Doy un paso atrás cuando Sebastián amenaza con atacarme. Dos peones intentan intervenir poniendo las manos en su pecho. Los niños me miran asustados, luego aquella mujer los lleva consigo, dejándome allí paralizada sin saber qué hacer. Junto a las cejas. ¿Tanto te desagrada mi presencia?
— ¿Qué haces aquí? - Despierto con la voz de Geane, mi ex suegra. Su hermoso vestido rojo satinado compone perfectamente su cara amarga. Ella nunca fuiste mi fan, seguro que me estás insultando por dentro.
— Vine por la fiesta.
— ¿Cómo supiste que hoy sería un día conmemorativo?
Río de la burla.
— Son mis hijos. Claro que sé la fecha de su cumpleaños. Una amiga comentó de la fiesta, pero yo ya...
— Sí, pero nunca se interesó por ellos.
— ¿Cómo no? Traje hasta un regalo para cada uno. - Muestro los juguetes. Toma mi mano y los tira al suelo. La bola acaba rodando, yendo en una dirección cualquiera. El oso, ella pisa encima él aplastando. Un dolor quema mi pecho de inmediato. No me gustó eso.
— No eran tus hijos hace seis años cuando los abandonaste. No necesitan ningún regalo viniendo de ti. - Cruza los brazos. — Dime zorra, ¿por qué viniste a molestar a mi hijo y a mis nietos? Ya basta con todo lo que les hicieron sufrir.
— Necesito un minuto para conversar con su hijo. Tenemos que acertar algunos puntos.
— No hay nada que arreglar, te fuiste e punto. Puedes darte la vuelta y volver de donde viniste, o no responderé por mí.
— ¿Y qué vas a hacer? - Doy un paso adelante mirándola. Levanto la barbilla, manteniendo mi mirada fría. He pasado por humillaciones terribles en mi vida, no tengo nada que temer.
— Lo haré mucho peor de lo que Leandro Agar hizo contigo. - Abro los ojos sin entender cómo sabes esa historia. — La humillación será tan grande que nunca más podrás jugar para ningún hombre. - Ella inclina el cuerpo, dejando sus labios próximos a mi oído izquierdo. — Voy a acabar con su soberbia y arrogancia. ¿Quieres apostar?
Me congelo por dentro y tenso todos mis músculos. Su amenaza no es infundada. Percibo su mirada sanguinaria, por un segundo temo por mi vida. Un peón nos interrumpe.
— El señor Sebastián está llamando a la señora para hablar en la oficina.
— Dile que ya voy. - Geane responde sin apartar la mirada del mío.
— No es con usted, es con esa mujer que llegó.
— ¿Cómo? Indignada, frunce el ceño.
— Eso mismo. Habló para ir inmediatamente y pidió para que la señora no intervenga. - Vuelve su atención a mí. — Le aconsejo que no lo deje esperando, señorita. No está con una expresión de buenos amigos.
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— Confieso que extrañaba la granja. Claro que no me refiero al trabajo del campo, eso te lo dejo a ti. Digo por naturaleza, aquí el aire es totalmente diferente. En Miami no tenemos eso. No con toda esa belleza. - Ojo a través de la ventana. — Llega un momento en nuestra vida que entendemos que necesitamos descansar, y nada mejor que un lugar como este para pausar nuestras vidas, estirar nuestros pies y tomar la tarde para una siesta en la hamaca, escuchando a los pájaros silbando.
— Dime lo que quieres o vete.
— Quiero a mis hijos.
— Me lo imaginé. - Saca algo del cajón de su escritorio. Por un momento pienso que es un arma. Respiro aliviada cuando veo que es solo un talonario de cheques. — Antes temía porque no podía cubrir sus necesidades, pero hoy puedo cubrir los gastos. - Sostén firme la pluma y mírame. Su mirada es fría, no veo ni una pizca de amor, es como un abismo indescifrable. — ¿Cuánto quieres para desaparecer de nuestra vida para siempre?
— ¿Qué dijiste? - Parpadeo un par de veces.
— ¿Doscientos? ¿Trescientos? Manejo la cabeza.
— Medio millón. Creo que es suficiente. - Levanta el cuerpo. De cerca puedo ver cómo ha cambiado físicamente. Está más guapo, musculoso, atractivo. — Aquí está el cheque. Le pido que de preferencia desaparezca a un lugar muy lejano y nunca vuelva. Mis hijos no pueden saber que existes, para ellos la madre murió en el parto, así que no hay lugar para una mujer extraña en sus vidas.
Tomo el papel viendo el valor.
Estancada solo oigo el ruido de la puerta siendo abierta.
