Conversación Amistosa

1659 Words
Katerina no podía estar más interesada más que del rey Kiedrik, pero aquel hombre no lo estaba de ella, y todo por una sencilla razón, ella siempre demostró que le gustaba la posición del hombre, no su persona. Mas se enteró tarde de eso y de la peor manera. Katerina era parte de la familia de Lietnal, pero como ella ostentaba otro apellido, a Ashton no le importaba el parentesco de esa chica con esa gente, sobre todo porque a él le gustaba esa mujer. Y era que tenía algunas de las características que a éste más llamaba de una fémina, como el cabello rubio cobrizo, ojos claros, y que fuera delgada y alta, aunque ésta no le era tanto como solía llamarle la atención al rey, mas eso tampoco era trascendental. — Veo que a nuestro rey le llamó la atención la hija de nuestra prima, hermano. — Le comentó Donald al aludido. — Tendremos que convencer al padre de Katerina para que entre en razón en cuanto las pretensiones del rey. Todo sea por el bien de la familia. — Respondió el hermano de Donald. Estos dos hombres eran los que dirigían las riquezas de los Lietnal, y si veían que alguna relación era digna de sacarle partido, ellos ponían todo de su parte para acrecentar las probabilidades de éxito, pero si no, entorpecían cualquier intento, ya que lo más importante era lograr una escala cada vez mayor en la pirámide de las familias más acaudaladas en Vidralia. Ashton no solía estudiar o ni siquiera interesarse en las personas que conformaban una familia más allá de los de estirpe militar; si no estaban en esa lista tan particular que debía aprenderse, pues sencillamente no lo memorizaba. Cuando los hermanos Lietnal hablaron con su prima para contarle que el rey se mostró muy interesado en cuanto vio la belleza que caracterizaba Katerina, pero a ésta no le gustó mucho las pretensiones de sus primos, pues sabían lo ambiciosos que eran esos dos, y cómo el esposo de ella era sumamente rico, no le interesaba poner a su hija como un trofeo para el alto dignatario del país. Era de conocimiento público que el rey Ashton Kiedrik no era muy responsable con relación a las féminas, porque se suponía que se encontraba con cada chica en cada pueblo, y aun en el palacio, y como tenía un harem a su total disposición, tomaba a quien quisiera de allí. Sin embargo, lo que no todo el mundo se imaginaba era que este hombre a veces duraba una semana sin tocar mujer porque se aburría de lo mismo. Cuando conoció a Katerina, ella le había llamado más la atención porque estaba pensando en que quería desposar a la mujer que él viera con cualidades, tanto internas como externas, para tales fines, y como la esbelta figura de Katerina había robado su atención notablemente, muy pronto mandó a investigar sobre la joven en cuestión y mandó a investigar sobre ella para que luego se la trajeran a palacio. Por supuesto, Donald se enteró de las pretensiones del rey, sobre todo por estar cerca de la sala del trono, y como él era parte de la corte en ese entonces, solicitó que se le informara sobre todo lo que estaba mandando a hacer su soberano sobre el tema. Inmediatamente mandó un recado a casa de su prima para que estuviera preparada, pues el rey había enviado emisarios para que investigaran sobre su hija. Que una vez dieran con ella, que a su retoño no se le ocurriera negarse, pero que mucho menos mencionara que era pariente de los Lietnal. La madre de Katerina no estaba entendiendo por qué la advertencia de su primo, pero igual obedeció todo lo que le había recomendado, pues tres días después que el rey había mandado a sus hombres a rastrear a la chica, dieron con ella, la cual fue presentada ante ellos para que los tales la conocieran. — Debe venir con nosotros la doncella, mi señora. — Requirió uno de los oficiales que estaba en la entrada de la mansión donde vivía Karterina. La madre de esta se negó rotundamente. En ningún momento se le fue notificado que el plan del rey fuera llevarse a su hija inmediatamente, y su esposo no estaba presente para dar el visto bueno ante una decisión tan importante como esta. — Yo le doy el visto bueno en nombre de mi padre. — Anunció el hijo mayor de aquella familia. La madre de Katerina se quedó sorprendida y estaba titubeando del asombro, pero aquel otro joven llamó a su hermana, lo mismo que a sus damas de compañía, las que de inmediato fueron instadas a salir de la mansión donde vivían y acompañar a los oficiales sin siquiera rechistar. Katerina no estaba a gusto con la idea, pero debía someterse a lo que estaba sucediendo, porque aunque no era de dominio público, la familia de ella estaba