—¡¿Qué demonios dices, madre?! No soy un crío al que puedes chantajear a tu manera, ¿acaso no lo has entendido? Marianela lo miró con rabia. —¡Eso me ha quedado muy claro! Lo he visto estos años, en que has hecho de tu vida un desastre, acostándote con cualquier mujerzuela, descuidando los negocios, si no fuera por Marcos… —¡Marcos es un pelele! Y no es un Francelli. —¡Pero, se comporta como uno, en cambio, tú, dejas mucho que desear! —exclamó su madre con rabia—. ¿Acaso te importa lo que me pasó? —¡Claro que sí, madre! Claro que me importas. La mujer negó. —Ya no te creo. Por eso, tomé una decisión: si no te casas a fin de este mes, nombraré nuevo CEO a Marcos, y te quitaré tu puesto. Los ojos de Elio se volvieron feroces. —¿Cómo puedes hacerme esto? —¡Te lo mereces, haces de i