Capítulo 6: El poder de la envidia.

1096 Words
—¡¿Qué ha dicho?! Marianela no desistió, al contrario, se acercó y tomó su mano. —Luna, eres una madre soltera, una mujer joven en un mundo lleno de hombres, mira el actuar de tu jefe, ¿Por qué hizo lo que hizo? —¡Yo soy inocente! Le juro que soy una buena madre, pero ese hombre se quiso propasar sexualmente conmigo. No me dejé, me corrió del trabajo y encima hizo esto, ¡es alguien cruel! —¿Lo ves ahora? Estás en una posición bastante frágil. Lo que yo te ofrezco es una seguridad, serás una mujer respetada y cuidada, y tu hija tendrá un futuro protegido. ¿No quieres eso para tu hija? Los ojos de Luna se abrieron enormes. «Claro que quiero lo mejor para mi hija. No quiero que sufra, ni que pase por mi propio camino; yo he sufrido mucho. Pero ¿casarme con un desconocido? ¿Y si esto es una trampa?», pensó y miró a la mujer con recelo. —¿Por qué querría usted que yo me casara con su hijo? No soy una mujer prestigiosa, no soy rica, no tengo clase elevada. ¿Por qué lo quiere? Marianela sonrió. La sonrisa en sus labios era suave, sus gestos eran dóciles, lo que hacía que tuviera un aura dulce. —Entiendo tu desconfianza, en tu lugar, estaría así. Pero, olvidas algo muy importante, tú salvaste mi vida, eso habla de ti, más de lo que necesito conocerte, alguien que salva a una persona de la muerte, arriesgando incluso su propia vida, es una persona buena, por eso sé que eres la mujer correcta, la única buena para ser la nueva señora Francelli, y la esposa de mi hijo. Las palabras de Marianela eran tan firmes que sorprendió a la mujer. —Yo… no puedo decidir nada, esto es algo inesperado, algo que cambiaría mi vida por siempre, entiéndame. Marianela asintió despacio. —Si aceptas rápido, no serías la persona que yo esperaba. Está bien, Luna, piénsalo; pero, básate en esto, piensa en tu hija. Tu pequeña Aly es lo único que debe importarte. Debes preocuparte por darle un mejor futuro feliz que el tuyo, ese es el deber de una madre. Marianela se levantó, le dio un suave beso en la mejilla, y volvieron al salón donde Aly comía. —Ya debo irme, Aly, pero vendré mañana y te traeré un regalo. La pequeña abrió ojos gigantes, y por un instante su mirada tierna hizo que la mujer se estremeciera. Le recordó a su hijo cuando era pequeño. Ese pensamiento la invadió en una ráfaga de segundo, no supo ni por qué pensó en eso. —¡Muchas gracias, abuelita! La palabra salió natural de la boca de la pequeña. Los ojos de su madre se abrieron grandes, el rostro de Luna se volvió rojo al instante. —¡Alyna, no…! —Déjala, Luna, es una niña. —Cariño, te veré mañana —Marianela besó la frente de la menor, y salió de ahí. Luna no supo qué decir. —Mamita, mi abuelita va a traer una muñeca para mí, pero ¿cuándo va a traer a mi papito del cielo? Yo ya quiero que baje y esté junto a mí, ¿puede ser? Luna sintió que su corazón se afligió al escuchar sus palabras. Cargó a la niña, la besó, y le dijo que era hora de un baño. La llevó a la cama, mientras preparaba la tina en el baño. La pregunta de su hija provocó que los ojos de Luna lloraran. El día fue tan pesado en sus emociones, que ahora se sentía derrumbar, pero no podía hacerlo. Luna aprendió a ser un roble fuerte que su hija nunca vería caer, incluso si quería caer y sollozar como una niña asustada. *** Lydia estaba en esa cama, completamente desnuda. El hombre estaba sentado al filo de la cama, estaba vistiéndose. La mujer se levantó, desnuda, caminó para recolectar sus ropas e ir al cuarto de baño. —Entonces, ¿me darás el dinero que te pedí? El hombre rodó los ojos. —Las mujeres como tú solo piensan en dinero, ¿verdad? Está bien, te daré los cinco mil euros, mujer. El hombre recibió una llamada, Lydia se vestía, primero las medias oscuras, y la ropa interior, mientras escuchaba como ese hombre, Ronald Flores, el dueño del bar “nightly double” peleaba con alguien por teléfono. —Sí, señor, pero, le juro que no he tenido ninguna información de esa mujer. ¡No, señor! No he imposibilitado la labor de su investigador privado, le aseguro que si pudiera recordar a la mujer… ¿Señor? ¿Señor? El hombre colgó la llamada. —¡Hijo de…! —¿Qué pasa? No te alteres. El hombre se giró a mirar a la mujer de mala gana, estaba dispuesto a echarla. Cuando en su espalda vio ese tatuaje, sus ojos se abrieron enormes, como si viera un tesoro. —¡Tú! Lydia le mirò asustada. —¿Qué pasa? —¡Tu tatuaje! ¿Tú fuiste la mujer que pasó una noche con Elio Francelli? Lydia frunció el ceño. —¿Qué dices? Hablas de Elio Francelli, ¡¿hablas del magnate Elio Francelli?! —No hablo del rey de Inglaterra, hablo de Elio Francelli el magnate petrolero, sí, me acosa diciendo que una noche hace unos años fue traído aquí, pasó la noche con una virgen de un tatuaje de nudo de brujas, pero… ¡No pudiste ser tú! ¿Una mujer virgen? —el hombre se largó a reír—. Lydia es todo, menos una chica decente o virgen, Lydia es una mujerzuela. Lydia frunció el ceño con rabia, al escuchar cómo se expresaba de ella, sin importarle decírselo a la cara. —¿Y por qué la busca? —¿Por qué? No lo sé, caprichos de un hombre rico, puede tener a un millón de mujeres, pero la quiere a ella, a la mujer de esa noche. Creí que eras tú, pero… —¡Soy yo! Escúchame, Ron, dirás que soy yo. El hombre le mirò con ojos pequeños. Luego, sonrió. —Bueno, quizás así me dejará en paz, y dejará de amenazar con cerrar mi bar. Está bien, le diré que eres tú. Lydia sonrió feliz. «¿Así que pensé que te había enviado a los brazos de un gigoló, pero terminaste en la cama de un millonario, Luna? ¡Desgraciada! ¿Acaso no hay una sola vez que no tengas buena suerte?», pensó con envidia.
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