El aplauso de Marianela los hizo volver en sí. Elio se alejó, sintió como si su cuerpo estuviera cubierto de una energía extraña. —Papito, mami, ¿qué pasa? —Ven, cariño, papi y mami se van a casar, papi ha traído un anillo de diamantes para pedírselo a mami. Aly abrió una boca muy grande, sorprendida. —¡¿En serio?! ¡Quiero verlo, mami! Luna le mostró ese anillo, y Aly sonrió emocionada. —Mami, el anillo brilla como si fuera una estrella. Papito, ¿cuándo yo me casé tendré un anillo? —¿eh? No —dijo Elio severo. Todas lo miraron. —¡Claro que sí, Elio! —exclamó Marianela. Elio cargó a la niña, y bajó la escalera. —Es que Aly prefiere no casarse y viajar por todo el mundo, como un pajarito —dijo moviéndola por la sala, mientras la niña reía y gritaba. —No, papi, yo me quiero casar.