Capítulo 7: Ultimátum

1480 Words
Elio Francelli estaba sentado en su despacho, bebía un trago de licor, solo pensaba en ella, como casi siempre. «¿Cómo es que nadie puede encontrarte? ¿Cómo es que incluso tu rostro está tan borroso en mi mente, si no puedo olvidar tus caricias?», pensó. Flashback: «Sus manos estrecharon su cintura, la mujer lo quemaba como una llama, estaba tan oscuro y él ebrio, para poder distinguir su rostro, pero el sabor de sus labios y el olor de su perfume a azahar estaban enloqueciéndolo. No quería detenerse. La mujer creyó que podía escapar, hasta que sus labios besaron los suyos, intentó manotear, alejarlo de ella, él la besó voraz y ambicioso, sus manos acariciaron su cuerpo. Elio tenía algo de cordura, la ignoró, porque su cuerpo estaba tan tentado por las curvas de esa mujer, era como una droga que estaba en su sangre. La mujer rompió el beso, intentó irse, casi llegó al umbral de la puerta, pero las feroces manos de Elio la devolvieron a la cama, su boca invadió la suya, era tarde para dejarla escapar; ese beso la sometió y esas caricias desnudaron su cuerpo poniéndola a su merced. Un segundo después, él también estaba desnudo ante ella. Ninguno pensó, la habitación estaba a oscuras, no podía distinguirse mucho, pero no necesitaban la luz cuando sus manos estaban acariciando y conociendo cada rincón de sus cuerpos. Besó sus labios con fuerza, sus manos acariciaron sus pechos, también su lengua, como un bebé sediento. Siguió besando su cuerpo, y sus dedos rozaron su zona íntima, observó su cara perlada en sudor, casi con temor y desesperación, él sostuvo sus manos por encima de su cabeza, acercó su frente contra la suya, mientras su mano acariciaba con suavidad, sintiendo su humedad, ella gimió, siguió acariciándola, estaba tan mojada. La besó, acarició sus pechos, sintió que se tensaba, se arqueaba, gemía y disfrutaba, ella estaba lista, podía sentirlo, pudo ver, en medio de la oscuridad, sus ojos brillar, ni siquiera podía distinguir su color, pero sí sus pupilas dilatadas, sus jadeos, cada parte de su cuerpo que ahora deseaba. Estrechó su cintura, su mano sostuvo su virilidad empujándola a su entrepierna, y ella se arqueó liberando un quejido. Besó su cuello, al sentirla tan rígida, empezó a hacer presión con su hombría, quería entrar en ella, se adentró poco a poco. —¡Estás muy estrecha…! —dijo al sentirla, luego la besó. Aquellas pequeñas manos se abrazaron a su espalda con fuerza, la penetró por completo, ella lanzó un quejido, y gimió. El vaivén de embestidas comenzó, primero lento, y cada vez más rápido e intenso, sus cuerpos ardían, hasta que él sintió que ya no podía más, la embistió con más profundidad y ella gritó de placer, se estremeció con fuerza, sintió como se corría, fue su turno, era el orgasmo más delicioso que jamás sintió, tan placentero, que sonrió al liberar un gemido, besó sus labios y su frente, pero cayó rendido al lado de la cama. Ella se recostó primero en la cama, tumbada de espaldas, y entonces, observó ese tatuaje, gracias a la luz de luna que iluminó al posarse en la ventana. Sonrió al ver lo sexy que se veía, él lo acarició, primero con sus dedos, luego con su lengua, era un nudo de bruja, antiguo, pero Elio estaba cansado para hablar ahora, pensó que lo haría después, se quedó dormido, cuando despertó, ella se había marchado» Elio escuchó la llamada, y al volver a la realidad, respondió enseguida. —¿Hola? —Señor Francelli, he encontrado a la mujer que tanto busca, encontré a la mujer del tatuaje en la espalda. Elio abrió ojos enormes y sonrió con felicidad. —Dime, ¿dónde puedo hallarla? —exclamó. —Señor, enviaré la dirección de inmediato. Elio observó la dirección. Tomó su cartera y salió rápido de casa, sin decir a dónde iba. Cuando su madre volvió a casa e intentó buscarlo, se molestó mucho al saber que su hijo no estaba en casa. *** Elio llamó a esa puerta, era un edificio antiguo y bastante humilde en comparación con los lugares que un Francelli visitaría. Ella abrió la puerta y lo dejó entrar. —¿Quién es