El comentario que Zascha le había hecho la noche anterior era uno que zumbaba en los oídos de Eishla al inicio de la cuarta noche de luna llena. Le dio una rabia tremenda que aquella hechicera le mencionara aquel descubrimiento justo antes que los primeros albores del sol despuntando el horizonte se notara en los alrededores del mercado, que estaba en un pináculo en una de las montañas que dominaba el reino vampiro y del cual gozaba de una vista esplendida de los cambios del astro diurno y del resto de las zonas en las que más presencia humana había.
Por supuesto esas fueron unas de las motivaciones por las que la cambiante Zascha estaba en el mercado vampiro. Tenía curiosidad de darle un vistazo a aquellas demarcaciones que se avistaban desde ese punto del reino de la especie a la que pertenecía, así sabría qué hacer y cómo moverse a sus anchas y largas.
— ¿Qué se supone que haremos con esa información tuya, estúpida mujer? No podemos darle aviso a los humanos, porque para empezar no nos creerían, más bien nos lincharían en el acto, segundo, no podemos unirnos a cual sea la causa de nuestros congéneres. Por si lo olvidaste, ninguna de las tres somos bien vista por nuestras altas instancias, y mucho menos por los líderes militares o por los nobles que están en el castillo, muy sabionda. — Despotricaba Eishla en contra de Zascha.
— Tu nivel de incomprensión a veces sobrepasa mi intelecto, mi querida huerfanita. Yo sólo vine a ver el espectáculo de cómo se vería un ataque masivo desde aqúi por parte de nuestros congéneres en contra de una especie indefensa y desprevenida como la humana, amiga mía. Me divierte ver pedazos de cosas vivas saltando desmembradas por dondequiera. — Soltó burlesca y sarcásticamente una Zascha que se regodeaba en la cara de asco mezclada con dolor de Eishla.
La vampira huérfana iba a saltarle encima cuando su mejor amiga la detuvo justo en el aire halándola por uno de sus pies. Ellas estaban escondidas en una de las grietas que estaban a disposición de ser un refugio en los predios del mercado, que al igual que las chicas otros vampiros hacían eso al haber llegado allí y no tener donde refugiarse ni con qué pagar.
— Deja de moverte tan impulsivamente, muy salvaje… Mira que si nos ponemos a llamar a la atención, posiblemente venga la policía de la nobleza en esta ciudad, que en el mejor de los casos podrían sacarnos a patadas de este lugar. — Advirtió Niurka con los ojos casi enrojecidos de la tremenda furia que guardaba.
Al ver la manera en la que se estaba poniendo su amiga, a Eishla no le quedó más remedio que quedarse tranquila, aunque o estaba descartando la idea de extraer el corazón del pecho de la hechicera que las había llevado hasta ese lugar, no obstante, no podía disimular que estaba al borde la histeria con sólo verle la expresión de diversión a la otra mujer que las acompañaba mientras recordaba cómo ella fue capaz de descuartizar a seres inocentes como si fuera carne de exhibición para venta.
Desde muy jóvenes, tanto Eishla como Niurka hacían alardes de no gustar de la carne humana, y no sabían por qué era la aversión de ambas; preferían otra variedad de tajos o las frutas, siendo estas las predilectas. Y no era que hubieran despreciado un día comerse a uno que otro humano, pero siempre había sido su última opción, por lo que el comentario de la mujer que andaba con ellas a ninguna de las dos les causó la más mínima gracia.
— Ya, niñas… En serio les diré por que las traje hasta acá. A diferencia de lo que sé piensan de mí, a mí tampoco me gusta eso de andar sacrificando a seres que tienen mi misma semejanza, es como cometer canibalismo. — Suspiró Zascha tras hacer una pausa mirando con detenimiento el desprecio que recibía por parte de las dos mujeres que las acompañaba. — Lo que sucede es que, por una razón inexplicable, debo interferir con los planes de masacre masivo que tiene planeado el… — Bajó la voz la hechicera, —… Imbécil de nuestro rey, el tarado Oslen. — Culminó la explicación la muchacha.
Si estaban que no les picaba ni una mosquita antes, ahora las compañeras de penurias estaban con la cabeza vuelta un lío. Sí era cierto que aquel rey no era muy apreciado por muchos entre sus súbditos en el reino vampiro, pero de ahí a intervenir con sus planes en directo era una afrenta que se podía pagar con un sacrificio a la luz del sol por parte de los guardias de la nobleza vampírica.
Si antes pensaba que estabas loca, ahora pienso que estas de manicomio. Primero dijiste que querías que querías ver cómo masacraban a los humanos desde aquí, y ahora estás diciendo que quieres desbaratar los planes de nuestro poco ponderado rey. Ahora la que no te entiende ni un ápice soy yo. — Pronunció Niurka esta vez.
Zascha tuvo que taparse la boca para no dejar que un ataque de risa la invadiera en ese mismo instante, sobre todo porque ella había sentido unos pasos aproximarse al lugar donde estaban ella y sus acompañantes escondidas, luego procedió a hacer un pequeño hechizo donde la apariencia de ellas era las de unas piedras sin mucha gracia o tan siquiera apariencia antropomorfa lo que despistó a las vigilantes del mercado que se paseaban por las sombras para sacar a cualquier maleante que se estuviera refugiando por allí.
Por otro lado, Ashton estaba cada vez más nervioso conforme los días de luna llena estaban avanzando, ya que sus esperados huéspedes se hacían a desear, o más bien, se daban a no entender.
— Maldita sea, Colson… La gente sigue trabajando en los preparativos de sus festividades como si no vivieran rodeados de vampiros fueras de estas murallas. — Rezongaba el rey humano por lo bajo mientras caminaba por los pasillos de su palacio.
— Si los compueblanos ven que todo está tranquilo no van a reaccionar de otra manera que no sea festejando la serenidad que les da el disfrutar de las noches despejadas de enemigos, mi estimado rey. Incluso estoy empezando a creer que deberíamos hacer lo mismo, tú sobre todo, porque sé que lo que te tiene más inquieto es no tener noticias de tu amada mujer misteriosa y que se desapareció hace días sin dejar rastro. — Consolidó Artemio.
En ese mismo instante pasaba un caballero con su esposa, los que saludaron al rey con una reverencia, siendo correspondidos por su alteza dándoles una sonrisa placentera en respuesta.
— Eres el ser más hipócrita que he conocido en toda mi vida, Ashton. Si estás tan nervioso porque no sabes lo que va a suceder por mano de los vampiros, pues tu deber es decirles a tus súbditos que desistan de la idea de celebrar absolutamente nada. — Sugirió Artemio.
Acto seguido, el rey de los humanos se fue rumbo a la zona donde estaba la antorcha desde donde se daban las alertas a los mensajes que deseaba el mandatario. Y a él le apremiaba dar una alerta a todo el país porque si lo pensaba mucho, le daría la peor de las depresiones si le pasaba algo a los súbditos de su reino.
— Ibáñez, enciende la antorcha de alarma para que todos en el reino estamos alerta a cualquier movimiento de nuestros enemigos. — Ordenó el rey Kiedrik.
Sin premura en aludido actuó en consecuencia. Una hora más tarde todas las antorchas de las murallas en las ciudades humanas estaban encendidas, que aunque ninguna de estos candeleros eran percibidos por el pueblo desde las partes internas de las fortificaciones, y aun desde las afueras, los vampiros sí las podían ver, pero la cuarta noche tampoco hubo actividad en contra de los humanos proveniente de los chupasangre.