Al salir del coche nos deslumbran los flashes. Daniel me coge de la mano y me hace pasar por las sofisticadas puertas negras. —¿Ves? —Sonríe, orgulloso—. Por eso hay que dar siempre buena imagen. Por si hay paparazzi cerca. Echo la cabeza hacia atrás y me río de lo iluso que es. —No han venido por nosotros, tonto; han venido a fotografiar a las verdaderas estrellas. Y, por favor, no digas paparazzi, que pareces un esnob. Es sábado por la noche y estamos en la inauguración de una discoteca para ricos. Daniel me sonríe con picardía mientras me recoloca los tirantes del vestido. —Oye, que estamos en la lista de invitados. —Tú estás en la lista de invitados; yo solo soy la pobrecita que te acompaña. —¿Y no estás arrebatadora? Sonrío con nerviosismo mientras me aliso la falda. —¿Segur