pasando por una penosa situación económica, y de alguna manera debía ser solventada, que por más que el padre de ella había querido saldar sus deudas, volvía a involucrarse en un nuevo lio gracias a sus vicios, por lo que la madre de ella lo había echado de la casa para esos precisos momentos. La joven se sentía vendida, y aunque los oficiales no la habían tocado ni a ella ni a sus acompañantes, a las dos damas que andaban con ella las habían mirado de tantas formas, que sintieron que las habían desnudado; al menos Katerina había sido respetada por haber sido una presea que se había otorgado el rey para sí, de lo contrario hasta las habrían atendido en el medio del bosque si se les hubiera ofrecido. Obviamente el rey había destinado para la búsqueda de aquella doncella cuatro de sus mejores oficiales, y un carro especial para diligencias especiales, uno provisto de espejos y chapado en oro por doquier, por si a algún vampiro osaba en interesarse en esa carroza en particular. — No había visto tanta vanidad en esos humanos, Eishla… Usan oro como si no va a haber mañana. ¿Dónde encuentran ese maldito mineral? — Rezongaba Niurka mientras andaba recogiendo frutas en una de las zonas donde se suponía que el sol daba poco en medio del bosque donde solían hacerlo. — La idea, tarada, es repelernos. Recuerda que un solo rasguño con ese jodido metal podría resultarnos letal, amiga mía, y quien quiera que sea el que le trabaja esos artefactos al tal Conrad ese, tiene una mano bendita, igual que la perr@ que llevan enjaulada allí. Tiene cara de niña buena, pero me atrevo a pensar que es sólo fachada. — Enunció Eishla. La vampira había visto en un momento donde el sol no reflejaba para visualizar con envidia quienes iban dentro del carruaje, pero no quiso atacar por el tanto oro derrochado allí, y por cómo se veía todo, sabía que era una encomienda del rey. Y no era que estuviera interesada en las carnes que andaban exhibiéndose en esa diligencia, era que le había causado tanta rabia lo que había percibido de la dama que cuidaban con tanto celo, que era capaz de herirla por puro gusto, que de no haber sido por andar acompañada, se hubiera animado a hacer algún alboroto. Ya había pasado dos días desde que la joven había llegado de su viaje, y como se le había concedido el descanso que ella había pedido después de un largo viaje desde su hogar hasta el palacio, y por supuesto la preparación para presentarla ante el rey, finalmente Ashton conoció a la mujer que le estaba robando su sueño durante sus últimas noches. — Aquí estoy, mi rey, tal y como lo había requerido. — Se inclinó Katerina para rendirle pleitesía al hombre que tenía en frente. Por supuesto el rey no pronunció ni una sola palabra, sino que se levantó de su trono, se puso ante la joven, luego de adelantarse un poco, le indicó que lo siguiera con la cabeza, llevándola a su alcoba. Allí el rey se dio cuenta que la doncella en realidad no lo era, pero igual decidió disfrutar de la mujer, y para él mejor, así podría tratarla con más rudeza, como al hombre le gustaba. Por supuesto, que a la dama no le importó la manera en que aquel caballero estaba llevando la faena, más bien se dejó llevar, tomando una que otra iniciativa. Lo que menos pensó Katerina que le pasaría era que se enamora del rey, ya que le habían dicho que no era un hombre que supiera tratar a las mujeres, pero se habían equivocado grandemente, porque con ella no era lo que se rumoraba por ahí. Ashton estaba también embelesado con aquella mujer, aunque esos amores no duraron por mucho. Hubo un día en el que el hermano de Katerina estaba de visita, y en un momento que estaban los dos conversando de una manera muy amena y aparentemente amistosa, éste le sacó en cara que no les había enviado nada a la familia en el tiempo que estaba recluida allí con el rey. — No tengo por qué responder inmediatamente a los caprichos de mi linda familia, hermano. — Reclamó Katerina, soltándose del brusco agarre de éste. — Tú y papá sólo saber gastarse cada piedrecita preciosa que consiguen en vicios de cualquier tipo, dejando a mi madre y a mí en la miseria. Ahora que estoy entre estos lujos, no pretendo hacerles llegar ni un poquito de esto a ustedes. ¡Y lo que es más! Cuando el rey me despose, pediré sus cabezas y traeré a vivir a mi madre conmigo. Por supuesto que estas palabras llegaron a oídos del rey, y desde entonces, a Katerina no la volvió a ver como una mujer exclusiva jamás, al menos que le requiriera del harem, donde le dio un espacio por haber sido su mujer por algunas lunas.
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