Dos días de luna llena y todo seguía en una tranquilidad que era palpable. Los habitantes humanos de Setonia y otras ciudades de Vidralia estaban un poco desorientados porque ellos esperaban que los vampiros hicieran su aparición acostumbrada en los días de más brillantez del astro nocturno.
Sin embargo, Ashton estaba un tanto a la defensiva, puesto que esperaba que sus enemigos naturales dieran la cara en algún momento de las noches que habían pasado, pero hasta ahora nada había sucedido.
— ¡Cuánto desearía saber lo que está pasando en las otras provincias del país! A ver si al igual que en Setonia, las demás ciudades están tan tranquilas. — Pensaba Ashton en voz alta.
— Si estás hablando conmigo, podría pensar que no; me diste la impresión de estar hablando contigo mismo, pero eres así, no me sorprende. Ya hice el levantamiento en todos los alrededores de las murallas aquí en Setonia, y te diré que encontramos algunas grietas, por eso me di a la tarea de asignar a algunos albañiles y maestros de construcción para que las sellaran. De ahí más nada que reportar, mi rey. — Se comportaba Artemio correctamente.
Era la mañana del tercer día de luna llena, y tal como se había reportado Artemio, en todas las murallas de Setonia se estaba trabajando con el reforzamiento de las mismas, y como estaban rodeados él y su rey de diferentes funcionarios de la corona setoniana, el segundo al mando del más alto dignatario humano debía comportarse acorde al momento, aunque en ese instante parecían estar ellos dos.
— ¡Muy bien, General Colson! Siga en sus quehaceres. — Respondió el rey Kiedrik bastante enérgico.
En ese instante se apersonaba ante el rey uno de los funcionarios más insistentes y quisquillosos de toda su corte, y que encima no solía aportar mucho a la causa.
— Señor Bauer…
— Mi rey…
— Siéntase libre de expresarme lo que pasa por su cabeza en este momento.
— ¿Por qué debería hacerlo? Sólo estoy paseando por la ciudad y siendo que todo está tranquilo como en años no habíamos experimentado tal tranquilidad, soberano Kiedrik. — Exponía el señor Bauer, — Aunque no podemos dormirnos, mi estimado rey, porque a veces nos dormimos en nuestros laureles y dejamos nuestro trabajo a la deriva.
Aquel señor siguió su paseo vespertino en el que salía todas las tardes a supervisar el funcionamiento de los soldados del reino para observar la más mínima imperfección y comunicársela a su rey o a quien le pudiera interesar, y así crear roce en las reuniones que cada mes se celebraba en las juntas de consejo de la ciudad.
Ashton frunció el ceño y comenzó a hacer muecas de desaprobación con su boca. Él se contuvo delante de ese hombre porque sabía que si perdía los estribos con él, sería capaz de insultarlo olímpicamente en ese momento, comportamiento al que no debía darle rienda suelta. No obstante, estaba mordiendo fuertemente mandíbula contra mandíbula recordando lo insidioso que era ese señor, sobre todo porque nunca descuidaba sus quehaceres frente a los hombres y mujeres que debía defender.
Como nunca, el General Colson padre había dado un reporte en el que él, estando a cargo de la protección de Setonia, ningún vampiro pudo pasar las defensas de la ciudad, por lo que aquellos espectros no lograron su cometido de azotar la capital vidraliana a pesar de la ausencia del rey, cosa que molestaba a algunos funcionarios de la corona en aquella nación.
Ya estaba de noche, y a diferencia de las veladas anteriores, los humanos comenzaron a salir tímidamente desde sus balcones a mirar la luna llena, una que estaba en su mayor esplendor pues se había mostrado amarillenta y gigantesca, dándole a su público una presentación majestuosa.
Sin embargo, Ashton y Artemio estaban contemplando el astro nocturno en todo su esplendor y al mismo tiempo cada uno de ellos pensaba en que anhelaban ver a sus amadas en ese instante, pero pensaban las implicaciones en las que podrían vincularse si tan siquiera se notaba algún interés por mujeres propias de la especie vampírica, que por lo menos no sonrían peligro al ser un secreto que sólo conocía Christopher y quien no había hecho más que aconsejar a sus superiores.
Mas, el rey no podía darse el lujo de estar en ese tira y jala creyéndose que les seria permitido a él y a su segundo al mando tanta osadía, por lo que en algún momento tendría que tomar la posición correcta, lo que lo llevaba a pensar que si tuviera que tomar la existencia de su amada por el bien de su especie, era lo que la lógica dictaba.
Por otro lado, también estaba pensando que tanta paz no era normal, y por alguna razón Ashton comenzó a temer que aquella tranquilidad era una manera de crearle confianza a los de su especie para que ellos pudieran exponerse ante sus enemigos y estos aprovechar que estaban todos desprevenidos y atacaros infraganti.
— ¡Artemio…! — Llamó Ashton la atención de su mejor amigo.
— ¿Qué te pasa, hombre? De repente cambiaste el semblante como si acabas de ver un fantasma.
— ¿No te parece extraño que durante dos noches, e incluso esta que está corriendo, no haya ningún vestigio o pretensión de una aparición por parte de los vampiros?
Artemio quiso burlarse de su amigo, pero luego se detuvo a pensar, entendiendo que lo que se le estaba planteando no carecía de lógica.
— Estaba tan absorto en mis pensamientos, y como me gusta tanto la luna llena, no había pensado en esa posibilidad, Ashton. Pero debemos estar alertas, porque nadie quita que esos chupasangre estén esperando que nosotros bajemos la guardia para atacar a cualquier humano cuando más desprevenidos estemos. Aunque te diré que tienes un problema aquí; ya la gente está muy emocionada saliendo de sus casas y en las ventanas que están en las zonas de las murallas hay muchos que están contemplando la luna como si fuera de día. Nadie va a acatar una prohibición del rey si no ven que algo grande está sucediendo.
Lamentablemente para el rey, lo que había ponderado su segundo hombre y primer general no era mentira. El pueblo vidraliano en pleno estaba deseando con ansias sentarse en sus ventanas, o en donde fuera, a deleitarse a ver la luna sin sentirse agobiados con el más mínimo recuerdo de que debían protegerse de los vampiros, a veces hasta soñaban con que ellos nunca hubieran existido.
Aquella noche pasó sin pena ni gloria; ningún humano cayó, y tampoco ningún vampiro hizo su aparición, por lo que todo el mundo en Setonia comenzó a salir con toda la confianza que se permitían sentir ante la luz de la luna.
— De verdad que esto es una bendición que nos ha concedido el cielo. Nunca antes había vivido el privilegio de sentir el frescor de la noche estando fuera de mi casa, y sin tener que escuchar los flechazos que se lanzan cada noche por la incidencia de los vampiros queriendo treparse a atacarnos dentro de las murallas. — Compartía una joven mientras miraba la luna que ya estaba empezando a menguar.
— No tienes que estar mencionando cosas tristes en un momento como este, mujer. Disfruta de las bellezas que nos regala la vida, y mientras menos pensamientos pesarosos tenemos, más longevos y emocionantes serán. — Declaró la otra, recibiendo una afirmación de cabeza de su vecina.
Al día siguiente, todos los humanos daban por sentado que habían salido de los vampiros, por lo que estaban preparándose para celebrar una noche en grande con fogata y todo en medio de la plaza del pueblo. Mientras tanto el rey seguía con una especie de angustia que no lo dejaba tranquilo, pues casi podía sentir su miedo ante tanta quietud, aunque podría afirmar que sólo él era el único en el reino que parecía sentir tal miedo por sus congéneres.