Capítulo: Un error se transforma en una ilusión

1169 Words
Luna salió de casa, sintió la mano de Rodrigo sosteniendo su brazo. —¿De verdad te revolcaste con otro hombre como una… mujerzuela? Ella se giró a mirarlo, esbozó una sonrisa. —Fíjate que sí, y él era un hombre maravilloso; un hombre de verdad, no una porquería como tú, quizás me vaya con él, quédate con Mabel, pero ¿Sabes qué? Cuando tengas un hijo con ella, hazle una prueba de paternidad, quizá no sea tuyo, buena suerte, y te veo en el infierno —dijo con una sonrisa, le guiñó un ojo. Luna subió su maleta a la cajuela del taxi, miró a su padre desde la ventana, le dolió que la hubiese humillado, sin siquiera darle el beneficio de la duda. «No. Ya no es mi padre», pensó, subió al auto, supuso que, quizá, no volvería más. El taxi arrancó. Mabel se acercó a Rodrigo y lo abrazó de forma repentina. Cuando el hombre vio que eran vistos por la ventana por los mayores, se alejó abrupto, pero tal gesto no pasó desapercibido por Bernardo. *** En la mansión Francelli Marianela Francelli estaba frente a la cama de su hijo. Cuando el hombre abrió los ojos, la madre le lanzó las fotografías y periódicos a la cama. Elio abrió los ojos, recién levantado, tomó los periódicos, observó lo que tanto molestaba a su madre. —¿Qué es esto? ¿Ahora mi hijo va y se enreda con mujerzuelas baratas? ¡Eres vergonzoso! Tu padre te dejó un legado, una familia perfecta, una gran fortuna. ¿Y qué harás? ¿Enviar todo al carajo a menos de un año de su muerte? —exclamó. —¡Madre, no! Por favor, no hagas esto, sé lo que hago con mi vida, ¿Por qué no confías en mí? —¿Confiar en ti? ¿Cuándo serás un verdadero hombre, Elio? ¡Ya tienes veinticinco años! Actúa como un hombre o… —¿O qué? —¡O cederé el puesto de CEO a tu primo Marcos! —¡No te atrevas! La empresa era de mi padre, no puedes darle mi lugar a alguien que no es de la sangre de los Francelli. Marcos estaba tras la puerta, sintió rabia y se alejó. Al llegar a su alcoba, su tío estaba ahí. —¿Qué pasó? —¡Lo mismo de siempre! La tía quiso darme mi lugar, pero el imbécil de Elio la hizo desistir, recordando que él es un auténtico Francelli. Su tío respiró profundo. —¡Tú eres más dueño de todo que él! Llevas trabajando en la empresa más tiempo, te aseguro que pronto, todo esto será tuyo. Marcos sonrió, agradeció a su tío por todo. Marcos era huérfano, hijo de la única hermana de Marianela, mientras que su tío, Adolfo, era otro hermano de ellas, y se dedicaba a alimentar la ambición en el pequeño Marcos, porque se reflejaba en él. *** Luna intentó vivir en un departamento cercano al centro de la ciudad, pero fue sorprendida cuando todas sus tarjetas de crédito fueron canceladas. Ella trabajaba en una editorial, pero al día siguiente fue despedida. Su jefa le mostró las imágenes de ella en aquel bar. —No queremos mujeres con tu mala reputación. Eso afectó mucho a Luna, cuando llamó a su padre. Sus palabras la hirieron más. —Yo no tengo hijas, solo una hijastra llamada Mabel, de quien sí soy responsable, usted debe ser un fantasma al que no conozco. —¡Padre…! El hombre colgó la llamada, sintió dolor de sus palabras, pero, aun así, no volvió a llamarla. —¡Eres muy cruel, Bernardo! Bernardo miró a su mujer. —¿Por qué defiendes tanto a mi hija y no a la tuya? La mujer le miró con dolor. —Tengo una hija y la amo, pero sé lo que tengo; Mabel me ha dicho que quiere casarse con Rodrigo. Los ojos de Bernardo se abrieron enormes. Tomó su teléfono, intentó llamar a Luna, sin embargo, ella no volvió a responderle. Luna solo tenía unos pequeños ahorros, pero era suficiente. Iría a vivir al pueblo de su madre. Era un pequeño pueblo pesquero, a unas horas de la gran ciudad, decidió cambiar de aires. «Al menos, mientras todo esto se enfría», pensó. Por la noche tomó el tren, se sintió como si fuera una fugitiva, tuvo que irse. Pasaron dos meses. Mabel y Rodrigo anunciaron su boda. Resulta que Mabel estaba embarazada, no se había dado cuenta, pero tenía casi tres meses. Era mejor casarse ahora, antes de que el embarazo se notara. Bernardo sintió rabia al enterarse de la boda, pensó en su hija, a quien echó de casa sin creerle nada. Tomó el brazo de Mabel, y la miró furioso. —Dime, ¿traicionaste a mi hija? —¡No, papá! ¿Cómo crees? —¡Lo creo! Te advierto, si mentiste, haré que te arrepientas. Bernardo miró con rabia a Rodrigo. —Y no pagaré nada en la boda, asume todo tú, Rodrigo, o no habrá boda. Rodrigo asintió, no pudo hacer más. *** Luna estaba sentada en la cama, con la prueba de embarazo en las manos, rezaba para que fuera negativa, así podía seguir con su vida, así podía sentir que nadie la señalaría. Por un instante, antes de que esa prueba arrojara la verdad, ella pensó en Rodrigo. Le dijeron que Mabel y Rodrigo se casarían, y eso le había dolido como una estaca al corazón. «Perdí tanto tiempo amando al hombre incorrecto, solo porque dijo que yo era el amor de su vida, mintió; tres largos años, idealizando una boda estúpida que solo fue de cenizas y polvo, ellos arruinaron mi reputación, sin siquiera parpadear, sin siquiera tener algo de compasión, ¿Era una pobre chica para ellos? ¿Fui la víctima más estúpida que tuvieron? Eran leones contra un pequeño ciervo, ¡oh, he caído tan bajo, es legendario! Estoy rota, estoy sola, acabada. Siento que perdí toda mi vida, ¿qué será de mí?», pensó, mientras sus manos temblaban, y sus ojos miraban esa prueba, ¡era positiva! Luna rompió en llanto, no era el mejor momento para tener a un bebé. No tenía dinero, ni trabajo estable, no tenía nada de nada, su corazón estaba roto, lleno de heridas y traiciones. De pronto, tocó su vientre. —Pequeño bebé, qué mala madre elegiste, ¿Por qué a mí? —murmuró entre lágrimas—. Hijo… ¿Hijo? Esas palabras resonaron en su mente, así como la idea de abortar. Negó con rapidez, no podría hacerlo, era su hijo en su vientre, incluso si no sabía quién era el padre, era su sangre, era un pedazo de ella misma. «Rodrigo, fuiste una pérdida de mi vida, tú, como mi papá, me traicionaron, pero ahora, la vida parece traerme algo irremplazable, un amor puro que nunca podrá serme arrebatado», pensó. —Sí, hijito, si te voy a tener —dijo con una sonrisa ilusionada, entre sus lágrimas.
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