Sólo porque sé que están preocupados por Natán, les diré que corrió atrás de mí, creyendo que había hecho algo mal, cuando en realidad yo era la nefasta. Me disculpé con él, aun y cuando no le di detalles, me expuse un poco para que entendiera la situación, y para mi buena fortuna, comprendió.
Entré en pánico, a la luz de mi revelación me debatía entre confesar mis sentimientos o seguir con mi papel de amistad. Especialmente, porque faltaban tres semanas para que se cumpliera el tiempo de su regreso. Así que hice lo que mejor sabía, distraerme con el trabajo; y más genial aún, las clases de la maestría comenzaron.
A mis ajetreados días laborales, les sumé dos horas por la tarde-noche de clases; así que el llegar a casa a las 9 de la noche, era agotador; pero en definitiva me mantenían exhausta, sin tiempo para pensar o sentir demasiado.
Un viernes por la mañana recibí una llamada de Eugenio:
A: Buenas días, Eugenio, ¿cómo estás? – saludé con educación, emoción y un poco de ansia.
E: Muy bien Andy, ¿y tú? -
A: Muy bien también; dime, ¿qué puedo hacer por ti? –Pregunté por cortesía, dentro de mí sabía que Eliot regresaba.
E: Sabes, mañana llega el vuelo de Eliot, le estamos organizando una fiesta de bienvenida, me preguntaba si quisieras acompañarnos. Es algo pequeño, muy familiar, pero tú eres... -
A: Sí, claro, ¿a qué hora y en dónde? - Estaba tan emocionada, que lo interrumpí.
E: Aquí, en casa de mis papás, a las 5 de la tarde -
A: Ahí estaré, gracias. –
Pensamientos comenzaron a invadir mi mente, uno tras otro sin descanso. Ese día los nervios me traicionaban, haciendo estragos hasta la madrugada, impidiendo que durmiera. Hice un sin fin de actividades dentro del departamento, limpieza, remodelación, incluso cociné unos brownies que decidí llevar. Al día siguiente, después de haber dormido tan sólo 5 horas, ya estaba arreglada para las 4 de la tarde; había decidido usar el vestido azul marino con vuelo, de tirantes y sin escotes, que alguna vez Eliot me confesó le gustaba cómo me veía en él. El cabello suelto y sólo labial rosa, porque alguna vez me dijo que era todo lo que necesitaba para verme bien.
Llegué con los brownies a la casa que ya había visitado tantas veces con anterioridad. Me abrió su mamá, me dijo que Eugenio y su esposo habían ido a recogerlo, me llevó a la parte de atrás de la casa, donde solían hacer las reuniones y me presentó a algunos familiares. Múltiples conversaciones se desarrollaron, mientras mis manos sudaban, mi corazón latía con fuerza, un hueco estaba instalado en mi estómago, y las constantes preguntas de incertidumbre respecto a nuestra relación, desfilaban con cada segundo que pasaba.
Cuando al fin llegaron y entró, todos gritamos: –¡Bienvenido! –Entonces, con desesperación y rapidez busqué su vista, porque para mí, ese primer contacto me revelaría nuestra situación. Y así fue, cuando tuve éxito, le sonreí, pero su expresión era obscura, una sonrisa de compromiso. No me acerqué, tenía miedo, ¿qué significaba su actitud?
Después de que algunas personas lo saludaron y regresaron a sus asientos originales, noté a una chica rubia detrás de él. ¿Era eso? ¿Se había enamorado ya de alguien?
Lo vi alejarse con sus padres, se abrazaron y conversaron por un prolongado tiempo; mientras la rubia estaba a una distancia prudente de ellos. Entonces vi que la llamó, para presentarla a sus padres.
¡Dios! ¡Siempre habíamos sido amigos! Ni siquiera había tenido una oportunidad con él. Jamás tendría una oportunidad con él.
Comencé a respirar, tratando de tranquilizarme, para cuando presté atención de nuevo, Eliot la había tomado de la mano y venía caminando hacia mí. En ese momento, tuve que hundir todos mis sentimientos hasta el fondo de mi corazón y le di una sonrisa, pero no con el mismo entusiasmo.
-No sabía que ibas a venir, pero me alegro que estés aquí - no se escuchaba muy convencido.
-Tu hermano me avisó, ¡qué bueno que ya regresaste! Me da mucho gusto verte, ya tendremos tiempo de que me cuentes la experiencia – mis palabras fueron honestas, pero puse todo mi esfuerzo por escucharme emocionada.
-Sí, sería genial – entonces se escuchó un pequeño tosido, que provenía de la rubia, obligándonos a prestarle atención.
-Te presentó, ella es Marian... – pero fue interrumpido.
-Su novia - ella completó la frase, me miraba retadoramente y le sostuve la mirada. Lo cual aunque no me lo esperaba, me pareció gracioso, porque eso sólo reveló lo celosa que era. Aunque si ella había conocido al Eliot que yo conocí en el bachillerato, podía entenderla.
Así que, tendría que jugar el papel de amiga que ya sabía desempeñar.
-Mucho gusto Marian, soy Andy, una buena amiga - dije sonriendo, que aunque fingida vi que le molestó.
-Qué extraño, para ser una buena amiga no te mencionó -Eliot volteó a mirarla con cierto enfado, pero yo no necesitaba que me defendieran, así que le gané el comentario
-Tienes razón, tal vez no soy una buena amiga, después de todo tampoco me habló de ti – respondí dulcemente, provocando que Eliot sonriera, esa sonrisa que sí conocía.
Como si supieran que algo estaba a punto de pasar, la mamá de Eliot le gritó desde el otro lado del lugar y le hizo señas de que fuera.
-Lo siento, mamá me habla - me dijo a mí. -Vamos Marian - la tomó de la mano y se fueron, sabiendo que lo mejor era separarnos.
Los seguí con la mirada, suspiré y muy hondo, quería irme en ese preciso momento, algo dentro de mí comenzaba a romperse y sabía que me esperaba otra noche de insomnio.
-Es extraño - escuché la voz de Eugenio al lado mío. -Siempre pensamos que ustedes dos eran novios – me giré a verlo, mientras él ya tenía su mirada en mí.
-¿Qué Eliot y yo éramos novios? –Pregunté con sorpresa.
-Sí, supongo que siempre dijo la verdad, que eras sólo su amiga – su expresión era indulgente.
Suspiré y contesté. –Si, lo soy – sonreí con pesar, para girar mi vista hacia donde estaba Eliot, y la escena que vi me descompuso en su totalidad: en ese momento, Marian se le colgaba del brazo a Eliot, y le daba un beso en la mejilla. Era sólo un beso en la mejilla, pero quería lanzarme, arrancarla de su brazo, limpiarle el beso con desinfectante, y tal vez, sólo tal vez, arrancarle la cabeza a ella.