Capítulo: Nunca derrotada

1291 Words
Cuando Luna abrió los ojos, se estremeció de miedo, aún todo estaba oscuro, se levantó y se vistió con rapidez. Estaba tan asustada, miró al hombre a su lado, se vistió apresurada, tomó su cartera, pensó que aquel hombre sería solo una aventura, no estaba muy segura de si debía pagarle. «Se aprovechó de mi embriaguez, pero ¡¿qué he hecho?! Estuve con un hombre, me entregué por primera vez a un absoluto desconocido», pensó, sus ojos se cubrieron de lágrimas. Ella decidió salir corriendo, y se fue sin decir nada. Segundos después, ese hombre abrió los ojos, se giró y su mano revisó del otro lado, lo encontró vacío, se enderezó. —¿Dónde está? —exclamó, se levantó muy rápido, tanto que se sintió desmayar, pero buscó en el baño, la mujer no estaba ahí. Cerró los ojos, y un recuerdo emergió de su interior. «En esa cama, cuando estaba acariciándola vio ese pequeño tatuaje de nudo de bruja, justo en la espalda media. Lo tocó con los dedos, lo grabó en su mente, incluso sus labios pudieron trazar la forma, podía reconocerla en cualquier lugar por ese tatuaje» La idea de no poder hacerlo lo asaltó, de pronto. Observó la cama, y vio pequeñas manchas de sangre. ¿Quién era ella? Se vistió de prisa, salió de ahí. Se acercó a uno de los empleados. —Me han traído a una mujer, ¿Quién era? El hombre negó. —No lo sé, señor. Elio perdió la paciencia, que de por sí nunca tuvo, tomó al hombre con fuerza del cuello. —¿Cómo de qué no? —¡Elio, primo! ¿Qué haces aquí? Elio se quedó perplejo al encontrarse con su primo Marcos. —¿Y tú que haces aquí? ¿Me espías? —¡Dios mío! ¡Qué vergüenza! Toda la sociedad ya se ha enterado de que Elio Francelli viene a revolcarse con mujerzuelas, la tía Marianela está enloquecida de dolor. Elio miró a su primo con rabia. —¿Tú has tenido que ver? Siempre quieres mi ruina, alguien me trajo aquí de tu fiesta de cumpleaños, me embriagaron, ¿lo has tenido todo planeado? Dime, ¿quién es la mujer que has puesto en mi cama? —Elio sujetó con fuerza a Marcos. El hombre le miró temeroso. —¡No sé de qué hablas, Elio! No he tenido nada que ver. Elio lo lanzó contra el suelo. —¡Eres un imbécil! —Elio miró al mesero—. ¡Más te vale que mañana me digas quién es la mujer que estuvo conmigo esta noche! O te aseguro que cerraré este negocio. Elio no mentía, era billonario, tenía mucho poder en todo el país. Salió maldiciendo entre dientes; afuera estaba su chofer y su guardia personal, lo llevaron a casa. *** Luna llegó a casa, nadie estaba despierto, ella llegó a su alcoba. Se sentía agotada, todo su cuerpo dolía. Entró en el cuarto de baño, y se metió en la regadera. Observó la sangre entre sus piernas; eso le dio miedo. El agua fría en su cuerpo la despertó, recordó esas manos calientes haciéndola suya, y sintió una vergüenza inmensa. ¿Qué había hecho? Luna se echó a llorar, al menos el ruido del agua corriendo callaba sus sollozos, pero no su conciencia. «Tal vez, fui traicionada, pero eso no me exime de comportarme como una mujerzuela. Lo que hice nunca podré cambiarlo», pensó con tristeza. Al día siguiente. Luna no pudo dormir. Apenas fue el amanecer, y escuchó voces afuera, decidió bajar. Debía explicarle a su padre y a su madrastra la razón por la que no se casaría. Caminó muy despacio, porque de pronto, escuchó voces y gritos, que parecían discusiones que iban de lentas a terriblemente acaloradas. —¡Ten cuidado en