usted? Elio la miró de arriba abajo, trató de imaginarla en aquella noche, pero sintió algo en su corazón, no podía ver en ella a la mujer de aquella vez. «Deben ser mis nervios», pensó —¿Eres tú la mujer que pasó una noche conmigo hace cinco años? Fue en el bar “Nightly double”, ¿me recuerdas? Estaba ebrio, no recuerdo muy bien tu rostro, pero recuerdo tu tatuaje… Ella sonrió. «Debo ser yo, porque nunca dejaré que Luna tenga ninguna oportunidad, ni siquiera sé dónde está, si está muerta, mejor para mí», pensó. Lydia desabotonó su blusa, no llevaba sostén. Cuando se giró de espaldas, le mostró aquel tatuaje a plenitud; era un nudo de bruja en la espalda media. Era el mismo tatuaje que Elio conocía. Él se acercó, lo miró de cerca, su dedo se posó sobre su piel, dibujándolo. La mujer se estremeció al sentir su caricia. Ella se giró para mirarlo. —¿Soy yo? —dijo ella. Los ojos de Elio observaron su rostro; era una mujer más sensual, que bella. Lydia se acercó a sus labios, lo besó sin previo aviso. Elio se quedó muy quieto, casi sin responder a ese beso. «Su beso… ni siquiera sabe cómo a esa noche», pensó. Ella se detuvo, sintió su mirada casi felina. De pronto, sintió que ese hombre hundió sus dedos en su nuca, le devolvió un beso cargado de pasión, la llevó al sofá que estaba en la habitación. Le quitó el resto de la ropa, se bajó los pantalones y la ropa interior, lo vio colocarse un preservativo. Tomó a la mujer y la giró boca abajo, la puso de cuclillas, Lydia se asustó, el hombre era bastante salvaje. Él la penetró de forma profunda y rápida, la escuchó gemir, comenzó a embestirla con fuerza. Tenía el control total, no deseó ver su rostro, sintió como si no fuera esa misma chica, algo estaba mal. Deseaba terminar pronto. Lydia no podía más, sentía demasiado placer, su cuerpo era una caldera hirviendo, gemía, jadeaba. No pensaba en nada, le encantaba, nunca se había sentido así antes, destinada a disfrutar. Elio se movía con intensidad y ritmo, ella gritó cuando alcanzó el orgasmo y sintió que se corría. Él también terminó, pero esa noche se sintió como la menos placentera de su vida. Salió de ella y fue hasta el baño, se quitó el preservativo. Cuando regresó al salón, tomó su ropa y comenzó a vestirse. Lydia estaba desconcertada. —¿Qué haces? ¿A dónde vas? Quédate conmigo —dijo la mujer. Elio le lanzó una mirada fulminante, se acercó a ella, y apretó sus mejillas con rabia. —¿Por qué siento como si no fueras tú la mujer de esa noche? ¿Acaso estás mintiéndome? Lydia tuvo pavor. —¡Fui yo! Pensé que me buscabas por amor, pensé que serías mi recompensa después de lo que le pasó a nuestro bebé… Los ojos del hombre se abrieron casi con horror, la soltó —¡¿Bebé?! ¿Qué bebé?! —Estuve embarazada; mi bebé no sobrevivió, porque yo ni siquiera tenía dinero para comer. Pensé que me buscarías, yo era virgen cuando estuve contigo. ¿Acaso lo dudas? —exclamó con ojos llorosos. Ella estaba segura de la virginidad de Luna, por esa misma razón la envió ahí, si ella se sentía arruinada, no dejaría que Luna le restregara su virtud toda la vida. El hombre bajó la mirada, negó. «Perdí a mi hijo…», pensó con dolor. Tomó una tarjeta de crédito de su cartera y se la dio. —Pediré que mañana mismo te muden a un buen apartamento, tendrás dinero, tendrás todo lo que necesites. —¿Y por qué lo harías? Elio miró su rostro. —Porque, a partir de ahora, eres mi mujer. La mujer sonrió feliz, lo abrazó, pero él se apartó rápido. Se despidió y se fue. *** Cuando Elio volvió a la casa, se encontró con su madre, esperándola en el salón. —¿Qué pasa? —¿Dónde estabas? —¡No soy un niño, madre! Deja de tratarme así. Si estoy viviendo aquí es por tu salud, pero no pienso permitir que me sigas controlando. —¿Sabes lo que pasó conmigo hoy? Elio frunció el ceño. —¿Qué pasó? —¡Casi me secuestran, casi me matan! Los ojos de Elio se abrieron enormes. —¡¿Qué dices?! —Fui salvada por una gran mujer, es un ángel, es por eso por lo que ya tomé la decisión; ¡te casarás con ella! —¡¿Qué?!
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