—Vaya, esa es una pregunta difícil. —Daniel toma una fuerte bocanada de aire, haciendo lo posible por pensar con claridad.
—Oh, ya sé, ponte esto —dice Rebecca con voz ronca de borracha—. No me importa el sexo que tengas, ni la altura que tengas, ni si tienes pelo, pero no me importa que te veas como un queso.
—Vamos —digo, señalándole con mi vaso—, vas a por todas.
—Básicamente —dice Daniel, mientras anota algo—. Quita —si es posible—.
Me inclino hacia atrás entre risas. Todo me da vueltas.
—Me voy a la cama. —Suspiro. Mañana trabajo.
—No tan rápido —dice Daniel—. Vamos a crear un perfil para ti también.
—No me voy a meter en Tinder. Y para que lo sepas —murmuro—, no hay ningún hombre en el mundo que pueda deslumbrarme con su prosa. Además, estoy borracha.
—Vamos —insiste ella—.
—Ahora no, no es el momento.
Daniel teclea con ímpetu.
—Aprovecha que estás borracha y completa el cuestionario. El momento es ahora.
—¿Y si descubren que soy yo? —pregunto, horrorizada. No sería capaz de mantenerme en pie.
—A la gente no le importan las aplicaciones de citas; todo el mundo las usa —se burla Rebecca como si fuera estúpida—. No uses tu nombre real.
—¿No sería raro? —pregunto. Imagina que le doy un nombre falso, me encuentro con él y le digo —lo siento, te he mentido, en realidad me llamo así—.
—No hace falta que se lo digas enseguida —sugiere Daniel mientras escribe—. Usas el nombre falso y, si ves que te gusta, le dices tu nombre real.
Esbozo una pequeña sonrisa mientras bebo y veo cómo crean mi perfil.
Qué gracioso es Daniel.
Me pasa el portátil.
—Rellena tú el resto.
—¿Eh?
—Ya he rellenado esto. Ahora contesta esto.
—¿Cómo?
—Hemos creado un perfil para ti —me informa Rebecca—. Síguenos la corriente, vamos.
Nombre: Rosita Leroo
Estatura: 1,70 m.
Peso: Diez
Aspecto físico: Pan de molde
Aficiones: Ir al gimnasio, hacer ejercicio y reírse mucho.
Pasatiempo favorito: Comer fuera y retozar entre las sábanas.
Profesión: Analista de sistemas informáticos
Color de pelo: Rubio oscuro
Ojos: Marrones Piel: Olivácea
¿Qué buscas?
—¿Rosita Leroo? —pregunté en tono burlón. ¿Quién es?
—Tú.
—Vamos. —Me río. No se te ha ocurrido un nombre falso mejor?
Suena como una marca de vino barato.
—Bueno, a los hombres les encanta —responde Daniel.
—¿De verdad? —Reviso los datos que han introducido. Pensé que íbamos a mentir.
—Y mentimos.
—Pero sí me gusta salir a comer y retozar en las sábanas —digo, encogiéndome de hombros.
—Pero no ir al gimnasio y hacer ejercicio —comenta Rebeca con impaciencia, levantando una ceja.
—Qué tontería. —Bajo la pantalla del portátil y me pongo de pie. Me voy a la cama. —Me pongo de puntillas y le doy un beso en la mejilla a Daniel. Buenas noches, bribón.
—Duerme bien. Completa el perfil. Lo miraré mañana.
Pongo los ojos en blanco mientras subo las escaleras.
—Preocúpate de la tuya y, en particular, de lo fácil que eres de complacer —digo—. Céntrate en eso y sé un poco más exigente.
—Si no lo has probado, no critiques —responde ella.
—Uf —dice Rebeca con una mueca desde su habitación—. Nunca me comeré una almeja de chica. De ninguna manera. Ahí, delante de ti... En tu cara... Tan cerca...
Me da asco imaginarlo y me río con cara de asco. —¡Cállate! —exclamo.
*
Media hora después, estoy tumbada en la cama, recién duchada y envuelta en una toalla. No dejo de pensar en lo que Daniel y Rebeca me han dicho antes, pero sobre todo en lo que yo he dicho: —Ojalá me pareciera más a ti—.
¿A quién quiero engañar? Soy libre.
No sé de dónde saqué la idea de que estoy atada de pies y manos. Son los hombres los que tienen ideas preconcebidas de lo que quieren; sólo buscan una Barbie.
Leo concienzudamente el perfil que han creado para mí y sonrío cuando me hago una idea. Voy a demostrar lo superficiales y volubles que son los hombres.
Enciendo el ordenador, vuelvo a mi perfil y cambio mis respuestas.
Nombre: Rosita Leroo
Altura: 1,68
Peso: 68kg
Apariencia física: Por debajo de la media
Aficiones: Jugar con mis doce gatos
Pasatiempo favorito: Lavarme el pelo
Profesión: Taxidermista
Color de pelo: Rosa; por eso me llaman así (emoji de ojos en blanco)
Ojos: Radiante
Piel: Blanca como la leche
Voy a Google a buscar una foto de un gato. Encuentro una con un gatito gordo con ojos saltones. Es el gato más feo que he visto en mi vida.
—Misi, misi. —Sonrío y la pongo en mi perfil. Vuelvo a leer la pregunta:
¿Qué buscas?
Respiro profundamente mientras medito la respuesta. Quiero escribir algo que me deje claro lo que ya sé: nadie me interesa lo más mínimo. Tuerzo los labios mientras pienso en lo que voy a poner.
Busco a alguien de un color, pero no de una talla. Con los pies anclados al suelo, pero que sepa levantar el vuelo. Que aparezca con el sol y no se vaya con la lluvia. Que no hace daño, pero no siente dolor.
Sonrío y le doy a —enviar—. Así me deshago de la basura. Nadie responderá.
*
Es jueves. Ha sido la mejor semana en años.
Daniel es divertidísimo. Hemos estado saliendo a cenar todas las noches, ya que nunca parece tener ganas de comer una comida casera.
Nos pagan como mendigos, pero queremos comer como reyes.
Nos ha informado oficialmente de que, como no conoce a nadie más en la ciudad, hemos sido designados sus mejores amigos por defecto. Incluso me ha pedido que le acompañe la semana que viene a un evento al que ha sido invitado. Asistiré como su acompañante, pero no es una cita; no tenemos ese tipo de relación.
Sin embargo, admito que es un placer estar con él.
Ah, y... ¡sorpresa, sorpresa! Nadie respondió a mi mensaje de perfil.
Como sabía perfectamente.
Sonrío mientras me pongo el uniforme de netball.
Estoy en uno de los baños de la oficina. Mi turno ha terminado y tengo un partido a las seis y media; no tengo tiempo de ir a casa y volver a la ciudad.
Me pongo el uniforme y me estremezco al mirarme.
—Phew —susurro—. Qué horror.
El vestido es ajustado, de un rojo chillón, se me pega al cuerpo como si fuera pegamento, y es muy corto.
Voy a mirarme al espejo. Parezco la jugadora de netball de una película porno que está a punto de rodar el sketch más morboso de un gangbang.
No sé si reír o llorar.
—Dios mío, ¿quién ha elegido estos uniformes? —Suspiro mientras me meto las tetas bastante apretadas. Qué cosa más fea.
Me encojo de hombros: —¿Qué vamos a hacer? Me recojo el pelo en una coleta alta y vuelvo a mi despacho. Todavía es pronto para salir, así que termino algo de trabajo mientras espero.