—¡¿Qué es lo que dices?! —exclamó—. Eso no es verdad. ¡Mientes! —No miento, yo soy ese hombre de esa noche, soy el padre de Alyna. ¿Por qué crees que he actuado así todo el tiempo? Quería decírtelo, pero he tenido miedo de que me odies. Luna retrocedió atormentada, estaba temblando de miedo, pero no podía decir nada. La idea de que ese hombre fuera el mismo de esa noche la asqueó. Ella parecía tan desconcertada, con la mirada perdida, como si no quisiera saber nada. Marcos quiso acercarse. —Te he buscado tanto, me enamoré de ti, Luna. Èl dio un paso hacia ella, y Luna retrocedió. Marcos odió que hiciera esto. —¡Ni siquiera te acerques! Ese día yo estaba ebria, te has aprovechado de mí. Marcos se quedó estático. —No… no, Luna, por favor, ¿Acaso yo no estaba ebrio? Luna se quedó