— Por favor, váyase por la puerta de atrás. Los amigos, los padres, están todos afuera. Dentro de poco los gemelos volverán a bajar y no quiero que te vean para que no hagan preguntas sin sentido.
Camino en su dirección. En vez de salir, cierro la puerta en un estruendo. Miro profundamente en sus ojos. Levanto el cheque en manos y el rasgón por la mitad. Estrecha los ojos sin entender mi decisión. Si fuera hace unos años, ciertamente aceptaría ese trato, solo que he cambiado, y estoy segura de que quiero conocer a mis hijos, reconquistarlos y hacer que me perdonen.
Poniendo las manos en la cintura, él sonríe.
— ¿Es poco para ti? Todavía no puedo hacer un cheque más grande. Es fin de mes y tengo que pagar a los empleados. Pero te prometo que si me das un par de días puedo conseguir unos tres millones de reales. ¿Esa cantidad es suficiente para satisfacer tu ambición? ¿O aún es poco?
— ¡No quiero tu maldito dinero!
— ¿Qué quiere entonces? - Retira su sombrero lanzándolo al suelo. Percibo su cambio de tono. — ¿Ya arruinaste mi vida, quieres acabar con la de mis hijos también?
— ¡Ellos son mis hijos también! - La llama quema por dentro. — Lo quieras o no, tu madre quieras o no, incluso esa mujer que te estaba besando, esa puta rubia, que se cree la matriarca.
— ¡A quién ellos llaman madre!
— ¡Pero ella no es la madre! ¡Son mis hijos! Salieron de mí. ¡De mi vientre! ¡Eso nunca va a cambiar!
— ¡Madre es quien cría! Quien da amor. ¿Usted dio qué? Desprecio. ¡Dio la espalda cuando más la necesitaron! ¿Eso es ser madre?
— Estoy aquí ahora. Quiero arreglar mi error.
— Hay errores en la vida querida, que no hay reparación. No volverán a ser bebés. No ayudará en los cólicos. ¡No despertará en las idas nocturnas a los hospitales! No me ayudará a dormirlos, ni contará historias.
— Todavía puedo hacerlo.
— Despierta a Soraya. ¡Han crecido! Ni ellos, ni yo necesitamos más tu ayuda. - Da unos pasos. Amenaza con salir, pero desiste. - ¿Sabes qué es peor? El que perdió no fue ellos, ni yo. El que perdió al final de la historia fuiste tú.
Le doy un suspiro.
— Dejó de oír sus primeras palabras. Cree que la primera palabra de Selene fue "papa". Después probablemente iba a ser "mama", pero no estaba aquí. Sus primeros pasos. Medio desarreglados, tambaleándose, y firmando poco a poco. Selene lo hizo primero. Dicen que las chicas son más inteligentes. Quizás algunas lo son.
Aprieto los labios.
— Suel es un poco reservado, callado, hasta miedoso. Una vez en la escuela, aguantó las necesidades toda la clase, estaba con muchas ganas de orinar, pero no conseguía pedir, hasta que se derramó en la ropa, pasando una vergüenza descomunal. Llegó llorando y yo no supe tratar. Creo que las madres tienen más apertura para cuestiones emocionales con los hijos. Solo que una vez más usted no estaba allí. Nunca estuvo. ¿Por qué volver ahora? Ahora que ya no te necesitan.
— Porque me arrepentí. El tiempo ha pasado y con él la madurez llego. He revisado mis actos y me he dado cuenta de que cometí muchos errores. No podré borrarlo y hacer como si no hubiera existido, pero quiero enmendarlo. Sé que el tiempo no vuelve atrás y que es poco probable que me perdonen. Pero también conozco mis derechos como madre.
-— ¿Qué quiere decir con eso?
— Quiero decir que lucharé con uñas y dientes en los tribunales por la custodia de mis hijos.
Tropiezo con las piernas cuando me agarra del cuello y me empuja hacia la pared más cercana. Se me llenan los ojos de agua e inmediatamente recuerdo a Leandro. Aquella horrible escena por la que pasé. Se da cuenta de mi pavor y me suelta. Acabo tosiendo varias veces en busca de aire. Pongo la mano en la empuñadura.
— Nunca he sido una mala persona. Increíblemente, ¡sacas lo peor de mí! - Pongo la mano en la boca cuando golpea la pared. Noto que te sangra la mano. — ¡Mira lo que me haces! - Se mueve de un lado a otro, intentando calmarse. — Te lo ruego, Soraya, no intentes medir tus fuerzas, porque te juro que te arrepentirás.
— ¿Me estás amenazando?
— Inténtalo y lo sabrás.