No sé si fue por el aire que golpeó mi rostro o la manera en que había bebido, pero me desequilibré. Para mí buena fortuna, Eugenio me sostuvo, me llevó a su auto y condujo hasta mi apartamento. Sí, tuvo que detenerse en varias ocasiones porque comencé a vomitar. Eugenio estuvo al lado mío, sosteniendo mi cabello y masajeando mi espalda, mientras expulsaba de mi boca el malestar. Todo me daba vueltas. Me sentía fatal y debía lucir mucho peor.
-Ven, vamos a que te cambies - me condujo hasta el baño y me dejó ahí, esperando hasta que me pasó ropa limpia. Fue su turno de esperar afuera mientras me cambiaba; eso sí, con la puerta sin seguro por si algo me pasaba. Cuando terminé, me llevó a la cama, mientras él preparaba un té, que hasta ese momento supe que tenía.
Había permanecido en silencio todo ese tiempo, y tuvo que romperlo con una pregunta incómoda.
-¿Le has dicho a Eliot lo que sientes por él? –Había seriedad en su expresión.
-Sí, sabe que mi amistad es incondicional – contesté automáticamente.
-Entonces no lo has hecho… -
No quise continuar con la conversación, tratando de encontrar un argumento que encajara en la situación, estaba cansada, y tal vez se había dado cuenta que esa fachada de “amistad,” había sido utilizada para esconder un sentimiento más profundo, al menos por parte mía. Porque incluso ni yo misma, podía determinar en qué momento se había convertido de uno al otro. Bebí el té y pronto caí dormida.
Supongo que no fue mucho lo que dormí, porque al abrir los ojos la luz matinal aún no se filtraba por la ventana. Lo vi levantarse de la silla del comedor, después de dejar su celular en la mesa, y caminó hacia mí.
-¿Te sientes mejor? –Cuestionó, tocando mi frente, supongo que quería cerciorarse que no tuviera fiebre.
-Físicamente sí... – porque sentimentalmente estaba de la mierda. - Gracias... -
-No pasa nada, eres parte de la familia después de todo - me interrumpió - y ahora que estás mejor, tengo que irme – caminó hacia la mesa, donde tomó su celular y de la silla, su saco y la corbata.
Me levanté para despedirlo y cerrando la puerta tras él, comencé a llorar. El giro inesperado de la noche anterior, fue lo que aviso a mis pensamientos que la amistad se había superpuesto a mi amor. Mi razonamiento aplastó a mi corazón, y debía hacer que mis sentimientos comenzaran a marchitarse.
Dos horas después un golpe estruendoso provenía de la puerta. Estaba acostada, más no dormida, así que me levanté de la cama a la brevedad y la abrí. Ahí estaba Eliot, con un ojo hinchado y sangre en los labios.
-¿Qué te pasó? ¡Entra! –Abrí la puerta y me dirigí a traer el botiquín.
-Me peleé con Eugenio. ¿Te acostaste con él? –Habló rápido, yo me detuve en seco para observar cómo se quedó en medio de todo el lugar, a punto de un colapso nervioso. Se veía muy mal.
-¿Eso te dijo? ¿Qué me acosté con él? –Me sorprendió que Eugenio pudiera decir eso, especialmente porque no era verdad.
-¡Demonios Andrea! –Se pasó las manos por el cabello, las dejó en su nuca y dio un gran suspiro. Lucía muy molesto.
¿Estaba enojado conmigo o con Eugenio? Si era conmigo, ¿por qué? Después de todo él estaba con Marian. Me encontraba totalmente confundida.
-No veo el motivo por el cuál estés molesto. Yo… - me interrumpió.
-¿Crees que es por ti? Estoy preocupado por mi hermano ¡Quién sabe con cuántos te has acostado ya! –Su expresión de furia cambió; pero ya era tarde, su comentario ya había entrado a mis oídos.
Una lágrima rodó por mi mejilla, inmediatamente la limpié y con mucho esfuerzo mantuve a raya mi tristeza.
-No creo que las mujeres con las que tú te acuestas sean menos putas que yo. Además creo que no deberías preocuparte por tú hermano, ya está grande para saber lo que hace y con quién se mete – me di la vuelta hacia el baño, quería correr hacia él para ya no verlo, pero me fui caminando, no le daría el placer de verme llorar y alcancé a decir una última frase antes de sucumbir al dolor: –Vete y cierra la puerta cuando te vayas. –
El golpe que dio la puerta del baño fue estrepitoso. Me recargué sobre ella y me deslicé lentamente llorando. ¿No era suficiente que no pudiera corresponderme? ¿También debía terminar nuestra amistad?
No supe cuánto tiempo estuve ahí, sólo rogaba porque al salir ya no viera a Eliot; pero me equivoqué, estaba justo al lado de la puerta principal cuando salí.
-Lo siento, no quise decir eso – me dijo mirándome a los ojos, y realmente se veía agobiado. –Los conozco a los dos, sé que formaran una buena pareja; y aunque Eugenio es mi hermano, creo que él se está llevando la mejor parte – se dio la vuelta para salir cuando terminó de hablar, y cerró la puerta tras de él.
Sobre la mesa del comedor vi una llave y supe que todo había terminado.
Era domingo, me tocaba ir con mis padres a comer. Tuve que inventarme una excusa lo suficientemente buena para que no sospecharan nada y no se preocuparan, ya que sería la primera vez que no iría.
Estaba cansada, sólo quería tirarme a la cama y despertar el lunes. Al menos ocupar mi tiempo en el trabajo me haría dejar de sentir. Pero fui demasiado ingenua. Acostada en la cama, mi cerebro meditaba, idea tras idea: ‘Eugenio… ¿Por qué había mentido? Debía confrontarlo. Pero aunque la verdad fuera revelada, ¿de qué serviría? ¿Eliot me creería? ¿Por qué quería justificarme? Si al final sólo me consideraba su amiga.’
Tenía hambre, me preparé pasta para comer y puse algo de música de fondo para distraerme. La luz del día dejaba de entrar por la ventana, y así supe que había logrado terminar el domingo, a partir del lunes todo sería más fácil.