Mayte mirò a Marcos con miedo, no entendía qué le sucedía a ese hombre para actuar así.
Ella salió del auto, se plantó ante èl.
—¡¿Qué demonios haces?! ¿Quieres matarme? ¡Dispara!
Marcos bajó el arma.
—¡No voy a permitir que te vayas con èl! —exclamó Marcos, estaba desesperado, ardía de celos.
Saúl bajó del auto, le miró con ojos feroces, se acercò a èl.
—¡Aléjate de ella! No entiendes que no quiere nada contigo —espetó
Marcos le mirò con rabia, iba a apuntarlo, cuando sintió la mano de Mayte, deteniéndolo.
—¡No le hagas daño!
—Entonces, ¿¿Vendrás conmigo?
Ella titubeó, al final asintió.
—¡Mayte, no tienes que ir con ese desgraciado! Por favor, no lo hagas.
—No le hables como si la conocieras, ¡eres nadie en su vida! Soy el padre de su hijo…
—Sì, ¡eres un padre que abandona a
