Marianela miraba a su hijo. Estaban sentados uno frente al otro, en la cafetería del hospital. —¿Y bien? Dime, ¿Por qué cambiaste de parecer? —Bueno, madre, en un solo vistazo no podía convencerme de sí, Luna es o no una cazafortunas; resulta que, vine al departamento, y descubrí que tiene una hija. No lo sé, solo decidí que acepto. Su madre, que aún tenía ojos puntillosos, no le creía nada. —Escucha esto, Elio, si fallas, la herencia ya no irá a Marcos, irá por completo a Luna y a Aly. Elio la mirò fijamente. —¿Por qué quieres quitarme lo que por derecho me pertenece? —Es simple. Eres un tonto, si te dejara todo ahora que eres tan inmaduro, vendría una arpía como Lydia y te quitaría todo, por cierto, espero que termines con esa tipa, no la quiero cerca ni de Luna, ni de ti. Elio