Hogar, Nuevo Hogar

1036 Words
A la gran Zascha se le notaba triste cuando estaba recogiendo sus cosas, y de haberla visto Az en persona, la hubiera cuestionado por su actitud, ya que se suponía que le estaban dando una oportunidad de salir de ese pantano del que solía quejarse tanto. Sin embargo, el problema no era salir de allí, porque esa parte la entusiasmaba, el detalle era que no le había agradado la idea de salir de ese sitio para irse a una cueva en medio del bosque. Más bien perseguía el sueño de ir a vivir a una casa, aunque fuera de poca monta, en medio de la parte en la que vivían los vampiros de menos recursos en la zona metropolitana vampírica de Setonia. Era más complicado de lo que se veía, pues a pesar de ser vampiras, ya que a Eishla y a Niurka se las veía como delincuentes de camino; que atracaban diligencias que podrías ser tanto humanas como vampíricas, con sólo pasar ellas ya pensaban que eran unas bandidas cuando a veces ellas ni pensando en delinquir estaban, lo cual en algunas ocasiones fue aprovechado para tomar una que estas frutas, puesto que estas chicas eran de las chupasangre que preferían los frutos de la tierra. Ahora bien, a aquellas amigas no eran muy asiduas a tomar la vida humana como medio de sustento alimenticio, al menos que ya haya sido tomada por alguien más. Preferían irse de cacería a otras ciudades y tomar presas tales como animales de ganado, uno que otro salvaje o silvestre, por supuesto uno que fuera grande, aun fuera un oso pardo de entre los bosques, pero era eso mejor que un humano, ya que ellas eran de las que entendían que eran seres a los cuales respetar. — A veces me pregunto qué le hice al cielo para que me tratasen así, Luci. Yo siempre termino en una mala jugada del destino por simplemente quererme dar un gustito, como hacerme joyas, o saber lo que se siente tener un cliente millonario por una vez en mi existencia, pero viene la señora de las hechiceras, me persigue y me encaqueta a esas dos patas por suelo de nueva cuenta. Viene diciendo que ninguna es lo que aparenta, pero tengo años esperando que demuestren ser más que dos rubias vampiras carroñeras. — Rezongaba Zascha delante de su mascota dentro de las paredes de lo que todavía era su casa. Le quedaba poco tiempo en su casa en el pantana a la vampira hechicera que vivía allí, y estaba a punto de echarse atrás con la decisión de mudarse, pero recordaba que había sido castigada por su osadía de desobedecer nuevamente las órdenes de sus superiores, por lo que tenía la odiosa obligación de hacer silencio, costase lo que le costase. Mientras tanto, en el palacio en el que vivía y desde el cual gobernaba Ashton Conrad Kiedrik, él si apenas había llegado se empezó a enfrentar a una serie de dilemas y querellas en su ciudad natal, Setonia, ya que algunos altos parlamentarios ni siquiera lo habían dejado llegar de su expedición y le presentaron varias quejas, de las cuales algunas apuntaban al apresamiento y dada de baja de Deon Lietnal, lo que algunos juzgaban de injustificado. — Lo siento, senador Matthews, pero su petición a dejarle en libertad bajo fianza será derogada, primero porque no fue una petición delante de un juzgado, sino pedido como un favor que no le debo, señor. Segundo, tengo demediados reportes de la incompetencia del ex Genreal Lietnal, que si le doy libertad sin estudiar minuciosamente su caso, eso podría repercutir notablemente en mi gestión, senador, y usted eso lo sabe, al menos que por sus intereses desee perjudicarme. — Enfrentó Ashton a Matthews mirándolo fijamente a los ojos. — Discúlpeme, soberano y esa fue la impresión que recibió de mí, pero en ningún momento fue mi intención pasarle por encima a su autoridad ni mucho menos. Sólo vine a ver si era posible darle el beneficio de la duda y darle la oportunidad de preparar su defensa estando fuera de los calabozos palacios, mi rey. La propuesta del senador Matthews fue una que le pareció realmente ridícula al rey Kiedrik, pero entendió que permanecer impertérrito ante su contraparte civil era mejor que mostrar su descontento ante la petición que había hecho. Ashton estaba consciente que a más de a uno le interesaba verlo caer, y que haberle puesto la mano a uno de los Lietnal iba a ser una montaña interesante de escalar, no obstante, ya era el tiempo de enfrentar a esa familia y toda la parafernalia diplomática que su abuelo había aceptado para no ir en contra de una familia tan mañosa. — Dime, ¿Cómo te fue con Matthews, Ashton? — Preguntó Artemio una vez el aludido había despedido al hombre en cuestión. — Sabes bien lo que ese viejo quería, Artie. Vino a abogar por el hijo de su amigo, no sólo por su longeva amistad, sino porque necesitan mantener sus intereses comerciales vigentes. Fue por un pelito que no me mencionó el vínculo que existe entre sus amigos y mi familia y todas esas estupideces sentimentales con los que quieren venir a manipularme. — Mascullaba Ashton. — Sé por dónde venía el viejo ese. Hasta me sacó de tu oficina, sabiendo que si el primer ministro está ausente, estoy yo, y aun estando ese tipo aquí también. Pero mejor lo dejaba ser feliz creyendo que me había amedrentado. — Razonó Artemio. — No te hagas el fuerte… Sabes que te intimidó el hombre, Artemio. — Refirió Ashton con una esbozada sonrisa. — ¿Por qué crees eso, por su siempre sudorosa apariencia, o porque si se moría en plena conversación podrían alegar que fui yo quien me lo cargué? Ante tales posibilidades, los dos oficiales sonaron en una carcajada acompasada, que luego rompieron cuando llegó una mujer que poco les agradaba tanto al rey como al segundo al mando de la guardia real. — ¡Buenas tardes, General! Mi rey… — Fue la mujer ante el aludido y le estampó un tremendo beso al hombre mencionado, pero fue algo por lo que no recibió la respuesta esperada, despegándose disimuladamente
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