Cierro los ojos y una sonrisa de felicidad se dibuja en mi rostro, cada vez que rememoro la tarde de primavera en la que daba un paso más en mi vida profesional.
-Licenciado Dawson, hoy acompañé a la Señora Ferguson a la Procuraduría, para ratificar la denuncia y no hubo inconsistencias –estaba dándole el resumen de mi mañana, cada vez me cedía más trámites.
-Hay que seguir muy de cerca este caso, no sé por qué, pero hay algo que no me gusta – había desconfianza en su semblante; - por eso tienes que prestar mucha atención a todo. –
-Sí. –Él tenía años de experiencia, definitivamente había desarrollado un instinto en el que podía confiar; y yo tenía que esforzarme por adquirirlo.
-Andy, ¿cuándo terminaste la licenciatura? –Me tomó por sorpresa, jamás me había preguntado algo personal; si es que aquello podía clasificarse como eso.
-Hace dos años, prácticamente – faltaba si acaso un mes.
-Sé que haz ayudado a Fishman con algunos de sus casos – asentí. –Ya que has estado en ambas ramas, ¿estás interesada en alguna? –Preguntó con real interés, haciéndo que me emocionara.
-Definitivamente lo penal – acepté con entusiasmo, y él sonrió.
-Podrás haberte percatado que soy alguien muy desconfiado – ya lo sabía, el nombre de “Dawson y Asociados” me lo dejaba claro, sólo había un socio, y estaba segura que tenían años de conocerse. Asentí. –El que hayas llegado como estudiante y que estés creciendo bajo mi supervisión, me hace confiar en ti – sonreí satisfecha conmigo misma, y me sentí adulada, porque estaba reconociendo mi crecimiento; – así que, quiero proponerte que hagas una maestría en derecho penal y consideres formar parte de este bufete como asociada - seguramente tenía una sonrisa de estúpida, aun cuando intentaba no mostrar mis sentimientos, algo propio de la profesión, eso era demasiado para no poder reaccionar.
Después de un período de silencio, en el que el licenciado Dawson me observaba con una sonrisa de burla, pude responder. -¡Claro que sí! –
-Vamos a seguir trabajando como lo hemos hecho hasta ahora, y cuando termines la maestría, comenzarás a llevar tus propios casos – volvió a su acostumbrada seriedad, se puso de pie extendiéndome su mano; – licenciada Álvarez, siga dando lo mejor de usted – me levanté rápidamente para estrecharle la mano, como señal de que todo era real y en cierto sentido oficial.
Lo primero que tenía que hacer, era inscribirme en la maestría; así que al día siguiente, fui directo a la universidad para hacer los trámites necesarios y comenzar en el curso más próximo. Después, tenía que festejar. La primera persona en atravesarse en mi mente, fue Eliot, llamarle para darle la buena noticia o simplemente enviarle un mensaje; pero habían pasado meses sin siquiera enviarnos un saludo, así que lo descarté.
Les envié un mensaje a mis padres, diciéndoles que el domingo debíamos salir a comer a un restaurante, en vez de comer en casa como regularmente lo hacíamos; no les dije el motivo, sólo que tenía una buena noticia que darles y que quería festejar.
Le escribí a Cinthia, para que nos fuéramos a una noche de fiesta; y luego invité a Natán, quien se había convertido en mi compañero de baile y juergas.
Como ocasión especial, porque lo ameritaba, fuimos al Sais Club. Era un antro en el centro de la ciudad, más grande y obviamente con más gente, era un lugar muy popular y reconocido por ser de los últimos en cerrar en la ciudad. Pasamos una noche en medio de baile y alcohol, al menos las mujeres, porque los hombres se mantuvieron con cierta lucidez.
-Vamos a mi casa – propuso Iván.
-¡Sí! ¡Vamos! –Cinthia nos vio a Luna y a mí, con una expresión de súplica.
-Sí, está bien – concedió Luna y yo sólo asentí.
Así que nos fuimos en los dos autos disponibles. Cinthia, Luna y Jeremías, se fueron con Iván; mientras yo me fui con Natán, como solíamos repartirnos. Compramos cervezas antes de llegar al departamento de Iván, que era un lugar amplio pero acorde con un soltero. Puso música para que todos continuáramos bailando, pero de repente, Luna y Jeremías se desaparecieron de mi vista; luego, Cinthia e Iván estaban en una posición muy comprometedora y para nada decorosa en la sala.
-No quiero ver lo que están a punto de hacer – me dijo Natán, que se giró para ver a otro lado, porque aquellos dos ya estaban quitándose la ropa.
-¡Ni yo! –Le señalé hacia la cocina, y nos apresuramos en cerrar la puerta de esa habitación.
-Hay que hablar de algo, porque tampoco quiero escucharlos – me carcajeé, porque si prestabas atención, los podíamos escuchar.
-Entonces dime Natán, ¿tienes hermanos? –Y así comenzamos a conversar.
De hablar de cosas personales, pasamos a reír por babosadas; él tenía una manera espontánea de conducir la plática, aunque en ocasiones me metía en aprietos.
-¿Y no ha habido ningún chico en tu vida? –Preguntó de manera abierta y cambiando el ambiente.
-¿Te refieres a que si soy virgen? –Respondí con otra pregunta.
-No, me refiero a que si te has enamorado – me quedé pensativa, porque consideraba que no lo había hecho.
-Creo que no – le revelé.
Sonrió con ironía y acortó la distancia. –¿Eres virgen? –Me carcajeé.
-No – frunció el ceño.
-¿Lo hiciste sin estar enamorada? –Preguntó con intriga, dando otro paso en mi dirección.
-¿Qué se supone que debo sentir cuando estoy enamorada? –Cuestioné, era una total inexperta en ese tema.
Pasó un mechón de mi cabello detrás de mí oreja, poniéndome un poco nerviosa, porque sabía lo que quería. –Definitivamente una sensación en el estómago, las famosas mariposas - comenzó a acariciar mi mejilla, – estás pensando constantemente en esa persona – tomó con su otra mano la mía, – cuando estás con ella, te sientes inexplicablemente feliz – inclinó su rostro, sin dejar de verme a los ojos, – sientes una atracción sexuaI… - sus labios tocaron los míos, cerré los ojos y pensé en Eliot. En lo diferente que Natán jugaba en mi boca, en cómo sus manos descubrían mi cuerpo… ¡Extrañaba a Eliot! …Abrí los ojos con temor y alejé a Natán con brusquedad. Salí de aquella habitación y del apartamento a prisa, con pensamientos y recuerdos atropellándose; mis conjeturas me llevaron a una introspección obligada, y como una epifanía una frase fue mi diagnóstico: ‘Estoy enamorada de Eliot.’