—Lydia, debes irte, tengo mucho trabajo —dijo Elio severo. Ella le miró con tristeza. —¿Por qué me rechazas, Elio? ¿Qué pasa? ¿Ya te aburriste de mí? Elio estaba dándole la espalda, él rodó los ojos. —Estoy ocupado, Lydia, no soporto estas niñerías, vete ya mismo —sentenció de mala gana. Lydia se asustó. «Estoy tirando mucho de la cuerda, si no tengo cuidado voy a romperla, mejor debo irme», pensó. —Está bien, mi amor, pero, no te olvides de mí, como lo hiciste estos cinco años, que he esperado por ti, al menos yo sobreviví para encontrarte, nuestro hijo no tuvo tanta suerte —dijo Lydia. Elio la miró, sus palabras habían conseguido su objetivo de causar lástima. El hombre asintió. —¿Vendrás a verme pronto? —Sí —dijo Elio, pero en su interior supo que era mentira. La mujer se f