Rodrig Tarskovsky. El agua caliente envolvió mis tobillos, pantorrillas, el vapor nubló mucho más mi visión y evité perder el equilibrio, sosteniéndome con las manos a las paredes. Cerré la llave de la regadera y me aturdió un tanto el silencio que quedó en el cubículo semi-abierto de la ducha tras caer la última gota, el sonido del agua en movimiento se hizo escuchar cuando me desplacé nuevamente para sentarme en la bañera y terminar acostándome dentro, hundiéndome completamente de forma lenta y gradual. Había dejado el botiquín de primeros auxilios a un lado de la bañera, dejando la puerta de la ducha entreabierta. Sentí en la piel bajo mi cabello, como este se balanceaba lentamente dentro del agua, sirviéndome de relajante, era confortante, tibio estar allí y así, salvo que cada vez