadas a cada nalga y le dijo lo hermoso que era la vista que tenía de ella, de la cual nunca se cansaría. León se arrodilló detrás del cuerpo de Fernanda, y al ver su hermosa y húmeda v****a frente a él no pudo contenerse más y empezó a lamerla. Lamía desde su clítoris hasta su entrada trasera y jugaba con todas las partes de ella que podía, incluso empezó a penetrar la entrada de su v****a con su lengua. Ella soltaba gemido tras gemido. Estaba en una espiral de deseo desenfrenado que de seguro si los dos jóvenes hubieran pasado por enfrente de ellos no los habrían notado. Cuando ya la tenía completamente mojada por todos lados, incluso en la entrada trasera, le introdujo en un instante un dedo, haciéndola gritar de la repentina sorpresa allí atrás. —¡Ay, sí! ¡Sí! ¡Qué rico! —¿Te gusta que te penetre con mi dedo? Pues, ¡más te van a gustar dos! Terminó de decir sus palabras y sacó completamente ese dedo para luego metértele el segundo abruptamente. —¡Ay, sí, León…! ¡Ahora méteme la v***a! Le gritó Fernanda audiblemente luego de unos minutos, sorprendiendo a los jóvenes que la miraban desde la puerta todavía. No habían podido moverse para nada desde que los vieron teniendo sexo. Pero la sorpresa fue aún mayor cuando vieron a León incorporarse y escupirse la mano para luego embadurnar de toda esa saliva su m*****o y posteriormente empezar a incrustárselo en su ano. Los gritos del placer que estaba sintiendo Fernanda fueron tanto que incluso Ana y Raúl estaban tan excitados que no les importó una mierda el meter la mano dentro de sus pantalones y empezar a acariciarse íntimamente sin rodeos. Raúl ya estaba frotando su más que apetecible y grande m*****o, arriba y abajo, mientras seguía atento a lo que pasaba en la sala, pero también a lo que sucedía a su lado con Ana. Se escuchaba el esfuerzo en sus respiraciones, como él inhalaba y exhalaba con dificultad. Ana, con su mano dentro de su pequeño short, frotaba con su dedo corazón su clítoris, estimulándose tan bien que pronto llegó al orgasmo, junto con Raúl, y de inmediato, luego de caer en cuenta en lo que hicieron, salió de allí con mucha culpabilidad hacia su habitación, donde se encerró el resto de la noche. Él, por su lado, también hizo lo mismo luego de verla irse.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD