Ya instalada en su nuevo hogar, Zascha estaba un tanto fuera de lugar, puesto que aquella cueva era perfecta, pero para un murciélago, no para un vampiro, por lo que no era muy cómoda para su gusto, y tampoco para Luci, ya que ella prefería estar en las espesuras de los árboles, su naturaleza por supuesto.
La incomodidad se extendió a Eishla lo mismo que a Niurka, ya que ellas notaban como estaba caminando Zascha entre los rincones que las chicas compartían, además de aflorarle una ansiedad cada vez que veía ciertas cosas acumuladas.
— Por si no lo has notado, querida, esto es una cueva, muy probablemente no encontrarás rincones ni espacios pulcramente limpios, así como estabas acostumbrada en tu casa, pero, o te adaptas, o le hablas a tu jefe directa para que te asigne otro sitio para vivir. De nuestra parte, nosotras estamos muy a gusto con nuestro hábitat. — Advirtió Eishla de lo más estoica ante Zascha.
Aquella hechicera sabía que no le quedaba de otra que acoplarse al plan que le había dado Az, pero ganas de salir huyendo de allí no le faltaba. Mas sabía que si tan siquiera le mencionaba a su superiora que no estaba conforme con la decisión que tomó, o que el lugar era inadecuado, altamente probable era que terminara transformándola en algún animal rastrero o un insecto de fácil eliminación, por lo que prefirió guardar sus pensamientos sólo para sí misma.
— No he dicho que me disguste o algo parecido, es que sólo me sorprende que haya tanto cúmulo de suciedad, eso no debería ser a pesar de ser una cueva. — Acotó Zascha.
— Nosotras no tenemos otro lugar donde establecernos, pero bien podríamos hacerte el favor de notificarlo con la señora de las hechiceras para que te asigne un lugar cerca del río, o para que te dejemos a la intemperie en pleno bosque. — Estableció Niurka con profunda franqueza.
Ambas amigas habían cruzado sus brazos para observar detenidamente a la que se suponía estaba de huésped en su hogar; su cueva, la cual estaba fuera de la vista pública. No obstante, también ellas se sentían a disgusto al tener que soportar la presencia de una mujer a las que ellas catalogaban como una intrusa, y que podría ser capaz de vender la información del paradero de Eishla con los Oslen, ya que los hermanos estaban interesados en aquella vampira.
Considerando que Zascha había demostrado lo amiga de las riquezas, y más la que se conseguía fácil, en cierto grado eso les generaba desconfianza absoluta a las chicas que tenían pensado salir de la vampira hechicera antes que fuera demasiado tarde.
— Bueno, niñas, podría darle un tique a esta cueva de ustedes, para que se sienta más habitable, obviamente si me lo permiten. — Requirió la recién llegada recibiendo una rotunda negativa por ambas anfitrionas.
— Deja todo tal y como lo encontraste, Zascha. No quisiera que los rastreadores de los Oslen les den por perseguirte, y por percibir tu aroma especifico caigan aquí, nosotras hemos estado escondiéndonos de ellos constantemente. — Explicó la vampira más delgada de las dos rubias que habitaban allí.
Zascha no estaba entendiendo a qué se refería Eishla al decir que los rastreadores de los Oslen las estaban buscando. Se suponía que ellas dos eran niñas huérfanas que se habían criado en un orfelinato, que no los representaba un peligro a nadie, al menos que a la caprichosa de Jelenia se le haya metido entre ceja y ceja que debía cazar a esa otra vampira por puro placer.
Sin embargo, no le dio mayor importancia, y luego de que vio que la tarde estaba llegando a su fin, comenzó a explorar la zona, más que nada viendo la vegetación endémica de las cercanías de la cueva, reconociendo algunas, pero descubriendo muchas otras que no había visto en su tiempo de existencia.
Estaba Zascha de lo más absorta reconociendo cada planta que ella solía utilizar para sus pócimas y brebajes, cuando de repente escuchó a dos tipos hablar a lo lejos de donde ella se hallaba. Decidió acercarse más para entender de qué conversaban los dos extraños en cuestión.
Eran dos hombres que no tenían la apariencia de nobles, pero mencionaban los nombres de algunos de los de la nobleza como si de familiares se tratasen, aunque su apariencia no era conforme a la de los de la corte, Zascha podría decir que ellos estaban involucrados con alguien de ellos.
La hechicera se acercó más a los hombres con los que se había encontrado durante su recorrido en el bosque donde estaba inmersa, con sus hierbas en mano, las que había recogido para empezar a hacer unas que otras pócimas, pero las dejó más atrás al escuchar atentamente lo que esos dos estaban conversando.
— La princesa está muy interesada en el tal Conrad ese. Pero también está tras la maldita bruja que no completó su trabajo; ella quiere que acabemos con su vida. Y también está interesada en que encontremos a las dichosas vampiritas callejeras que siempre le andan dando lata, según ella. — Comentó uno de ellos.
— Si esos son los trabajos que ha asignado la princesa de nueva cuenta, todo es cuestión de hacer nuestras investigaciones. — Recomendó el otro.
— Te tengo que decir que si vine contigo es porque tú eres mejor rastreador en estos terrenos que yo. Fui a ver en los pantanos, donde se suponía debía encontrar a la hechicera de pacotilla esa, y resulta que ya no vive en ese cuchitril.
— Esa fue la misma que te dio la pócima que le había encargado la princesa.
— ¡Esa misma! Pero cuando fui a verla, no la encontré como pensaba, ni siquiera la casa estaba de pie. No sé cómo fue que la desmanteló, porque parecía una construcción sólida, y por lo que vi, parece que era sólo una ilusión óptica.
Por un breve instante una serie de pensamientos comenzaron a dar vueltas por la cabeza de Zascha, quien se quedó inmóvil por unos breves minutos, pero luego volvió en sí, ya que había calculado que el que ella estuviera en la ruta de aquellos hombres era un gran riesgo, por lo que pronto reaccionó y sigilosamente recogió sus hierbas y se fue del lugar donde estaba ubicada.
Hasta que la hechicera no sintió que aquellos hombres estaban lejos de lo que podría ser el perímetro que comprendiera las inmediaciones donde estaba ubicada la cueva que les servía de hábitat a las dos vampiras a las que debía custodiar, no se movió de donde se había escondido, que por supuesto para mitigar el hambre, consiguió una que otra fruta para acallar su estómago.
— Oye, hechicera de pacotilla. ¿Dónde estuviste toda la madrugada? — Reclamaba Eishla una respuesta.
— Parece que estuvo corriendo la noche entera, Eish... Mírala como está respirando, hasta se le va a salir el corazón. — Llamó Niurka la atención de su amiga.
Efectivamente Zascha había llegado a la cueva, se había sostenido de una de las paredes de aquel subterráneo, al mismo tiempo que apaciguaba su corazón, y por más que quisiera hablar, la voz no le salía.
— Estoy empezando a creer que la andaban buscando, y para poderse escapar tuvo que recurrir a transformarse en murciélago o algo. — Bromeaba Eishla.
— Refuto tu moción, niña. Si fuera cómo dices, no hubiera traído las hierbas con las que llegó. — Aseveró Niurka.
A duras penas, la tercera vampira allí presente señaló a Eishla que lo que había planteado sí le había sucedido, aunque también apuntaba a Niurka, confundiendo a ambas chicas.
— Sí te persiguieron, pero no tuviste que transformarte en tu modo vampírica. — Aseguraba Eishla, pero Zascha estaba haciendo ademanes para que la chica se callara.
— Dejen… Me hablar… Par de… Hurracas. — Exigía Zascha con la voz entrecortada.
Al ver que era una reacción real la de Zascha, Niurka se apuró en entregarle un vaso con agua, mientras que Eishla la ayudaba a tomar aire.
— Por alguna… Razón… La princesita está detrás de nosotras tres; de ustedes dos por un lado, de mí por el otro, que de hecho, ya fueron hasta donde estaba mi linda choza a buscarme, o por alguna razón que desconozco, mencionaron al tal Conrad, que si mal no recuerdo, es un humano. — Relató Zascha.
Eishla y Niurka abrieron sus ojos en toda la extensión de sus ojos, pero se contuvieron un poco de hacer cualquier comentario en cuanto a lo que fuera referente a Ashton, ya que ambas sabían que mencionar ese nombre era caer irreparablemente en hablar sobre el rey de los humanos.
— ¿Por qué querría esa loca ir tras nosotras? No les debemos nada, al menos yo. — Remilgaba Niurka.
— Por eso era que te decía que no podías moverte a tus anchas y largas, hechicera de cuarta. — Le reclamó Eishla a Zascha.
Inmediatamente la tomó de la mano derecha y la llevó más adentro de la cueva donde estaba el hábitat que sólo compartía hasta el momento con su compañera de penurias, mostrándole a la hechicera un sitio donde pudiera hacer sus unturas y cocinados sin llamar mucho la atención.
— Desde aquí es muy difícil diferenciar la dirección de donde vengan tus olores funestos, cocinera de baja categoría, esto hasta que podamos persuadir y averiguar porque la loca de Jelenia mandó a nadie tras nosotras.
Eishla se pronunció en serio delante de su nueva huésped, pero en su mente había algo más: ¿Qué querría la princesita de Jelenia con su hombre?