Un ligero golpeteo se escuchaba en la puerta, me asusté un poco, pero como un susurro oí la voz de Eliot. –Soy yo, ábreme. –
¿Eliot? ¿Otra vez? Abrí la puerta y ahí estaba, peor que en la mañana. El golpe ya había surtido efecto, ahora era morado, el cabello desalineado y un aliento a alcohol que me mareaba.
-¿Viniste así manejando? –Pregunté con incredulidad.
-Llegué sano y salvo, ¿no? –Definitivamente, el alcohol lo hacía osado.
-Ya sé que no puedes llegar así a tu casa, pero pudiste haber llegado a otro lado, con Marian por ejemplo – sí, estaba resentida.
-Vine a arreglar las cosas contigo, ¿puedo pasar? –Me dijo señalando el interior del departamento, sin dejar su tono atrevido.
-¿Y necesitabas estar alcoholizado para hablar conmigo? –Mi pregunta fue mordaz.
-Para lo que tengo que decirte, sí – contesto impasible.
-Creo que… - me interrumpió.
-Estoy enamorado de ti Andy… - me dijo mirándome a los ojos, yo los abrí de sorpresa.
Di unos pasos hacia atrás y me fui a sentar a la cama, mientras procesaba sus palabras. Eliot entró al departamento, cerró la puerta y comenzó a caminar de un lado a otro.
-Desde que me recibiste con aquella sonrisa en el aula el primer día de clases, me volviste loco. Pero descubrí que no era correspondido y creí que era yo quien no te atraía. Quise empujarte lejos de mí, dejar de sentir eso que ardía por dentro día a día después de estar contigo. Pensé que alguna otra mujer podría remplazarte. Pero cuando comenzamos a salir con otras personas, descubrí que no le prestabas atención a nadie. En ese momento, decidí escoger tu amistad y esperar hasta que me notaras – soltó una risa irónica.
-¿Por qué… - no me dejó hablar de nuevo.
-Entramos a la universidad y nos dejamos de ver. Estuve agradecido sabes, de manera natural nos habíamos separado, podría intentar olvidarte; pero mi corazón no me lo permitía, se empeñaba en hacerme pensar en ti… Y luego me escribiste – una sonrisa se dibujó en su rostro.
-Eliot… - me paré de la cama y di un paso, pero él seguía caminando de un lado a otro.
-Como si el destino estuviera dándome una oportunidad, volviste aparecer en mi vida. Te tenía, tal vez no tu corazón, pero podía disfrutar de tu compañía a placer. Fue la mejor época de mi vida. Hoy que pienso en el pasado, debí haber seguido mis instintos y haberme quedado. Posiblemente hoy estaríamos juntos como antes, me conformo con eso – su voz iba bajando paulatinamente.
-Déjame…- quise hablar, pero él continuó su monólogo.
-Ahora estás con mi hermano, y está bien, de cualquier manera me voy a ir… - comenzó a hablar más lentamente, haciéndome sentir su tristeza.
-¡¿Qué quieres decir?! –En ese instante entré en pánico.
-Me ofrecieron un trabajo en Lambda, el vuelo sale el miércoles, así no tendré que sufrir viéndote con otro... – eso fue suficiente.
-¡Détente! ¡Mírame! –Me interpuse en su camino, tomé con mis manos sus mejillas y fijé mi mirada en sus ojos: –¡Te Amo Eliot! –
-¡¿Qué dijiste?! –Hizo un parpadeo largo cuando preguntó, y me tomó de los hombros.
-¡Te-A-mo! –Me soltó por un momento, dando un paso dudoso hacia atrás.
-Nnno, ¿es verdad? –Y me volvió a tomar de los hombros. -¿Qué hay de mi hermano? –Sus ojos de confusión hacía que sus pupilas se dilataran.
-No hay nada entre tu hermano y yo, no sé por qué te dijo que me había acostado con él – en ese momento me volvió a soltar y comenzó a caminar más lento y pensativo.
-Técnicamente no lo dijo – admitió.
-¿Cómo? –Quería entender a qué se refería.
-Llegó por la mañana, le pregunté dónde había estado y para mi sorpresa, aceptó que pasó la noche en tú casa. Como yo pasaba las noches aquí, supuse que había sido igual - se rascó su nuca apenado, y me dio media sonrisa.
-Eres un estúpido Eliot. Anoche tomé, me excedí con las bebidas porque… - suspiré y mejor no mencioné el motivo. -Estaba mareada, vomité por todo el camino; en serio, llegué muy mal, y él se quedó aquí cuidándome. La verdad fue muy amable – tenía que aceptarlo, era vocación de médico.
-¿No has estado saliendo con él todo este tiempo? - Me tomó de los hombros de nuevo.
-No – yo no entendí por qué preguntó eso.
-¿Y la noche de mi fiesta de bienvenida? –Volvió a interrogar.
