Mi papá me trajo a la universidad, tenía el corazón acelerado mientras veía a todos los universitarios caminar por el campus, tenía un grito atorado en mi garganta que quería explotar al son de: ¡LO LOGRÉ!
—Me encanta verte feliz —me dijo papá, lo miré con una sonrisa.
—Justo ahora soy muy feliz —respondí, su sonrisa creció.
—Y espero que lo seas siempre —tomó mi mano apretándola y luego parqueo el auto.
Bajé de un salto y abrí la cajuela para sacar mis maletas.
—¿Y dónde queda tu habitación? —me preguntó mi hermano.
Mamá había sido la única que no me había podido acompañar, porque como papá venía conmigo, ella debía quedarse a cargo de la empresa.
—No tengo ni idea —respondí encogiéndome de hombros, pero sin dejar de sonreír. —Igual no me importa, lo descubriré luego.
—Tenemos que llevar todo esto —señaló mi equipaje —, y debe ser muy importante que sepas dónde queda.
—Lo tengo anotado en un correo —abrí mi cuenta de correo en mi iPhone y leí con atención el mensaje —Bloque siete, habitación nueve cero cinco.
—¿Y donde queda el bloque siete? —preguntó mi hermano cruzándose de brazos.
—Ehhh… —miré a mi alrededor y vi un pequeño mapa apoyado en un poste de luz.
Corrí a leer lo que decía allí, busqué con mi dedo el bloque siete desde el punto que decía: “Usted está aquí”
Una vez ahí, me di cuenta de que literalmente estaba al lado, solamente que el número no se veía por ningún lado, volví donde mi hermano y señalé el gran edificio que estaba a nuestra derecha.
—Ese es