como hablas de mi hija! Luna llegó al umbral de la puerta, vio a Rodrigo ahí. Su padre le sujetaba del cuello, soltó al hombre y apuntó a su hija. —¡Ven aquí, Luna! ¡Defiéndete, desmiente lo que dicen de ti! Luna observó a Rodrigo, a sus exsuegros, y a su amiga Lydia; también estaban su madrastra Susana y su hermanastra ahí. —¿Qué pasa? —¡Ya se descubrieron tus mentiras, Luna! Eres alguien cruel —dijo Mabel—. Pobre Rodrigo, lo que ha tenido que pasar por ti. Luna los miró como si fuesen locos. —¡¿Qué?! Por favor, ¡ustedes son los crueles! Los tramposos; padre, ¡Mabel y Rodrigo son infieles, me traicionaron, anoche los encontré en la cama! —gritó Luna feroz. Los ojos de Mabel casi salían de sus cuencas, Rodrigo tuvo miedo. —¡¿Qué dices?! —exclamó su padre. —¡Mientes, Luna! —gritó Mabel—. Diles a todos, Lydia. Luna miró a Lydia. —Diles, amiga, di lo que te conté ayer. —Ayer, Luna me dijo que no soportaba más a Rodrigo, por eso subió y se acostó con un gigoló del bar “Nightly double” —Lydia mostró fotografías de Luna entrando a una habitación y luego saliendo de ella, horas después. —¡Lydia! —exclamó Luna incrédula. —¡Lo ven, Luna es una mujerzuela! Quiere ensuciarme solo porque ella está inmunda —dijo Mabel. Luna retrocedió un paso, sus manos se volvieron un puño de rabia. —¡Mientes, mienten, todos! No es verdad, padre, no puedes creerles. Luna sintió la rudeza de la bofetada que su padre le dio, y que la hizo caer al suelo. Ella le mirò incrédula, Rodrigo quiso levantarla, pero ella lo empujó. —¡Padre! —¡Bernardo, por favor…! —exclamó Susana. —¿Cómo puedes actuar como una zorra y ser tan cínica? —exclamó su padre, chasqueó los dedos—. Vete de mi casa, aquí no quiero mujerzuelas. Luna se levantó, le miró con rabia. —¿Mujerzuelas? Entonces, corre a Mabel, ¡eres hipócrita! Crees en otros, menos en tu propia hija de sangre, pero está bien. Quédate con Mabel. Al final, cuando veas la realidad, ¡nunca volverás a ser mi padre! Menos mal que mamá está muerta, si estuviera viva, se habría arrepentido de que fueses mi padre. Bernardo levantó la mano de nuevo, pero Luna le enfrentó. —¡Pégame de nuevo! Hazlo y te juro que te demandaré por violencia, si tanto me repudias, ¡te repudio también! No quiero volverte a ver por lo que me resta de vida, ¡estás muerto para mí, padre! Todos ustedes también están muertos; ya lo verán. Este par de asquerosos van a demostrar que son amantes, que me traicionaron, porque apenas me vaya. Se casarán, ya lo verán. Luna lanzó una mirada contra Lydia. Luego intentó irse, pero Lydia la alcanzó. —Luna… Luna se detuvo, miró a la mujer con odio y rabia. —¡Eres una perra hipócrita! Lydia sintió rabia, luego sonrió maliciosa. —Ahora mírate, no eres tan perfecta como te creíste. Luna no podía creerlo, le dolía que su mejor amiga fuera esa. —Me tendiste una trampa, ¿no? Lydia sonrió de nuevo. —¿Y qué harás? Nadie va a creerte. —Tal vez, pero recuerda sobre nuestro pacto, recuerda que me traicionaste por la espalda, te juro que un día te voy a devolver ese golpe. Mientras yo viva, tu vida estará maldita. —Entonces, te mataré. Luna sonrió. —Ya veremos, yo no te mataré, te condenaré a tu destino, estar siempre bajo mi sombra. Luna subió la escalera con la actitud digna y perfecta que Lydia odiaba, aun a pesar de ganar. Lydia sintió que, si no la veía doblegarse ante sus pies, eso no era ganar.
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