-Se ofreció a traerme porque estabas con… - me volví a detener.
-Marian – él completo la oración.
-Sí, estaba… -
-Celosa… - volvió a completar la oración, y aunque no quería reconocerlo así era.
-No iba a decir eso - tenía que guardar las apariencias. -Me contó anécdotas de cuando eran niños, cómo jugaban y tus papás los regañaban; pero no entró al departamento, platicamos en su auto - volví a suspirar y aunque me doliera decirlo, tenía que hacerlo. -Lo de tu hermano y yo, sólo existió en tu mente, a diferencia de ti, tú si tienes algo con Marian. –
Me abrazó. -Así me hubiera casado con ella, la hubiera dejado por ti… - me dijo al oído y yo lo empujé para alejarlo de mí.
-¿Y crees que eso es romántico? No te hubiera aceptado, porque ya habrías dormido con ella – inexplicablemente esa idea me molestaba.
-¿Te importa que haya dormido con ella? –Toda su expresión denotaba sorpresa.
-Sí, no sé por qué, pero… si me importa – pensar en eso me hacía sentir como si me hubiera traicionado.
-No ha pasado nada entre nosotros – me volvió a tomar de los hombros, para hablar en tono serio. -Me estuvo persiguiendo durante los dos años que estuve en la maestría. Antes de mi viaje de regreso, ella ya tenía planeado un viaje para acá y me dijo que nos diéramos una oportunidad, la cual acepté porque no sabía si te iba a encontrar con alguien, y no voy a negar que lo ha intentado, pero no lo hemos hecho. - Y entonces sonriendo agregó: –Has estado dentro de mí durante tanto tiempo Andy, que no he dejado de pensar en ti ni un solo día –
-Sólo me has estado… –no me dejó terminar la oración, me tomó entre sus brazos y me besó. No pude resistirme, mi cuerpo que extrañaba su toque, simplemente se entregó.
-Voy a ir a terminar con ella, como quiera ya se va el miércoles - se dirigió a la puerta y con una mano en la perilla, me guiñó un ojo.
-Eliot, no puedes manejar así, quédate conmigo – no lo iba a dejar conducir alcoholizado. Pude ver, cómo su mirada cambiaba, soltó la puerta, caminó hacia mí y comenzó a besarme de nuevo.
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Seis meses después…
Un viernes por la noche pasó por mí al trabajo. Lo vi a lo lejos, recargado en su coche, me pareció un poco extraño su atuendo, llevaba un traje de tres piezas en color n***o, al igual que la corbata, sólo la camisa era blanca. No mencioné nada, me abrió la puerta y me introduje en el coche. Algunos segundos después, él ya estaba dentro encendiendo el motor.
-Te invito a cenar – su voz era emocionada, y en poco tiempo estábamos en el VS café. Eso sólo significaba que iba a confesar algo.
Nos sentamos en nuestra mesa predilecta, la más alejada y escondida del lugar. La chica nos tomó el pedido y nos dejó solos.
-¿Pasó algo? –Pregunté rompiendo el silencio, porque sí, me estaba poniendo nerviosa.
-Sí – hizo una pausa, y yo estaba desesperándome. Vi cómo escondía sus manos debajo de la mesa y podría aseverar, que él también estaba nervioso.
-Y bien, ¿qué es? –Lo escuché suspirar.
-¡Aceptaron el proyecto de investigación! –Sonrió ampliamente, estaba muy emocionado y contento.
-¡¿De verdad?! –Dije casi en un grito y di un salto saliendo de mi lugar. –¡Eso es genial! –Él se levantó para recibir mi abrazo y al oído le dije: –¡Estoy orgullosa de ti sabelotodo! –Y comencé a reír, pero él en ese momento cambió su expresión.
-Tengo otra cosa que decirte – su voz era seria, dejó de abrazarme y lo vi llevando una rodilla al suelo. Cubrí mi rostro con mis manos y cuando las deslicé lo suficiente para abrir mis ojos, Eliot tenía una cajita en sus manos, que estaban extendidas hacia mí.
La abrió y cuando vi que en su interior había un anillo, lo escuché decir: –¿Te quieres casar conmigo? –
Hagamos una pausa aquí. Ya teníamos oficialmente 6 meses viviendo juntos. Como abogada, debo decir que el matrimonio es beneficioso por las cuestiones legales; pero para las cuestiones sentimentales, ya me tenía. Me había visto formando una familia con él y el resto de mi vida a su lado. Para mí, lo nuestro ya era para siempre, y cuando me pidió que me casara con él, me hizo sentir en un maldito cuento de hadas.
-¡Sí! –Creo que mi rostro no podía con todo el sentimiento de felicidad que me invadía.
Se levantó, tomó el anillo, después mi mano derecha, y así lo deslizó mientras me veía a los ojos sonriendo. Lo abracé y me susurró al oído.
-Te amo hermosa. -